jueves, 20 de enero de 2022

Que el negro se trague al rojo.


Black, red, black. 1968. Rothko
“There is only one thing I fear in life, my friend,” Rothko once wrote.  “That one day the black will swallow the red.”

Equivocarme al sacar unos billetes de avión. Que me la peguen con las fotos de un alojamiento que reservo por internet. Enviar un mensaje de wasap a quien no corresponde, sobre todo mandarle a mis hijas algo que no es para ellas, porque son capaces de sacara punta a cualquier cosa y de sacar oro de cualquiera de mis errores. Salir del baño con la falda metida por las bragas aunque esto es bastante menos probable ahora que cuando iba al colegio. Las llamadas de teléfono a horas intempestivas. Las preguntas que empiezan con ¿No me dijiste que...? Agotarme. Por supuesto, que mis hijas se pongan enfermas. Saber que en algún momento alguno de mis amigos morirá, saber que a lo mejor ese amigo de la pandilla que va a ser el primero en morir, puedo ser yo. Los captadores de ONG por la calle. Que la gente, ahora, me reconozca y yo no sepa quienes son ni de que me conocen. Perder la memoria. Coger el metro en sentido contrario.

Rothko temía que el color negro devorara al color rojo. Es una bonita manera de nombrar el miedo que nos acecha a (casi) todos cuando nos hacemos mayores, cuando llegamos a, más o menos y con mucha suerte, la mitad. Que el negro devore el rojo es para muchos que se acabe la vida, que se apague la luz, que todo se vuelva oscuro, se olvide, desaparezca y se vuelva insignificante. Nosotros somos insignificantes pero no empiezas a saberlo hasta que pasas los, digamos, cuarenta y cinco. Saberse insignificante tiene sus cosas buenas, te tomas todo con bastante más tranquilidad (señora mayor con hippy vibes) y valoras cosas que jamás te habían importado como los cachivaches de tu casa, los recuerdos familiares o dejar tu propio rastro. Que el negro se trague el rojo, el miedo de Rothko, me lleva a otra vez a un momento hace muchísimos años, más de treinta y cinco, en el que iba caminando con mi hermano Borja por Majalastablas, una calle de Los Molinos. En un punto, pasada la verja de la casa amarilla, no recuerdo de qué íbamos charlando, tuve que pararme porque de repente fui consciente de que Borja y yo en algún momento moriríamos y desapareceríamos de Los Molinos, de nuestras vidas, del mundo, del espacio. Puff. Dejaríamos de existir para siempre y ya no habría nada más. Fin y fundido a negro. Me agaché y me apoyé en mis rodillas porque no podía asimilar ese vértigo, esa súbita conciencia de nuestra insignificancia. 

Me he pasado todos estos años bordeando ese pensamiento, ignorando su existencia, tratando de no verlo porque cuando alguna vez lo he rozado he vuelto a tener once años y a faltarme el aire en esa calle de Los Molinos. Rothko no soportó ese miedo y acabó suicidándose en febrero de 1970, tres años antes de que yo naciera. Nunca supo que el negro no se lo tragó, que su rojo sigue vivo. 

“That one day the black will swallow the red.” Ese es el miedo mayor. 

Bueno y que veinte años después de muerta alguien me escriba una carta como la de Marina Castaño a Cela. Prefiero caer en el olvido para siempre, que el negro me trague. 

8 comentarios:

Myriam González Gil dijo...

He escuchado ese podcast dos veces ya y tengo la frase de Rothko metida en la cabeza. Ahora contemplo sus cuadros de otra manera.
Esa conciencia de la insignificancia de la vida es algo que mi hija, cuando tenia 3 años, me recordó cuando en medio de su baño diario y a cuenta de no sé qué conversación que estábamos teniendo, me miró, y se puso seria y empezó a llorar y a decir que si ella crecía, yo me haría viejita y entonces me moriría y que ya no estaría con ella; luego, que ella también moriría y ya no estaría aquí y no podría vivir y jugar...En fin, que menudo sofoco me cogí tratando de tranquilizarla a ella y a mí. Desde entonces me viene ese episodio a la mente con cierta frecuencia y me da un escalofrío. Y a ella también.

sonia dijo...

Para mí,en este momento,que el negro se trague al rojo lo podría relacionar con esa pérdida de luz,ese pasarse a la oscuridad,como cuando pienso en algunas personas que, de repente,de un día para otro,y a todos nos puede pasar,pierden su independencia, física me refiero, a raíz de un accidente,una infección,y pasan a estar postrados en una cama,a veces,de por vida...

un perro con opinión dijo...

Un texto muy bonito de principio a fin.... Ojalá que el negro nunca se trague al rojo.
Quizás, ahí estaría el desafío...
Un saludo!

Anónimo dijo...

Los descerebraos seguiremos aquí cuando se te trague la nada, Molinos, tu legado no se perderá. El negro nunca podrá despellejar al rojo. Y lo de la carta a mí también me parece demasiado. Yo propongo celebrar una carrera urbana anual en Los Molinos en la que sólo puedan participar comentaristas acreditados del blog a lo largo de los años y, como primer premio, un Trivial Pursuit edición " Cosasquemepasaron " con todas la anécdotas e intringulis acumulados hasta el portazo final"

Descerebrao legendario

Anónimo dijo...

En un futuro no muy lejano el rojo se comerá al negro, y esto será aún peor.

Envejecer activos dijo...

Qué modo más sutil de rozar fibras sensibles sin que, al parecer, quieras hacerlo. En ocasiones superas tu propio listón, Y hoy es una de ellas. ¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Podríais poner el nombre del podcast del que habla Myriam González ?

Myriam González Gil dijo...

El podcast se llama The Lonely Palette ❤