lunes, 25 de junio de 2018

Yo me bordé mi ajuar

Leo la última entrega del "Querido diario" de Tallón sobre el mundial y su peripecia en una boutique "del botón" en la que en su escaparate se anuncian «Los 430 colores más bellos para bordar» y me acuerdo de la caja de hilos de bordar de mi madre. Era una caja azul de lata (que seguro que está por casa aún, recordemos que mi madre es inmune a Mary Kondo) con un paisaje inglés pintado en la tapa. No recuerdo que nunca tuviera galletas ni dulces así que quizás la heredamos de alguien. Mi madre la tenía llena de hilos de bordar de colores. Los ovillos de hilo de bordar son tan bonitos y dan tantas ganas de coser como las cajas perfectas de lápices de colores. Las ves en los escaparates y no puedes contener las ganas de tener una hoja en blanco y empezar a pintar porque con esos lápices seguro que consigues dibujar algo precioso. La realidad te pone en tu sitio enseguida y, poco a poco, decides resignarte a mirar los lápices en el escaparate. Con los hilos pasa lo mismo, durante años los admiras en su caja como si fueran un tesoro, sus colores brillantes, ordenados por tonalidades y ves a tu madre cosiendo y bordando servilletas, manteles, sábanas, toallas. Parece fácil, ella lo hace sin mirar, mientras ve la tele, mientras charla contigo, mientras te echa broncas sin pincharse... y piensas «no puede ser tan difícil». Y así, con el enésimo «no puede ser tan difícil» de tu vida te encuentras un buen día bordando tu ajuar. Sí, yo me bordé mi ajuar. Dos juegos de sábanas, dos manteles, dos juegos de toallas y no sé si se me olvida algo. Y aún hay más, tengo un baúl del ajuar que, ahora, utilizamos de mesilla de noche y en el que guardo la ropa de verano en invierno y la de invierno en verano. 

Bordarme el ajuar se me dio bastante mejor que pintar cualquier cosa. Bordé mi nombre con un precioso hilo azul marino en unas toallas blancas que todavía utilizo. Bordé unas preciosas hojas, en distintas tonalidades de ocre, en una tira que luego cosí a un juego de sábanas, bordé mil adornos multicolores en un mantel rojo intenso que responde con precisión al adjetivo "navideño" y sé, que en alguna bolsa, en algún armario, en una bolsa amarilla de Antoñita Jimenez, me  está esperando un precioso mantel blanco con un millón de flores de colores. No lo terminé, me casé antes de terminarlo y, después, no encontré el momento ni el tiempo para retomarlo. 

Ayer pensé que quizás sea el momento de retomarlo. ¿Por qué? Por llevar la contraria. Asisto con incredulidad, sorpresa y con bastantes ganas de repartir collejas como Amparo Baró en aquella serie mítica de televisión, a una reinterpretación de cada pensamiento, acción, reacción u omisión de la vida diaria, de la vida diaria de las mujeres, de mi vida diaria como mujer, madre, divorciada, trabajadora... en función del supuesto machismo que domina mi vida sin que, por lo visto, yo me entere. Y entonces, mientras asisto atónita a esta ola de «vengo a explicarte como es el mundo porque los hombres son todos malos y tú no te enteras» pienso en cómo se interpretaría el hecho de que yo me bordara mi ajuar. Supongo que, completas desconocidas poseedoras de la verdad absoluta por el mero hecho de ser mujeres, me dirían que el hecho de que me bordara mis toallas, mis manteles y mis sábanas y los guardara en un baúl constituye un ejemplo de cómo el patriarcado y la idea de que mi futuro era casarme me oprimió para hacer eso. 

Y la verdad, la realidad, es que  bordé mi ajuar porque me encantaban los hilos de colores de la caja de lata azul. 


16 comentarios:

Myriam González Gil dijo...

No puedo estar más de acuerdo contigo: parece que hoy en día las mujeres somos seres inferiores y oprimidos a los que hay que enseñar a ser libres y "empoderadas" (qué poco me gusta esa palabra).

neoGurb dijo...

Qué bien que lo digas tú. Yo, como hombre dominador y maltratador en potencia, no puedo discrepar de el discurso imperante.
Gracias.

Anónimo dijo...

Ofendido me has!

Anijol76 dijo...

Yo lo que peor llevo de ese feminismo reaccionario al que te refieres es la obligación a sentir miedo por ir sola por la calle. Valiente gilipollez. Le agradezco mucho a mis padres haberme criado sin miedo. Independiente. No temeraria pero definitivamente sin miedo.

Anónimo dijo...

Esta mujer, trabajadora, pareja y madre (por orden de aparición) bajo la bota del heteropatriarcado que nos domina aprendió a bordar siendo niña porque le alucinaba que un dibujo en un papel pudiese pasar a ser un bordado en una tela puntada a puntada. A temporadas, cuando mis múltiples tareas me dejan un hueco, o cuando me agobian tanto que no puedo respirar, o cuando veo un diseño o unos hilos de colores maravillosos, no puedo evitar la tentación machista de volver a la aguja.

Anónimo dijo...

Hay un capítulo en The Good Fight en que Diane Lockhart tiene un maravilloso excurso feminista parecido. Le dice una chica joven que gracias, pero que ya no las necesitan y ella carga contra «ese» feminismo alegando que no hay un solo tipo de mujer, y que el feminismo no puede ser tan reduccionista.
Así que sí, a tope con todo, con bordar, igual que con ser mamá gallina o alga o todo lo contrario o hacer bizcochos o comprarlos hechos, o planificar menús en Excel o no. Que nos dejen en paz vaya.
Violeta

Anónimo dijo...

Ole tú. Yo este invierno terminé el mantel de Navidad que empecé un verano de mi adolescencia. Coser a la hora de la siesta de los veranos serranos era una argucia de mi madre para tenernos quietas un rato y que ella pudiera "descansar lo ojos un momentito" (cómo te entiendo ahora mamá). Yo también necesito ese "descanso momentáneo de ser mamá a todas horas". Lo mismo este verano pongo a bordar su ajuar a mis churumbeles y que digan lo que les salga del moño.

Carmina dijo...

Yo no bordé ningún ajuar, porque no me he casado, pero también tuve mi caja de lata con madejas maravillosas de colores preciosos. Era un caja rectangular, de unos caramelos ingleses. Y todavía está en mi casa. De hecho, llegué a tener el catálogo completo de colores de la marca Ancora. Y cuando descubrí la marca francesa DMC (también hilos para bordar), no paré hasta que poco a poco conseguí reunir el catálogo completo de colores. Mi última adquisición fue la tabla de correspondencias entre los números de ambas marcas, algo muy difícil de encontrar, y que encontré en algún lugar de Portugal que ahora no recuerdo.

Todo sigue en casa, esperando que se produzca el milagro de que mi brazo izquierdo vuelva a recuperar fuerza y movimiento y pueda volver a coger la aguja y a sujetar la tela con la otra mano. Llevo seis años de espera y no desespero todavía. Pero si no ocurre el milagro, cuando yo muera y alguien venga a vaciar mi casa, al menos encontrará unas cajas repletas de esas maravillosas madejas y quizás tire a la basura todo lo demás pero quizás algo le empuje a salvar la caja de caramelos Machintosh y los maravillosos colores perfectamente ordenados por numeración. Si es una persona con un mínimo de gusto artístico así será.

Yo no bordaba, pero hacía un diminuto punto de cruz con perfección absoluta, y, como tu madre, lo hacía sin mirar, viendo la televisión o con un libro abierto. Mi padre me decía "Carmencita, es imposible que estés enterando de la película". Y yo le demostraba que sí lo hacía, haciendo una sinopsis del argumento. Al final, se convenció, y llegó un momento en que ya no me lo dijo más.

Con esas madejas pinté paisajes, ramos de flores de más de 50 colores,... Y siempre para regalar, cosa que a mi madre de fastidiaba mucho. Espero que en muchos lugares, muchas personas se acuerden de mi al tener en las manos un cojín, un cuadro, un abecedario para colgar en un cuarto infantil.

Tita dijo...

Dicen por ahí los que saben de esto, que si lo mismo lo imaginamos con un hombre, resulta ridículo, entonces es machista.

El problema no es que nosotras bordemos o no (que cada una haga lo que le salga del pirri, faltaría más) es que la sociedad aún ridiculiza que un hombre se borde su ajuar.

Mordor dijo...

Hay mucha tontuna suelta por el mundo... A mi me hubiera encantado aprender a bordar, siempre me fascinaron los hilos de bordar de mi madre, pero se me daba fatal y acabé mirándolos de lejos y pensando que el día que tenga tiempo volveré a intentar aprender

Anónimo dijo...

A mi también me encantaba

molinos dijo...

Perdón, perdón, perdón... algo se había roto en blogger y no me llegaban los comentarios y no podía autorizarlos. de hecho, pensé que ya nadie comentaba.

Gracias a todos por comentar y sigamos bordando!

Brujaeva dijo...

Buenos días Moli,
Nunca escribo pero tus dos últimas entradas me han despertado las ganas. Yo no bordé mi ajuar, no tuve ajuar. Pero yo bordo y coso pequeñas labores para regalar (llevo unas 50 mochilitas para el colegio!!), y además me gusta cocinar, y leer, y estudiar y algunas otras cosas que no se ven como "normales" en alguien de mi edad. Las críticas han llegado desde cualquier lugar, quizá la que más me dolió fue una amiga que me dijo que yo había nacido en la época equivocada, que hubiera sido más feliz viviendo hace 60 años porque mis aficiones eran más propias de entonces. No lo entendí entonces ni lo entiendo ahora.
Y respecto a la nueva entrada, gracias.
Gracias por escribir, por leer, por fijarte en todas las cosas cotidianas, o no tanto que (te) pasan. Gracias por una dedicatoria en tu libro con tu pluma de tinta verde, una multitudinaria tarde del mes de Junio (es curioso, una carta manuscrita para ti, se quedó en mi bolso por vergüenza para entregártela).
Gracias por Los días iguales, que me han dado fuerzas.
Simplemente, y ante todo, GRACIAS.
Descerebrada Eva

acabodellegar dijo...

¡A mí también me encanta bordar!, me bordé las toallas para casarme, después las de mis hijas cuando nacieron y he bordado cojines, mantelitos y otras cosas. lo último un bolso de lona y una chaqueta vaquera el verano pasado con un mandala y un elefante.
Me parece un gustazo, un entretenimiento relajante y creativo, valiente estupidez calificarlo de machista...
Cuando desmontamos la casa de mis padres, me traje los restos de las madejitas de bordar de mi madre (eran de las redonditas, enrolladas alrededor de un tubo de cartón) y los guardé en un bote grande de cristal, me encanta verlos.
En fin...qué manera tan tonta de descalificar y crear división y perder fuerzas para luchar por cosas más importantes

Anónimo dijo...

A mí esto me parece mezclar churras con merinas...

Alma dijo...

Primero, mi abuela lo intentó con la calceta, y también con el ganchillo; después, mi Tito Lolo me regaló un bastidor y lo intentó...según él le tenía que bordar las iniciales en sus calzones...tampoco fue de ésa. Probé el punto de cruz con el mismo final:ninguno. Pero admiro a los que se entretienen con éso o cualquier otra cosa artística, dibujo, pintura, como si pintas mandalas o haces sudokus. A mí me gusta cocinar, que no hacer de comer, aunque como hago de comer todos los días, cocino poco. Y me molesta especialmente cuando me dicen que no me "pega" nada; porque yo sí creo que hay mucho que cambiar todavía, aunque no todos los hombres son los malos, me gustaría otro tipo de sociedad para mis hijos, por cierto, chico y chica.
Gracias, Moli, por llevarme hasta estos recuerdos.