lunes, 18 de enero de 2021

Mrs Lebowitz, quiero ser su amiga


Cuando veo y escucho a Fran Lebowitz, por un lado deseo con toda mi alma tener la oportunidad de ser su amiga  y, por otro, tengo la impresión de que tiene un carácter como para entrar en la habitación que está ella con una silla y un látigo, como los domadores para defenderse aunque, en este caso, nada de eso serviría porque el arma de Lebowitz son sus palabras y esas cejas que no paran de moverse mientras habla. Con una frase puede tumbarte, dejarte ko o mucho peor, puede hacer que te sientas una completa majadera. 

Decia Kallifatis «Mi abuela no era periodista, ni filósofa, pero solía decir que las "las palabras no tienen huesos pero los rompen". Sabía lo que casi todo el mundo sabe: que una palabra puede hacer más daño que el cuchillo más filoso. Decir algo es hacer algo.», pues Lebowitz es tu madre dejándote clavada en el sitio. 

La semana pasada me tragué de una sentada la miniserie de Netflix Pretend is a city en la que su amigo Scorsese le rinde un homenaje a ella y a la ciudad, dejando que las dos hablen lo que quieran y se muestren como son. He leído críticas pelín parternalistas, que ya hay que tenerlo cuadrados para permitirse ser paternalista con Lebowitz y Scorsese, diciendo "Scorsese le hace un favor a su amiga" y «Es irritante que Scorsese se ría tanto con las ocurrencias de Lebowitz». Perdón, el que decía esto los tenía aún más cuadrados y decía «Es irritante que Marty». ¿Qué? Pero ¿quién eres tú para llamar al Sr. Scorsese, Marty? Cuando me gusta algo me vuelvo muy entusiasta y muy monotemática asi que tras la serie he estado escuchando podcasts y leyendo entrevistas y resulta que Mr. Scorsese cuando terminó el documental que grabó con su amiga hace diez años, inmediatamente, le propuso hacer otro y ella le dijo: Marty, (porque ella sí puede llamarle así porque son amigos) ahora no que la gente va a pensar que somos unos brasas. Y han esperado diez años y a que hubiera una cultura de series y una plataforma para lanzarlo que les permitiera hacer algo parecido pero en otro formato. La miniserie de siete episodios de media hora dedica cada uno de ellos a un tema o, mejor dicho, más que un tema, a una idea: las bibliotecas, el transporte público, la cultura, deportes y salud, etc. 

Lebowitz es un personaje fascinante, es mujer, es feucha y tiene un ingenio y una seguridad en sí misma que acojona. «A mí es que me cansa ver esa retahila de ocurrencias ingeniosas». Bueno, pues nada, pues no lo veas, quédate viendo a Broncano en La resistencia. A mí, sin embargo, esa retahila de pensamientos ocurrentes, de ideas fundamentadas en años de vida, en experiencia y en una seguridad en sí misma apabullante me resulta hipnótica y fascinante. Y me provoca mucha envidia: yo quiero ser así, tenerlo todo tan claro y que todo me la sople muchísimo. 

No quiero contar aquí la vida de Lebowitz porque se cuenta en la miniserie y forma parte del descubrimiento del personaje y de la forma en que ella se ha curtido y, ahora mismo, se puede permitir cosas como no tener ordenador ni móvil o decir que la industria del "bienestar" no es más que avaricia. No queremos estar bien, queremos estar mejor que bien y no nos conformamos con estar bien ahora, con tener salud, queremos asegurarnos de que tendremos salud dentro de cinco, diez o veinte años. Estoy totalmente de acuerdo con ella en esta opinión y en que la industria del bienestar es el cuento de la lechera: dentro de cinco años es un tiempo que no existe. 

Lebowitz charla, se ríe, mueve las manos mientras habla, pasea con fundas en los pies recorriendo la maqueta de la ciudad que realizó Robert Moses para la exposición universal de 1964, camina por las calles cruzándose con peatones absortos en sus móviles y charla con Scorsese y su ayudante sentada en la mesa de un club al que quiero ir a beberme un gintonic y escribir en mi cuaderno. 

Lebowitz es una constante, algo a lo que no estamos acostumbrados en la actualidad. Lleva siempre chaqueta, un abrigo inmenso, vaqueros rectos con la vuelta dada en los bajos, botas camperas, camisas de hombre de grandes cuellos y puños con gemelos. ¡Gemelos! No recuerdo la última vez que vi a alguien llevarlos. En la era de la camiseta y la manga corta, los gemelos son casi una recreación histórica. En la charla entre amigos se intercalan imágenes y vídeos de Lebowitz hace treinta años, cuando era joven, recién llegada a la ciudad y empezó a escribir y tenía exactamente la misma pinta: chaquetas, vaqueros, camisas y jersey, quizás era más friolera de joven o salía más de casa. Lleva exactamente el mismo peinado y el mismo color de pelo, lo que tiene muchísimo mérito teniendo en cuenta que acaba de cumplir setenta y un años. Supongo que de la industria de la belleza no podemos escapar por completo y el tinte capilar es un pequeño desliz que Lebowitz se permite y que, por supuesto, me parece fenomenal. 

«Nunca he sido fácil de tratar pero antes lo era más. Siembre me he cabreado con facilidad pero ahora siento una rabia constante. Lo malo de salir de casa es que hay mucha gente fuera. Lo bueno de mi casa, de mi piso, aparte de que está fenomenal es que controlo si entran otras persona y eso es muy importante para mí»

Como he dicho al principio Lebowitz impone respeto y ella misma sabe que acojona. A lo mejor hay alguien que piensa «eso es que es insegura y blablabla y es una coraza». Pues no lo sé, pero mi apuesta es que no tiene nada que ver con todo eso; Lebowitz puede resultar, a veces, incómoda para cierto grupo de personas porque va a contracorriente, lo sabe y además no tiene ningún problema en dar su opinión. En una época, en una sociedad, que nos vende que todos tenemos algo bueno, que solo por intentarlo ya merecemos una medalla y el buenísimo nos arrolla, ella dice cosas como: 

«A la mayoría de la gente que le encanta escribir lo hace fatal, por eso les gusta. A mí me gusta cantar y lo hago fatal». 

Y es así. Casi todos hacemos las cosas mal o regular como mucho pero hemos decidido alentarnos unos a otros diciendo que todo es estupendo y precioso y que solo el esfuerzo merece el halago pero no es verdad. Si tienes más de siete años que te digan que todo lo que haces es maravilloso es un lastre que vas a acarrear toda tu vida y no te servirá, ni de lejos,  para ser mejor. Y, por supuesto, como dice ella, que algo te guste mucho no quiere decir que lo hagas bien. 

En fin, que si podéis veáis a Fran Lebowitz con sus abrigos gigantes, su pelo constante, sus gemelos maravillosos y su charla inteligente. Y admiréis el talento de Scorsese para retratarla, para crear un ambiente, para enseñarte la ciudad, para hacerte sentir como si estuvieras con ellos. 

«Vivimos en un mundo en el que nadie se siente culpable por matar o por enjaular a niños en la frontera y ¿yo me tengo que sentir culpable por repetir de spaghettis o leer una novela policiaca?»

Mrs. Lebowitz, I want to be your friend. 


PS: Mi amiga Ximena Maier tuvo la suerte de conocerla hace un par de años en Madrid y me comenta que a lo mejor no me hace falta la silla y el látigo. Ximena sí hace algo fenomenal, dibuja maravillosamente bien e hizo estos dibujos sobre su charla en Madrid. 

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Hubiera sido genial ser su amiga en los 80 y vivir en New York. Tanto que a veces pienso que lo he hecho en otra vida y ahora me toca vivir aqui. ABURRIDO

Anónimo dijo...

Es maravillosa.... Yo tampoco quiero trabajar sólo estar tirada en el sofá leyendo y ser su amiga claro!

Anónimo dijo...

Está sobrevalorada esta articulista. Me gusta sí; pero cualquier amiga mia inteligente y talentosa la iguala en una cena, lo que pasa que no se dedican a nada similar o a esribir articulos.

Pienso que esta gente tiene algo de toxica su idea es la crítica pérfida hacia casi todo y creo que están muuuy pagados de si mismos.

Vamos coge fama y vete a dormir.

Anónimo dijo...

Entre el despelleje asesino y la adoración opípara, cada día te pareces más a un youtuber. A pesar del pelo cano, yo cada día te siento más adolescente. Eso sí: deberías haberle escrito la carta de amor a la Sra. Lebowitz en primera persona e integramente en inglés, que mucho hablar de tu wonderful teacher pero los descerebrados no hemos podido comprobar tu nivel en el idioma del NewYorker so far. Y, llegado el momento, por favor no olvides contarnos cuál fue esa powerful quote o frase enjundiosa que te puso los sentidos del revés en vuestra primera cita.

Dorotea Hyde dijo...

Vi esta serie anunciada en algún sitio y no sé por qué, me entraron ganas de verla, pero después de leer tu entrada, se ha convertido en una necesidad.

Un saludo.

Carmen H dijo...

Te había dejado un comentario en otro post...pero no puedo resistirme a éste. Llevaba tiempo sin leerte, cosas que pasan, puede que dos años o más y hace un par de horas acabo de ver el primer capítulo de esta miniserie. Mrs Lebowitz (espero escribirlo bien) de repente me ha recordado a ti porque muchas de sus frases son absolutamente geniales...así me pasaba muchas veces con tus posts, con los despellejes y con aquel otro memorable del calor en los parkings de Madrid y del vigilante momificado, con el que me reí tanto que no podía parar. Se lo reenvié a algunos contactos que aprecian ese humor sutil de las cosas cotidianas ... Y hoy, cuál es mi sorpresa, que entro a leerte de la mano de Mrs Lebowitz y me encuentro que ella es precisamente la protagonista de tu último post...si esto no es telepatía, telekinesia o teletransportación, ...que venga Dios y lo vea...jijijj...
No dejes de escribir porque eres muy total!!
Abrazo!!

Anónimo dijo...

«Nunca he sido fácil de tratar pero antes lo era más. Siempre me he cabreado con facilidad pero ahora siento una rabia constante ", es decir, que se está haciendo vieja como todos.

Lo bueno de mi casa, de mi piso, aparte de que está fenomenal es que controlo si entran otras persona y eso es muy importante para mí»
Y ¿para quién no, querida? Es que si no controlas quién entra en tu propia - aunque no sea fenomenal -casa, ya apaga y vámonos.

Que igual el documental a la mayor gloria de sí misma rodado por su vecino y amigo Scorsese es hasta interesante, pero yo es que con la costumbre de tomarle el pelo a la gente con el rollo del difícil y selecto carácter es que no puedo.

Anónimo dijo...

"Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente". Henry Miller.
A los anónimos cansinos, viaja por otras webs, abre tu mente a otras ideas, y si eso, escribe, porque ponerse en modo "Sra. LebowitZ", no a todo el mundo se le da bien, una cosa es escribir y otra ser tocawebs.
Un saludo,
Verónica

Caelete dijo...

La vi en Netflix y me llamó la atención.
Ahora la veo, seguro.

Anónimo dijo...

O sea que los que no piensan como tu son "tocawebs". Escribe mejor tu si eso...
Seguro que lo haces fenomeno

Anónimo dijo...

Serie interesante más por sus memorias del viejo Nueva York que por el personaje en sí. Mucho antes de internet, esta mujer ya descubrió que ejercer el papel de gruñona generaba followers y, desde entonces, ahí sigue en el papel: un papel que se ha aprendido al dedillo y que sabe a ciencia cierta que le funciona. No me extraña que quieras ser su amiga.

Anónimo dijo...

Hola, a Mister Anónimo, el pensamiento es libre y me gusta oir diferentes versiones de diferentes gentes, pero cuando alguien que se dedica sólo a criticar si aportar nada constructivo, sólo a ninguear y a molestar, sin sentido del humor, sí es un tocawebs, esto es una web, no?, aquí lo dejo con alguien más sabio:
«El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que ha venido a ver». G.K. Chesterton
Saludos viajeros,
Verónica

andandos dijo...

Gracias por la recomendación. A mí me está gustando bastante, y me reconozco en muchas de sus opiniones. Es imposible estar de acuerdo en todo con alguien, pero esta señora me parece más que interesante.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Lo ví y me gustó. Curiosamente me hizo pensar en tí, por el ingenio y la mala leche.
Yo querría ser amiga de las dos.
Caracola.

Maddi dijo...

«A mí es que me cansa ver esa retahila de ocurrencias ingeniosas». Bueno, pues nada, pues no lo veas, quédate viendo a Broncano en La resistencia». Mis dieces, Ana. Voy a enmarcar la frase, y de paso también veré la serie porque tus recomendaciones son siempre un acierto.

Pedro M. Martínez dijo...

Fran Lebowitz utiliza uniforme: el vaquero 501 de Levi’s, una camisa de Hilditch & Keyy, una chaqueta de Anderson & Sheppard que cuesta una pasta (confeccionada a medida en una sastrería de Savile Row), sus botas vaqueras (no sé la marca, coño, no puedo saber todo) y el abrigo largo que también es a medida y también cuesta otra pasta.
Hasta aquí y lo que tú has escrito bien, correcto, coincido bastante (por eso es correcto, para mí) pero.
Lo de feucha, no, está feo.
Feucha es peor que decir fea de cara (lo que antes de la corrección de decía fea de cojones, que está mal dicho, claro, pero fea de ovarios es peor, yo qué sé, me lío, disculpa), es subestimar la fealdad, es anular de forma maternal sus muchos valores intelectuales, de carácter, de inteligencia, etc. Cuantas veces he escuchado eso de “es muy buena chica pero es feuchita”. Hostias, la belleza según los cánones para ser aceptado. ¡No! Fran Lebowitz está por encima de esa belleza que, por cierto, es efímera (en realidad lo sé por mí mismo, antes era un pibón y ahora ya no entro ni en la categoría de feucho, menos aún, ni existe eso, lo mío).
Fran Lebowitz presidenta.

Mordor dijo...

Me ha gustado mucho esta mini serie. Me he sentido muy identificada con sus ideas, ojalá pudiera expresarlas con su ingenio!