jueves, 18 de mayo de 2023

Lecturas encadenadas. Abril

Pues ya: cuando todo el mundo lo daba por perdido y ya nadie lo esperaba, por fin he conseguido sacar un rato, mientras mis hijas se duchan y se preparan para hacerme la cena, para escribir el post de lecturas encadenadas de abril. He estado tentada de dejarlo pasar y de esperar a junio para unir las lecturas de abril y mayo, pero no me parece bien. Escribir cada mes sobre lo que he leído, estos posts, son un poco como los círculos concéntricos de los árboles que marcan su edad. Cuando los releo, estos posts me sirven para ver cuánto leía en diferentes épocas de mi vida, según lo que me estuviera pasando o la vida que llevara. ¿Le importa a alguien? A mí. 


Al lío. 


Hace muchísimos años, quince más o menos, en el mundo de los blogs éramos muchos pero estábamos organizados en círculos de intereses. En uno de esos círculos, sobre libros, yo leía Notas para lectores curiosos, que escribía una misteriosa Elena Rius. Años después esa misteriosa Elena Rius me contactó para ser menos misteriosa y para ofrecerse a ayudarme a intentar publicar un primer libro con las entradas que yo escribía sobre mis hijas, sobre mi faceta como madre desnaturalizada. Con Elena aprendí muchísimo del libro editorial (y publiqué mi libro) y nos hicimos amigas. Nos vemos cada vez que una de las dos visita la ciudad de la otra y nos escribimos con pistas sobre viajes o arte. 


Vidas paralelas. Cinco matrimonios victorianos, de Phyllis Rose, es el libro que me regaló Elena cuando vino a Madrid en marzo. Se publicó en los años 80 y ella lo ha traducido ahora para Gatopardo. «Te va a gustar, es interesante, entretenido y a Nora Ephron le encantaba», me dijo mientras nos tomábamos una caña. Ella siempre escribe sobre lo peligroso que es recomendar libros y lo poco que le gusta, pero conmigo siempre acierta. 


A pesar de que, como he dicho, Vidas paralelas se publicó en 1983 (hace 40 años), lo que cuenta está más vigente que nunca. Phyllis Rose desgrana la vida y milagros de cinco matrimonios (más o menos célebres dependiendo de cómo estés de puesto en literatura inglesa) y abarca el periodo que va de 1821 hasta 1878. Jane y Thomas Carlyle, John Ruskin y Effie Grey, Harriet Taylor y John Stuart Mill, Catherine Hogarth y Charles Dickens y George Elliot y George Henry son las cinco parejas protagonistas del libro, con los Carlyle como eje de todos porque cada capítulo comienza con una anécdota que une a los Carlyle con el resto. De los cinco, el único feliz es el que no se casó, lo que supuso un gran escándalo en la época: el de Geroge Elliot y George Henry, que permanecieron juntos más de veinte años porque él, por ley, no podía divorciarse a pesar de la continuada y demostrada infidelidad de su mujer que, campeona, tuvo seis hijos, de los cuales tres eran del bueno de Henry y tres del amante y esto era conocido por todo el mundo. Eso sí es poliamor... 


El de John Ruskin y Effie Grey es de no creérselo y de sentir mucha pena por la buena de Effie, que se casó enamoradísima con un tipo apegado a sus padres como un koala y que en la noche de bodas pensó que el cuerpo de una mujer no era exactamente lo que él pensaba, así que de follar ni hablamos. Tras muchos años de aguantar a sus suegros dando la turra y no llevarse ni media alegría al cuerpo, ella consiguió divorciarse porque demostró que no habían consumado y fue feliz con otro al que su cuerpo sí debía gustarle porque tuvieron seis hijos. No quiero contar mucho más de los demás, pero diré que la historia del matrimonio Dickens es tristísima y ha hecho que él me caiga fatal. 

«Lo que me gustaría es que estas historias les hiciesen cuestionarse de qué manera la presunción del matrimonio, la ficción del matrimonio, ha influido sobre sus vidas, ya que estoy convencida de que el matrimonio, no importa si lo consideramos una relación psicológica o política, ha determinado la historias de nuestras vidas en mayor medida de lo que solemos admitir».

Vidas paralelas es una lectura fantástica, erudita sin ser pedante ni cargante, entretenida y divertida. Es interesante ver cómo lo que nos pasa a nosotros, a nuestros matrimonios, ya pasaba hace 150 años: las ilusiones, las expectativas, el roce en el día a día, las diferentes velocidades en la relación, las crisis, la falsa ilusión de que fuera se está mejor, la tristeza por el fracaso, la búsqueda de culpables de ese fracaso. En lo que hemos cambiado un poco, pero tampoco nada espectacular, es en el papel que las mujeres tenemos. Ahora podemos divorciarnos, tenemos propiedades, los niños son tan nuestros como de ellos y si peleamos podemos tener una carrera profesional tan importante o más que la de ellos. Podemos, además, tener sexo antes de casarnos y ¡tenemos anticonceptivos!


«Jung, teniendo en cuenta la monumental tarea de reeducación a la que debe enfrentarse la psique en la edad madura, lamenta que no existan universidades para cuarentones, que les preparen para la segunda mitad de la vida. “Totalmente desprevenidos, nos internamos en el atardecer de la vida, peor aún, damos ese paseo creyendo erróneamente que nuestras verdades e ideas siguen siendo válidas como hasta ahora. Pero no podemos vivir el atardecer de la vida siguiendo el programa de la mañana; pues lo que era importante por la mañana será difícil por la tarde, y lo que por la mañana era cierto, por la tarde se habrá convertido en una mentira”».

¿Cómo es cuando aprendes esto que dice Jung? 

Mi siguiente lectura del mes, Life among the savages, de Shirley Jackson, también me llegó por Elena. Hace mil quinientos años lo recomendó en su blog y yo, muy disciplinada, lo apunté en mi lista de pendientes. Lo encontré en Shakespeare & Co, en París y me lo traje, claro. Me lo he pasado tan bien, me ha gustado tanto… En este libro encuentras un aspecto de Shirley Jackson que no te imaginas si solo has leído sus cuentos o sus novelas de “terror”, como Siempre hemos vivido en un castillo. Este libro es una crónica de su vida familiar con los Savage, que son su marido y sus hijos porque ese era su apellido. Poco después de nacer su hija se marchan a vivir a las afueras a una gran casa y allí Shirley tiene que pelear con su incapacidad para las tareas del hogar y para elegir a una persona que la ayude; lidia también con su marido, con la necesidad de sacarse el carnet de conducir y los mil y un problemas que tener un coche le acarrea y con el nacimiento de dos hijos más. Es una narración divertida, ingeniosa e irónica de una mujer desbordada, encantada, agotada y sorprendida por quiénes y cómo son sus hijos. No se parece nada, por cierto, al biopic que se estrenó hace un par de años con Elisabeth Moss haciendo de Shirley: esto es mucho más ligero con un toque Mad Men. Eso sí, no está editado en castellano. En cualquier caso, hay que leer a Shirley. 

Mi siguiente lectura del mes fue Cauterio, de Lucía Lijtmaer. Confieso que soy muy fan de Deforme Semanal (aunque últimamente me he desenganchado bastante) y que Lucía me cae fenomenal. Creo que es una mente brillante, muy inteligente, y que tiene un gran bagaje cultural con muchísimos referentes que las dos compartimos, aunque yo no sepa usarlos para teorizar como lo hace ella. Creo, además, que sabe escribir. Pero la novela no me ha gustado. Me encantaría poder decir que me encantó, que la encontré interesantísima, me encantaría poder mentir pero no puedo. ¿Es esto una tara? Pues a lo mejor. A mi madre la miento sin miramientos pero con los libros no me sale.

Cauterio se estructura en torno a la vida de dos mujeres, una sin nombre que vive en nuestra época sufriendo muchísimo de desamor y depresión; y otra, Deborah, llegada a las colonias americanas con los puritanos británicos. No me he creído ninguna de las dos historias ni he conseguido que me interesaran lo más mínimo, a pesar de tener la mejor de las intenciones y poner mucho esfuerzo en ello. Quería que me gustara pero no ha habido manera. 

Con esta frase que dice la protagonista sin nombre, «En su lugar, me voy a vivir a Madrid, que es algo bastante parecido a la muerte», sí que conecté: es mi día a día. 

Mi última lectura del mes tampoco fue un éxito. Después de lo mucho que me había divertido con Los millones, de Santiago Lorenzo, mi hermano me dejó su aclamadísima novela Los asquerosos, que ha vendido tropecientos mil ejemplares y ganado mil quinientos premios. Bien, pues me aburrí también. Todo lo que en Los millones me creí, me divirtió, me pareció tierno y bien construído, aquí me suena a copia estilizada para vender. De hecho, y no sé si esto lo ha dicho alguien porque no leo críticas de libros, Los asquerosos es una copia de Los millones, es la misma situación trasplantada de La Ventilla a un pueblo perdido en no se sabe dónde pero carece de la chispa, de la inocencia, del tono esperpéntico de la primera novela. En su defensa solo puedo decir que se lee como pipas, pero poco más. Si alguien quiere leer a Lorenzo, que lea Los Millones

Termino de escribir esta entrada después de haber cenado espaguetis carbonara preparados por mis hijas. La primera vez en su vida que me hacen la cena. No sé si contar que lo han hecho por la culpabilidad que sintieron ayer cuando yo preparé tortilla de patata y ensalada y no aparecieron a cenar. Yo, como Shirley Jackson también podría escribir una crónica familiar... sin el toque Mad Men, claro. 

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de mayo… que a este paso serán solo un encadenado. 

*Sobre el matrimonio y el amor este mes también leí este artículo de una filósofa que reflexiona sobre el tema a partir de sus relaciones. Me pareció interesante pero un poco de estar flipándose mucho y querer descubrir la pólvora. (En uno de esos casos de serendipia que me encantan, en el artículo aparece mencionado Vidas paralelas)


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2 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Los asquerosos como los espaguetis están sobrevalorados, te quitan el hambre pero poco mas
Mucho estoy coincidiendo ultimamente.
Beeeesos

Unknown dijo...

Me llamó mucho la atención el laísmo de la mentira a tu madre. Creo que es el primero que te leo.
Saludos.