jueves, 21 de marzo de 2019

Un post lleno de peros

«Señorita, estoy seguro de que está usted ahí porque vale mucho. Seguro que si tiene ese puesto y le han dado esa responsabilidad es porque usted lo merece y no porque la hayan colocado ahí pero...» No doy crédito a las palabras que escucho, no me puedo creer que alguien sea tan imbécil, tan estúpido. No, no es estúpido simplemente le parece que decirme esas palabras es lo correcto y que yo, que estoy discutiendo con él por un tema laboral, le voy a dar la razón porque mi corazón se va a henchir de gratitud  porque él, un desconocido incompetente al otro lado del teléfono, reconoce mi valía. PERO no le funciona. 

«El dolor de los demás es siempre una carga fácil de llevar». No era así. Así suena a Paolo Coelho o a sesión de coaching en sábado por la mañana mientras haces estiramientos con desconocidos y por el rabillo del ojo ves que el tentempié de la mañana es muesli con manzana. No era así, era mejor, era en francés. En bretón para ser más exacto PERO no puedo recordar la frase. La escuché en una película basada en un libro que tengo en casa y que no he leído. Me devano los sesos y desenredo google intentando encontrarla PERO no lo consigo. Si pudiera tener un superpoder normalito, digamos un superpoder a ratitos, pediría poder chasquear los dedos y que en el lugar que estoy escribiendo apareciera el libro que busco y que está en la estantería de mi otra casa, o mi cuaderno de lecturas que está en una caja llena de cuadernos debajo de mi cama. Chasquear los dedos y que aparecieran. Ser una Mary Poppins de mis libros y mis cuadernos. 

Lloro en el cine. Vuelvo a ver a los amigos en su casa de la playa y, otra vez, igual que hace nueve años me identifico con ellos. Ahora son más viejos, como yo, sus hijos son mayores, como las mías, han tenido depresiones, como yo y siguen siendo amigos, como nosotros. Lloro en el cine PERO salgo contenta, sonriendo y con ganas de tomarme un vino. Al llegar a casa vuelvo a la primera peli y la entiendo más y vuelvo a llorar.  

Abro un libro. Leo la contraportada y descubro que el autor murió el mismo día que yo cumplía cuarenta y dos años. Se desplomó de un infarto mientras yo intentaba celebrar, en medio de mi depresión, que seguía viva. PERO sobreviví y ahora ensayo mi charla en pijama, en el coche, caminando por la calle, mientras doy vueltas en la piscina. 

Me enfado con M. Han pasado cuatro días PERO no sé cómo desenfadarme. No sé cómo no tener rencor. Me pregunto si seré siempre así o conseguiré aprender a ser alguien que no rumia los cabreos como un vaquero el tabaco, regodeándose en su sabor amargo y negro, aprovechando cualquier oportunidad para escupirlo. 

Y ¿cuándo se aprende a mandar un mensaje sin arrepentirte al segundo siguiente? ¿Cuándo ya no importa? 

No sé nada de poesía PERO me encanta este poema de Elizabeth Bishop.

Y no tenía nada que decir PERO he escrito un post. 


7 comentarios:

Myriam González Gil dijo...

Ese poema da título al libro "El arte de perder" de Alice Zeniter. Por ese libro descubrí el poema y a los "harkis", que tienen en común la pérdida :-)

Rosa dijo...

Es curioso, cuando lo comentaste en Twitter el otro día, me acordé de una cita que anoté hace años y ahora he rescatado por si se parece a lo que buscabas. “Une haine à soutenir est un plus grand fardeau qu'on ne pense”. Stanislas Leszczynski. Le philosophe bienfaisant.

HombreRevenido dijo...

No sé si el exceso de adversativas es muy popular entre los críticos PERO a mí me sirve como motor creativo. Y como motor cabreativo (si existe el término para el "cabreo que se crea")

Esther dijo...

¿Puede ser ésta la frase que buscas?
"La seule douleur supportable, c’est la douleur des autres".René Leriche

NáN dijo...

La Bishop es una de las grandes. (ahora estoy, desde hace una hora, con la grandísima Piedad Bonnett, por si algún día te gusta la poesía).

Y tu post, cruzado por las dudas sobre ti misma. Muy bueno y útil.

sonia dijo...

Qué bonito poema,Moli.
Me viene a la cabeza el filósofo Ramiro Calle.

Elena Rius dijo...

Un poema que me encanta a mí también. Aprender a aceptar las pérdidas, todo un arte. Sobre todo a medida que cumples años y experiencias y te das cuenta de que cuántas cosas, lugares y personas has ido perdiendo, a menudo para siempre.