Tengo la sensación de que el 1 de mayo está, ahora mismo, a años luz de este momento. Si miro hacia atrás no veo el principio del mes. ¿Qué pasó el 2 de mayo? ¿Qué hice por San Isidro? ¿Cuándo guardé la ropa de invierno? ¿Y la renta? ¿Cuándo la hice? ¿Se ha dilatado el tiempo en mayo o es que estoy tan agotada que he perdido la percepción del tiempo?
La parte buena para este blog y para los cuatro lectores irreductibles, como la aldea gala, que siguen leyéndolo es que me acuerdo de todo lo que he leído. Y que lo apunto.
Al lío.
El día del libro me acerqué a Panta Rhei y me compré un par de libros. No es que yo necesite excusas del día del libro pero si tengo una excusa no la desaprovecho. Compré Segunda casa de Rachel Cusk porque el año pasado leí Despojos y me encantó. Este parece ser un buen motivo para comprar un libro, ya lo he explicado más veces, te enamoras de un autor en la primera cita y decides repetir y puede salir bien o puede salir mal. En este caso, tengo que decir que ha salido bastante mal por no decir fatal. Segunda casa es un tostón intenso y soporífero en el que en ningún momento sabes que es lo que Cusck está tratrando de contarte. La novela es una especie de carta o diálogo interior que la protagonista mantiene con un tal Jeffers que no dice ni mu. La protagonista es una intensa de manual, con un pasado en el que ocurrió algo que la traumatizó pero que no se descubre nunca. Todo es «en aquella época», «cuando yo sufrí terriblemente entonces». Al principio sientes cierta intriga, luego te cabreas y al final dices «mira, chata, no me creo nada». Es como cuando tienes una amiga o amigo que contesta siempre en tono misterioso «no puedo, tengo cosas que hacer» y lo que tiene que hacer es pelar judias verdes. A la vida de la protagonista misteriosa, a la casa de invitados que tiene en su casa en las marismas donde vive con su marido Toni que la adora (el lector no se lo explica), llega un pintor famoso que tiene algo que ver con el pasado misterioso. El pintor es un cabrón con pintas y un maleducado y tú, lector, no entiendes porqué la protagonista lo ha invitado. ¿A donde va todo esto? A ninguna parte. Todo es un continuo ir y venir de ella hablando con mucha intensidad y cero interés.
Cuando llegas al final hay una nota que pone «Segunda casa está en deuda con Lorenzo de Taos, la crónica que Mabel Dodge Luhan escribió en 1932 sobre la estancia de D.H. Lawrence en su casa en Taos, Nuevo México». No sé quién es Mabel ni como lo contaba pero desde luego me juego una mano a que Cusck no le hace justicia.
Recomiendo no solo no comprarlo. Tampoco lo leáis si os lo regalan, si lo sacáis de la biblioteca o si os lo encontráis por la calle. Eso sí, yo voy a repetir tercera cita porque ya tengo A contraluz, de la misma autora, esperando en la mesilla.
Hacia mucho que no leía un tebeo y tras ver el Imprescindibles de Ibañez en TVE, A. me dejó Todo Paracuellos de Carlos Giménez. Había oído hablar mucho de estos tebeos, al primero que le escuché hablar de ellos fue a Guillermo Altares en La Cultureta. En este volumen se recogen todas las historietas que con ese nombre Giménez publicó entre 1977 y 2003.
Paracuellos es el nombre genérico que le da en la serie a los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social que acogían a niños huérfanos, con padres enfermos que no podían cuidarlos o que no podían atenderlos por estar trabajando. Carlos Giménez estuvo en esos hogares y recoge las historias, anécdotas y terrores que pasó él y otros muchos compañeros. Pasaban hambre, recibían palizas, los maltrataban, los obligaban a cosas horribles y absurdas como echarse la siesta al sol en agosto o delatarse unos a otros a cambio de un currusco de pan. El horror está ahí sin adornos, crudo y a la vista. Adultos maltratando niños por el puro placer de poder hacerlo, por la sensación de control, de poder, de impunidad. Entre todo ese horror, Giménez transmite ternura y la alegría por la amistad que forjan entre ellos. La alegría de encontrar un currusco de pan, de recibir una carta, de tener un tebeo nuevo, una visita familiar, cualquier cosa que les sacara de la rutina de hambre y maltrato. Giménez además construye los personajes. Cada niño tiene una vida en el hogar y tenía una vida antes, algunos siguen teniendo una vida fuera que creen que les espera, otros ni eso. Lo que no tiene ninguno es un futuro fuera, ni lo piensan y cuando lo piensan, cuando lo desean, la realidad les pone en su sitio. Con todo, lo más terrible de todo el tebeo, lo que a mí me hizo llorar fue la historia de Hormiga, un chaval al que su padre deja en el hogar al morir su madre para casarse con otra mujer con varios hijos. El padre visita el hogar pero no para ver a Hormiga, lo visita porque está ligando con una de las cuidadoras. Hormiga sueña, confia en el amor de su padre, en que lo sacará, lo llevará a vivir con él, pero eso, por supuesto, no pasa. Los castigos y la crueldad de los extraños hacen daño pero se pueden llegar a entender, la crueldad de un padre duele más que todas las palizas, es incomprensible y no se supera nunca. ¿Qué fue de Hormiga?
Hay que leer Paracuellos, es un clásico del tebeo nacional.
En la cuenta de @srabibliotecaria descubrí Lunática de Andrea Momoitio. Como debo a Marina el haberme descubierto a Mara Mahía, me lancé enseguida a comprarlo. Lunática no es una novela, es un ensayo o, mejor dicho, una investigación sobre una figura desconocida pero cuya muerte está en el origen del movimiento feminista en los años 70. Antes de nada, confieso que no sabía absolutamente nada de esta historia y que he entrado en ella para descubrirlo todo. En 1977 María Isabel Gutierrez Velasco murió calcinada en la carcel de Basauri. Su muerte, poco clara y muy extraña, causó indignación entre las prostitutas de Bilbao que comenzaron una huelga que continuó posteriormente con una movilización de distintos colectivos sociales que exigían de las autoridades, tras la muerte de Franco, la libertad de los presos políticos y de las leyes que afectaban especialmente a las mujeres que ejercían la prostitución, homosexuales y demás colectivos marginados por la moral franquista. Este libro es el intento de Andrea por conocer a Maria Isabel ¿Quién era? ¿Cómo vivió? ¿Por qué acabó calcinada en una celda? ¿Tenía amigos? ¿De qué vivía? ¿Por qué se prostituía? ¿Cómo fue su infancia? Lunática es la historia de María Isabel y es, también, la historia de la obsesión de Andrea. Es una obsesión muy bien contada, al mismo tiempo que vamos conociendo a Maria Isabel, vamos conociendo el proceso de búsqueda de Andrea, sus dudas, sus sospechas, sus problemas para creerse o no creerse lo que le cuentan los familiares, los amigos. Describe a María Isabel pero también a todos aquellos con los que habla, nos hace acompañarla en esas investigaciones porque nos cuenta dónde se encontró con ellos, como hablaban, como miraban, cuando ella sabía que le estaban mintiendo.
Me ha gustado muchísimo aunque creo que al final se enreda un poco y un pelín de edición le hubiera venido bien. Además, esa manera de contar esa obsesión tiene un tono de podcast maravilloso, las dudas, los obstáculos, el tono de «ven conmigo y acompañamé a ver que encontramos». Solo tengo una pregunta que hacerle a Andrea, ¿por qué no aparece el hijo de María Isabel?
Al terminarlo pensé que entre Lunática y Paracuellos había uno de esos hilos que, hace ya muchos años, me hicieron llamar a esta serie Lecturas encadenadas, si lo busco siempre hay un hilo entre los libros que voy eligiendo. En este caso ese hilo son las políticas de la dictadura contra los hijos de los pobres, los rojos, los represaliados, las prostitutas, los marginados.
Mi libro favorito del mes ha sido uno que llevaba años en mi lista de Libros Pendientes. Encontré Crónicas de motel de Sam Sephard en la Feria del Libro Antiguo de Madrid. Es un ejemplar viejo que tenía dentro varios marcapáginas de librerias de Madrid de cuando los teléfonos no llevaban el 91 delante y una pegatina de Keeper El Escorial. ¿De quién sería? y, sobre todo, ¿Por qué se deshizo de este libro maravilloso?
Estas crónicas de Sam Sephard no se parecen a nada que haya leído. Sé que esto puede sonar, quizás, exagerado pero no lo es. Me ha gustado muchísimo, he doblado más esquinas de las que he dejado sin doblar y lo he colocado, tras leerlo, en la estantería de los libros que no quiero perder de vista. En este volumen hay relatos, hay poemas en prosa, hay observaciones, hay historias claramente autobiográficas y otras que sin ser tan claras, obviamente lo son, y hay fotografías de un jovencisimo Sephard en moteles, con coches, con camionetas, con su padre. Son historias áridas, ásperas como los desiertos y los espacios que atraviesa en coche mientras viaja de motel en motel, de película en película, de compromiso en compromiso, de aventura en aventura. Todo tiene ese poso de amargura que te da la consciencia, en un momento de tu vida, de que habrá días malos, habrá días tristes y duros y que esos días forman parte de tu vida tanto como los buenos. Sephard escribió todas estos retazos entre finales de los 70 y principios de los 80, en plena crisis de los 40 que es justo el momento en el que el eje que nos ancla a nuestra existencia y a como nos percibimos con respecto a los demás cambia y nos desequilibra. La vida empieza a dar vértigo y hay que atarse a algo, quizá él se ató a escribir.
He doblado muchas esquinas pero dejo esta que me retrata por completo.
«Siempre me pongo raro con el Veranillo. Ya lo he notado otras veces. Mi organismo entero se siente estafado. Justo cuando el cuerpo empezaba a enamorarse de las doradas hojas del chopo que caían planeando. Del olor de leña de madroño quemándose. El Veranillo desgarra de parte a parte el salvaje encanto del otoño. No tengo ganas de rondar por ahí quitándome hasta la camisa. Lo que quiero son gruesas capas de mantas canadienses y un buen fuego. Y perros. Y noches frías, frías. »
Corred a leer a Sephard.
El último libro del mes lo leí en 24 horas. La niña del faro de Jeanette Winterson es un cuentito de fantasia en torno a la historia de un faro en Escocia. Faros, Escocia y Winterson eran tres razones de peso para comprar el libro en la Feria del Libro Antiguo. La niña del faro es Silver y llega a vivir allí tras la muerte de su madre. El primer capítulo con Silver contando como vive en una casa en una cuesta tan empinada que solo pueden comer cosas que se peguen al plato y su perro tiene las patas de distinta longitud por trepar por la cuesta es pura fantasía. Un poco Matilda y un poco Coraline y un poco Narnia cuando llega al faro. La historia de Silver se trenza con la de Babel Dark un personaje contemporáneo de Darwin y de Stevenson que también se relaciona con el faro. La niña del faro es una fábula sobre las historias que contamos y que nos contamos para atravesar la vida, es una reflexión sobre el amor a uno mismo y a los lugares. La primera mitad es maravillosa, a partir de ese momento, las historias dejan de estar entrelazadas, la conexión se pierde y el entramado que sostenía la novela se va deshaciendo hasta deshilacharse y desaparecer. A pesar de todo esto, me ha gustado bastante.
«En los cuentos de hadas, nombrar es sinónimo de conocimiento. Cuando conozco tu nombre puedo gritar tu nombre, y cuando grite tu nombre, tú vendrás a mi».
Este recomiendo leerlo sacándolo de la biblioteca.
Y con esto y un bizcocho, hasta los encadenados de junio.