Suena el teléfono en un piso de clase media de Moscú. Una calle sin nada especial, un edificio cualquiera. El teléfono suena y Olga corre a cogerlo. Está preocupada.
- ¿Hola? ¿Dimitri?
- ¿Es usted la Sra. Nikolaev?
- Si, soy yo. ¿Quién es?
- Somos de la policía.
- ¿La policia? ¿Qué ha pasado? ¿Está bien Dimitri?
- Si, bueno...bien, pero está en el hospital. ¿Puede usted venir a verlo al Centro Hospitalario Dr. Zhivago?
- Voy para allá.
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Olga Nikolaeva despeinada, en zuecos y con la batamanta arrastrando entra corriendo en el Centro Hospitalario Dr. Zhivago. Algo espantoso le ha tenido que pasar a Dimitri para que no se haya puesto al teléfono.
- ¡Enfermera! ¡Soy la mujer de Dimitri Nikolaev! ¡Quiero ver a mi marido! ¡Dígame dónde está! - incluso la propia Olga se da cuenta de que ha visto demasiados capítulos seguidos de Anatomía de Grey.
Olga está aterrorizada. Se lleva la mano a la cabeza y se da cuenta de qué va en rulos. ¡Da igual! La enfermera la lleva a la puerta de una habitación, la abre y con la mirada le dice que entre. En tres pasos Olga está en el cabecero de la cama, Dimitri yace allí con su camiseta negra de "Viaje de fin de curso a Sochi 1997" y tapándose la mano con la cara.
- ¡Dimitri, cariño! ¿Qué ha pasado?
Dimitri que, a este ese momento, parecía profundamente dormido, pega un respingo espectacular, se quita la mano de la cara y con los ojos fuera de las órbitas grita.
- ¡Olga! ¿Qué haces aquí?
- ¿Como qué qué hago aquí? ¡Estás en el hospital! ¡Me ha llamado la policia! Esta preocupadísima, toda la noche llamándote y no me cogías el teléfono. Creí que me iba a volver loca de desesperación y preocupación. Te fuiste a hacer de Ronald MacDonald al sexto cumpleaños de Igor Ivanovich y al ver que no volvías llamé a su madre.
- ¿Llamaste a Maruska Ivanovich?
- ¡Claro! ¡Eran las 12 de la noche y no habías vuelto! Por mucho que tardaras en recoger los malabares, los trastros de hinchar globos y convertirlos en perritos y te comieras los restos de sandwiches de nocilla y ganchitos era muy tarde para que no volvieras. Maruska me dijo que te habías ido hacia horas. Y desde entonces he estado dando vueltas como loca.
- Lo siento cariño.
- ¿Por qué llevas pañales? ¿Por qué ese vendaje en la cintura y la entrepierna?
- Verás, tengo muy malas noticias.
- ¿Qué ha pasado? ¿Te han atacado?
- Estoooo. Si.
- ¡Dimitri! ¡Cuéntamelo ahora mismo! ¿Estamos en peligro?
- Olga cariño, verás. Lo que ha ocurrido es que al salir de casa de Igor Ivanovich me entró un ataque de sed espantoso, un ataque de sed de esos de no poder aguantar las tres manzanas que me quedaban hasta casa así que decidí parar en un bar.
- ¿En un bar? ¿No podías parar en los chinos como todo el mundo?
- En un bar y nada, me pedí un agua con gas. Y cuando estaba allí sentado, tranquilamente, calmando mi sed abrasadora, creo que se me acercó alguien y ya no me acuerdo de más.
- Dimitri...
- Dime cielo.
- ¿Tu te crees que yo soy imbécil? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué has hecho? Y ¿Por qué llevas pañales?
- Como te iba diciendo...bebía agua mineral, alguien se me acercó....
- ¿Cómo de rubia y cuanto pecho tenía ese alguien? ¿Era más como ET o más como tu amiguita de los miércoles?
- ¡Olga! ¡No sé que insinúas pero si te pones así te diré que a ET no se parecía, eso te lo aseguro!
- Bien, se te acercó una rubia. ¿Te robó?
- Esto... sí. En cierta manera, sí.
- ¿Cuanto? ¿Todo lo que te habían dado por el cumpleaños del niño Ivanovich?
- No, eso lo tengo todo. Nos podemos dar un capricho, churri.
-¿Qué te ha robado la rubia? ¿Por qué llevas pañales? y ¡déjate de churri!
- Verás, esta mañana me he despertado en una parada de autobús, totalmente ensangrentado y con mucho dolor en mis partes. Unos amables peatones que no puedo identificar porque llevaban gorros de esos de rusos con mucho pelo que te tapan toda la cara (claro, porque somos rusos) me han traído hasta el hospital.
- ¿Y? Esto te está quedando muy largo Dimitri...
- Pues verás... no sé como decirte esto querida Olga de mis amores.
- Clarito. Dímelo CLA RI TO.
- La rubia me ha robado los huevos.
- ¡DIMITRI! ¡ NO ES MOMENTO DE COÑAS MARINERAS! ¿Qué huevos? No eres Caperucita ni la rubia era el Lobo. ¿De qué hablas?
- Olga no es coña, mírame. Los pañales, la mano sobre los ojos, la vergüenza que me cubre...soy un eunuco.
- Dimitri, tú lo que eres es muy gilipollas. ¿Me estás queriendo decir que se te acercó una rubia, te cortó los huevos y tú no te has dado cuenta hasta que te lo ha dicho un médico?
- Me dolía mucho y no me los notaba pero pensé que era del frío. Ya sabes, que se te meten para dentro.
- Dimitri...
- Pero cariño, tengo una buena noticia.
- Sorpréndeme.
- Ha sido un trabajo de profesionales y no me va a dejar cicatriz.