viernes, 24 de diciembre de 2021

Mi vida en mis pestañas

El correo del trabajo, el calendario del trabajo, mi mapa de tesoros en internet por el que brujuleo todos los días, un estudio sobre los podcasts de periódicos en Alemania, mi excel de podcasts, mi calendario particular donde apunto todos los episodios que escucho y los compromisos que no son laborales, mi correo particular lleno de newsletters,  mi página de pocket casts, una receta de caldo consistente, otra con sopa borsch y otra más con bizcocho de zanahoria sin gluten, whasap web (gracias, gracias, gracias por esta funcionalidad), una página de mónologos para audiciones en inglés en la que tengo seleccionado el mónologo de Jesse en Antes del amanecer cuando le pide a ella que se pasen toda la noche hablando o se arrepentirán toda la vida, la lista de reyes, twitter, el obituario que Tallón ha escrito sobre la Didion y el procesador de textos en el que escribo todos los posts. 

Alguien dijo, alguna vez, no se qué sobre que si miras el bolso de una mujer podrás conocerla. Mi bolso no dice de mí más que que soy una chapucera de primera categoría. Mis pestañas de navegación, sin embargo, me retratan por completo. En esas pestañas se resume mi vida; mi trabajo, mis aficiones, las pruebas de amor permanente que hago por mis hijas, mis debilidades y mi procrastinación. También están ahí, en esas pestañas, mi sueño de una vida, de un futuro en el que tenga tiempo para leer todo lo que me interesa, todo lo que quiero abarcar, todo por lo que tengo curiosidad. Y, como la vida te da sorpresas, a lo mejor esta semana me da tiempo a algo de eso. Como otros miles de personas, me toca quedarme encerrada en casa con mi hija. Se detiene el tiempo y los compromisos y vuelvo al chandal y las camisetas mugrientas. He hecho una compra monumental porque, como buenas seguidoras de las Gilmore Girls, sabemos que si hay bueneces en la nevera las penas son menos y nos disponemos a pasar una semana en amor y compañía separadas por una pared, dos mascarillas y acompañadas por nuestros libros, pelis y ordenadores. Por primera vez en sus dieciocho y en mis cuarenta y ocho años no vamos a cenar con su abuela, mi madre y toda nuestra familia materna. Mi madre está mohína, está un poco como si se acabara el mundo. «Están terminando con las navidades», me ha dicho esta mañana. Yo he estado un poco insensible porque me ha entrado la risa. Primero por la acusación ¿quién está acabando con las navidades? y segundo por el tono, parecía la condesa madre de Dowtown Abbey poniendo mohínes. Mi otra hija se me ha hecho indie en Seattle. Me manda fotos reveladas en papel en las que parece que vive en 1990, está descubriendo el encanto de lo analógico y lo que es más divertido, cree que me lo está descubriendo a mí. También es la primera navidad en la que no está con nosotras. 

Todo lo que me pasa hoy está en esas pestañas de mi navegador. El trabajo, el ocio, la Navidad en soledad, el anhelo de tiempo, mis amigos, mis hijas, mis locuras. Además, miro por la ventana y, por fin, llueve. Va a ser una buena Nochebuena. 

Feliz Navidad. Cuidaos y no comáis brocolí hoy.

PS: lo del monólogo lo explico. Mi hija, la indie, se presenta a unas pruebas para un musical en su instituto en Seattle y me ha pedido que le busque un monólogo que vaya a hacerle triunfar. 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliz Navidad Moli! Hace 10 años, cuando esto no se llevaba, pasé unas navidades aislada en una habitación de hospital, no había Internet, ni WhatsApp, ni plataformas de entretenimiento. Entiendo a tu madre pero me alegra saber que vais a estar bien. En el móvil nunca tengo menos de 12 pestañas abiertas, y me has definido genial: mi trabajo, mis sueños, mis planes y los de los míos.
Besos.
Descerebrada Eva