miércoles, 24 de junio de 2009

PALETOS Y GARRULOS

Ayer por la noche haciendo zapping llegué a un documental en la 2 titulado “ España destino gay” y me quedé viéndolo. Estaba curioso. Según las parejas gays que entrevistaban ayer en el reportaje resulta que somos el país ideal para vivir si eres gay porque no sólo te puedes casar sino que además la gente no te insulta por la calle, ni se mete contigo ni nada por el estilo. El ingeniero justo antes de quedarse dormido en el sofá se giró y me dijo:

-¿ qué te parece? Nosotros creyendo que somos unos garrulos y somos un ejemplo de tolerancia y educación.

A las 3 de la mañana cuando me he despertado por la caloreta me he puesto a pensar en si somos o no somos garrulos y yo sinceramente creo que el garrulismo está en nuestros genes. Los españoles somos gritones, maleducados, cruzamos la calle en rojo, en un restaurante hablamos para que toda la gente se entere de nuestra conversación y si reunes a más de 6 cualquier cosa se convierte en motivo de risa absurda y facilona.

Te vas de viaje. Te montas en el avión. Ves con horror llegar un grupo de 8 parejas de gente de más de 50, bien vestidos, limpios y aseados. Se sientan y a los 30 segundos empiezan´: Manoliiiiiiiii….¿ a qué te da miedo? Pacoooooo no le mires el culo a las azafatas. Azafatas no se dice,son auxiliares. Pues que me auxilien a mi que con esta tripa no me abrocha el cinturón.A ver si no va a ser la tripa lo que no te cabe.


Grandes carcajadas y vergüenza ajena.

Los españoles somos exhibicionistas. Nos encanta hablar de nosotros mismos aunque sea con cualquier desconocido al que por supuesto le interesa cero.

- ¿ Tiene zapatos púrpura?
- No, no tengo.
- Vaya, es que mire los necesito púrpura porque se casa mi prima en Asturias que a quien se le ocurre con este tiempo, y en Asturias con lo lejos que está. Lo único que tengo de manga larga es púrpura y quería unos zapatos de ese color pero no los encuentro por ninguna parte, aunque claro estoy pensando que podía comprarme algo que me contrastara pero que no fuera muy cantoso y que resistiera la lluvia porque en Asturias lo normal es que llueva pero claro, el novio es de allí y al fin y al cabo no está tan mal, hay sidra y cabrales, aunque a mi el cabrales me da ardor y no entiendo porqué tiene que oler tan mal que me recuerda cómo le olían los pies a mi hermano cuando venía de correr la media marathon.

Y así podemos seguir hasta caer fulminados por un rayo.

Los españoles tendemos mucho al paletismo. Salimos de viaje y todo es: en España se come mejor, en España las copas son más grandes, en España puedo cenar a las 11 de la noche. Es una actitud que me pone de los nervios, la falta de criterio me pone enferma. Creer que todo lo tuyo es mejor sólo porque es lo que conoces es tan triste y tan empequeñecedor que cuando viajo con alguien así siempre acabo contestando: pues la próxima vez que me digas que te vienes conmigo de viaje te pongo una tienda de campaña en la Puerta del Sol.

Puedo entender que te guste más la paella que el cuscus o que prefieras una copa con muchos hielos a un chupito de whisky calentorro, entiendo que te guste más torrarte al sol 10 meses al año que chapotear en los charcos pero no me seas paleto, no es ni mejor ni peor es distinto.

La tele que tenemos es el reflejo de lo garrulos y paletos que somos. Los periódicos que tenemos son el reflejo de nuestro ínfimo nivel cultural y las tertulias de la radio llenas de opinadores profesionales son la imagen de los corrillos que nos encantan: hablar por hablar de lo que sea sin tener ni puta idea. Eso sí, decimos las mayores majaderías, opinamos del calentamiento global, de Sarkozy y de las células madres con autoridad para luego terminar diciendo “ a mi me da igual”.

Porque esa es otra, todo nos da igual. Si no nos afecta personalmente “ nos da igual”. Nada nos perturba hasta que nos tocan algo nuestro que entonces cualquier minucia se convierte en una cuestión de estado y se nos llena la boca de “tendrían que hacer algo”. Y ahí estamos otra vez, siempre es otro el que tiene que hacer algo, tú no. Me canso de oir que en Europa hay miles de ayudas si estás embarazada, si tienes niños, si eres familia numerosa, si quieres estudiar violín o lo que sea…y claro aquí no y que vergüenza y blablablabla, pero cuando nos dicen que vale, que nos van a subir los impuestos para conseguir todo eso, entonces no. Que me den pero sin quitarme. Ahí estamos como niños pequeños, lo queremos todo pero sin sacrificios, ésos que lo hagan otros.

Que conste que de todo esto tampoco se libran los gays. A mi personalmente hacer hoteles para gays, librerias para gays, peluquerias para gays me parece el colmo del paletismo y de la falta de criterio empresarial.

Pero puede que yo no tenga ni puta idea y la verdad sea que todos los gays son tan estupendos como los que salían ayer en el documental y los españoles seamos un ejemplo a seguir por la humanidad.

martes, 23 de junio de 2009

MATERNITY (XXX): Desesperación.

Cuando tienes tu primer hijo todo es nuevo, emocionante y da mucho miedo. Tiendes a creer que está malo al primer moco verde que asoma, si llora mucho es que le pasa algo y cada nuevo avance lo pregonas a los cuatro vientos como si a la gente le interesara si tu hijo come gluten o no. Poco a poco y según va avanzando la crianza te das cuenta de que tu hijo es lo más y el top de la gama pero es como todos, mejor pero como todos. Ya se pone de pié, ya come huevo, ya come pescado, ya toma gluten, ya come yogur..todos son avances y estás contento y orgulloso como si el que tu hijo coma cosas nuevas fuera mérito tuyo y no de la evolución de la especie.

Y de repente STOP. Vamos hacia atrás. Tu hija no quiere comer, no es que no quiera comer es que para hacerle tragar una cucharada de puré hay que sujetarle entre tres, cantarle los cinco lobitos, distraerle bailando un rap, meterle la cuchara en una hábil maniobra y con un juego de manos que ni David Copperfield clavarle el chupete antes de que consiga escupir. Por supuesto antes de acometer esta tarea hay que forrar la habitación y a los participantes en plástico. Es un momento de comunicación materno filial idílico.

Poco a poco vas pensando que esto no es normal. No es normal que no coma, le das puré de pollo con acelgas, acelgas con ternera, ternera con pollo, zanahorias con patata, patata con acelgas y con pollo, pollo con ternera. Te haces una hoja de excel para intentar controlar las variables y saber qué coño quiere comer tu hija. Nada funciona y lo único que consigues es que cuando ves que se acerca la hora de la comida te den taquicardias.

Así que superando tus principios de no ir al médico a no ser que sea grave, decides ir y le dices al pediatra: mire, yo es que creo que es alérgica a algo. Primero te miran con cara de “ ya tenemos otra histérica” pero luego cuando le enseñas una foto de los sarpullidos en la cara de la niña decide que a lo mejor no eres una paranoica y te manda unos análisis.

BINGO. Han cantado BINGO. Tenemos en el cartón de M: huevo, patata cruda, ternera, lentejas, frutos secos, frutos rojos y pescado. Aparece superada la alergia a la leche, que parece el motivo por el cual la princesa no era muy fan de los biberones.

¿ Alergia alimentaria? Otra cosa nueva. No tienes ni puta idea y al principio te parece fácil, total, los bebes no comen merluza ni huevo frito. Esto está chupado. ¡ que pardillos éramos! Bienvenido al mundo de leer los ingredientes de todo lo que compras y ¡sorpresa! Miles de cosas llevan huevo o frutos secos u omega 3, así que estamos jodidos. La compra se convierte en una ginkana.

Y luego tenemos el tema de la “contaminación cruzada”. La primera vez que oyes hablar de eso piensas que es algo de lo de Greenpeace y no tiene nada que ver contigo, bastante lío tienes, que se ocupe Al Gore. Pero no..la contaminación cruzada está en tu casa y consiste en que si con un tenedor pinchas un rebozado con huevo y con ese mismo tenedor pinchas un trozo de pollo para M. a M. le saldrá una roncha como un campo de fútbol. Lo mismo pasa con los cacharros donde cocinas o con el aceite donde fríes. Un stress.

Te acostumbras. Y entonces nace C. y ya estás con la mosca tras la oreja e insistes en que le hagan los análisis. “ no tiene nada que ver que la hermana lo sea”, “ no tiene ningún síntoma”, “ es muy pequeña”…bla, bla bla.

BINGO. Tenemos alergia a la leche.

Festival de la imaginación culinaria, cocina sin leche, sin huevo y sin pescado. Festival del intercambio de cubertería, este cuchillo es de M no cortes la carne de C, ese vaso tiene leche de soja es de C., la sartén tiene restos de huevo, no pongas ahí la ternera. Poco a poco el ingeniero, la cuidadora y yo elaboramos una coreografía en la que todo encaja y no cometemos errores.

A los dos años, C. como va sobrada, supera su alergia. Ole, ole..damos saltos de alegría. M. supera la alergia a las lentejas, ya puede comer calamar, ya puede tomar ternera. Ole, ole, la vida es bella. La alergia al huevo son minucias, lo llevamos de puta madre, incluso nos dan un un punto para entrar en el colegio. Algo bueno tenía que tener.

Todo iba rodado. Todo estaba controlado. Ella sabía lo que podía comer, lo que no. Ella sabía que siempre hay que salir de casa con su inyección de adrenalina, ella sabía que si vamos a un restaurante sólo puede comer carne con patatas y todos lo llevábamos lo mejor que podíamos.

La vida nos sonreía hasta ayer que se confirmaron nuestras peores sospechas, M. ha dado positivo para celiaquía.


Ayer fuimos a comprarle comida especial, la buena noticia es que hay muchos productos para celiacos, la mala es que más de la mitad de ellos llevan huevo.


Estamos en éxtasis.

lunes, 22 de junio de 2009

ES LA GUERRA, MÁS MADERA ( otra más con el de mantenimiento)

Llego a mi trabajo y me siento en mi despacho. No bajo a desayunar, no voy a la máquina de café, no salgo a fumar. Estoy sentada delante de mi ordenador hasta que bajo a por el rancho hacia las 3. Es lo que quiere mi jefe, para eso me paga y además si no estoy se pone muy nervioso. Si por casualidad me llama y en vez de estar sentada estoy de pié guardando algo en un archivador y tardo 3 tonos en cogerlo, al descolgar oigo:

- ¿ Dónde estabas?
- Sujetando un archivador antes de que se me cayera y me destrozará el pie.
- Ah vale.

Si por ejemplo he ido a la fotocopiadora que está exactamente a 20 metros de mi despacho y me llama desde su mesa, si no lo cojo a la tercera llamada..oigo como cuelga y sale andando de su despacho, asoma la cabeza para ver dónde estoy.

Hace poco le dí a elegir entre sondarme o avisarle cuando voy al baño para evitarle una crisis de ansiedad. Gracias a Dios eligió el aviso.

Bien, es evidente que mi sitio está en mi despacho. No me puedo mover de aquí y para eso me pagan. Hay gente que no lo entiende, por ejemplo las tías de “ control de accesos”, es decir, las recepcionistas de toda la vida que ahora son controladoras de accesos. Supongo que es para darse importancia, controlan los accesos cómo si hubiera peligro de invasión por parte de gente deseosa de ver una empresa de colocación de libros por colores o espías industriales que quisieran conocer nuestros secretos.

Me llaman:
- Hola guapa
- ¿ Perdón?
- Te llamo de control de accesos.
- Ah si, las de la portería.
- No, perdona, control de accesos.
- Vale, si, las de amarillo detrás del mostrador. Dime
- Que ha llegado un paquete.
- Vale
- Tienes que bajar a buscarlo.
- Jajajajajajajaja ¿ perdona?
- Tienes que bajar a buscarlo porque
no podemos tenerlo aquí.
- Pues subídmelo.
- No es mi trabajo

- Mira controladora de accesos, la importancia de nuestro trabajo es directamente proporcional a la distancia que hay desde nuestro puesto de trabajo al despacho del jefe supremo y mira tú por donde yo le tengo aquí delante mirándome y tú no.
- Vale, ahora te lo subimos.

Por supuesto me odian, pero es que coño, le das a alguien un uniforme, un ordenador y un tarjeta identificativa y se creen los amos del calabozo.

La semana pasada tuve otra bronca con ellas que está teniendo desagradables repercusiones en mi entorno laboral. Me llama mi jefe hecho una furia:

- ¿ Porqué no me has avisado de que me había llegado un paquete? He quedado fatal con un tío
- Aquí no te ha llegado nada
.

Llamo a las controladoras de accesos y con voz dulce pregunto:

- ¿Ha llegado algo para el Jefe Supremo?
- No, no ha llegado nada, te habríamos avisado.
- ¿ seguro?
- Si, si seguro. Aquí no hay nada y no hay nada apuntado.
- Vale, pues cuando llegue sea la hora que sea
( era viernes y yo iba en el coche ) me llamáis, a la hora que sea.
- Vale, vale.

A los 10 minutos me llaman.

- Oye, que si hay un paquete, que llegó antes de ayer.
- ¡PERDONA?
- Si, es que es muy pequeño.
- ¡ MUY PEQUEÑO? No he hablado contigo hace 10 minutos y me has dicho que no había nada y que no había nada apuntado?
- Te avisamos el otro día.
- MENTIRA. Y LO SABES.

Llamo a mi jefe:

- El paquete llegó hace dos días pero no me habían avisado

MI jefe suelta todo tipo de exabruptos malsonantes y sé que si tuviera a las controladoras a mano las fulminaba.

- ¡¡ voy a llamar a su jefe!

El jefe de las controladoras es a su vez mi archienemigo el jefe de mantenimiento al que por supuesto le ardió el pelo de la bronca que le cayó sin comerlo ni beberlo. El lunes siguiente vino a verme para ver qué problema había habido, o a ver cómo con una maniobra de arabesco lateral conseguía que la metedura de gamba de sus chicas fuera mía. Discutimos mucho y gane yo pero en venganza ha bajado la temperatura del comedor a 15 grados y me mira con odio cuando entro a comer.

Lo que no sabe es que estoy maquinando mi venganza. Hoy bajaré a comer con mi jefe y le pediré que me deje su chaqueta del frío que tengo. Pareceré un pingüino pero le daré pena y cuando suba dira: llama al de mantenimiento y le echará otra bronca porque la gente pasa frío en el comedor y estamos gastando mucho en aire sin necesidad.

La venganza es un plato que se toma frío y nunca mejor dicho.

viernes, 19 de junio de 2009

VERANEO FRANQUISTA


Cuando yo era pequeña llegaba el 20 de junio y lo natural, lo que había que hacer, era irse a Los Molinos. Había que recoger toda la casa de Madrid, mi madre limpiaba alfombras, recogía la plata, tapaba los muebles con sábanas y ponía barreños con agua en las habitaciones para que “ los muebles no cogieran polvo”. A mi todos estos preparativos me parecían necesarios e incluso entrañables porque marcaban el comienzo de mi “veraneo”. Lo de franquista se lo puso mi jefe el primer verano que le dije que me marchaba a Los Molinos: “ ah ya veo, tú como los ricos, veraneo franquista”.

El caso es que mis hermanos y yo desde los primeros calores primaverales empezábamos a dar la brasa: ¿ cuando nos vamos a Los Molinos? ¿ cuanto queda? ¿Por qué no nos vamos ya?

Por supuesto no apreciábamos el esfuerzo que hacían nuestros padres ni veíamos en su cara el terror al cambio de rutina invernal por el descontrol veraniego. Cuando eres pequeño la transición de una cosa a otra no supone ningún esfuerzo, te lo dan todo hecho, lo único que aprecias es que ya no llevas calcetines, te ponen pantalones cortos y no hay cole.

Llegábamos a Los Molinos y nos instalábamos. Nosotros íbamos pertrechados con nuestros juguetes y nuestros cuentos, de la ropa ya se ocupaba mi madre. Era llegar y empezar a correr por el jardín, coger las bicis, subir a los pinos y empezar a dar la brasa: ¿ nos podemos bañar? NO ¿podemos ir a ver la piscina? NO ¿ podemos ir a mojarnos los pies? NO por favor, por favor, por favor..HE DICHO QUE NO. Cómo a mi madre le funcionaba el supertono entonces recurríamos a la tortura psicológica, nos sentábamos muy cerca de dónde ella estuviera y la mirábamos fijamente para ver si así sentía pena. No solía funcionar, mi madre a cara de perro siempre gana.

Después de dos días allí ya teníamos la rutina veraniega montada. Mi padre se piraba a Madrid a currar ( esto tampoco lo apreciábamos) antes de que nos levantáramos y volvía cuando ya estábamos en pijama. El día consistía en levantarse en pijama y desayunar en la pérgola, tostadas de pan de verdad y nesquick ( estoy en contra del cola cao que hace grumos), luego había que vestirse y hacer tiempo hasta que pasaran las dos horas de la digestión. Los padres te contaban historias horribles de niños que morían por haberse bañado antes de tiempo o peor aún niños que se habían encontrado de repente rodeados de vómito de otro niño al que se le había cortado la digestión. Así que ahí estabas, intentando pasar el rato con el cuaderno de vacaciones o montando en bici o dando la brasa a tu abuela ¿ que hay de comer hoy, abuela?

Por fin, veías salir a tu madre con el bañador y decías: ¡HORA DE LA PISCINA! Y ahí qué íbamos, a sumergirnos en el agua gélida de la piscina durante un par de horas. Luego había que quitarse el bañador mojado porque por supuesto permanecer fuera del agua el tiempo suficiente como para que el que llevabas se secara era inconcebible, y sentarse a comer.


Luego venía lo peor, el momento más odiado del día: la siesta. “ noooo, mami por favor…déjame ver la tele” Confieso en este foro público que yo jamás vi “ Verano azul”, mi madre consideró que era moralmente perjudicial para sus retoños ver esa serie dónde jovenzuelos desvergonzados decían tacos y lo que era peor de todo contestaban a sus padres. Jamás se lo perdonamos. Durante todo un verano fuimos unos apestados porque todo el planeta hablaba de Javi, Desi, Pancho y Chanquete y nosotros no sabíamos quienes eran. Desde aquí lo digo, bastante normales hemos salido para cargar con esa carencia.

La siesta venía disfrazada otra vez más de “tiempo de hacer la digestión”. 2 horas de aburrimiento peores que las de la mañana porque en estas además no se podía hacer ruido y no se podía salir al jardín porque hacia mucho calor. A pesar de nuestras reticencias al final nos dormíamos de aburrimiento. Ahora por supuesto y por si alguien tiene alguna duda la siesta para mis princesas es superobligatoria, dos horas y media de descanso son un regalo.

A las 6 comenzaba otra vez la rutina de la piscina pero esta vez venía delimitada por la “sombra”. Por el tono de tus padres parecía que si la sombra te tocaba te convertirías en piedra, “ niños, salid ya que está todo en sombra”. Ahora, con mi sabiduría maternal sé que la “sombra” era una estratagema de los padres para que no se les hiciera de noche vigilándonos en la piscina.

Mojados y arrugados como garbanzos nos arrastraban a “vestirnos”, el bañador y la camiseta no se consideraba ropa. Por la tarde había que ponerse algo más decente, los 3 iguales por supuesto. Lo peor de esto es que la supuesta ropa de verdad no se podía manchar, así que los juegos de la mañana: correr, montar en bici, hacer montañas de arena, tirarse al suelo con las chapas, jugar a las canicas..etc, no se podía hacer porque “ te estás poniendo perdida de arena”.

A veces salíamos a pasear comiendo pipas o íbamos a casa de alguien andando. Eso era un “plan especial”, nos gustaba, pero éramos felices en casa de mis abuelos..el jardín era enorme y tenía pasillos a los que sólo íbamos de “aventura”.

Al final del día cenábamos antes que los mayores y nos acostábamos a leer mientras escuchábamos a los mayores cenar en la Pérgola.

Eran veranos de rutina y eran geniales.

El viernes que viene empieza el veraneo franquista para mis hijas, pero ya no lo veo tan idílico. Desde el mes de mayo empiezo a tener pesadillas con la nueva reorganización, tendré que hacerme 270 km al día para ir y venir del curro, cuadrar la rutina con mi madre, mis hermanos, mi sobrino, el ingeniero, mi cuñado y organizar todo de nuevo. Para mí será una paliza pero para las princesas es un verano genial:

- mami, ¿cuantoz diaz quedan para irnos a vivir a Loz Molinoz?