miércoles, 5 de agosto de 2015

Lecturas encadenadas.- Julio

Julio ha sido un gran mes. Bueno, ha hecho un calor asqueroso pero a pesar de esa pega, julio ha sido gran mes y me ha cundido muchísimo... en todos los aspectos y también en las lecturas.

Comencé el mes con un chasco,  Nueva York de Djuna Barnes. Compré este libro en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en el mes de mayo. Había leído referencias a ella en distintas páginas de internet y como era Nueva York me decidí. No sabía ni de qué iba y estaba tan descolocada que incluso creía que Barnes era negra. No sé de dónde había sacado esa idea. No me voy a extender, ha sido el primer abandono del año.  Son artículos cortos sobre la vida en Nueva York en los años 20 pero no conseguí engancharme y me aburrí y lo dejé. Sin más.
"La certeza siempre provoca preguntas, la incertidumbre afirmaciones. Es una equilibrada ley de la naturaleza". 
Cabaret Biarritz  de José C. Vales me estaba esperando en la mesilla. Conocí a Vales en la presentación del libro de Magrinyá, hablamos un poco, intercambiamos nuestros tuiters, me dijo ¿Tú eres la del Empotrador? y un buen día de la Feria del Libro quedamos para que me firmara su libro, nada más y nada menos que Premio Nadal. Aprovechando que me marchaba al norte, pensé que era buena idea leer sobre Biarritz, estar en el ambiente y el clima y lo cogí sin tener ni idea de qué iba.

Me ha encantado. Me lo he pasado fenomenal leyéndolo y era justo lo que necesitaba tras una serie de novelas fallidas. Al principio confieso que leí un poco agarrotada, acojonada pensando que fuera un horror y tuviera que despellejarlo... pero una vez que comprobé que Vales no iba a pifiarla, me relajé y lo disfruté muchísimo. Estaba deseando llegar a  mi residencia de Donosti para retomar el libro. En El Buscalibros podéis leer la reseña que escribí pero desde luego es un libro perfecto para desconectar y disfrutar.
"¿Sabe usted lo que es una galerna? Es como el amor pero en meteorología".
El Circuito Interior de Francisco Goldman. Conocía a Goldman porque tengo pendiente leer el libro que escribió cuando su mujer murió con 30 años en la playa por el golpe de una ola. Escribió un libro sobre el duelo que todavía no he leído pero sabía quien era y cuando vi el libro de Turner pensé que era una buena manera de conocerlo. Una vez más no tenía ni idea de qué iba a encontrar y me ha encantado.

Goldman, cinco años después de la muerte de su mujer, decide en una especie de proceso catártico que para terminar de superar el duelo y poner su vida en marcha otra vez tiene que conducir por México D.F. Sabe conducir pero jamás lo ha hecho por esa ciudad. El D.F. es una mega metrópoli con un caos de tráfico infernal, millones de coches cada día circulando con unas normas de tráfico que más que normas son sugerencias. La excusa de conducir por la ciudad le sirve a Goldman de trampolín para hablar de él, de su duelo, de sus amigos, de sus recuerdos y sobre todo y por encima de todo de la ciudad misma, de México y de política. Yo no sabía casi nada de política mexicana, sabía algunas cosas pero con Goldman y su crónica he aprendido muchísimo. Es un libro que recomiendo muchísimo para conocer la realidad mexicana y porque está de plena actualidad, fue escrito el año pasado y aparecen conflictos y situaciones que estamos viviendo ahora mismo como la historia de los alumnos a maestro desparecidos o la historia del Chapo Guzman. En una de esas casualidades cósmicas que me ocurren de vez en cuando, justo el día que leía sobre la captura del Chapo, los informativos daban la noticia de su fuga.

El Circuito interior es un libre muy diferente, impactante, y muy personal.
"Hay que crear las condiciones para que la gente se sienta parte de la comunidad, si no, la ciudad no funciona". (Marcelo Ebrard. Alcalde de Ciudad de México)

Ciencia y creencia de Steve Jones. Otro libro de Turner. Estaba en la estantería esperando su momento que llegó cuando Fernando Cossío lo recomendó en el curso de verano en San Sebastian. Fernando recomienda siempre libros fabulosos así que Jones escaló posiciones en la estantería de pendientes.

Steve Jones es genetista y en este libro relee la Biblia (algunos pasajes del Antiguo Testamento) que le sirven de plataforma para desarrollar temas científicos, para dar la versión científica sobre los hechos bíblicos: el origen del universo, la formación de la tierra, la aparición de la vida, los hombres, la enfermedad, el Diluvio Universal, las razas, el sexo, la alimentación y hasta la aparición de la religión desde los datos científicos que tenemos sobre el tema.

No soy científica y mi conocimiento sobre muchos de los temas que trato Jones es nulo; al principio me pareció un poco denso pero luego me enganche y le encontré la gracia al tono y a lo que cuenta. Supongo que habrá otros científicos que puedan rebatirle, precisar o matizar muchas de las cosas que cuenta pero creo que para un público generalista es una buena lectora para conocer muchos temas científicos de manera seria, entretenida y que, desde luego, provoca interés y curiosidad.

"La devoción, con su promesa de vida eterna, está hecha para los optimistas, mientras que la ciencia es el hogar de los pesimistas, que buscan hechos atroces con los que destruir sus hermosas teorías (o al menos las de sus rivales). Ellos han sembrado el mundo de dudas y, en consuencia, el mundo ha salido ganando". 
"Los hombres nunca infligen daño con tanta plenitud y alegría como cuando lo hacen desde la convicción religiosa (Blaise Pascal)". 
La habitación cerrada y  Los Terroristas  los dos últimos casos de la colección del Inspector Martín Beck. Una novela policiaca de crímenes nórdicos en el mismo tono que los 8 tomos anteriores. Beck es la novela negra nórdica antes de que se inventara ese término, se poblaran las estanterías de autores clónicos y todas fueran iguales. Beck es el precedente de Wallander, Salander y todos los demás. Intriga policiaca sencilla que se sigue con interés pero cargada hasta las orejas de contenido político porque la pareja de periodistas suecos que las escribieron estaban supercomprometidos con sus ideales. En estas dos novelas no dejen títere con cabeza: despellejan a la clase política, la educación, el sistema de bienestar sueco, el capitalismo, la policía, la justicia, las cooperación política internacional que apoya a dictadores y políticos de extrema derecha. Es un retrato deprimente y lo peor es que tiene 40 años y seguimos igual. Repito lo que ya he dicho más veces, si queréis leer novela negra que no os agreda ni parezca un capítulo de CSI, Beck es vuestro chico.

¡El autor, el autor!  de David Lodge me ha servido para terminar el mes. Lo compré también en la Feria del Libro Antiguo porque lo tenía en mi lista por recomendación de Elena Rius. No tenía ni idea de qué iba, estaba tan despistada que creía que era un ensayo sobre escritores y el oficio de escribir. Y sí, es de escritores y escribir pero no es un ensayo, es una biografía novelizada (¿se puede decir así?) de Henry James. 

De James leí hace muchos años Retrato de una dama y La copa dorada. Dos novelones largos, pesados y lentos de los que el mayor recuerdo que tengo son el frufru de las telas de los vestidos de las damas y el entrechocar de las tazas de té. Así que sí, James me pareció aburrido pero la biografía de Lodge me ha parecido maravillosa. Me he encontrado inmersa en la vida de un solterón, convencional, egoísta, envidioso, inseguro, lleno de rigideces morales y al mismo tiempo un artista volcado en su trabajo y su vocación con una devoción absoluta a su tarea como escritor. Lodge consigue llevarnos al Londres de finales del siglo XIX y principios del XX y dar a James una dimensión cercana más allá de la que reflejan sus (pesadas y densas) novelas. Es un libro muy entretenido sobre todo si te gusta lo "inglés" pero no tanto como para que me haya dado ganas de volver a James. 

James mantuvo una inmensa correspondencia toda su vida con amigos, familiares, admiradores, seguidores... etc pero la hizo quemar casi todo preocupado por su intimidad. Lodge pone en su boca estas palabras que hoy en día siguen estando igual de vigentes. 

"Y no solo (me preocupa) que las lean, sino que las publiquen y ganen dinero con ellas. Así van las cosas en esta americanizada y espantosa época nuestra. Ya no hay intimidad ni decencia. Los periodistas, entrevistadores, los biógrafos, son parásitos, langostas que devoran todas la hojas. El arte por el que nos desvivimos, las penalidades que sufrimos por crear mundos imaginarios..., a ellos les importan un rábano. Solo les interesan los hechos triviales". 

Y con esto y un bizcocho voy a dedicar el mes de agosto a Tony Judt y las mil páginas de Posguerra. Felices lecturas de verano. 

Maravillosa portada del New Yorker al que me he suscrito en papel para darme un capricho. 


lunes, 3 de agosto de 2015

Ensayo sobre el mercadillo

Primera ley del mercadillo: hay que ir siempre.
Segunda ley del mercadillo: cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hay dos tipos de mercadillos. Los "mercadillos" sin más y los temáticos con apellidos: medieval, artesano, manualidades, artesanales, gastronómicos. 

En los "mercadillos sin más" suelen estas ubicados en descampados con bolas del desierto. En ellos puedes comprar desde un mantel supuestamente antimanchas hasta un vestido de boda. La música pachanguera entre regetón y Azucar Moreno atruena los pasillos, hay trapos colgados que intentan proteger del sol y las señoras van con carro de la compra. Muchos puestos se parecen más al cuarto de un adolescente con síndrome de Diógenes y no se ven precios por ningún sitio. 

Los temáticos suelen ser céntricos. En ellos huele a incienso, a pachuli, a cuero de vaca recién despellejada y a cosas "artesanas". Los precios están puestos de manera artística en cartulina negra con letras blancas y, en los que son lo más de lo más, los vendedores van disfrazados de "medievales". El disfraz debe ser traído directamente del pasado y el viaje te lo cobran en los 100 gramos de "remedio para el dolor de espalda" a 25 euros. Casi lo olvido, en estos la amenización musical corre a cargo de un grupo folklórico con flautín. Pasados 5 minutos de flautín, dulzaina y pandereta quieres invadir Polonia o viajar al siglo XV y enseñarles a los "medievales" lo que sus descendientes van a hacer con su música.  

Tercera ley del mercadillo: ellos dicen ¿otro? y ellas dicen ¡otro! 

En la época dorada de los mercadillos podías encontrar en ellos cosas chulas, baratas y sobre todo diferentes entre los puestos y con respecto a otros mercadillos. En una ciudad había buenos puestos de bolsos, en otro de camisetas chulas, en otro de bañadores, en otro de sábanas o de toallas. Ahora la globalización ha llegado a los mercadillos y en todos los puestos y en todos los mercadillos hay exactamente lo mismo. Por supuesto tienen todos una política de precios pactadas como si fueran multinacionales petroleras. 

Cuarta ley del mercadillo: hay que pasar calor, mucho calor. Si no se pasa calor es menos mercadillo y más una reunión ambulante de vendedores. 

Quinta ley del mercadillo. Igual que en las tiendas de lujo nunca hay ningún cliente y al pasar piensas ¿De qué viven?, en los mercadillos hay siempre un puesto de guarrerías impresionante: unos pingüinos que se tiran por un tobogán, una toalla con un leopardo, un destornillador fosforescente en una caja con mil accesorios que seguro que no encajan, gomas de pelo multicolores, linternas de todos los tipos, delantales, juguetes de plástico y una especie de rata de mentira que persigue una bola. En ese puesto, el vendedor está sentado mirando al infinito mientras se come un bocadillo.  Pasas y tras arrastrar a tus hijos (si los tienes) fuera de la atracción magnética de los pingüinos y la pseudorata te preguntas ¿de qué vive este tipo? Justo cuando empieza a darte pena estira un brazo le da al play en un aparato de música que probablemente tenga más años que tú y una música infernal comienza a atronar. Piensas, "el tío ya que no vende nos tortura". 

Sexta ley del mercadillo: desde que los puestos pactan la política de precios, el regateo ha desaparecido. Esta ley sólo se incumple si vas con tu madre al mercadillo, ella es inmune a esta ley y por tanto te avergüenza públicamente por ahorrarse 2 euros.

- ¿Cuánto es el bolso?
- 25 euros.- contesta el vendedor. 1,80 y negro casi azul.
- Carísimo. Te doy 23 euros.- contesta tu madre muy seria.
- Mamá, por favor... ¿Qué más te da? - intervienes sintiéndote como si tuvieras 14 años otra vez. 
- Que no, que no da igual. Esto se hace así. 23 euros.
- Señora, esto cuesta 25. 
- No me cuentes cuentos chinos...no vale 25.
- Señora, serán cuentos africanos. 

Huyes despavorida a esconderte detrás de la toalla con el leopardo y valoras llegar al coche, no volver la vista atrás y te prometes a ti misma que jamás pisarás otro mercadillo. 

Séptima ley del mercadillo; cualquier mercadillo es siempre una promesa y una oportunidad para encontrar un tesoro oculto, en forma del vestido de tu vida, el libro que andas buscando o el pelador de piña sin el que no puedes seguir viviendo. 

Siempre se vuelve a caer.

jueves, 30 de julio de 2015

No compro


Suplemento dominical de periódico de tirada nacional. Los artículos no son muy allá, voy pasando páginas y de repente llego a un anuncio que miro, remiro y vuelvo a mirar. No lo entiendo. Ni lo que anuncian, ni el mensaje, ni para qué sirve. ¿No soy público objetivo de la publicidad? ¿Soy inmune a la publicidad? ¿Es un superpoder? ¿Habrá más como yo? Decido repasar toda la publicidad y comprobarlo. 

Joven pareja en entorno idílico en el que pega un sol de justicia. Piel dorada, perfecto maquillaje, ojos azules y entrecerrados como queriendo parecer chinos. Bañadores blancos. En la esquina inferior izquierda, el paquete de él embutido en un mini bañador blanco que parece un calzoncillo. Mientras pienso que me horrorizaría ver aparecer a mi chico con ese bañador y en que es posible que eso terminara con nuestra relación, me fijo en algo raro que se sostiene encima del paquete. ¿Qué es eso? ¡Oh! Pequeñas muestras de perfume. Ni soy joven pareja, ni tengo los ojos azules, ni me gustan los bañadores blancos y no me sugiere nada "bonito" un paquete perfumado. 

No compro. 

"Inissia. Nuevos colores, edición limitada". ¿Inissia? ¿Inissia? ¿Qué es esto? ¿Una cafetera? ¿Inissia el día con un café? Inissiateeeeee, Inissiateeee. No sé que pretendían los publicistas con ese nombre pero yo solo puedo pensar en Kaa la serpiente del Libro de la Selva y su canción con muchas ssss. Lo de "nuevos colores" me intriga. ¿Habrá gente que no se ha comprado la cafetera Inissia antes porque no la tenían en su color favorito? No soy esa gente. No compro. 

- "Moroccanoil. Destaca del resto". ¿Qué leches es esto? No tiene alcohol y es para todo tipo de cabello. Y ¡oh sorpresa! Es un producto que ha revolucionado el tratamiento del cabello. Leo toda la letra pequeña y no consigo saber para qué sirve este bote con pinta de botella de aceite de oliva con ínfulas cosmopolitas. ¿Cómo revolucionaría mi cabello? ¿Lo hará caer? ¿Me levantaré peinada? Eso sí que sería revolucionario. ¿Lo pone afro? ¿Te quedas calvo? No me convence. No compro. 

-Lilash. ¿Qué fijación tienen los publicistas con las s? ¿Por qué las ponen por todos lados? ¿Para hipnotizarme? "Suero purificador para pestañas" que proporciona "satisfacción total". Con que poco se conforma la gente. No compro. 

Por fin algo que sé para qué sirve, aceite de oliva. Busco el precio que es un dato muy importante. A pesar de sacar mi lupa de 20 aumentos para leer la letra pequeña no consigo averiguarlo. No compro. 

Yayo Daporta toca una botella de albariño como si fuera un violín. (Sé que es Yayo Daporta porque viene escrito). Me concentro muchísimo para intentar comprender como un cocinero en una pose absurda, con unas zapatillas viejas y mugrientas puede convencerme de comprar un vino. No me concentro lo suficiente... no compro. 

"Moverte te hace feliz. Incluso los lunes por la mañana". Ja.  Estos publicitarios son unos mojigatos, van de rompedores pero ponen a un tío montando en bici. No hay huevos de poner el único movimiento que el lunes por la mañana puede hacerte feliz. 

Un reloj de camuflaje tan grande como una sartén. No me gusta y un hombre con un reloj como ese en la muñeca es un arma de destrucción masiva. Si te abraza demasiado fuerte te mata. No compro. 

"Exageradamente buena" y anuncian cerveza sin alcohol. "Exageradamente buena" suena exactamente igual que "mi amigo es muy majo, muy simpático y muy culto". Corre. No compro. 

"Redefine el estilo de tu pelo. Recomendado por el Dr. Ralph M Trüeb". Me apuesto a que el bueno de Ralph es calvo y supongo que después de revolucionar el pelo con el Morrococo es necesario que alguien ponga orden en la pelambrera. Paso.

Cierro el suplemento. Obviamente yo no soy público objetivo de toda esta publicidad pero lo que me preocupa es ¿Qué tipo de personas creen los anunciantes que leen ese suplemento? 

¿Gente con problemas capilares de personalidad?
¿Personas que compran aceite de oliva por correo rellenando un cupón? ¿Gente que elige la cafetera por los colores? ¿El club de fans de Yayo Daporta? 

Los caminos de la publicidad son inescrutables completamente absurdos y creo que a menudo llevan a callejones sin salida. 


lunes, 27 de julio de 2015

Mañana repetimos


Adivina. 

Me gusta más mirarte ahora que cuando eras un bebé. Me aburrías de bebé, me aburría mirarte cuando tenías 3 años. Sí, era gracioso y había que vigilarte pero no me transmitías nada más que "monería" y "posibles emergencias" de las que había que protegerte. Ahora te miro y me transmites calma, paz y asombro. 

Solas en la playa nos bañamos. Estás feliz. A pesar de no poder meter la cabeza por la otitis que has pillado en el oído derecho, te metes en el agua a que saltemos las olas intentando que no entre nada en ese oído. Soy una madre reguleras. A lo mejor debía prohibirte que te bañaras pero, primero, no soy tan cruel y segundo, te pondrías tan pesada que te dejo bañarte también por egoísmo. 

Hay más olas que por la mañana y está más fría. Cogemos la colchoneta y nos metemos hasta que el socorrista nos llama la atención. Cada vez que una ola un poco más grande se acerca, te levantas sobre la colchoneta estirando los brazos y todo el torso. 

Te miro. ¿Desde cuándo tienes ese cuerpo de mujer? 

-¡Qué culo más duro tienes!-, te digo.
-Es de hacer deporte-, contestas sonriendo entre ola y ola.
-Ahora no estás haciendo deporte.
-Es de comer mucho.
-Tú nunca has comido mucho y lo sabes.
-Es de ver la tele. Ja. 

Y te alejas braceando y partida de risa. 

Te miro. Me miras y dejas el castillo que estás haciendo para venir a pedirme que te quite el pelo de la cara. 

-Te dije que te pusieras un pañuelo.
-Se me ha olvidado.
-No, no se te ha olvidado. Has pasado de mí.
-Vale, tenías razón. Pero, ¿me quitas el pelo de la cara?
-¿Me dejas que te ponga el pañuelo?
-¿Lo has traído?

Abro el libro, leo unas cuantas páginas. Levanto la vista y miro el mar. Entre las olas y yo, estás haciendo un agujero enorme. Un foso gigante para una montaña enorme. 

Cierro el libro, lo dejo a un lado. 

Te miro. Cuando eras pequeña dejar la lectura para atenderte me parecía un incordio. Ahora lo dejo sólo por el placer de mirarte mientras estás absorta en tu castillo de arena. Escarbas, cavas, te pones de rodillas, te llenas de tierra. Te levantas. Eres todo piernas, largas y musculosas. Eres todo hombros. ¿De dónde has sacado esas espaldas? De rodillas contemplas tu construcción sopesando qué más puedes hacer.

Me miras. Te sorprende verme mirándote. Sonríes. Eres toda azul. Como tus ojos y como el mar que tienes detrás. 

-Mami, ¿hago albóndigas para poner encima? 
-Claro. 
-¿Cómo se dice albóndigas en inglés?
-Meat balls.

Te enfrascas en tus bolas de arena y te miro. No querías usar bikini. "Mamá, yo solo bañador entero y deportivo", pero te probaste el que llevas, te gustó y ya no te lo quitas. Debería haberte comprado dos... no creo que encontremos otro que te guste en todo el verano y a este ritmo éste se desintegrará antes de que acabe el mes. 

Te miro y pienso que probablemente es el último verano en el que hagas castillos en la arena. 

Te miro y me pregunto en qué estarás pensando. 

Me miras y me sonríes. Se va el sol, cae la noche. Nos quedamos solas en la playa. 

-¿Recogemos?
-Vale, ya he terminado el castillo. 
-¿Lo has pasado bien?
- Lo he pasado fenomenal. ¿Es por la tarde?
- Son las nueve y media de la noche... ¿Has perdido la noción del tiempo?
-Sí-, me dices sonriendo con toda la cara. 
-¿Estás contenta?
- Muyyy contenta. ¿Mañana repetimos?

Te miro.

Claro que sí, mañana repetimos.