
Llorar: Sentir vivamente algo
Si nos atenemos a la primera definición del DRAE, yo no soy una gran llorona. No sé me da bien y además no me pega o por lo menos eso dicen los que me conocen. Que “no me pegue” es un problema, porque en los escasos momentos en que lloro delante de alguien, ese alguien se queda tan sorprendido por mi llanto, que se bloquea y no sabe que decirme. Yo asisto a su estupefacción por mis lágrimas y me sale mi vena de auto escarnio y digo cualquier cosa que acaba provocando su risa y frenando mi llantina. Además, cuando veo la cara del contrario mirándome con completa incredulidad me visualizo a mí misma y decido que eso no puede ser, no sé llorar.
Me molaría llorar bien. Hay gente que tiene esa capacidad. El estímulo del llanto llega y se desencadena un proceso precioso: las comisuras de los labios empiezan a temblar mientras inician un suave descenso, los hombros empiezan los ojos se nublan, las lágrimas se acumulan en los párpados inferiores y por fin caen majestuosas rodando por las mejillas sonrosadas. Rollo Candy Candy, para entendernos, aunque sé que es una referencia muy para treintañeras.
A mí no me sale. Cuando me salta el estímulo del llanto soy más vacio en el estómago arcada y gran sollozo. Un par así y listo, como mucho consigo sacar un par de lágrimas o tres, pero nada de un torrente poético que corra por mis mejillas, enjuague mis penas y deje un reguero de sal en mi piel. Nada de eso. Como para tantas otras cosas como llorica soy un fiasco.
Como no sé hacerlo bien, soy de poco llorar. Que conste que no tengo mi falta de capacidad llorica como una virtud. Conozco a grandes lloricas que van por la vida tan felices, porque en cuanto algo les afecta, desencadenan el proceso del llanto y se quedan tan a gusto. Yo no sé, soy más de hacer que lo que me afecte me produzca un nudo en el estómago y me deje sin habla, pero aún así he tenido grandes momentos de llanto. Lo venía pensando esta mañana, y mis mejores llantinas se han dado en el coche, probablemente por lo que comentaba al principio, voy sola y sin espectadores no me da vergüenza hacerlo tan mal.
A pesar de esta incapacidad recuerdo grandes llantinas con torrente de lágrimas y toda la parafernalia.
Llorar de dolor físico. Espantoso ataque de ciática embarazada de nueve meses de C. Sentada en un banco en la calle General Álvarez de Castro enfrente de la tienda de motos Harley Davison con un dolor que creí morir. Es más, deseaba morir para dejar de sufrir aquella tortura atroz. No era capaz ni de sacar el móvil para llamar al ingeniero, así que sollocé de agonía durante una hora hasta que de camino a casa, él pasó por allí y flipo al verme. Si alguien se pregunta si algún viandante se acercó a ver qué me pasaba, la respuesta es No. Era agosto y las 2 de la tarde, ni el tato. Eso sí, entre las lágrimas me aprendí de memoria los precios de las motos para intentar distraerme del dolor que me estaba matando.
De pena suprema. Esta fue con gente. Al poco de morir mi padre, nos llamaron de una librería donde había dejado encargados unos libros que había que ir a recoger. Me hice la fuerte y dije que iría yo. Llegué allí, y cuando el tío me preguntó, ¿no ha podido venir él? abrí la boca para decir: ha muerto….y literalmente me ahogué en una sucesión de sollozos que dejaron al pobre hombre al borde del colapso. Debí hasta espantarle clientela.
De rabia e impotencia por sentirme gilipollas. En el coche en el parking de un centro comercial. Casi la palmo pero lo bueno es que no puedes caer más bajo en un momento llanto y sales renovada.
Y mi llantina más ridícula: a los 4 días de nacer C, me senté a darle el pecho mientras estaba puesta la televisión. Era un programa de sobremesa, de esos espantosos con tertulias de lobotomizados. Intenta coger el mando de la mesa con un bebe agarrado de tu pezón. Me resigné al espectáculo y de repente salió una pareja de ex concursantes de algún lado y se pusieron a contar que ya no se querían y que se separaban. Y allí estaba yo con mis hormonas bailando la samba llorando como una imbécil por unos tíos que ni sabía quienes eran y a los que “se les había acabado el amor”. La parte buena es que creo que ese fue mi momento llorica más candy candy..La parte mala que sólo me vio C. que por supuesto estaba más interesada en los otros fluidos que salían de mi cuerpo.
En lo de sentir vivamente algo soy un as, pero no me provoca llanto. Me deja sin palabras, que en mí, es un efecto muchísimo más acojonante y espectacular, pero eso lo dejo para otro día.