sábado, 1 de septiembre de 2012

CAMBIO DE LUZ

En Los Molinos, el azul del cielo en verano, es aburrido. 

Es un azul como sin ganas, un azul que dice “ soy de este color porque es lo que toca”, un azul que al final ya no ves. Es un azul desvaído en el que las cosas, los objetos, los árboles, se vuelven borrosos. Las personas, incluso nosotros mismos nos volvemos borrosos, estamos desenfocados como el personaje de “Desmontando a Harry”, nos vemos pero con pocas ganas, con poco interés, con poca intención. 

En verano todo se apaga. Todo se deja para después, es una estación sin ganas de hacer nada, sin motivación. En verano lo ves todo a través de un velo, la vida está ahí fuera pero el calor y la monotonía le restan interés y emoción. 

La luz en verano es brillante dicen. Sí, como un flexo, como una luz de quirófano, como la luz que sigue Caroline. Ilumina demasiado. Es una luz que tapa todo, que borra todo, los limites, los colores, las distancias. 

El verano no huele ni suena a nada en si mismo. Huele a lo que provoca, a calor, a sudor, a pereza y suena a grillos y ventanas abiertas. 

El verano parece que va a durar siempre, pero una noche se levanta un viento distinto. No es un viento de ventilador de horno, no es un viento que te haga visualizarte en un microondas, no es un viento que te queme.

Este es distinto. 

Es un viento que suena. En verano el viento no suena, se mueve  trayendo y llevando el calor pero el viento  de esa noche suena. Suena por si mismo, y suena agitando las hojas de los árboles, las ramas. Es un viento que ya no entra por las ventanas, las cierra. No provoca corrientes, da portazos. Es un viento que oyes y después escuchas. Es un viento que  limpia. 

A la mañana siguiente todo ha cambiado. El cielo es azul con ganas. Es un azul que dice “he vuelto” , es un azul que dice “ traigo sorpresas, no te confíes”. Es claro y con nubes un día y al día siguiente es profundo y oscuro. Es un azul en el que las cosas se recortan, vuelven a verse en tres dimensiones, adquieren más volumen. Es un azul en el que te creces. La luz del otoño enciende los colores y lo vuelve todo más nítido y más cristalino. La Peñota y 7 Picos dejan de ser un telón de fondo, un paisaje  desde la ventana y vuelven a ser montañas que parecen más cerca, más lejos, más altas o más accesibles según el día y el viento que sople. Los bosques ya no son una masa global de verde, puedes ver cada pino que lo forma como una unidad separada. Todo tiene más entidad y más presencia ahora. 

La luz también cambia. El fluorescente solar se apaga, se vuelve más tenue y cada cosa tiene su propia luz. Es la misma sensación que cuando en un salón apagas la lámpara del techo y enciendes la lámpara al lado del sofá…todo parece distinto, con bordes y contornos. Las sombras que llevas todo el verano sin poder ver,  dan cuerpo a los objetos. Cada cosa tiene su luz y su sombra. 

Abres la ventana y huele a mil cosas. Ya no huele a verano, no huele al calor que aglutinaba todos los aromas en un solo olor. Huele a pino, a pinocha caída, a frío, a moras, huele a las flores que se agostan..a mil cosas, pero cada una por separado. 

Es un cambio sutil pero definitivo. No hay vuelta atrás. Ese día el verano ha terminado en Los Molinos. Ya no se puede estar en el porche al caer el sol, la piscina es solo para valientes,  los calcetines vuelven a primera línea en el armario, hay que taparse por la noche...

Mamá..¿puedo preguntarte una cosa?
Dime C..
¿Qué haces?
Estaba escribiendo sobre como ha cambiado el tiempo y lo bonita que es la luz en septiembre en Los Molinos..¿Qué querías preguntarme?
¿Qué es el continuo espacio tiempo?
…..

Se acabó el verano.


viernes, 31 de agosto de 2012

EL HUERTO

El huerto ha sido la gran atracción del verano, nos ha cundido mucho.

Primero tuvimos el previo. Discutir qué íbamos a sembrar ( aclaración, el plural mayestático que utilizo en este post es eso, mayestático, yo no he hecho ni el huevo.) Dado los buenos tiempos que corren y que laz princezaz ya son mayores, yo sugerí la posibilidad de una plantación de “ hierbas medicinales” para fumar por la noche en la fresca del porche, pero mi petición fue desestimada como “ no procedente”.

Después de mucha cháchara llegó el momento de la ejecución. Como buenos españoles, lo hicimos como hay que hacerlo. Pobrehermano mayor curraba y los demás mirábamos. Molimadre hacia el papel de tio que comenta y dice “ ¿eso lo vas a hacer así?...yo que tú…” Los demás como ya sabemos la relación que gastan y el papel que tenemos nosotros en este tema, mordíamos palillos mientras contemplábamos la gestación del huerto y a poberhermano encabronándose.

Una vez construido, sembrado, con su riego automático y las primeras y tiernas hojitas verdes brotando, pasó a ser “nuestro huerto”, el de todos, como la selección cuando gana.

Tener un huerto despierta tus instintos campestres, escuchas la llamada de la tierra y haces cosas muy tontas y bastante ridículas.

Una vez al día como mínimo, te acercas al huerto. Te acercas, te paras, lo miras. Te agachas, tocas la tierra, aprietas un tomate, lo rodeas, aprietas otro tomate, miras fijamente las zanahorias, intentas ver si los pimientos han crecido y si tienes tiempo arrancas una mala hierba y te vas. En las sucesivas visitas diarias, repites el protocolo, siempre hay algún tomate que apretar.

Echas de menos el atrezzo. Molimadre y su Diógenes han rescatado una cesta ad hoc para la recolecta diaria que mola mucho, pero a mí lo que me pide el cuerpo es ponerme un gorrito de paja, un delantal y llevar la cesta apoyada en la cadera. Ahora que lo pienso, no sé si ese look es para coger calabacines o para vender flores por la Gran Vía…

Ver crecer cosas que se comen provoca muchas reflexiones idiotas. Observar de primera mano el proceso por el que un calabacín, una judía verde, un tomate o un pepino aparece de la nada en el suelo y acaba en tu plato, da a esos alimentos una especie de “vida” que te lleva a pensar cosas muy tontas…

Para empezar, hay que dejar claro que el tomate es el rey de huerto. Todo el mundo quiere tener tomates “que sepan a tomate porque los que te venden no saben a nada” y por ello es la estrella de nuestro huerto. De hecho, creo que va a morir de éxito. Nos va a pasar como a los galos en Obelix y compañía, ante la demanda que preveíamos, aumentos mucho la producción ( siembra) y resulta que ahora tenemos un excedente que no podemos absorber. De hecho, si vienes de visita a Molicasa ahora mismo, vas a sufrir el síndrome de ¿ Porqué no te llevas? ¿ Seguro que no quieres? Y te marcharás con una bolsa de tomates. C anda bastante enfadada porque considera que no estamos manejando bien el tema mercantil…” no entiendo porque no ganamos dinero con esto, no lo entiendo”.

Los calabacines, ya lo comenté por aquí, no es una verdura “friendly”. Es el alien del huerto. La planta del calabacín da mucho miedo, es hostil, fea y con pinchos y cuando arrancas el calabacín se queda ahí como una boca muerta que da mucho repelús. Da tanto repelús que pobrehermano ha arrancado algunas de las plantas…estaban creando mucho mal rollo entre las demás verduras..¡¡hay que proteger a los tomates!!

El pepino es una verdura curiosa. De hecho no debería admitir el plural, dos pepinos ya son demasiados. Una hilera entera de plantas de pepinos en plena producción es una pesadilla. A la vista del excedente de pepinos y lo cansina que puede ser una ensalada de pepino al trimestre, ahora me explico de dónde surgieron los supuestos usos de belleza del pepino..

-Estoy hasta el gorro de pepino, crema de pepino, ensalada de pepino..todo sabe igual..¡¡a pepino!!!
- Hagamos algo con él que no sea comerlo…mmm…a ver..dejame que piense mientras cierro los ojos…pásame esas dos rodajas que así no me da la luz…uy mira..esto parece que refresca. Lo tengo..lo llamaremos “ mascarilla de pepino efecto reafirmante, refrescante y requeté”.

El huerto (y el blog) han conseguido que Pobrehermano mayor nos contara una bonita anécdota y nos proporcionara un bonito chascarrillo que incorporar al acerbo familiar.

Pobrehermano, una descerebrada me ha pasado un cuestionario para ti sobre el huerto.
¿Ah si? ¿ Y qué pregunta?
No sé, varias cosas, pero creo que una de las preguntas era por qué se te había ocurrido montar un huerto.
Esa es fácil. Estuve 5 años en la escuela de agrónomos…y todos los días iba al mismo baño a plantar un pino.  Me sentaba allí y en la puerta ponía “ Si quieres ser feliz pon un huerto” y se me quedó grabado.

Es curioso meditar sobre el origen de los tomates que me estoy comiendo este verano.

miércoles, 29 de agosto de 2012

LEER. ESCRIBIR.

Leer me enseña.

Escribir me enseña.

Leer me sirve para escapar de mi, para no ver lo que soy, lo que(me) pasa, lo que siento, lo que me duele, lo que me preocupa. A veces no funciona, y cuando trato de escapar de lo que quiero no quiero ver, me lo encuentro de bruces en las páginas que estoy leyendo.

Escribir me sirve para encontrarme, aunque a veces no lo consigo. Me busco en lo que escribo y unas veces lo encuentro y otras no. Unas veces doy con algo que no buscaba y me sorprendo ¿ Eso lo he pensado yo sola? ¿ He sido capaz de escribir esa reflexión? Otras busco, busco y busco y no lo encuentro: mierda, está ahí, lo veo pero no se deja atrapar.

Leer es una actividad que me envuelve. Me hace redonda, me protege y crea una concha a mí alrededor. Me separa del mundo, de lo que me rodea, de los que me rodean y me aísla. Corta los hilos con el exterior. Leyendo me hago bola.

Escribir me conecta. Extiende hilos que parten de mí hacia el exterior, unas veces hacia los demás, otras hacia alguien en concreto, otras solo hacia mi cuaderno. No es algo absoluto , igual que leer no me desconecta de todo, escribir no me hace accesible para todos, pero me saca de mí, saca lo que pienso, lo ordena y lo coloca haciéndolo más interesante o convirtiéndolo en una completa majadería. Escribir me hace tela de araña.

Escribir me libera espacio de la memoria, deshace el nudo y equilibra mis pensamientos. Escribir se acaba.

Leer me desborda. Acumulo ideas, referencias, pensamientos, conexiones, sentimientos y necesidades. Necesito seguir leyendo. Cada vez me ocupa más espacio, físico y mental.

Para leer no necesito concentrarme. Sin importar el entorno o el ruido, leo sin esfuerzo aparente. Mejor dicho, he aprendido a leer sin esfuerzo aparente, mi mente se concentra, desconecta de todo mágicamente, hace clic y ya está, no quiere estar haciendo otra cosa.

Escribir me distrae, me exige un esfuerzo de concentración. Mi mente tiende a querer hacer otra cosa, a buscar excusas, a escapar o peor, a bombardearme con más ideas de las que soy capaz de escribir. Me frustro porque por un lado quiero atrapar todas esas ideas y esos hilos que mi mente ha hecho revolotear por mi cabeza y por otro lado quiero distraerme, quiero pasar de ellas. Quiero levantarme y no escribir, pasar de ese impulso.

Leer me da placer y escribir me incomoda, me perturba y me frustra.

Leer tiene el hueco hecho en mi vida, escribir se lo está haciendo.

Leer me sale solo. Escribir me cuesta.

A leer me enseñaron y aprendí…a escribir estoy aprendiendo.

Leer me concentra y escribir me dispersa.

Leer me protege, me acoge. Es la abuelita del bosque.

Escribir me asusta. Es el lobo.

El placer de la lectura es antes, es durante y es después. Saber que tendré un libro para leer, que encontraré el hueco para leerlo es casi tan placentero como la lectura en sí misma. Nunca quiero terminar de leer, es el peor momento, pero cerrar el libro no acaba con el placer de su lectura. Si es bueno, me deja un poso que voy rumiando y al que voy dándole vueltas aunque esté haciendo otras cosas y retroalimenta a su vez el placer de la anticipación de la lectura, el placer de saber que volveré a retomar la lectura en cuanto pueda y me dejen.

El placer de la escritura es al terminar. Rara vez es durante y casi nunca antes. El temor a perder la idea, a no ser capaz de aprehenderla, de fijarla con palabras para que suene como me parece que tiene que sonar me provoca más ansiedad que placer. Terminar de escribir es el mejor momento. Si he conseguido escribir lo que quería me siento bien, contenta y satisfecha y si no lo he conseguido, me queda la mísera satisfacción de haberlo intentando y haberme peleado con ello, no es mucho, pero consigo que el gusano de “ te tienes que sentar a escribir” se calme por unas horas, tengo un tiempo de tregua hasta que empiece a roerme diciendo “ vuelve a intentarlo, enfócalo de otra manera..”.

En algunas ocasiones leer y escribir confluyen. Leo algo que he escrito, y mágicamente deja de ser algo que yo he escrito y pasa a ser algo que leo, las palabras que yo escribí, se transforman en lectura. Lo releo, me gusta, me hace bola, me protege, me sorprende…y entonces pienso..no hay nada que me guste más que esto.