martes, 22 de febrero de 2022

Qué hacemos con...

¿Qué hacemos con la gente a la que mandas correos de trabajo y no te contesta nunca? ¿Qué hago cuando les mando dos correos más, y hasta tres, y siguen ignorándome? ¿Qué hago para no insultarles? ¿Qué hago cuando esa misma persona, con todo su papo, dice «uy, no me había enterado»? ¿Cómo me contengo para no escupirle con tono de actriz de cine negro: «querida, eres una mentirosa»? ¿Cómo me contengo para no pegarles una pedrada? ¿Qué hacemos con la gentuza que deja los patinetes en medio de la calle, del paseo, tirados en la acera? ¿Qué hacemos para no quemarlos en una hoguera por merluzos y vagos?  ¿Por qué no tengo un lanzallamas? ¿Qué hago con mi hija cuando me dice que soy pesadísima recordándole las cosas y cuando, luego, se le olvidan me manda emojis con caritas de pena y me dice «no lo he hecho aposta, ¿a ti nunca se te olvida nada?» ¿Qué hago para no decirle «claro que lo has hecho aposta, no has tenido nunca ningún interés en recordar lo que tenías que hacer/mandar/decir/enviar, confiabas en que al final lo hiciera yo o mágicamente se disolviera en el éter de tu existencia a salvo de cosas que hacer»? ¿Qué hago con los que pasean a su mini perro con correas de tres metros de largo y encima van mirando el móvil? ¿Qué hago para no decirles «si me tropiezo seguro que me mandas un emoji y me dice ha sido sin querer»? ¿Qué hago con la gente que, en el metro, cuando se abren las puertas, se queda parado en medio no sé si creyendo en la penetrabilidad de los cuerpos o simplemente pensando que dejar pasar no va con ellos? ¿Qué hago con el torno de entrada al metro, en la estación de Gran Vía, que no funciona nunca? ¿Qué hago con los tickets que se acumulan en mi cartera si luego no los miro nunca? ¿Qué hago con los bostezos que me brotan estando en pilates? ¿Qué hago con las pelis que todo el mundo adora y a mí me parecen un bluff? ¿Qué hago con el aburrimiento que me produce ir a pilates? ¿Qué hacemos con la burbuja absurda que se está creando en Instagram con las asas anchas para bolsos? ¿Es que nadie recuerda los relojes con correas y esferas intercambiables? Claro que no. ¿Por qué? Porque eran mala idea. ¿Qué hago con el hecho de que si yo me pongo un abrigo de esos largos y estilosos, que están por todas partes, parece que he salido de casa con una bata heredada de mi abuelo? ¿Qué hago con los mil quinientos voluntarios de Médicos del Mundo que me asaltan cada día a la salida del trabajo a los que digo: ya soy de Médicos del Mundo y me miran con sospecha? ¿Qué hago con el que ayer me captó con alguna milonga que no recuerdo y no para de llamarme desde ayer? «Ya soy de médicos del mundo» le grito al móvil sin descolgar la llamada. ¿Qué hacemos con los mensajes de confirmación de servicios que al abrirlos cierran automáticamente la web en la que te lo piden, teniendo que empezar todo el proceso otra vez? ¿Con quién hay que hablar para que esto se solucione? ¿Qué hacemos con la enésima campaña de influencers ideales anunciando que por el bien de la comunidad necesitamos un Instagram sin filtros? ¿Qué hago con la indignación que me provoca tanta banalidad y tanto postureo? ¿Qué hago con un vuelo a Seattle con una conexión en Paris de solo una hora? ¿Lo compro o no lo compro? ¿Qué hago con mi movil que tiene la pantalla rota? ¿Aguanto hasta que sea inservible o lo soluciono ya?  ¿Qué hago con la constatación, día tras día, de que el mejor momento del día, ese en el que me meto en la cama, me estiro y cojo el libro, cada día dura menos? ¿Me acuesto antes? ¿Qué hago con el invierno que me han robado? ¿Qué hago con este febrero que parece un abril? ¿Qué hago con las nubes que no he visto, la lluvia que no ha caído y el frío que no he sentido? ¿Qué hacemos con este cansancio?

¿Empiezo con el cambio de armario? 

3 comentarios:

Stf dijo...

Esos periodos en que la ira es la zona de confort… 

Unknown dijo...

No tengo ni la menor idea de qué me trajo hasta aquí. La vida es un acertijo que se dilata en el tiempo.

Tampoco entiendo por qué mi camino se cruza con el de ciertas personas, cuando intuimos ya desde el inicio que el encuentro apenas va a durar. A qué gastar tiempo y llamadas, digo yo. Para qué quedar. Para qué esperar en una esquina a alguien que tal vez llegue tarde y a quien seguramente no volverás a ver más después de unos meses, cuando los formalismos y una cordialidad un tanto fingida, se vayan debilitando y terminen por venirse abajo.

Sé de alguna gente que me tienen por un provocador y al leer estas líneas pensará seguro que sólo intento llamar la atención o hacerme el interesante y todo eso. No creo que esa aseveración sea del todo falsa, pero no lo es tampoco la interrogante lanzada, al vuelo, al inicio de este escrito.

Siempre me ha intrigado saber quién, y por qué motivo, traza el curso de nuestras viajes, paseos, idas y venidas, etc.

Por qué, por ejemplo, salimos a una hora a la calle y no a otra. Por qué decidimos de pronto entrar en un bar o en una tienda que pareciese, hasta ese día, estarnos vetados.

Y quién decide que mañana yo conozca en ese bar, en esa tienda o, por poner un ejemplo más preciso, en un foro de internet, a Manuel y no a Martín, a Elena pero no a Verónica, a un futuro amigo y no a la persona con quien bien pudiera pasar el resto de mi vida.

Qué o quién nos impulsa a hablar con él o con ella, a intercambiar impresiones, a sentir simpatía inmediata o rechazo, a enviarnos mensajes a espaldas de todos y a quedar otro día a fin de intimar un poco.


Tal vez, si fuera posible, me gustaría conocer al autor de tal cúmulo de coincidencias. Al hacedor de este embrollo. O, mejor aún, al matemático que inventará el algoritmo capaz de echarle un pulso al destino y dibujar el mapa, con el recorrido exacto, a través del canvas de la vida, de esa persona o personas que llevo décadas buscando.

Sería como un gepeese pero a lo bestia.

Podría así estar en el momento y en el lugar adecuados tomándome algo. Y todavía me sobraría tiempo para dedicarme a otras cosas. Como, por ejemplo, averiguar la salida a este intrincado laberinto.

Anónimo dijo...

Qué hago con tantos hacemos que, además de los que ya pensé al levantarme, me cuestiono tras tu texto? eh? qué hago?

Así no avanzamos, cachis...

Felicidades por tus 49, por cierto, siempre tarde lo mío, es un sino.

Y eso que ahora, raro es el correo de "Sonograma" en el que no te mencionan y me siento orgullosa y de lo bien que estás creciendo. Palabrita. Y me acuerdo de ti.

Ea, buen viernes, ya queda menos para más libro y estiramiento de los de sin agobio por tardar en apagar la luz.

Marga