6:30. Entro en la cocina. Enciendo la cafetera. Saco la leche, el zumo, la mantequilla. Meto la rebanada de pan en el tostador.
Cojo la taza, echo el café, la leche. Meto la taza en el microondas. Mientras me sirvo el zumo enciendo la radio.
“El actor James Gandolfini ha muerto de un infarto masivo a los 51 años de edad durante unas vacaciones en Roma”.
Me derrumbo en la silla. ¿Tony Soprano? Joder. ¿51 años? Joder, 11 más que yo. ¿de un infarto? Joder. Estaría tan feliz de vacaciones y al minuto siguiente ya no estaba. Como papá. Los infartos son increíbles, son parar la vida en seco. Son como el final de Los Soprano...estás vivo y al minuto siguiente todo se ha ido a negro. Fin.
Me bebo el zumo. Me viene a la mente un recuerdo de hace mil años. Con 17 años, en el recreo de Cou. Llovía y no habíamos salido al patio ni a tomar un café. Unas cuantas amigas hablábamos de la muerte y de repente alguien hizo una pregunta idiota, una de esas preguntas idiotas que haces con 17 años, cuando la muerte es algo que no te ha afectado, cuando crees que siempre les pasa a otros, que es para gente mayor, que siempre avisa y que tú estás a salvo.
-¿Qué preferiríais? ¿Moriros vosotros mañana o vuestra madre?
Una pregunta muy idiota, efectivamente. La mayoría respondió que prefería morirse a que muriera su madres. Alguna incluso dijo cosas grandilocuentes del tipo “yo no soportaría que le pasara algo a mi madre”. De repente, una chica que se llamaba Trini (espero que siga llamándose así) dijo:
- yo preferiría que se muriera mi madre. Me moriría de pena si mi madre se muriera mañana pero ella ya ha vivido...yo quiero vivir..no quiero morir, así que preferiría eso. De la pena me sobrepondria...de mi propia muerte no.
Nos quedamos heladas. Éramos idiotas y nos parecía que eso quería decir que no quería a su madre. Y no era eso, sencillamente ella había pensado en la muerte como lo que es. El final. Si te mueres no hay nada más. Se acabó y ella tenía 17 años y prefería seguir viviendo.
Es un recuerdo que tengo en la cabeza desde entonces y hoy me salta a la cabeza mientras desayuno y escucho la noticia de James Gandolfini. Aunque creamos que no, siempre preferimos la muerte de otros a la nuestra. Hasta que tienes hijos. Si pudieras morir mil veces para evitar que ellos murieran lo harías, porque el simple pensamiento de verlos morir es lo más aterrador y espantoso que puedes pensar en la vida. Solo pensarlo te ahoga y te paraliza. Sabes que tus hijos van a morir, claro que lo sabes...pero aqui tienes cristalino que tú quieres morir antes, sabes que lo que vendría después no sería vivir...sería sobrevivir y poco más.
Me voy a la ducha. Joder, Gandolfini. Es una chorrada, no le conocía, era solo un actor de una serie que me encantó, que me moló hasta el infinito. Hace poco le había visto en otra peli “ Mátalos suavemente” donde tenía el monólogo más soez, más basto, más bruto y más pornográfico que he escuchado en mi vida.
Muerto. De repente. Infarto y fundido a negro.
Abro el grifo. Me cae el agua por la cabeza. ¿Cómo preferiría morirme?
De un infarto. Sin enterarme. Estoy y de repente no estoy. ¿Te das cuenta de que te mueres? No. Creo que preferiría eso, de hecho tengo muchas posibilidades, la herencia genética apunta a que me toque algo asi. Un poco de humor negro mientras me lavo el pelo. Pero..¿Qué preferirían los que me quieren? ¿Qué preferiría yo para los que me rodean? ¿Qué es mejor? ¿Morir de repente o morir por alguna enfermedad que te “prepare”? Ambas cosas son inevitables. No hablo de morir en un accidente de coche o por una mala suerte increíble o asesinado o algo así. Morir de un infarto o de una enfermedad...dos cosas que no están en tu mano, que están en tu cuerpo pero que no controlas. ¿Qué es mejor?
Morir de un infarto es mejor para el que muere. Ni siquiera sabe que se ha muerto. No sufre. Nada le duele. Es y deja de ser. No se deteriora, no se va apagando. ¿Cómo lo viven los que le quieren? Con incredulidad, ese instante en el que todo se acaba parece tan increíble como encontrar un unicornio en tu pasillo. Sencillamente no puede ser. Se piensa que algo tenía que habernos avisado de que eso iba a pasar, que es algo tan grande, tan inconmensurable, tan inabarcable que algo tenía que habernos advertido de que llegaba ese momento. Estaba hablando y ya no. Teníamos planes. Ibamos a hacer.. Pero no. Estaba y ya no está.
Morir de una enfermedad no es mejor para nadie. Es una putada. Es sufrir, es dolor, es deterioro, es agotamiento, es culpabilidad para el enfermo que ve sufrir a los que le cuidan y rodean. Es culpabilidad también para los que le cuidan que se agotan y cada vez se sienten peor y sufren porque ver sufrir al enfermo y a ratos piensan que es mejor que todo termine para acabar la agonía y descansar todos y se sienten culpables por tener ese pensamiento, por creer que la muerte sería mejor. No es que la muerte no sea mejor que un sufrimiento atroz y sin esperanza, yo creo que lo es...pero pensarlo da mucho miedo y vértigo. El sufrimiento y la agonía es horrible pero prepara para la muerte, pero es curioso, te encuentras pensando que siempre pensaste que querrías tener señales de que la muerte llegaba, para hacerte a la idea y ahora que tienes esas señales delante, que son evidentes...deseas no verla, que no sean verdad, que estés equivocado. Pero no sirve. Son de verdad y están ahí...La agonía de la enfermedad es espantosa pero lo único que puede tener de bueno...es que cuando termina, cuando se acaba y llega la muerte, queda el alivio del descanso. Sabías que pasaría y aunque jamás se está preparado...por lo menos te había dado tiempo a pensar como sería.
Salgo de la ducha. Me visto. 40 años. Gandolfini 51, mi padre 53, mi abuelo 50. Ellos hombres, yo mujer. De Gandolfini no he heredado nada. De mi abuelo y mi padre sí. Un gen raruno.
¿Y si me da un infarto? ¡Bah! Me encuentro bien.
Ellos también.