miércoles, 29 de junio de 2022

Wilco y mi zona de confort

 

Ayer leí en un titular ridículo que decía que María Pombo había salido de su zona de confort porque se había hecho trenzas para una fiesta. Es un titular que dice mas de nuestra sociedad y nuestra estupidez que de María Pombo que, por otro lado, ni siquiera se peinó ella sola, lo que reduce su zona de confort prácticamente a respirar por sí misma. 

A mí salir de mi zona de confort me da mucha pereza y no lo veo para nada necesario. En realidad todo, en general, me da mucha pereza y si implica salir de mi casa y hablar con gente la pereza es casi insuperable. Ayer, sin embargo, fui a ver a Wilco y pensé que ir de concierto no es salir de mi zona de confort es simplemente un rincón de ella que hacía muchísimo que no visitaba. ¿Cuándo fui por última vez a un concierto? No me acuerdo. Sí recordaba haber visto a Wilco, también en las Noches del Botánico en 2017. Otra vida. Aquel día llevaba un pantalón amarillo que ya no tengo, una camisa azul que me roba mi hija y unas sandalias que siguen en mi armario. Aún me teñía el pelo. Fui con Juan. Ayer también. 

«El martes tenemos eso»«¿Qué tenemos? ¿qué es eso?»«El concierto de Wilco» Hasta el domingo no me enteré de que habíamos sacado entradas. Ir a ver a Wilco fue como entrar en una habitación de tu casa que hace mucho que no visitas, o abrir un cajón que lleva tiempo cerrado y empezar a quitar telarañas, polvo y descubrir bajo toda esa capa de tiempo y suciedad, cuánto te gusta lo que hay ahí y porqué lo guardaste. Pensar que esa noche no será como todas, que tengo un concierto. La antipación. Poder decir "voy a ver a Wilco". Ser lo suficientemente adulto y conocerme lo suficientemente bien para haber sacado entradas de sentado y saber que no volveré a casa con una contractura en las cervicales y otra en las plantas de los pies por intentar ver algo entre gente que siempre es más alta que yo. Llegar al Botánico de la Complu y recordar, como siempre, la primera vez que paseast por la Avenida de la Complu, con 18 años, sintiéndome adulta por primera vez. Esperar a Juan mientras me comparo con toda la gente que va entrando. Wilco definitivamente es un concierto en mi media de edad pero con un atractivo especial para los hombres altos y con barba. Entrar al recinto, pasear y empezar a encontrarte gente que conoces y saludas y gente que conoces e ignoras con más o menos estilo. Beber en vasos de cartón (nos preocupa el planeta y ganar dineretes cobrándolos a precio de Santo Grial) y comer el que probablemente sea el peor perrito caliente de la historia (cobrado a precio de Vellocino de Oro). 

Escuchaba a Wilco concentrada en no desconcentrarme y pensar en María Pombo, las maletas o mi trabajo. Escuchaba las canciones y pensaba en cómo me gusta ese rincón de mi zona de confort y en porqué ya casi no escucho música. ¿Por qué he dejado de hacerlo? Porque ya casi no conduzco y porque no me gusta escuchar música mientras hago otras cosas, o me desconcentra de lo que tengo que hacer o lo que sea que estoy haciendo me impide disfrutar de la melodía, la letra y la sensaciones. No puedo escuchar música mientras leo, eso son dos placeres incompatibles. Se acaba el concierto. Vuelvo a sentir esa emoción, las ganas de llegar a casa y no parar de escuchar a Wilco en tres semanas. Quiero escucharlos, aprenderme las letras que aún no me sé, leer sobre ellos. Me acuesto pensando en escribir este post, porque escribir es otro rincón de mi zona de confort que ultimamente visito menos. 

No quiero salir de mi zona de confort, solo acordarme de recorrerla entera, es bien chula. 

sábado, 25 de junio de 2022

Podcasts encadenados: furia, ira, tristeza y un misterio en La Moraleja

 


Escribo estas recomendaciones semanales rezumando furia, ira, tristeza y miedo a partes iguales. El retroceso en los derechos fundamentales que dábamos por supuesto está siendo tan brutal y tan rápido que me aterra ver un futuro en el que mis hijas, en el que todos vivamos muchísmo peor enfrentados unos con otros. La decisión, ayer,  de una serie de jueces retrógrados y conservadores hasta extremos absurdos de terminar con el derecho a optar a un aborto legal en Estados Unidos es un desastre de tal magnitud que no somos capaces de imaginarla.  Es un desastre, un ataque a los derechos de las mujeres y, lo peor de todo, el primer paso en una carrera para terminar con otros muchos derechos. «Eso no pasará aquí» Ja. También pensamos que nunca elegiríamos a alguien como Trump. Jaja. O que aquí nunca habría un partido de ultraderecha. JA JA JA. 

Desde que se filtró la opinión del infame Juez Alito mucho de tiempo de escucha de podcasts ha estado dedicado a este tema. A conocer cómo se aprobo el derecho al aborto hace cincuenta años, a saber cómo era la situación antes, a entender qué podría pasar si finalmente se confirmaba lo peor.  He escuchado gente que se hace llamar provida y gente que lucha y seguirá luchando por ese derecho. He aprendido muchísimo y lo voy a compartir hoy por si alguien le interesa. 

Justo ayer, cuando venía a Los Molinos conduciendo, terminé la nueva temporada de Slow Burn, un fabuloso podcast de investigación que lleva ya años produciendo grandes temporadas. (En su día recomendé la dedicada a Monica Lewinsky) La temporada de este año tiene solo cuatro episodios y trata, por supuesto, del aborto. Se titula Roe vs Wade y es un recorrido por distintos aspectos del aborto. El primer episodio está dedicado a la historia de alguien mucho más desconocido pero que marcó mucho el movimiento abortista en USA a principios de los 70, antes de Roe. Cuentan la historia de Shirley Wheeler, una chica de 21 años que abortó, (ya había tenido un hijo antes, fruto de una violación) y fue acusada de asesinato y condenada a veinte años de carcel que luego, cuando se demostró que no había abortado estando de siete meses como decía el fiscal (que aparece hablando en el episodio porque sigue vivo) se lo cambiaron por libertad bajo fianza con unas condiciones tremendas. Era en Florida y allí no podía vivir ni sola ni con otra mujer y con un hombre solo si se casaba, tenia 23 años. Es decir, o te casas o te vas del estado. Además cuando la detuvieron acusada de asesinato, en la carcel, los policias le ensañaron fotos de bebes muertos acúsandola de haber matado a su hijo. Se convirtió en una de las figuras del movimiento en favor de los derechos reproductivos en USA. El segundo episodio está dedicado al matrimonio Willker, una pareja de pastores cristianos que ante las preguntas de su hija al volver de la universidad con muchas dudas sobre feminismo y aborto, (la hija aparece en el podcast) escribieron un librito fundamental para el movimiento anti abortista. Los Wilker son los responsables del uso de fotos de fetos (muchísimas veces trucadas) para, según ellos, demostrar que hay vida desde el momento mismo de la concepción. Los dos últimos episodios cubren más el aspecto legal de la lucha por los derechos reproductivos y el último, el que terminé justo antes de enterarme de la decisión de los impresentables, cuenta la historia del juez Blackmun responsable de escribir la opinión que en 1973 legalizó el aborto en USA. Estremece pensar como, hace cincuenta años, un señor de Oklahoma tuvo más respeto por los derechos de las mujeres que los impresentables que hay ahora mismo. Blackmun comenta en el episodio, en declaraciones de hace años porque murió ya, que creía que con la sentencia Roe vs Wade, el tema del aborto estaba zanjado en USA. Se debe de estar revolviendo en su tumba o muriéndose de pena.

Es un podcast muy serio, muy interesante y fundamental para estar informado sobre este tema.

Este episodio de The Experiment, del podcast de The Atlantic, ya lo recomendé pero lo traigo de nuevo. Lo hicieron en abril  en previsión de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos  hiciera lo que ha hecho.  Estça dedicado al resurgimiento de un movimiento de apoyo al aborto clandestino (The resurgence of Abortion underground) La historia del movimiento abortista, su lucha, su logro y el peligro que corre ahora está muy contada y estremece escuchar a una activista de más de ochenta años decir: "sabíamos que no se quedarían tranquilos, que lucharían para abolir ese derecho, sabíamos que lo harían... y aquí están de nuevo para conseguirlo". Es interesantísimo. 

En The Daily han dedicado bastantes episodios al tema y todos son buenos. Todos hemos oído y leido lo de Roe vs Wade pero ¿cuántos sabemos quien era Jane Roe? ¿Cual fue su historia? En estos dos episodios (emitidos en 2018 por primera vez), Who was Jane Roe y The Cultural Wars, lo cuentan y aprendí muchísimas cosas. Entre otras, que Jane Roe acabó siendo una ferviente antiabortista y como se desarrolló el movimiento cultural contra el aborto. Después de contar el pasado, dedicaron dos episodios al futuro. ¿Qué pasaría si finalmente los impresentables del Tribunal Supremo hacian lo que han hecho? En uno de los episodios analizaban el futuro desde el punto de vista de los defensores del derecho al aborto, en otro desde el punto de vista de los anti abortistas. Los dos dan pánico pero el segundo, escuchar a esa gente atacar el derecho de las demás personas en función de sus creencias personales es como ver una película de terror. Por supuesto, todo esta hecho con gran rigor periodístico y respeto a las opiniones de todo el mundo.

¿Qué más? En español os dejo dos episodios de Hoy en El País que hicimos en mayo. Uno dedicado a cómo se aborta (o abortaba) en Usa y otro sobre como se aborta en España. 

Para terminar, aunque tengo mucho más material sobre este tema si alguien tiene más interés, os dejo un estreno en español que me ha enganchado desde el minuto 1. Es raro que una novedad se haga hueco en mi lista de reproducción. Normalmente intento escuchar lo que lleva ahí esperándome meses, o incluso años, pero esta semana un estreno se ha hecho un hueco y, lo que es más importante, me ha gustado tanto que estoy nerviosa esperando los siguientes episodios. El podcast es Misterio en La Moraleja, un podcast original de Spotify producido por True Story y escrito y narrado por Eva Lamarca. De este podcast me gusta todo: el arte (algún día tengo que escribir sobre mis covers favoritas), el título, la idea, el tono y el desarrollo.

Eva Lamarca se embarca en una investigación, casi detectivesca con gabardina y monóculo, para intentar descubrir quién fue el único votante de Podemos, en el barrio más rico de España, en las elecciones de 2021. Esta investigación es un McGuffin perfecto (que haría féliz a Hitchcock) y que sirve de excusa para elaborar un impresionante retrato de La Moraleja: su historia, su configuración y, sobre todos, sus vecinos. Cada conversación es un descubrimiento, una sorpresa, un “no puede ser que haya dicho eso”. Agil, divertido, muy interesante y con su punto de intriga. Un gran trabajo. Os va a enganchar seguro. 

Creo que con esto es suficiente. Como siempre casi todo lo que recomiendo está en esta lista (menos lo que es de Spotify que no sale ahí) y si escucháis algo, venid a contármelo. Me hará ilusión.

sábado, 18 de junio de 2022

Podcast encadenados: ¿Cual fue tu canción de amor cuando tenías 16?



Hace mes y medio que no actualizo esta sección y nadie la ha echado de menos. Solo yo. No es que haya dejado de recomendar podcasts, de hecho es de lo que más hablo en twitter y en instagram pero comentarlos aquí me da tiempo y espacio para poder explayarme y explicar mejor las razones por las que me gusta un podcast y lo recomiendo. 

¿Qué he escuchado ultimamente? Empecemos por Sweet Bobby. A estas alturas de la vida todos hemos conocido a alguien por internet, todos hemos hecho amigos y algunos se han enamorado por la red, algunos final feliz, otros no tanto*. A algunos, además, hay desaprensivos que, durante años los han engañado vilmente con falsas promesas, falsas fotografías y falsas esperanzas en nuevo modelo de abuso emocional bastante dañino. Todos hemos oído o visto algunas de estas historias pero la que cuenta Sweet Bobby, es otro nivel. ¿Qué nos cuenta? (Sin spoilers) Kirat, es una joven locutora de radio en Inglaterra. Forma parte de la comunidad sij y lleva una vida bastante plena, con sus amigos, su trabajo, sus viajes y sus ligues. No piensa en tener una pareja estable pero si surge no tiene problema. Un buen día, por Facebook (si aún seguís en FB estáis tardando en salir de ahí) recibe un mensaje de un conocido de un conocido. Ella, por supuesto, contesta. ¿Quién no lo haría? Y un mensaje, lleva a otro y a otro. Nada precipitado, nada fulminante. Algo pausado que avanza sin tener mucho interés hasta que empieza a tenerlo. 

Sweet Bobby tiene ese componente de intriga, de «¿en serio?», de «no me lo puedo creer» que nos encanta y que hace que no podamos dejar de escuchar. El host, Alexis Mostruos (con este nombre que suerte tiene de no ser español) hace un gran trabajo narrando la historia, poniendo voz a lo que el oyente va pensando y acompañando a Kirat, la protagonista, en el bucle infinito en el que se va metiendo. Hay un momento, más o menos a mitad de temporada en que es imposible no gritar ¡NO ME LO CREO! y quedarte en shock. 

Si os gustan las historias tipo Dirty John o la historia de la falsa heredera alemana... este es vuestro podcast. Es mandanga de la buena, de la adictiva. Son siete episodios de media hora, en una tarde tonta te lo terminas. 

Marcharte de tu país a vivir o estudiar en otro es una situación que te revela algo nuevo de ti mismo, algo que no sabías, que no habías pensado: tienes dos vidas. La vida que estás viviendo en tu nuevo país y que te está haciendo bastante feliz dentro de las vicisitudes que vivir significa y la vida que podrías estar viviendo si te hubieras quedado en casa. Tienes además tus nuevas costumbres y tienes las que dejaste atras. Tienes dos idiomas, dos horarios, dos grupos de amigos, puede que hasta dos familias. Además, si tienes suerte, las dos vidas pueden hacerte muy feliz y no ser incompatibles mas que en el tiempo y en el espacio pero cuando estás en tu nuevo país estás bien y cuando viajas a tu pais de origen en vacaciones o cualquier otro momento también estás bien. Eso sí, siempre estás echando de menos algo. No sé como es eso pero a mí me parece que a lo mejor se siente algo como cuando estás en un aeropuerto, siempre de camino a algo. Estás en un limbo.  Todo esto pero muchísmo mejor es lo que durante años ha pensado Miguel Macías, sevillano que se marchó a Nueva York y que cuenta en Limbo, un episodio de Latino USA, que me gustó muchísimo. Macías es un profesional de la radio y hace un gran trabajo narrativo aunque, ya le dije a él, que si lo hubiera editado para cortarle 7 u 8 minutos del segmento medio hubiera quedado perfecto. A pesar de esto lo recomiendo muchísimo porque es una gran gran historia. Y muy emocionante. 

¿Qué más? En castellano, me estoy riendo mucho con Arsénico Caviar con Beatriz Serrano y Guillermo Alonso.** ¿De qué va Arsénico Caviar? Pues de odiar y todo el mundo sabe, o por lo menos todo el mundo que lee este blog, que yo soy una gran odiadora. (De hecho si tuviera tiempo abriría un club privado del odio. Privado y secreto. Lo tengo todo pensado. Lo organizaría en persona, con poca gente y confiscaría móviles y cualquier otro elemento electrónico para que nada quedara grabado. Incluso haría firmar uno de esos acuerdos de confidencialidad tan draconianos que salen en las pelis. Una vez al mes una reunión para despellejar cosas) Beatriz y Guillermo son divertidos, ingeniosos y, además y esto es lo que más me gustan, tienen muchos referentes culturales muy chulos. En medio de su ejercicio de odio recomiendan pelis, libros, documentales. Es un podcast muy divertido, "fresco" (Ja, ellos van a odiar este adjetivo), entretenido y con el que muchas veces coincides y piensas: es justo así. Mi episodio favorito es, por supuesto, contra Madrid pero también me gustan Contra las bodas y Contra la vida social. Todo me retrata. 

En español, esta semana, he descubierto escuchando el Dentrísimo de Manuel Burque sobre las sartenes que llevo toda mi vida maltratando a mis sartenes. He flipado con los supuestos cuidados que hay que tener con ellas y que yo no hago. He flipado aún más con que haya gente dentrísimo de las sartenes pero oye, no digo nada. *** 

Unos breves para terminar. One million es un episodio del Daily del New York Times que dedicaron el 13 de mayo a homenajear al millón de americanos que han muerto de COVID. Es una obra maestra del podcasting. Un trabajo impresionante de conceptualización (tener la idea), de producción (pedir testimonios a la gente), de selección (escuchar todo lo que llega...que pueden ser millones porque el New York Times tiene ocho millones de suscriptores) y de escritura para organizarlo todo y que tenga sentido. A esto hay que añadir un diseño sonoro maravilloso que acompaña las historias, la tristeza, el luto. Obra maestra, repito. 

También del New York Times pero ahora de su famoso podcast Modern Love, recomiendo el episodio First Love, Mixtape Side B en el que la pregunta era ¿Cual era tu canción romántica a los 16 años? La respuestas son fantásticas porque con dieciséis años no sabes nada del amor pero te crees que lo sabes todo. Todos tenemos esa canción, uno porque nos parecía la cumbre de amor romántico a la que había que aspirar y otros, los más precoces, porque esa canción les recordaba a su enamorado o les consoló en una ruptura. El episodio me gustó tanto que hice la pregunta en Instagram y fue maravilloso y muy divertido. Eso sí, se confirma que mis seguidores tienen mil quinientos años, como yo. Ah y mi canción de los 16 fue Nothing is gonna stop my love for you de Glen Medeiros. ****

Creo que esto es suficiente. Como siempre, todas las recomendaciones están en esta lista y si escucháis algo, me hará ilusión que vengáis a contármelo. 


*La primera persona que yo conocí que se enamoró por internet y acabó casándose fue una compañera con la que trabajaba en la Biblioteca de Económicas de la Facultad de Económicas de la Complutense. Era 1996 y me pareció marcianísimo. Ja. Quién me lo iba a decir a mí. 

** en este podcast trabajo como editora. Reviso los guiones de Beatriz y Guillermo que realmente necesitan poca edición y que agradezco leer en la tranquilidad de mi despacho porque a veces se me escapan carcajadas. 

***Escuché el episodio de Dentrísimo de las zapatillas pensando con superioridad que la gente está idiota... justo antes de abrir mi armario y descubrir que tengo ocho pares de zapatillas Converse. Por si acaso las sartenes no las he contado. 

**** No me agradezcais haberos metido esa canción en la cabeza para lo que queda de día. 



jueves, 16 de junio de 2022

Desde mi ventana veo una terraza

Frente a mi mesa, en el trabajo, hay una pared de cristal a través de la cual vislumbro a mi compañero Pablo. A mi izquierda  hay una pared de cristal y la puerta. A mi derecha, una ventana, de buen tamaño, se abre con vistas a la Gran Vía. Bueno, entre mi ventana y la vista, se interpone la balaustrada de la terraza pero, para el propósito de este escrito, obviaré la balaustrada. Enfrente de mi ventana hay uno de los muchos hoteles de lujo que han llenado la Gran Vía. Me da una tristeza inmensa ver un edificio convertido en hotel. Entiendo que es la manera de mantenerlos, de conservarlos pero siempre me parece que un hotel es como una gran especie invasora, como el mejillón tigre o la hierba esa que parece cesped pero no lo es. Son bonitos, son cuquis, pero acaban con la fauna autóctona, con la diversidad de vidas que habitaban ese edificio. Me gusta pensar en los edificios como en una viñeta de 13 Rue del Percebe, cada casa un mundo. En un hotel no cabe mucha imaginación y menos en la Gran Via: sus moradores o están de turismo o teniendo una aventura (puede que alguno esté por trabajo pero esos suelen ir a otros hoteles) y de turismo y engañando todos nos parecemos muchísimo.  

El hotel queveo desde mi ventana tiene una terraza en el tejado. Como todos. Durante meses he visto a los empleados fregar, pulir, limpiar y preparar todo para que ahora, cuando en esa terraza se pueden freir huevos en el suelo, incautos turistas, esforzados instagramers y algún despitado se pasee, se bañe en el charquito que llaman piscina y pague una cantidad  tan obscena de dinero por una bebida que en comparación desayunar en Barajas parece barato. En la terraza, además de la piscina y un chiringuito en el que despachan las bebidas a precio de oro líquido, hay cuatro sombrillas cuadradas que, como todo el mundo sabe, son antipáticas. Una sombrilla redonda es, como todo el mundo sabe, sinónimo de diversión, alegría, desorden, risas. Las cuadradas no transmiten nada de eso, son unas pijas. Transmiten seriedad, eficiencia, pijerío y hasta, si me apuras, un poquito de clasismo. Esas sombrillas que me miran por encima del hombro desde el otro lado de la calle son tristes. Ellas se saben tristes, poco sexys, poco divertidas y para tratar de compensarlo, de vez en cuando, echan agua para refrescar a los incautos a los que han engañado con su falso atractivo. Como quien salpica los langostinos en la plancha. 

Veo también un par de olivos. Me los imagino en el vivero, deseando salir de alli y pensando, al ver a los clientes: «¿Me llevarán esos señores a su casa?»«¿Me querrán para su jardín?». Invento su emoción en el camión, imaginando un jardín grande, nuevo, en el que crecer y dar sombra y su desconcierto al ver el camión llegar al erial de asfalto y homigón de la Gran Vía.  Los veo ahora, todavía incrédulos ante su destino: un macetero en una planta 12 bajo un sol abrasador y con un ruido infernal.  Más tristeza.  

Supongo que los clientes del hotel me ven mientras estoy aquí, en mi mesa, trabajando. 

A lo mejor imaginan mi vida.

No creo que me envidien. 

Yo tampoco a ellos.