viernes, 8 de enero de 2016

Adele y el perro del hortelano

Adele es una gran cantante, me parece una tía interesante, con criterio y mucha personalidad. Pero todas sus canciones son himnos del perro del hortelano, lo que me lleva a sospechar que está haciéndole la vida imposible a un ex. 

Todos hemos tenido un perro del hortelano en nuestra vida amorosa. Algunos, incluso varios. 

Un perro del hortelano es un él o ella (en esto hay igualdad absoluta de sexos) con el que se tiene una relación amorosa con un principio esperanzador, un desarrollo prometedor y un desenlace accidentado, catastrófico y muy muy doloroso.   

Cuando todo en la relación parece consolidado, concreto y maduro, el perro del hortelano, que suele tener el mismo valor que un cepillo de uñas, empieza a agobiarse y en vez de gestionar su agobio con integridad, responsabilidad y, sobre todo, sin cargar su mierda en el otro... comienza a dejar un rastro de miguitas de "premios de consolación".

- No sé que me pasa.
- No lo tengo claro.
- Yo te quiero pero es que....
- No es que no te quiera pero...
- No eres tú, soy yo...
- No te merezco. 

Si eres pareja de un perro del hortelano, intentas esquivar, como buenamente puedes, las pedradas que te va lanzando "sin querer". El "sin querer" es muy importante. Un perro del hortelano te tira pedradas a matar pero son siempre "sin querer". Intentas esquivar los golpes dejando espacio al perro, apoyándole y esperando a que se le pase la tontería. 

Al final, por supuesto, el perro tira la pedrada final y, montando un drama por el que parece que él es el lapidado, se pira. 

Tú te quedas sepultado bajo una montaña de piedras y con una brecha en la cabeza del tamaño del Gran Cañón. Pasada la conmoción, te levantas como buenamente puedes y empiezas a rehacer tu vida. No me voy a extender en esto, ya expliqué las rupturas, pero el proceso se reduce a las fases de autocompasión, disección a tamaño microscópico de cada gesto, palabra, ocasión y sentimiento de la relación, beber para olvidar y, por fin, un buen día sorprenderse al descubrir que te importa tres pepinos lo que el perro del hortelano te hizo. 

Pasado el tiempo, un tiempo considerable que suele ser como mínimo de un año... eres capaz de reconocer que el perro del hortelano era un cabrón/cabrona impresentable y que hiciste mucho el memo dejándole jugar con tus sentimientos y tu vida. 

Alcanzada esta cima de sabiduría suprema, control mental y asunción de errores pasados, normalmente tu vida empieza a ir fenomenal. Estás contento, satisfecho, divertido, tienes tus relaciones más o menos estables... en pocas palabras: estás feliz cual perdiz. 

Y, entonces, aparece Adele, digo el perro del hortelano. 
"Hello, it´s me" 
Un mail, un whataspp, una llamada. 

¿Para qué aparece Adele/perro del hortelano? 

Para joder. Para hacer pis en su esquina. 

Hola, soy yo. ¿Qué tal todo? Me he acordado de ti porque las nubes son blancas, los pájaros vuelan o me he sonado los mocos. 

That you found a girl and you're married now.
I heard that your dreams came true.
Guess she gave you things I didn't give to you.
Cualquier excusa es buena. La verdad es que "me he acordado de ti” y me he puesto a cotillear y claro he visto que estás de puta madre y te escribo, te llamo o lo que sea para recordarte lo fenomenal que estábamos juntos y lo especial que eres para mi, y decirte que te echo mucho de menos.
Hello, can you hear me

I'm in California dreaming about who we used to be
When we were younger and free
I've forgotten how it felt before the world fell at our feet

Tachán. Ahí está. Aquello con lo que fantaseaste durante meses y meses  mientras nadabas en tu piscina de autocompasión. Justo lo que esperabas oír... llega ahora. Tarde y mal. 

Un breve rayo de satisfacción te recorre pero, al segundo un trueno de mala leche contenida quiere salir de ti: ¡Vete a tomar por culo! Lo acallas e ignoras el mail, el mensaje o la llamada. 

El perro del hortelano, una vez que ha puesto orejas de caza y rabo de punta, no descansa. Es cansino hasta el infinito. 
Hello from the other side

I must have called a thousand times
To tell you I'm sorry for everything that I've done
Lo siento mucho, siento mucho lo que te hice. 

¿Que sientes mucho lo que me hiciste? ¿Que lo sientes? 
At least I can say that I've tried

To tell you I'm sorry for breaking your heart
El perro del hortelano en cuanto puede se pone una medalla. Por lo menos he intentando decirte que siento haberte roto el corazón pero claro tú no me coges el teléfono ni me contestas los mails. 

Con dos cojones. El perro del hortelano te rompió el corazón, pasó de ti cuando estabas hecho una piltrafa y resulta que ahora que, con tu nuevo y acertado criterio, no quieres tocarlo ni con un palo... él le da la vuelta a la tortilla y se hace la víctima. 

Acojonante. 
I hate to turn up out of the blue uninvited

But I couldn't stay away, I couldn't fight it.
I'd hoped you'd see my face and that you'd be reminded
That for me it isn't over.
Lo peor del perro del hortelano es que no descansa. Tras la llamada, el mail o el mensaje inicial, cualquier cosa que hagas o dejes de hacer es un aliciente. 

Si le castigas con el látigo de la indiferencia, es decir, pasas de contestar y no le tiras el palo para que juegue, le tienes a tus pies y dando la brasa "entiendo que no quieras hablarme, con lo que te hice, pero ahora he comprendido que tú... blablablabla".

Si le tiras el palo bien lejos mientras le gritas “déjame en paz”... correrá a por él y volverá 20 mil veces más. 
Never mind, I'll find someone like you

I wish nothing but the best for you too
Don't forget me, I beg
Este es el momento clave. El perro del hortelano, con su estrategia de acoso, derribo y mear en tus esquinas, termina minando tu coraza y oxidando tu determinación. Como tú no eres tan cabrón/cabrona como él/ella, tienes un breve momento de compasión y le dices algo como: "No te pongas así, yo también te tengo aprecio". 

Ahí te has hundido. Se dice poco, pero la compasión lleva de nuevo a la muerte por pedrada. El perro del hortelano se sentirá confirmado en su estrategia, verá que todavía tus esquinas son su territorio y sabrá que ya te tiene a sus pies para volver a lapidarte. 

Ruego a Dios que el tío al que Adele está tratando de reventarle la vida con estas canciones no se ablande ni tenga compasión. ¡Ánimo valiente, estamos contigo!

lunes, 4 de enero de 2016

Lecturas encadenadas.- Diciembre

52 libros. 10 escritos por mujeres, 13 en español, 9 comics, una relectura y 15 de no ficción.  No he sacado ni un libro de la biblioteca porque no me ha dado tiempo, me han regalado muchísimos.

No ha sido un gran año de lecturas. Ha sido pasable, lo mejor en los primeros seis meses del año, después los libros y yo hemos sufrido un desencuentro, un distanciamiento, un sí pero no. Yo busco algo que me enamore y ni siquiera encuentro algo que me entretenga.

Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro.  Compré este libro en la Cuesta Moyano un día de octubre. Había leído "Lo que queda del día" en su momento y decidí probar con otro del mismo autor. Ha sido un desastre. Es una historia entre terrorífica, de Superpop y de ciencia ficción. No sé si me ha pillado muy mayor, muy lista o cansada.

En un tiempo indeterminado entre la II Guerra Mundial y los años 80 unos jóvenes son clonados y criados en colegios con la única función de en su día ser donantes de órganos. Como premisa de historia de ciencia ficción y distopias no está mal, pero el problema es que Ishiguro se centra en tres de esos niños y en contar su historia hasta que son adultos y es un aburrimiento. La voz narradora que es la de una de esas niñas que nos la cuentan desde su madurez no hay quien se la crea, la historia de amistad, amor y luego más amor en un encuentro que el lector ya sabe que ocurrirá desde la página 1 pero que inexplicablemente parece sorprender a los protagonistas y lo que es peor al autor, está escrita con desgana absoluta. Final trágico y chimpón.
"En cierto modo, el sexo había llegado a ser como lo de "ser creativo" unos años antes. Era como si, si no lo habías hecho nunca, tuvieras que hacerlo, y pronto".
Esto me hizo gracia porque se puede aplicar ahora mismo a lo de ser creativo, sal de tu zona de confort y todas esas cosas que se ponen de moda.

El siguiente desastre del mes fue Noticias del paraiso de David Lodge, otro autor que compré en la Cuesta Moyano porque otros libros suyos me encantaron. Con Lodge me pasa que unas veces me encanta y quiero que sus libros no se acaben nunca y otras veces me parecen una pérdida de tiempo y una bobería desde la página 1. Cuando son una bobería, a veces, son graciosos pero en este caso ni eso. Un cura que ya no cree, un padre cascarrabias, Hawai...blablablablabla. Me aburro. Sé que volveré con Lodge porque es como un viejo amigo al que le perdono todo...

Para mis amigos profesores doblé esta esquina:
"Levi-Strauss dice en alguna parte que "el estudiante que elige la profesión de la enseñanza no se despide del mundo de la infancia, sino que, muy al contrario, trata de permanecer dentro de él". 
Terminé mi año lector el 31 de diciembre con una lectura que me llegó por la magia del blog. Escribí un post sobre Enamorarse leyendo, hablaba de un libro de mi infancia y ¡alehop! el libro en cuestión apareció en mi buzón. ¡Gracias Moni!


Papa Piernaslargas Jean Webster es un clásico de mi niñez. Lo leí en una edición de tapas de cartón con un dibujo super de los 50 y me encantó. No sé las veces que lo leí y releí. Tenía un recuerdo maravilloso de él y me daba miedo leerlo ahora, con 42 años y que me pareciera una memez. Pero no, Papaíto Piernas Largas es un libro bonito. Una historia sencilla contada con mucho humor y mucho encanto. Escrito en 1912 cuenta una historia que ahora mismo nos chirría en muchos aspectos pero en otros es increíblemente moderna. La actitud de la protagonista que con 18 años en 1912 quiere ser independiente, quiere ser escritora, no depender de nadie  y el benefactor que la ayuda para que llegue a ser todo eso, no para que sea simplemente un ama de casa. Es un libro fabuloso y si tenéis hijas adolescentes es muy posible que les guste.

Por una de estas conexiones cósmicas que me ocurren lo he leído poco después de ir a ver Sufragistas y estar dándole vueltas al tema de los derechos de la mujer y por eso me llamó mucho más la atención (obviamente con 12 años no hice ni caso a ese tema) frases como:

"Yo creo decididamente en mi libre albedrío y en mi poder de realizar cosas por mi misma. Creo que es la única creencia capaz de mover montañas".

"El único modo de compensarle es convirtiéndome en un ciudadano muy útil. (¿Las mujeres son ciudadanos? Me parece que no.)

Ha sido un relectura maravillosa para terminar el año y un reencuentro con mi yo de 12 años. Lo recomiendo muchísimo y además Turner lo acaba de reeditar.

Y con esto y un bizcocho terminan las 52 lecturas encadenadas del año que podéis ver aquí. 


viernes, 1 de enero de 2016

(Mis) propósitos



Empiezo el 2016 con algunos propósitos. No sé si son buenos o malos pero son los que me apetecen. Teniendo en cuenta que el de 2015 era no morir en el intento, creo que he avanzado muchísimo. 


Beber más
O lo mismo. Quiero vino blanco del que entra solo y  me hace sentir como una señora mayor inglesa. Quiero vino tinto de color intenso y sabor poderoso, vino del que me encanta y me dejará una resaca horrible. Quiero mojitos y margaritas para hacer el tonto y gintonics para charlar y reírme.   

Esparcir amor
En mi nueva fase de Mrs. Robinson y purpurina, esta frase tiene una connotación sexual que me parece muy muy adecuada y estoy muy muy a favor. 

Cambios de tiempo
El calentamiento global me está reventando el ciclo estacional que adoro y me da la vida. Si en Madrid no llueve y no hay nubes, iré a buscarlas. Si en Los Molinos no nieva y hace frío me meteré en el coche y conduciré hasta un lugar dónde pueda ponerme guantes y calarme el gorro hasta las cejas. Llevo el coche lleno de abrigos para ir en busca del viento. En verano renegaré del calor y disfrutaré de ir descalza. 

Disfrutaré de todo
Durante un año la Nada casi me come, una Nada gris y espesa que hacía que me diera igual todo. 

Nunca más. 

Hacer planes que sólo dependan de mí.
No estoy en contra de planes con gente, pero siempre y cuando sea gente de confianza, gente de la que te puedas fiar, gente que si dice que irá, sé que estará allí. Gente en la que confío. Nada de mierdecillas de "ya veremos", "es que no sé", "me gustaría pero". 

Tengo muchos planes para este 2016 que empiezan ya. Leer mucho, escribir infinito, llevar solo un retraso de un mes en mi lectura del New Yorker, comprar condones, viajar a Bilbao a ver una expo, ir a Lyon aprovechando una oferta de billetes, ir a Grecia de vacaciones en junio y a Francia en agosto. 

Casi lo olvido, quiero empezar a leer poesía.

Perfeccionar el exquisito arte de la siesta
Concretamente quiero perfeccionar la técnica de la siesta por placer. No descarto la modalidad en pareja, aunque puede ser deporte de riesgo. 

Correr riesgos.
Sí, sí, sí. 

Otra cosa es un aburrimiento. Lo mismo me compro algo rosa. 

Aceptar mis limitaciones.
No sé envolver, divido con dificultad, soy completamente incapaz de secarme bien al salir de la ducha, no sirvo para la charla intrascendente y la prudencia no está entre mis dones. 

Aceptar la incertidumbre.
Soy muy organizada y previsora, pero me estoy quitando. Esto es arriesgado porque me lleva a encontrarme sin ropa interior limpia y descubrir que el papel higiénico se ha terminado en el peor momento posible. Por otro lado, vivo más relajada. 

Enfrentarme a mis miedos.
Solo tengo dos miedos: los gatos y morirme ahora que estoy feliz. No voy a enfrentarme a ellos, los gatos pienso obviarlos completamente porque son innecesarios y con la muerte voy a confiar en que por lo menos me aguante hasta los 52. 

Todo lo demás lo tengo superado teniendo en cuenta que no pienso bucear. Dos miedos son muy pocos. Soy una valiente.  

Divertirme muchísimo. 
Esto suena espantosamente "happy people" pero ahora mismo estoy tan contenta que me descubro a mí misma sonriendo en el coche a las 8 de la mañana mientras voy a los libros de colores. Soy feliz al despertarme, es imposible que no me divierta.

Empezar de cero con todas mis fuerzas porque soy una chica con suerte.

La tira es de Grant Snider.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Hombres fantásticos (II)

Esta es una fantasía canalla. Una fantasía de garito con barra, taburetes y copas. Con poca luz y mobiliario oscuro. Con humo y olor a tabaco.

De alguna manera, y aunque no pegue, tengo que conseguir encajar algo de comer en esta fantasía. Si me dedico a beber con mi hombre fantástico sin comer nada,  no seré capaz de articular palabra y, sin algo que empape el alcohol, no me fío de mi misma:  soy capaz de las peores cosas y prefiero evitar el ridículo incluso en mis fantasías.

Hemos quedado en un bar habitual para él, un bar en el que lo conocen, lo llaman por su nombre y saben que, llegado un punto de la noche, le gusta comer algo que empape todo lo que está bebiendo. ¿Qué comemos? Un buen bocadillo, algo ilustrado, algo caliente, con queso. Y también hay aceitunas y alpiste de ese para humanos que te ponen con copas y que es un vicio infernal y da muchísima sed para seguir bebiendo.

Yo no conozco el bar, no sé dónde está. Tengo una vaga idea y, como siempre hago, me niego a usar el navegador del móvil y confío en mi sentido de la orientación. Al salir de casa me he dicho "Sí, más o menos sé dónde es". Y, más o menos, lo he encontrado, lo que quiere decir que estoy dando vueltas caminando por el barrio y llego veinte minutos tarde. Por fin lo encuentro: una puerta que pesa un quintal y que, al cerrarse, me deja en un espacio oscuro en el que casi no veo. Me adentro en el bar quitándome el gorro y los guantes que, nerviosa, intento embutir en los bolsillos de mi trenca de Jane Fonda en Descalzos por el parque.

Él está en la barra, al fondo, sentado en un taburete. No nos conocemos pero me reconoce. La verdad es que sí nos conocemos pero no se acuerda; o quizás sí, no lo sé y he decidido no preguntárselo hasta que esté en confianza. Si no se acuerda, será violento y, si se acuerda, mejor que me lo diga él.

Bebemos vino para empezar. Yo me tomaría un gintónic? de buenas a primeras. Total, son las ocho de la tarde, una hora tan buena como cualquier otra; pero sé que, si empiezo así, lo mismo a las doce soy sólo una ameba balbuceante. El plan nos sale rana porque, después de enchufarnos una botella en cuarenta y cinco minutos, decidimos que mejor copas directamente. Van cayendo las copas mientras la conversación fluye.

Le dejo hablar al principio, al fin y al cabo él es la fantasía y yo ya me conozco y puedo ser un loro descontrolado si me dejo ir, así que le dejo hablar. De lo que quiera, (casi) todo me interesa; sólo hay un tema del que no quiero hablar, de fútbol.

Poco a poco, y según vamos entrando en calor, con el vino y la conversación, le pregunto cosas. Le hablo del Panteón de Roma del que vi un documental/charla el otro día y me recordó a su libro Historias de Roma y un fin de semana de junio de 2001 en el que me senté en una terraza de la plaza del Panteón después de un agotador día de turismo. Hacía un calor espantoso, me tomé una cocacola? y luego entré en el Panteón. Recuerdo la oscuridad al entrar desde la intensa luz de la calle, el frescor y una sensación que jamás he tenido en ningún otro edificio: inmensidad a escala humana. Tiempo detenido.

De repente me doy cuenta de que él me mira fijamente y me callo.

¿Estoy hablando mucho? Perdona. 
No, para nada, Molinos. 

Ja. Se acuerda. Sabe que soy yo. Qué perro, ha esperado el momento justo en el que me he relajado, he olvidado que nos conocíamos y me lo ha soltado a bocajarro.

Hablamos entonces de ese día, del día que nos conocimos. De lo petada que estaba la librería, de mi trenca roja y, lanzada ya sobre mi tercer gintónic?, echaría espumarajos por la boca hablando de Pérez Reverte y las cosas que le oí decir aquel día. Se acuerda hasta de las fotos.

Mientras nos comemos el bocadillo ilustrado le digo que Memorias líquidas es como un polvo a medias: cada vez que el capítulo, la historia o la anécdota coge temperatura, se pone los calzoncillos, saca la mano de dentro de mi camiseta y se marcha dejándome a medias.

Ahora sí que estoy hablando demasiado. 
No, estamos bebiendo demasiado pero ya nos preocuparemos mañana. 

Lanzada por la pendiente de la confianza, solos en el bar y con todo el tiempo del mundo le pregunto cómo es vivir sin preocuparse del curro. Cómo es trabajar sabiendo que, escribas lo que escribas, habrá gente deseando publicarlo y gente deseando leerlo. Hablaríamos de Judt y de qué pensaría de la situación actual, de la enfermedad terrible, cruel y horripilante que lo mató y de cómo fue capaz de contarlo. Él habla, como yo, moviendo las manos. Manos pequeñas y finas. Seguro que están frías.

Hablaríamos de la muerte. No sé muy bien cómo. No le gusta hablar de eso. Lo puede la emoción. Le diré solo una cosa, que nunca lo había pensado pero que la muerte de un hijo es la versión más terrorífica del luto hacia delante.

El camarero que lo conoce hace tiempo que ha recogido todo,  ha hecho caja, limpiado la barra, vaciado el lavavasos y colocado todo en su sitio.

- Lo siento pero ya os echo. 

Salimos a la calle. Es hora de irse. Somos adultos borrachos pero responsables.

Me pongo la trenca mientras sujeta la puerta y el gorro mientras salimos a la calle. Caminamos con las manos en los bolsillos para volver a casa.

- ¿No te he dicho nada de tus orejas todavía, ¿no? 
- Jajajajaja... ahora ya sí.