jueves, 9 de octubre de 2014

El 16

Por fin la he visto. No sé cómo no la vi las dos veces anteriores. Es enorme, ocupa casi toda la pared y tiene un pomo redondo para mi gusto demasiado grande y en cualquier caso un pomo raro para una puerta corredera. ¿Por qué he decidido que es corredera? No la he visto abrirse, ni cerrarse. No la había visto hasta hoy. 

He resuelto parte del misterio. Esa puerta comunica con el resto de la casa, por esa puerta entra ella a esta habitación. Le había dado vueltas a la posibilidad de que sólo tuviera esta pequeña habitación y el resto de la vivienda fuera de otras personas. Era una posibilidad remota y que me entristecía. El hecho de que viva y trabaje en el mismo sitio no he decidido todavía si me alegra, me entristece, me perturba o me da envidia. 

La habitación es cuadrada. Una mesa pequeña bajo la ventana, justo en el espacio de muro que queda a la izquierda de la puerta por la que yo entro y la ventana bajo la que ella se sienta. La mesa está colocada perpendicularmente y no es una mesa para escribir. Es demasiado estrecha, es una mesa para poner distancia entre nosotras. Es de madera oscura, me recuerda a la que tenía mi padre en su despacho, con una cubierta de tapa verde de piel. Por eso sé que es una mesa en la que no se escribe mucho, en esa superficie es incómodo. 

Sobre la mesa, a mi derecha hay unos cuantos cuadernos. Uno verde con su nombre grabado encima. Otro con una tapa que imita un artesonado árabe, yo tengo ese mismo cuaderno. De vez en cuando, saca las manos que mantiene metidas entre sus piernas cruzadas mientras hablamos y recoloca los cuadernos. Es un tic porque todo está perfectamente ordenado. Tiene otro que es tocarse el pelo, apartárselo de la cara. Los dos los hace cuando me habla, no cuando me está escuchando. 

Tiene la piel clara, muy clara. El pelo castaño claro y raya a un lado. Me mira y cuando se ríe, por algo supuestamente gracioso que he dicho, se le achinan los ojos. Saca un paquete cutre y guarrero de pañuelos de papel que no pegan con el atrezzo. Cualquier director de escenografía saldría corriendo despavorido a buscar una bonita caja cuadrada de kleneex. En cualquier caso, no los uso. Ese paquete mísero que ha sacado del fondo del cajón me recuerda a los que llevo yo en el bolso, llenos de migas, trozos de papel y con más vida interior que yo. 

A su izquierda hay un diván. Desde que entré el primer día pienso que lo que de verdad me gustaría sería tumbarme ahí y dormir. Leer un rato con la luz tenue (iba a poner mortecina pero entonces parecería un sitio lúgubre y no lo es para nada) que entra por la ventana y luego adormecerme. 

Supongo que está colocado ahí por algo y que podría tumbarme. Es lo que hacen en las películas pero yo para hablar tumbada necesito otro tipo de intimidad. Dormirme sería de mala educación, así que mejor me quedo sentada. 

A mi espalda hay una librería que ocupa toda la pared. No he podido fijarme, ni en ella ni en la silla en que me siento. 

Hay una planta. ¿Será de plástico? La luz tenue ideal para adormecerme no parece muy adecuada para una planta. Tendré que fijarme. 

Un jardincito alicatado con cuatro grandes maceteros que tienen plantados arbustos de la familia de los lauros. Buena elección, son de hoja perenne, grande y verde oscuro. No habrá bonitos colores de otoño pero también está a salvo de que alguien tropiece con las hojas mojadas de la lluvia y resbale. En ese mínimo espacio hay un aparato de aire acondicionado. ¿Hará calor en la habitación de luz tenue en verano? No lo sé. Es una calle sombría y han colocado una especie de porche. En cualquier caso, el ruido de la máquina arruinará el ambiente de calma. Espero no comprobarlo. 

Un banquito de madera que necesita una pintadita de barniz para exteriores. Al lado una jardinera pequeña de barro con un esqueleto de aromática seca, creo que romero. ¿Por qué no la habrán quitado? Una planta seca y muerta no da mucha confianza. A lo mejor soy la única que se ha fijado y saca conclusiones rarunas pero si se te muere una aromática que sobrevive casi en cualquier condición ¿qué vas a poder hacer por mí?

El 16. 1+6 = 7. No me gusta el número 7. Nunca me ha pasado nada bueno que tenga que ver con un 7. 

Es una calle como de pueblo, con casitas a los lados. Unifamiliares pero todos distintas, con árboles, con enredaderas, con porches. Veo ventanas abiertas y vislumbro habitaciones. 

Cojo el metro. 

Unos vaqueros oscuros, una camisa gris con los puños y el cuello blanco, zapatos negros de princesa y una americana negra que me queda grande. Me visto como me siento, como un personaje de una peli de Woody Allen. 


25 comentarios:

NáN dijo...

Calidad muy alta en las descripciones. Siempre lamento que se haya perdido esa capacidad, que las obras literarias no las contengan... salvo en los mejores autores, que no dejan de incluir pequeñas partes que siguen siendo necesarias.

He disfrutado mucho de este post.

Anónimo dijo...

Esto es la consulta de un psicólogo?
Pilar

Ana María dijo...

Si no te habías dado cuenta de la puerta corredera, también está bien. Parece un espacio agradable, al menos lo pintas así.

Un besote :*

Deliran dijo...

Buen post y auguro cambios en tu atuendo.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
molinos dijo...

Gracias chicos, como estamos pocos te diré Lux que en mi bolso siempre hay migas y trozos microscópicos de papeles y plásticos que no sé muy bien como han llegado allí. También hay un cuaderno de portada verde y suave lleno de anotaciones y papeles, un estuche con plumas estilográficas, las llaves del coche con un llavero precioso que compré en Viena en 2007, las llaves de casa con un llavero comprado en Comillas en 2011, las gafas de sol de Bruce, las gafas de ver de listilla, una cartera sin dinero, un cacao de labios esférico....y un paquete roñoso de kleneex.

Y ahora vayan saliendo de mi bolso ordenadamente y sin tocar nada.

Anónimo dijo...

Son buenas realmente las descripciones, y también es buena y aguda la descripción de Luxindex. Me ha hecho gracia lo de las migas que hacen buenas ídem con el aceite y la posibilidad de recliclar para un gazpacho. Muy sostenible.
Y es verdad que la descripción se ha perdido mucho en la buena literatura moderna. Mientras escribo el comentario recuerdo que podías masticar el polvo del Dust Bowl en el viaje en el que Steinbeck nos lleva de Oklahoma a California, o podías imaginar exactamente como estaba la rueda del coche del pleistoceno superior en el que viajan. Ya nadie se toma cinco páginas como Proust para describir la luz de una vela, se pasa directamente al meollo a lo Tom Wolfe. Tal vez por eso Steinbeck o Proust son cumbres de la literatura de quienes se seguirá hablando y leyendo dentro de cien años, y ya veremos que pasa con Wolfe (estoy seguro al 100% de que nadie recordara a Charlotte Simmons, y creo que La Hoguera de las Vanidades, que me gustó mucho en su momento, no ha envejecido bien, no digamos en el siglo XXII)

El Anónimo de la Lámpara

Burbuja dijo...

Siempre soy capaz de imaginarme lo que describes con tanta precisión ;)

ELISA dijo...

Que gusto leer a Moli y entrar en su bolso. Eso no pasa cada día!! Fantásticos todos :D

saraolenchero dijo...

A veces escucho la lluvia cuando entro en el bolso de Molinos...anda ocupa ese soufar y explica porque te gusta la lluvia del norte y no la de la capital del reino.

Muxus

Jesús Miramón dijo...

«Al lado una jardinera pequeña de barro con un esqueleto de aromática seca, creo que romero. ¿Por qué no la habrán quitado? Una planta seca y muerta no da mucha confianza. A lo mejor soy la única que se ha fijado y saca conclusiones rarunas pero si se te muere una aromática que sobrevive casi en cualquier condición ¿qué vas a poder hacer por mí?»

¡Bravo! Yo también he disfrutado mucho con este post (desde el punto de vista literario).

Un abrazo fuerte, Moli.

Anónimo dijo...

Desde el momento en el que he leído "puerta corredera" me ha venido a la cabeza la consulta de mi psicoanalista.

Pero al ver que también coinciden la mesa de separación, el diván (jamás lo he usado, yo creo que lo tiene de adorno), la horrenda caja de cartón con los pañuelos de papel y la estantería atestada de libros abarcando toda la pared, ¡llego a la inquietante conclusión de que todos están cortados por el mismo patrón!

Un saludo. :D

Anónimo dijo...

Querido Luxy, como NáN no te responde, lo hago yo: el arte moderno no lo hacen los artistas, sino sus marchantes, asesorados por financieros y un equipo de marketing. De ahí que lo que caracteriza una obra de arte son dos cosas: el nombre del nuevo y vacío estilo y el precio, que es el hecho definitorio.

Hay otro arte, pero le falla el precio y nadie se ocupa de él.

Foxy

Anónimo dijo...

¿Cómo que las migas de tu bolso tienen más vida interior qué tú,eh,Moli Hall?Espero que no tengas que comprobar si el aparato de aire acondicionado hace ruiditos:D
Sonia.

Di Vagando dijo...

Yo lo del diván solo lo entiendo si está puesto como ironía. No me sirve ni siquiera como una reliquia del oficio del pasado, por ej, como un farmaceútico q se pone una hilera de morteros enmohecidos-los morteros tuvieron un uso real, el diván siempre fue una mala broma.

Yo empezaría la siguiente sesión preguntándole por el diván. Que hable, y según lo q me dijera, con una sonrisa amable dejaría de contribuír con mi dinero q siga comprando mesitas de anticuario.

Si algún día tuviera espacio me compraría un diván para una esquina del salón. El uso q le tengo planeado no se puede contar aquí literalmente, pero metafóricamente viene a ser matar no al padre, sino a Freud/Fraud.

muxus guapa

di

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Lux, pa cuando tu blog?

Molina de Tirso dijo...

Seguirá ¿no?

La LLave Roja dijo...

En la consulta de mi psicóloga había un cuadro abstracto que a mi se me antojaban amapolas gigantes.me relajaba un monton. A mi me tumbaron en el diván a los 4 meses de separarnos una mesa enorme que parecía un abismo.
jamás me ofreció un pañuelo y eso que hasta me ahogaba con los moc...s, creo que por eso deje de ir a terapia.no lo consideraba un lugar seguro

Anónimo dijo...

Unas flores marchitas, a veces, dicen gritando que tú eres más importante, que esa atención no dada no fue un prioridad, que una también comete errores, y están a la vista, como las flores marchitas.
A mí sí me darían confianza.

Que te mejores, y que lo sepas : )

Anónimo dijo...

¡Un abrazo y mucho animo Molinos!

Anónimo dijo...

Qué bien escrito y qué gusto leerlo.

He de decir que esa consulta es mucho más interesante que la del que fue mi psicólogo. Él sí tenía plantas de plástico, varias. :)

Nuria dijo...

Qué gusto leer solo por el placer de hacerlo
Gracias

Marina dijo...

Yo soy horrible con las plantas (se me murió un cactus), pero creo como psicóloga no lo hago mal. Así que no le pierdas confianza a la muchacha por el romero :)

Un abrazo y ánimo.