
A. es un fanático de la música “ratonera” ( el ingeniero dixit) y un virtuoso de la guitarra. Es un brasas con lo que sabe de música y si se pone con la guitarrita acabas odiándole, además es el tío que más me saca de mis casillas de todo el planeta. Siempre charlamos metiéndonos el dedo en el ojo y el combate dialéctico es contemplado por el resto de nuestros amigos con cara de: joder ya están otra vez.
Armado con la guitarrita que le habíamos regalado A., montó un grupo con otros adolescentes de la pandilla que no tenían ni puta idea de tocar ningún instrumento pero a los cuales A. convenció por pesado. Se reunían en el cuarto conocido como “de juegos” de una casa llamada “El adosado” ( por aquel entonces, un adosado era algo exótico en Los Molinos). Se dedicaban a aporrear los instrumentos mientras el cantante del grupo conocido como “ El gato” hacía algo parecido a cantar en inglés. ( ese tío fue mi primer novio y por supuesto me dejó, pero esto no viene al caso).
Buscando un nombre para el grupo, les pareció hilarante y muy ingenioso una cosa tan horrible como “ Cinta del homo” que rápidamente derivó a “Cinta de lomo”, nombre con el que siguen cargando 20 años después. Un nuevo ejemplo de cómo una mala elección puede llevarse encima toda la vida. Porque si, siguen tocando.
Ya no son los mismos adolescentes de hace 22 años. A. sigue en el grupo, con su barriguita, su poco pelo, su misma mala leche, su virtuosismo guitarrero y su Fender. Mi amigo J. es el bajista, él sigue igual que cuando teníamos 18 años, en su mundo. J. no curra porque no lo necesita y se dedica básicamente a encontrar ocupaciones para su tiempo libre, cómo dice él.."tengo mi tiempo libre muy ocupado”. Además de tocar el bajo, ha compuesto uno de los temas míticos del grupo que no sé ni como se llama, pero el estribillo dice algo como si el mar fuera ron yo sería tiburón.
Tienen un batería, conocido como “el jipi” y un teclista de la edad de mi hermano pequeño. Ahora mismo y tras alternar distintos cantantes durante años tienen a un postadolescente fascinado con su propio torso, que a la segunda canción ya está sin camisa y tocándose en lo que supongo que él cree un movimiento sensual. Da un poco de vergüenza ajena pero canta bien.
El viernes asistí a uno de sus conciertos y me sentí como si tuviera 16 años otra vez. Quedamos para salir a las 8 de la tarde y fuimos en metro. Por un momento pensé que acabaríamos bebiendo minis de cerveza y leche de pantera, pero gracias a Dios, nos acordamos de la edad que tenemos y nos sentamos en un gallego a ponernos hasta las patillas de comer porque “ hay que tener algo en el estómago para empapar”.
Luego se nos olvidó otra vez la edad que tenemos y nos bebimos el Nilo. Al final F. me metió en un taxi de los pelos y con un billete de 20 euros y entré en casa justo cuando recibía un sms del ingeniero: ¿ donde estás?
Si no me meten en el taxi, en vez de esta historieta estaría contando un gran momento etílico…