lunes, 22 de junio de 2009

ES LA GUERRA, MÁS MADERA ( otra más con el de mantenimiento)

Llego a mi trabajo y me siento en mi despacho. No bajo a desayunar, no voy a la máquina de café, no salgo a fumar. Estoy sentada delante de mi ordenador hasta que bajo a por el rancho hacia las 3. Es lo que quiere mi jefe, para eso me paga y además si no estoy se pone muy nervioso. Si por casualidad me llama y en vez de estar sentada estoy de pié guardando algo en un archivador y tardo 3 tonos en cogerlo, al descolgar oigo:

- ¿ Dónde estabas?
- Sujetando un archivador antes de que se me cayera y me destrozará el pie.
- Ah vale.

Si por ejemplo he ido a la fotocopiadora que está exactamente a 20 metros de mi despacho y me llama desde su mesa, si no lo cojo a la tercera llamada..oigo como cuelga y sale andando de su despacho, asoma la cabeza para ver dónde estoy.

Hace poco le dí a elegir entre sondarme o avisarle cuando voy al baño para evitarle una crisis de ansiedad. Gracias a Dios eligió el aviso.

Bien, es evidente que mi sitio está en mi despacho. No me puedo mover de aquí y para eso me pagan. Hay gente que no lo entiende, por ejemplo las tías de “ control de accesos”, es decir, las recepcionistas de toda la vida que ahora son controladoras de accesos. Supongo que es para darse importancia, controlan los accesos cómo si hubiera peligro de invasión por parte de gente deseosa de ver una empresa de colocación de libros por colores o espías industriales que quisieran conocer nuestros secretos.

Me llaman:
- Hola guapa
- ¿ Perdón?
- Te llamo de control de accesos.
- Ah si, las de la portería.
- No, perdona, control de accesos.
- Vale, si, las de amarillo detrás del mostrador. Dime
- Que ha llegado un paquete.
- Vale
- Tienes que bajar a buscarlo.
- Jajajajajajajaja ¿ perdona?
- Tienes que bajar a buscarlo porque
no podemos tenerlo aquí.
- Pues subídmelo.
- No es mi trabajo

- Mira controladora de accesos, la importancia de nuestro trabajo es directamente proporcional a la distancia que hay desde nuestro puesto de trabajo al despacho del jefe supremo y mira tú por donde yo le tengo aquí delante mirándome y tú no.
- Vale, ahora te lo subimos.

Por supuesto me odian, pero es que coño, le das a alguien un uniforme, un ordenador y un tarjeta identificativa y se creen los amos del calabozo.

La semana pasada tuve otra bronca con ellas que está teniendo desagradables repercusiones en mi entorno laboral. Me llama mi jefe hecho una furia:

- ¿ Porqué no me has avisado de que me había llegado un paquete? He quedado fatal con un tío
- Aquí no te ha llegado nada
.

Llamo a las controladoras de accesos y con voz dulce pregunto:

- ¿Ha llegado algo para el Jefe Supremo?
- No, no ha llegado nada, te habríamos avisado.
- ¿ seguro?
- Si, si seguro. Aquí no hay nada y no hay nada apuntado.
- Vale, pues cuando llegue sea la hora que sea
( era viernes y yo iba en el coche ) me llamáis, a la hora que sea.
- Vale, vale.

A los 10 minutos me llaman.

- Oye, que si hay un paquete, que llegó antes de ayer.
- ¡PERDONA?
- Si, es que es muy pequeño.
- ¡ MUY PEQUEÑO? No he hablado contigo hace 10 minutos y me has dicho que no había nada y que no había nada apuntado?
- Te avisamos el otro día.
- MENTIRA. Y LO SABES.

Llamo a mi jefe:

- El paquete llegó hace dos días pero no me habían avisado

MI jefe suelta todo tipo de exabruptos malsonantes y sé que si tuviera a las controladoras a mano las fulminaba.

- ¡¡ voy a llamar a su jefe!

El jefe de las controladoras es a su vez mi archienemigo el jefe de mantenimiento al que por supuesto le ardió el pelo de la bronca que le cayó sin comerlo ni beberlo. El lunes siguiente vino a verme para ver qué problema había habido, o a ver cómo con una maniobra de arabesco lateral conseguía que la metedura de gamba de sus chicas fuera mía. Discutimos mucho y gane yo pero en venganza ha bajado la temperatura del comedor a 15 grados y me mira con odio cuando entro a comer.

Lo que no sabe es que estoy maquinando mi venganza. Hoy bajaré a comer con mi jefe y le pediré que me deje su chaqueta del frío que tengo. Pareceré un pingüino pero le daré pena y cuando suba dira: llama al de mantenimiento y le echará otra bronca porque la gente pasa frío en el comedor y estamos gastando mucho en aire sin necesidad.

La venganza es un plato que se toma frío y nunca mejor dicho.

viernes, 19 de junio de 2009

VERANEO FRANQUISTA


Cuando yo era pequeña llegaba el 20 de junio y lo natural, lo que había que hacer, era irse a Los Molinos. Había que recoger toda la casa de Madrid, mi madre limpiaba alfombras, recogía la plata, tapaba los muebles con sábanas y ponía barreños con agua en las habitaciones para que “ los muebles no cogieran polvo”. A mi todos estos preparativos me parecían necesarios e incluso entrañables porque marcaban el comienzo de mi “veraneo”. Lo de franquista se lo puso mi jefe el primer verano que le dije que me marchaba a Los Molinos: “ ah ya veo, tú como los ricos, veraneo franquista”.

El caso es que mis hermanos y yo desde los primeros calores primaverales empezábamos a dar la brasa: ¿ cuando nos vamos a Los Molinos? ¿ cuanto queda? ¿Por qué no nos vamos ya?

Por supuesto no apreciábamos el esfuerzo que hacían nuestros padres ni veíamos en su cara el terror al cambio de rutina invernal por el descontrol veraniego. Cuando eres pequeño la transición de una cosa a otra no supone ningún esfuerzo, te lo dan todo hecho, lo único que aprecias es que ya no llevas calcetines, te ponen pantalones cortos y no hay cole.

Llegábamos a Los Molinos y nos instalábamos. Nosotros íbamos pertrechados con nuestros juguetes y nuestros cuentos, de la ropa ya se ocupaba mi madre. Era llegar y empezar a correr por el jardín, coger las bicis, subir a los pinos y empezar a dar la brasa: ¿ nos podemos bañar? NO ¿podemos ir a ver la piscina? NO ¿ podemos ir a mojarnos los pies? NO por favor, por favor, por favor..HE DICHO QUE NO. Cómo a mi madre le funcionaba el supertono entonces recurríamos a la tortura psicológica, nos sentábamos muy cerca de dónde ella estuviera y la mirábamos fijamente para ver si así sentía pena. No solía funcionar, mi madre a cara de perro siempre gana.

Después de dos días allí ya teníamos la rutina veraniega montada. Mi padre se piraba a Madrid a currar ( esto tampoco lo apreciábamos) antes de que nos levantáramos y volvía cuando ya estábamos en pijama. El día consistía en levantarse en pijama y desayunar en la pérgola, tostadas de pan de verdad y nesquick ( estoy en contra del cola cao que hace grumos), luego había que vestirse y hacer tiempo hasta que pasaran las dos horas de la digestión. Los padres te contaban historias horribles de niños que morían por haberse bañado antes de tiempo o peor aún niños que se habían encontrado de repente rodeados de vómito de otro niño al que se le había cortado la digestión. Así que ahí estabas, intentando pasar el rato con el cuaderno de vacaciones o montando en bici o dando la brasa a tu abuela ¿ que hay de comer hoy, abuela?

Por fin, veías salir a tu madre con el bañador y decías: ¡HORA DE LA PISCINA! Y ahí qué íbamos, a sumergirnos en el agua gélida de la piscina durante un par de horas. Luego había que quitarse el bañador mojado porque por supuesto permanecer fuera del agua el tiempo suficiente como para que el que llevabas se secara era inconcebible, y sentarse a comer.


Luego venía lo peor, el momento más odiado del día: la siesta. “ noooo, mami por favor…déjame ver la tele” Confieso en este foro público que yo jamás vi “ Verano azul”, mi madre consideró que era moralmente perjudicial para sus retoños ver esa serie dónde jovenzuelos desvergonzados decían tacos y lo que era peor de todo contestaban a sus padres. Jamás se lo perdonamos. Durante todo un verano fuimos unos apestados porque todo el planeta hablaba de Javi, Desi, Pancho y Chanquete y nosotros no sabíamos quienes eran. Desde aquí lo digo, bastante normales hemos salido para cargar con esa carencia.

La siesta venía disfrazada otra vez más de “tiempo de hacer la digestión”. 2 horas de aburrimiento peores que las de la mañana porque en estas además no se podía hacer ruido y no se podía salir al jardín porque hacia mucho calor. A pesar de nuestras reticencias al final nos dormíamos de aburrimiento. Ahora por supuesto y por si alguien tiene alguna duda la siesta para mis princesas es superobligatoria, dos horas y media de descanso son un regalo.

A las 6 comenzaba otra vez la rutina de la piscina pero esta vez venía delimitada por la “sombra”. Por el tono de tus padres parecía que si la sombra te tocaba te convertirías en piedra, “ niños, salid ya que está todo en sombra”. Ahora, con mi sabiduría maternal sé que la “sombra” era una estratagema de los padres para que no se les hiciera de noche vigilándonos en la piscina.

Mojados y arrugados como garbanzos nos arrastraban a “vestirnos”, el bañador y la camiseta no se consideraba ropa. Por la tarde había que ponerse algo más decente, los 3 iguales por supuesto. Lo peor de esto es que la supuesta ropa de verdad no se podía manchar, así que los juegos de la mañana: correr, montar en bici, hacer montañas de arena, tirarse al suelo con las chapas, jugar a las canicas..etc, no se podía hacer porque “ te estás poniendo perdida de arena”.

A veces salíamos a pasear comiendo pipas o íbamos a casa de alguien andando. Eso era un “plan especial”, nos gustaba, pero éramos felices en casa de mis abuelos..el jardín era enorme y tenía pasillos a los que sólo íbamos de “aventura”.

Al final del día cenábamos antes que los mayores y nos acostábamos a leer mientras escuchábamos a los mayores cenar en la Pérgola.

Eran veranos de rutina y eran geniales.

El viernes que viene empieza el veraneo franquista para mis hijas, pero ya no lo veo tan idílico. Desde el mes de mayo empiezo a tener pesadillas con la nueva reorganización, tendré que hacerme 270 km al día para ir y venir del curro, cuadrar la rutina con mi madre, mis hermanos, mi sobrino, el ingeniero, mi cuñado y organizar todo de nuevo. Para mí será una paliza pero para las princesas es un verano genial:

- mami, ¿cuantoz diaz quedan para irnos a vivir a Loz Molinoz?

jueves, 18 de junio de 2009

MÁS BRUCE: Thunder Road.

Cuando Bruce publicó esta canción yo tenía 2 años.
Cuando la escuché por primera vez tenía 16.
Cuando entendí la letra tenía 20 y pensé qué " So you're scared and you're thinking That maybe we ain't that young anymore" no tenía nada que ver conmigo.
Cuando la escuche con 24 pensé que " You ain't a beauty, but hey you're alrightOh and that's alright with me" era una frase de amor preciosa por real.

Quedan 44 días para el concierto de Valladolid, en breve me atacará la "brusitis" me pondré nerviosa y en mi coche sólo sonará Bruce.

Además este año, por fin F. viene conmigo.





Me gusta esta versión porque es sólo él, un tío cantando.