lunes, 25 de julio de 2016

Des-enamorarse

Un día cualquiera, por ejemplo hoy, te das cuenta de que hace 10 días que la marca en el calendario que señalaba una ocasión única se te ha olvidado por completo. No es sólo que no te hayas acordado, es que no consigues recuperar la sensación de importancia que durante años ha acompañado el recuerdo de ese día. 

Sí, recuerdas qué pasó y cómo pasó. Recuerdas cada detalle, lo que cenaste, la ropa que llevabas puesta, las palabras que dijiste, las que escuchaste, pero todo lo ves como si fuera una película, como si no hubiera sido tu vida, como si tú no hubieras sido el protagonista. 

Ese día cualquiera, hoy por ejemplo, te das cuenta de que ha llegado el momento que creías imposible, el momento en el que te has desenamorado por completo de ese alguien a quien dijiste "jamás dejaré de quererte". No lo decías de mentira, en aquel momento era una verdad tan absoluta como que respirabas y, de hecho, querer a esa persona te parecía tan imprescindible para seguir viviendo como respirar. 

Pero ese día cualquiera, hoy, te das cuenta de que ya no le quieres y sigues viviendo. Feliz, además. 

Ese día cualquiera, hoy, descubres también que te has desenamorado de la persona que tú eras en aquellos momentos de enamoramiento. Ni siquiera te reconoces. Es una sensación de extrañeza tan intensa que te sientes un poco como si fueras Jim Carrey en el Show de Truman, sólo que en esta película tú eras el protagonista y el director que mantenía la fantasía. Cuando te desenamoras ves esa burbuja y te preguntas: ¿cómo podía creer que lo que había allí era todo y que fuera no podría respirar ni vivir? 

El día cualquiera en que te das cuenta de que te has desenamorado por completo, lo más sorprendente no es ¿cómo pude quererte tanto?, lo más inquietante es darte cuenta de lo ajeno que te resulta ese tú agonizante del pasado que pensó que jamás podría decir la frase "Me das igual". 


jueves, 21 de julio de 2016

El viejo de la playa

Los viejos van de beige. El beige es un color antiguo, tan antiguo como mi niñez. Recuerdo cuando descubrí cómo se escribía, ¿beige? ¿Y por qué no beis? ¿Beige? Es francés, me dijeron. 

Al beige, ahora, lo llaman nude o color arena, pero el  hombre viejo que pasea por la orilla va de beige. No sabe qué es el nude o el arena. Yo tampoco. 

Camina con pasos pequeños, muy pequeños. Va descalzo con bastón y gorrilla. También beige. La camisa que lleva, no sé si llamarla guayabera, tiene el encanto de la ropa que solo se saca en verano para venir a la playa. Quizás su mujer se la compró hace años "para que te la pongas cuando vayamos a la playa". Ella ya no está pero él se sigue poniendo la camisa beige. Quizás para recordarla, para no olvidarla, para seguir poniéndose lo que ella eligió para él. 

El hombre viejo es muy viejo. Ya no es ni siquiera mayor, está más allá.  Es viejo, viejísimo, y con la planta y la dignidad de serlo. No quiere ser joven,  o quizá sí, quizás mientras se quita la gorra con dificultad y espera a que su hija se la quite de la mano temblorosa está pensando "¿cuándo me he hecho tan viejo que quitarme la gorra se ha convertido en una hazaña?". Quizás añore ser más joven, quizás añore veranos con su mujer en los que él acarreaba la vida y no necesitaba que lo sostuvieran. Quizás añore ser joven pero es tan viejo que está más allá de intentar enmascarar su vejez. 

El hombre viejo termina su paseo. Camina digno, todo lo estirado que sus deformadas piernas le permiten. Al llegar a la sombrilla se sienta despacio, congelado en el esfuerzo. Le ayudan a quitarse la camisa beige y su piel también es beige. Del cuello le cuelga un apósito. Parece que se haya dejado puesta la pechera almidonada de un frac. Quizás le tapa una traqueotomía. El hombre viejo no habla. 

El hombre viejo lleva pañuelo de tela. Aferrándolo con fuerza se seca la boca. Tiene la calva llena de lunares. 

El hombre viejo que viste de beige repite su paseo cada día. Es la dignidad que da toda una vida andando descalzo por la orilla del mar. 


jueves, 14 de julio de 2016

Para mis hijas: mis pensamientos feministas


Para mis hijas

Sois mujeres porque os ha tocado en una carambola genética. Podríais ser hombres por la misma carambola. 

Ser mujeres no os hace ni mejores ni peores ni especiales. Ser vosotras sí. Unos días os hace mejores, otros peores y otros especiales. 

Podéis casaros o no. Tener pareja o no. Haced lo que queráis. Siempre habrá alguien al que no le parezca bien o que saque conclusiones absolutamente idiotas y desacertadas sobre vuestra elección. Alguien que puede ser hombre o mujer. 

Tendréis parejas, creo que hombres pero no lo sé seguro, que os romperán el corazón. Eso no hace malos a todos los hombres. 

No hay juguetes de niños o de niñas. No hay trabajos de mujeres o de hombres. No hay películas, libros, artistas de hombres o de mujeres. Pero vivimos en un mundo machista, asquerosamente machista que, a veces, intentará haceros creer que sí existen. 

Lo que hace o dice un hombre puede pareceros maravilloso. Lo que hace o dice una mujer puede pareceros una estupidez suprema. Eso no os hace menos mujeres ni menos feministas. 

Depilaros y maquillaros no os hace mujeres oprimidas por los hombres y la sociedad. No hacerlo tampoco os convierte en líderes de la resistencia ni del Frente Popular de Judea. 

Valorad las ofensas en su justa medida. Si un hombre os mira las tetas por la calle y os dice algo ofendeos y defenderos... pero no lo pongáis a la altura de llevar burka, la ablación del clítoris, una violación o un asesinato machista. 

Un piropo puede ser un halago o un reconocimiento a algo que hacéis bien. Que os guste no significa que estéis oprimidas o seáis tontas. Por supuesto puede ser muy ofensivo, protestad. 

Ser madre no os hace más mujeres ni mejores personas. 

Ser madre es exactamente igual de valioso, especial e importante que ser padre. 

No ser madre no te hace más libre. 

Tener hijos es tan estupendo como no tenerlos. Y tan malo.

No tener hijos es tan estupendo como tenerlos. Y tan malo. 

Tened opinión. Cambiadla. No pasa nada.

Que nada os dé igual. Sentid, cabrearos, reíros, llorad, subid el tobogán, bajadlo. 

El consejo de un hombre puede ser interesante, necesario y valioso. O puede ser una gilipollez ofensiva. El de una mujer también. 

Trabajad para ser independientes. 

Pelead con los inútiles, da igual si son hombres o mujeres. La tontería está igualmente extendida entre unos y otros.
Hay hombres peligrosos. Huid de ellos.
Hay muchos hombres idiotas sin solución. Y hay muchos otros que nunca se han parado a pensar en si las cosas que hacen pueden ser ofensivas y machistas. De los primeros huid, a los segundos enseñadles. 

Hay mujeres tóxicas.

Hay muchos hombres machistas e idiotas. Las dos cosas van juntas. Hay muchos más que no lo son.

Un hombre puede defender y apoyar a las mujeres. Los hombres pueden ser feministas, de hecho deben serlo. 

No lleváis burka, podéis trabajar, tener hijos o no tenerlos, vivir solas o con pareja, tener mil parejas. Podéis denunciar, pelear, gritar cabreadas. No olvidéis que, a pesar de todo, sois privilegiadas. Hay otras que no tienen esa suerte... no lo olvidéis. Gastad fuerzas y energías en pelear por ellas más que en ofenderos porque os abren la puerta en un edificio.

Vais a hacer tonterías por amor, tonterías alucinantes que no creeríais. Las haréis porque estaréis en el planeta del amor, no porque los hombres os opriman.

El sexo es bueno. Usadlo  con criterio y protección. Disfrutadlo. Llevad condones siempre.

Podéis tener amigos hombres sin que sean vuestra pareja. De hecho espero que los tengáis...

Aunque viváis en pareja guardad siempre un espacio para vosotras.

Si algún día os encontráis diciendo "es que mi pareja no me deja" o "no le va a parecer bien"... replantearos esa relación.

Hablad la una con la otra.

Tened cuidado.

Sois chicas con suerte, disfrutadlo. 

martes, 12 de julio de 2016

Di No a la pajarita


—¿Vas a llevar corbata?

—No, yo paso de corbatas. Me aprietan el cuello, me agobian y no me gustan.
—Ajá
—Voy a llevar pajarita. 

"Voy a llevar pajarita", dice tan contento como si la pajarita se llevara alrededor de la muñeca, detrás de la oreja o en la punta del zapato. 

Pajarita No. Pajarita Go Home. 

No, no y no. 

Hombres del mundo, ¿quién os ha engañado para rescatar de algún baúl secreto, olvidado y oculto las "corbatas de lazo"? ¿Quién os ha engañado para haceros creer que la corbata es rancia y la pajarita cool? Y sobre todo ¿por qué os hacéis eso? 

Solo hay una ocasión en la que la pajarita es buena idea, solo hay un momento vital en el que llevar pajarita es la mejor elección, la única posible, el acierto seguro. 

—Hola, hemos venido a decirte que te hemos elegido para protagonizar la siguiente película de James Bond.
—¿Llevaré esmoquin?
—Por supuesto.

Ahí Sí. James Bond + esmoquin= pajarita. 

El resto del tiempo la pajarita es siempre MAL. ¿Qué dice la pajarita de ti?

Quiero ser original.

Lo he dicho cienes y cienes de veces, la originalidad mal entendida la carga el diablo y es el camino más rápido para hacer el ridículo. Además, llevar pajarita hace 20 años a lo mejor (lo dudo) era original, ahora vas a una boda o a un evento y hay cientos de tíos "originales". 

No soy nada sexy.

Conozco pocos hombres con la habilidad suficiente como para hacerse un nudo de corbata normal a la primera. En muchísimos trabajos ya no es obligatorio ir de traje y los hombres se han librado de llevar corbata, y la evolución humana los ha llevado a perder esa habilidad junto con otras, como orientarse sin navegador. 

Pocos son por tanto los que saben anudarse la corbata pero no conozco ninguno que sepa hacerse el nudo de la pajarita. Un tío con pajarita dice "tengo 10 años y llevo una goma debajo del cuello de la camisa". No pasa nada, no tiene mayor importancia, pero toda la supuesta prestancia que pueda tener una pajarita se pierde. 

Además, lo único medianamente sexy de una pajarita es la posibilidad de tirar de uno de los extremos del lazo y que quede colgando del cuello del hombre y, a partir de ahí, tirar del hilo... y lo que surja. Quitarle la goma alrededor del cuello es igual de sexy que una faja color carne. Cero. 

La señora, ¿qué quiere tomar?

Lo siento pero yo veo un tío con traje y pajarita y mi cerebro empieza a pensar en qué deseo beber o si el hombre está gordo en qué quiero del menú y en estar atenta por si me va a contar lo que hay fuera de carta. 

De un hombre con pajarita casi espero que se dirija a mí diciendo "un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo ¿qué puedo traerle?"

Sé bailar. 

Un hombre con pajarita por la misma razón por la que no quiere ser su padre ni un señor recién llegado de los 70 debería saber bailar. No quiere ser su padre, no quiere ser aburrido, no quiere ser como todos y, por tanto, sabe bailar. Y cuando digo saber bailar, no me refiero a contonearse espasmódicamente de una manera completamente arrítmica ni a brincar como un titi en celo con los brazos en alto, gritando. 

Saber bailar es saber bailar, es ser Fred Astarire o Gene Kelly o, por lo menos, Clint Eastwood en Los Puentes de Madison. Es deslizarse, tener ritmo, mover los pies y no pisarme.

Por todas estas razones un hombre con pajarita (si no eres James Bond) distrae. En vez de pensar en si me gusta o no me gusta, me atrae o no me atrae, mi mente se dispersa imaginándomelo delante de su armario abrochándose la goma y pensando “qué original soy”.

Voy a llevar pajarita ¿Qué te parece?
—Preferiría que no.