
El aburrimiento laboral me lleva a la más absoluta de las desidias en todos los aspectos de mi vida y de la desidia al ridículo hay un paso muy corto. Esta semana ha sido el colmo y estoy empezando a preocuparme:
Lunes. Me pongo un vestido ideal de la muerte, comprado en los chinos, (esta es la típica cosa que según mi madre no hay que decir nunca porque pierdo prestigio, a estas alturas ¿qué prestigio?). Me miro en el espejo del vestidor, estoy ideal y superflaca, los zapatos pegan con el vestido y las medias son nuevas. Me peino. Resultado satisfactorio. Dos horas y media después, voy de camino al baño en el curro y al mirarme en una de los dos millones de ventanas que hay en mi edificio, veo que algo cuelga por detrás, pero ¿qué coño es eso?, mierda ¡ la etiqueta de los chinos!, me he estado paseando con la etiqueta colgando. Lo que me lleva a preguntarme: ¿ la gente no me mira? ¿ me mira y les doy tanto miedo que no se atreven a decírmelo? ¿ me miran, lo han visto y se están descojonando? No creo que se atrevan.
Martes. Normalmente desde que desayuno hasta que llego a mi maravilloso puesto de trabajo pasa una hora y media. Mi vegija está programada para aguantar durante esa hora y media el zumo, el café y la leche de los cereales. Si tardo más, empieza a protestar. El martes comenzaron unas obras en la carretera que cojo normalmente y que tienen pinta de durar toda la eternidad, el caso es que esas obras retrasaron mi llegada al curro en 20 minutos durante los cuales casi no pude ni hablar con mis compañeros de ruta porque estaba concentrada en mi control de esfínteres. Llegamos al curro, salgo corriendo del coche sin despedirme ni nada..corro y cuando llego al baño me doy cuenta de que llevo las bragas al revés. ¿ Cómo es posible? Joder, si me visto a las 8 y media de la mañana con la luz encendida. Soy un desastre. Por lo menos de esto no se ha dado cuenta nadie. Valoro la posibilidad de quitarme los zapatos, las medias y ponérmelas correctamente y decido que me da pereza.
Miércoles. Llego al trabajo y según voy por el parking, me acerco a una papelera y tiro los restos que quedan del cinturón de la chaqueta que llevo puesta y que ha ido rozando con el asfalto mojado 86 km.
Jueves, me pongo unos pantalones y según entro en el despacho el botón cae rodando. NI siquiera me molesto en buscarlo. A media mañana al ir a tirar el líquido asqueroso de mi yogur, no calculo la fuerza de la gravedad y por tanto inclino demasiado el envase y veo como el líquido y posteriormente el yogur se desliza suavemente hasta explosionar debajo de mi mesa de despacho. ¿ se puede ser más inútil?
Viernes. Marco mecánicamente el teléfono, da el tono: