
Como eso sería aburrido, he decidido detenerme un poco más en mis guiris: tan monos, tan adolescentes, tan apasionados.
En Irlanda resulté ser un sex symbol. Era una sensación muy rara, de ser absolutamente normal pasé a ser completamente visible. Los ojos marrones eran un valor al alza y lo que es más alucinante mi ropa era digna de elogio y envidia. Todo esto es más increíble aún , cuando veo las fotos y llevo diadema, tupé, hombreras y pesqueros todo del mismo tono. Toda yo era un shock cromático, pero allí estaba yo causando estragos entre la masculinidad irlandesa. Era exótica, que es algo que me pega poquísimo.
El primer año, los señores de mi casa, de los que ya hablé en otro post, me presentaron a un grupo de amigas y empecé a salir con ellas. Estuve 28 días en Irlanda y llovió 27, así que los planes eran pelín monótonos, consistían básicamente en hacer tiempo hasta que llegaba la hora de ir a una especie de recreativos inmensos que había cerca de la playa. Allí se iba básicamente a fichar. Con mi experiencia previa, mi dominio del inglés y el frío que pasaba la verdad es que yo estaba más verde que una aceituna para ligar pero decidí seguir el consejo de “ a donde fueras haz lo que vieras” y me fijé un objetivo: el hermano de una de mis amigas.
Era como en las pelis, alto, moreno, con vaqueros y camiseta blanca, tenía un par de años más que yo y trabajaba en una gasolinera: un príncipe azul. La historia como siempre, que si te miro, que si me miras, que mi amiga te dice, que tú le dices a tu amiga, lo pienso ahora y digo madre mía que proceso más cansino. Todo este tejemaneje de preparativos debía culminar en la noche grande de los viernes en la discoteca del pueblo, si no triunfabas ahí había que esperar otra semana. Si el tonteo comenzó la primera semana, conseguí culminarlo el viernes antes de irme, asi que tenía las hormonas saliéndome por las orejas y frustración acumulada de todo el mes. Por fin, me sacó a bailar una lenta, fuimos a los sofás y alaaaaa…el morreo del siglo. Recuerdo haber pensando: joe..esto el año pasado con el pobre Costi (sale más en el blog que el ingeniero) me pareció asqueroso y sin embargo ahora me mola.
Nos quedaban 4 días en los cuales nos dedicamos a morrearnos en casi cualquier sitio que encontráramos, incluyendo un canódromo.Me descojono solo de acordarme, allí estaba yo con mis hombreras y mi tupé, entre una marabunta de irlandeses colorados, animando a un galgo que perseguía una liebre mecánica. Una de mis citas más absurdas, desde luego.
Le ponía mucho interés pero era muy baboso…desde la coronilla hasta el cuello…creo que de ahí viene mi repelus hacia los besadores babosos, realmente no le encuentro la gracia. El último día me llevó a la playa con intención supongo de meterme mano, pero las posibilidades de que yo me dejara eran nulas, teniendo en cuenta que la arena estaba fría, debía hacer 10 grados y aquello era pecadísimo.
Volví a los molinos sufriendo de amor y creo recordar que me mandó un par de cartas…las debo tener guardadas. Las cartas de amor no se tiran jamás, aquí lo dejo dicho.
Al año siguiente, después de un año de sequía absoluta en Madrid, reconozco que fui con ganas de nuevo a Youghal. El ligue del año anterior no estaba y además un año con 17 es como toda la eternidad..así que ni contaba. Ese año, fue el verano más caluroso en 30 años, lo que significo que mi hermano y yo montábamos espectáculos en la playa en los que teníamos que demostrar n veces que sabíamos tirarnos de cabeza al mar y nadar sin ningún tipo de artilugio que nos sostuviera. Esta habilidad que nosotros considerábamos simple nos procuró a ambos una legión de admiradores y admiradoras que literalmente nos acosaban por el paseo marítimo. Creo que nunca he sido tan popular. Ese año sin embargo mis hormonas hablarían francés cuando milagrosamente en una de esas cutre noches de discoteca, un tío increíblemente guapo se acercó a hablar conmigo y gracias a su total incapacidad para entender mi ironía cayó rendido a mis pies. Realmente caímos sobre un bordillo donde nos dimos el lote del siglo mientras el chico irlandés que le acompañaba nos miraba apoyado en la pared. Pudimos estar horas y ahí estaba el pelirrojo cariacontecido supongo que pensando: joder con el franchute.
Como mi sino es llegar tarde y mal, resulto que el franchute se piraba a los 2 días, así que al día siguiente, nos pasamos la jornada entera paseando por Cork embelesados de amor. En ese día de amor adolescente, ensombrecido por la tragedia de nuestra despedida, aprendí una gran lección. La primera vez que sales con un tío jamás hay que pedir spaghettis en el italiano, el atractivo se resiente muchísimo si te chorrea tomate por la barbilla mientras intentas cortar la pasta con los dientes mirando con ojos de cordero degollado al otro. Siempre pizza.
Recuerdo una despedida lacrimógena, en la que el francés me dijo que me acordara de él siempre que escuchara Hotel California de los Eagles y Angie de los Rolling. El caso es que funcionó porque siempre me acuerdo, pero creo que es más por lo guapo que era.
Ese año fui yo la que escribí una carta que jamás fue contestada.
El tercer año llegué a Irlanda como Colon, a reafirmar las conquistas y resultó que ya no era tan exótica y las irlandesas me llevaban mucha ventaja en el tema sexual, así que la cosa estuvo más complicada. Aún así triunfé con un tío bastante guapo, mayor y con mucho carisma del que por supuesto no recuerdo el nombre: Freddy, Perry..o algo así. Triunfé pero conocí el sabor de la derrota cuando al día siguiente, el tío paso millas de mi, eso si lo llevé con dignidad y poniéndome mucho escote en plan: lo verás pero no lo catarás.Suponía que eso debía ser pecado, pero en Irlanda menos. Me volví a Los Molinos con mi derrota amorosa aunque allí, por supuesto, magnifiqué mi éxito amoroso convenientemente.
Me pasé esos 3 años flirteando con miraditas muy explícitas con un tío que se llamaba John con unos increíbles ojos azules. Nunca pasó nada, pero él se lo perdió, ahora seguro que es un barrigón rubicundo aficionado a la cerveza y yo una tía exitosa con un blog.
Qué cosas.
Continuará.