jueves, 16 de mayo de 2019

Ser padre de adolescentes

La semana pasada tenía que escribir una lista de deseos para mis deberes de inglés. Escribí que me gustaría que mis hijas me creyeran cuando les digo que sé exactamente cómo se sienten. 

Recuerdo perfectamente a mi yo adolescente. No se me ha olvidado porque creo que de alguna manera sigue en mi, cada vez más pequeño, cada vez más arrinconado pero sigue teniendo su hueco en mi y en cómo soy. No me sorprende que mis hijas sean egoístas porque yo lo era.No me extrañaría que fantasearan con una vida en la que yo no estuviera porque recuerdo esas fantasías. (Yo fantaseaba con que ocurría algún tipo de desastre que aniquilaba a todos mis conocidos exceptuando a la familia del chico que me gustaba que no tenía más remedio que adoptarme lo que llevaría sin duda a una vida de amor feliz con ese chico. Así de gilipollas era). No me sorprende que no les importe nada más que ellas mismas porque a mí también me pasaba. En la adolescencia tomas conciencia de que eres alguien, una persona diferente de tus padres, de tus hermanos y de tus amigos y esa diferencia acojona y duele. Pocas cosas son peores que ese primer reconocimiento. Cuando te reconoces de adolescente no te gustas o te gustas poco o te gustas a ratos. No sabes gustarte y ni siquiera sabes cómo quieres ser: ¿diferente en todo? ¿parecido a tus amigos? ¿un equilibrio imposible entre ambas cosas? Ser adolescente es agotador mentalmente (físicamente se compensa con 14 horas de sueño y una languidez de la que ya hablé).  Pasarse el día haciendo equilibrismos emocionales desestabiliza a cualquiera y los padres somos las víctimas más cercanas. Nosotros tenemos la culpa de que estén así, de que se les haya acabado el chollo de la infancia inconsciente y segura y también somos el obstáculo (así lo creen) para hacer lo que de verdad quieren hacer, les impedimos disfrutar de "su vida". Somos al mismo tiempo culpables de todo lo que les ocurre o deja de ocurrir y receptores de todo ese egoísmo, inestabilidad, inseguridad y miedo. Porque ser adolescente da miedo, asusta que te cagas. De golpe y porrazo se te ha acabado el presente eterno en el que vives de niño, dejas de contar el tiempo en "ya", "ahora" y "hoy" y empiezas por un lado a darte cuenta de lo que ya pasó y no volverás a tener y, por otro, a hacer planes para "mañana", "el fin de semana", "las vacaciones" o "cuando sea mayor e independiente".  Un adolescente quiere ser mayor pero con red, por eso echa de menos su niñez aunque no lo quiera reconocer, aunque cuando tú le dices:«eras tan mona de pequeña, venías y te tumbabas sobre mí y me dabas besos» ponga los ojos en blanco y diga: «ay, mamá que pesada eres». No quiere volver a ser niño pero quiere que estés ahí para todo. El papel del progenitor de adolescente es muy muy muy desagradecido, sigues siendo responsable de todo, tienes que ocuparte de toda la logística e infraestructura pero a cambio no recibes nada, con suerte un reproche y con muchísima suerte un agradecimiento lacónico del que te cuelgas con la esperanza de que sea el inicio de la vuelta a la vida de esa niña cariñosa y risueña. 

Ser padre de adolescentes es pasarte el día descolocado, desubicado y corriendo mentalmente de un lado a otro de las emociones. Pasas mucho tiempo echando de menos lo monísimos que eran antes, lo fácil que era todo cuando para ellos eras lo más importante, la máxima autoridad, la fuente absoluta de felicidad y tranquilidad. Pasas horas anhelando encontrar el equilibrio con tus hijos tal y como son ahora, si lo conseguiste cuando apenas dormías, ¿como no lo vas a conseguir ahora que pasas las mañanas de sábado esperando a que se levanten? ¿Por qué te cuesta ahora que llevas años practicando para conocerlos? Otro buen rato lo dedicas a pensar que algo estás haciendo mal o peor, que algo hiciste mal cuando eran más pequeños para que ahora se hayan convertido en seres que no entiendes, que no te hablan, que a ratos crees que ni siquiera te quieren. Y la mayor parte del tiempo la pasas equivocándote. 

Y ser padre de adolescente es acordarte de como eras tú, recordar lo idiota que eras, las tonterías que hacías, lo mal que trataste a tus padres, las estupideces que decías, la increíble y absurda creencia que te hacía pensar que tú lo sabías todo y tus padres no tenían ni idea. 

Ser padre de adolescente es volver a ser adolescente desde el otro lado del espejo.   



21 comentarios:

Laura Croft dijo...

Gracias una y mil veces por poner en palabras mis propias emociones.
Nos deseo lo mejor.

Nancy dijo...

Yo igual, y ahora que hacemos??

Anónimo dijo...

Nunca he pensado que ser madre sea facil, pero mirar el futuro a traves de los padres de adolescentes ( incluso en su desarrollo mas mainstream, no te cuento cuando se cruza con otras cosas chungas) da un poco de agobio. Lo cierto es que yo como adolescente era una plasta internacional y me merezco lo mismo. Aun asi, Molinos, creo que que tus hijas puedan ser ellas mismas ( en su estado calamitoso) denota que teneis un vinculo muy solido que ellas estan seguras de que no se va a romper ( eso es bueno). Mis primos jamas languidecieron con sus padres, porque daban ( dan) mucho miedo. Fueron adolescentes poco problematicos por fuerza. Animo Molinos! A pesar de todo da buen rollo inmenso leerte.

Pilar dijo...

En mi adolescencia algo se rompió con mi familia. Aún no sé si hubo culpa de alguien. Pero no se puede volver atrás, ni si quiera mejorar lo actual. Cuidadas.

lolo dijo...

Para nosotros también es la primera vez. Hay que decirlo.

Devoradora de libros dijo...

Te leo y siento miedo por lo que está por venir.
Espero que la relación padres-hijos que hemos construido hasta ahora sobreviva a la adolescencia de mis hijos.

Anónimo dijo...

Una asociación de padres de adolescentes anónimos ya por favor.Todos reunidos alrededor del fuego rememorando el vínculo primigenio de la crianza cuando el amor era automático y la reciprocidad era sencilla.

sasadogar dijo...

Te leo y me da miedito lo que está por venir. Eres como un oráculo que aicertas en todo. Aún me acuerdo de tu artículo sobre esos momentos que se suponía debía de ser mágicos cuando eran niños, el baño concretamente, que en mucho momentos es y era una batalla campal con ellas, nada de ese momento de comunión madre-hijas de las "new age mothers molonas".
Yo aún tengo una pequeña de 7 y la mayor, cerca de los 11 aún me da y pide besos y abrazos pero con una exigencia de tirana. Ya empiezo a verle las orejas al lobo de la adolescencia.
Yo fui una adolescente muy buena, eran otros tiempos y mis padres eran mayores por lo que alguna salida de tono que tuve me llevé un tortazo o una zapatillazo, así simplemente, es de las cosas cosas que recuerdo, aunque mi adolescencia fue muy buena.
A mi me preocupa que tengan buenas relaciones entre hermanas de cara al futuro, y ahora discuten y se chinchan mucho. En mi caso mis hermanas son un pilar esencial en mi vida, después de mis padres. Pero cuando ellos falten solo me quedarán ellas para afrontar la vida.

sonia dijo...

Antes hacíamos muchas tonterías,ahora las siguen haciendo igualmente pero dura más la etapa, creo yo.Al menos en esta parte del mundo.
Paciencia toca.

Anónimo dijo...

Pues si tienes que aguantar un adolescente de 15 años que encima no es tu hijo, ni te cuento la pereza que da. Lo siento si hiero sensibilidades de madres coraje pero se me está haciendo una montaña afrontar la adolescencia de la hija de mi marido. Está pesada, tontorrona, ridícula en mil aspectos, absurda hasta los límites de la absurdez (dice que cuando sea mayor quiere dedicarse a robar bancos para repartir el dinero entre los pobres... y lo dice muy en serio, no le ve ningún problema a su plan perfecto). Intento conectar con mi yo adolescente para soportar la situación y no, lo siento, no era lo mismo.

La semana que viene nos vamos los tres de fin de semana para celebrar su cumpleaños y estoy temblando...

Pregunta: a todos os pasa que parecen cotorras que hablan a mil por hora cuando están con vosotros y cuando los llevas a comer con tu familia no son capaces ni de decir cómo se llaman?

En fin, lo siento pero necesitaba desquitarme... jojojojojo

Besos.

Anónimo dijo...

Llevar a los adolescentes de tu pareja debe ser muy duro. Para consuelo de la anonima de arriba, robar bancos parece de una gran madurez en comparacion con el trafico y consumo de drogas que es a lo que se enfrenta una amiga con los adolescentes de su novio. Les han echado del cole por este motivo.
No se si ayuda a poner en perspectiva, pero las plasteces de adolescentes normalitos son como una bendicion en comparacion con otras alteraciones no tan infrecuentes. En fin, paciencia a los padres y consortes y mucho animo!

Unknown dijo...

Me moviste. Me complazco en ver que les va bien y que hice lo correcto. Es cierto, duele, pero lo superó trotando.

Anónimo dijo...

Yo tengo una hija de 3 años y me da una pena pensar que deje de quererme y darme besos...aunque ella promete que eso no pasará jamás de los jamases (no se lo cree ni ella, con el genio que tiene)
Mi hermana más pequeña tiene 15 años y es muy buena y muuuy cariñosa. Suerte que tiene mi madre jajajaja

Anónimo dijo...

Lo que da realmente pereza es tener que hacer palanca para separar a algunas madres de sus hijos porque lo cierto es que algunas disfrazais de preocupación el pánico brutal que sentís ante la idea de que vuestros retoños pasen veinte kilos de vosotras. Que ya no os llamen ni os abracen y encima os pongan cara de mala hostia permanente. Se llama crecer, se llama pavo narcisista, se llama egoísmo pero no es una enfermedad mortal así que tampoco es necesario empezar a segregar melancolía por anticipado. Yo conviví con la hija de mi pareja los peores años posibles (de los 11 a los 15) hasta que un día dije basta. Pero no a la tontería de su hija ,que esa entraba dentro de lo lógico, sino a la de su madre, cuyo único interés en el mundo parecía ser parchear los puentes que cada día su adolescente favorita iba rompiendo con gran garbo. Moraleja: no hagáis como la anónima anterior , jamás os metáis en una relación siendo el tercero o la tercera. Claro que si se pudiera elegir , esto de vivir sería la mitad de emocionante.

Anónimo dijo...

A mí de adolescente también me surgió una vena sumamente solidaria, de ayuda y cuidado hacia los demás. Hasta que me di cuenta de que la mayoría de la gente no merece tanta dedicación y esfuerzo.
Supongo que a base de tantos escarmientos cada vez soy más antisocial y ya no creo en las personas.
Bendita adolescencia, quién te pillara de nuevo.
Anónimo ♥

el chico de la consuelo dijo...

Sensacional la última frase.
Sobre el mismo tema leeete la novela "Sabado, domingo" de ray loriga...
Ya, ya sé que no es muy santo de tu devoción, e incluso que las edades de los protagonistas no corrsponde exactamente con la adolescencia, pero leetelo. Describe genial la extrañeza de inventarse como persona.
Besicos.

María dijo...

Tengo la gran suerte de que ahora soy amiga íntima de mi hija, que ya cumplió los cuarenta y confía en mí, pese a que somos muy distintas, pero nos queremos mucho. Cuando me habla de su adolescencia flipo, no me enteré de nada, ni ella me lo contaba ni yo me apercibía. La verdad es que cometí algunos errores de los que me avergüenzo, no sé como no me daba cuenta de muchas cosas.

marta dijo...

Me ha encantado. Yo tengo tres, pero aún pequeños, y me dijeron: la infancia es para construir todos los puentes que puedas, porque cuando son adolescentes van destruyéndolos y, al final, se quedarán con los necesarios. Seguro que tú construiste tantos que nunca podrán con todos. A mí no me da miedo, el mundo es de los valientes, y tú eres una y para ellas, la mejor.

Anónimo dijo...

Qué bonito escribes, tengo dos hijos adolescentes que son el vivo retrato de lo que dices. Ellos y nosotros como padres que nos preguntamos si lo estamos haciendo bien, si algo hicimos mal. Muchas gracias!!!!!

Anónimo dijo...

No os rayéis tanto,por más que intentéis llevar una relación amistosa, ellos os van a oler las intenciones a dos kilómetros y pasarán. Pasarán porque ya no son niños y es lo que tienen que hacer ahora hasta que crezcan y sean personas sin memoria ni ilusiones, o sea, adultos.

Anónimo dijo...

Cuando era adolescente pensaba en encontrar a un hombre estupendo y largarme de casa. Que supieran de mí de pasada. Ahora, con 4y pico, sin hijos, me doy cuenta del sufrimiento que esto debe suponer para una familia, en especial para una madre, al menos para la mía