
Tengo dos buenos amigos que están pasando por una ruptura sentimental. Y a pesar de ser gente hecha y derecha, con 40 palos, ella y él, están siguiendo punto por punto el modelo de cómo no afrontar una ruptura.
Es inevitable. Nos pasa a todos. Te dejan y haces todo lo que no hay que hacer.
Primero descubres que es posible sentir vacio en el interior del estómago. Literalmente tienes un hueco dentro. Cuando te levantas por la mañana el hueco es tan grande que no te deja ni respirar y crees que te vas a morir y que no podrás levantarte de la cama y hacer todo lo que tienes que hacer. Pero si puedes, aunque por supuesto tú crees que tu hueco es el más grande que ha tenido nunca nadie en la historia de la humanidad. Durante el día y si estás entretenido, ocupado o lo que sea, el hueco se va haciendo más pequeño y al final del día casi te has acostumbrado y te vas a la cama pensando: parece que estoy mejor. A la mañana siguiente descubres que ha vuelto a crecer.
Segundo y como ya he dicho, crees sinceramente que tu ruptura es la peor que ha habido nunca en el mundo mundial. Si, los demás lo han pasado mal...pero nunca tan mal como tú, es imposible que haya gente que esté sufriendo lo que tú estás sufriendo. Como romper solo no parece motivo suficiente para que tu ruptura sea más que las demás, te dedicas a buscar motivos que hagan a tu ruptura escalar puestos en el ranking mundial. Y aquí vale todo: "Si vale, a los demás les dejaron...pero a mí, además de eso se me murió mi padre en la misma semana". "Si vale, a los demás les dejaron pero yo le he dado a él los mejores años de mi vida". "Si vale, a los demás les dejaron pero yo se lo di todo a él me cambie de ciudad, dejé a mis amigos, a mi familia y ahora me deja y encima estoy sola y abandonada en esta ciudad de mierda". De alguna manera extraña y retorcida, llegar a convencerte de que eres el más sufridor del planeta...consuela. Deber un mecanismo cerebral que dice: ya que las estamos pasando tan putas por lo menos que nos sirva para ser los campeones del sufrimiento.
Tercero, empiezas a pensar que algo no cuadra, que “necesitas más explicaciones”. Piensas que algo se te escapa, que no es posible que os quisierais tantísimo, que lo vuestro fuera tan especial. No quieres resignarte a la sencillez del pensamiento: no quiere estar contigo. Todo lo demás es accesorio, pero te aferras a los detalles porque asumir el hecho simple de que han dejado de quererte duele muchísimo y mientras estás entretenido analizando detallitos y cositas absurdas puedes mirar de reojo al abismo negro en el que más pronto o más tarde tendrás que zambullirte.
Cuarto, para seguir agonizando e intentar que esa agonía cure antes piensas: esto duele un huevo, voy a ver si me echo un poquito de limón en la herida y sí, me dolerá pero lo mismo se cauteriza la herida y me curo más rápido. Así que te dedicas a pensar cosas horripilantes como: seguro que ya está con otro/a, y con ese otro seguro que quiere hacer cosas que no hacía conmigo y se casará y tendrá hijos y ya ni se acuerda de mi...y yo aquí...hecho/a una mierda. Y efectivamente duele muchísimo porque la imaginación es muy cabrona y se dedica a mandarte planos cinematográficos de tu ex en todo tipo de escenas amorosas irreales: dando ramos de flores, cenas románticas, ante el altar, cuidando churumbeles colmado de felicidad paternal…mientras que te manda planos tuyos en blanco y negro en un sillón con una manta de cuadros y rodeado de gatos. Lo peor de todo esto es que esa dosis extra de agonía que te procuras a ti mismo no sirve para curarte antes.
Séptimo. Empiezas a pensar que serias capaz de pagar, de cortarte un dedo, de cambiarte de ciudad, de raparte la cabeza, de llevar sandalias con calcetines, de hacerte fan de Manolo Escobar...darías cualquier cosa por poder volver…lo que fuera. Y por supuesto esta vez todo sería distinto y no cometerías los errores de la primera vez que hicieron que dejara de quererte, porque por supuesto la culpa es tuya.
Octavo. Crees que nunca jamás podrás volver a enamorarte. Es completamente imposible. Y además no tienes ganas. No quieres ni salir de casa, quieres tu sofá, tu mantita, tu helado de strawberry cheesecake, tus canciones de llorar, tus pelis de llorar y quedarte ahí hasta que te deje de doler.
Noveno, pasado un tiempo...que depende de cada uno, por fin haces caso a tus amigos y quedas con ellos o les mandas un mail y vomitas toda esa mierda que llevas macerando en tu interior desde el Dia D. Y descubres que te sientes mejor, porque tus amigos son sabios y sobre todo te quieren y han pasado por eso. Y te dicen todo lo que necesitas saber: que saben que duele un huevo, que vales muchísimo, que tienes que salir de casa y dejar la puta mantita y que aunque no te lo creas se te pasará. También te dicen que tu ex es un cabrón, hijo de puta con pintas y que no te merece y que se arrepentirá toda la vida por haberte dejado escapar porque eres un tío/a de puta madre. Y descubres el efecto terapeútico del humor negro...contra todo pronóstico, que tus amigos se descojonen de tu pena suprema, te alivia.
Diez, empiezas a curarte. Pero se tarda.
Es inevitable. Nos pasa a todos. Te dejan y haces todo lo que no hay que hacer.
Primero descubres que es posible sentir vacio en el interior del estómago. Literalmente tienes un hueco dentro. Cuando te levantas por la mañana el hueco es tan grande que no te deja ni respirar y crees que te vas a morir y que no podrás levantarte de la cama y hacer todo lo que tienes que hacer. Pero si puedes, aunque por supuesto tú crees que tu hueco es el más grande que ha tenido nunca nadie en la historia de la humanidad. Durante el día y si estás entretenido, ocupado o lo que sea, el hueco se va haciendo más pequeño y al final del día casi te has acostumbrado y te vas a la cama pensando: parece que estoy mejor. A la mañana siguiente descubres que ha vuelto a crecer.
Segundo y como ya he dicho, crees sinceramente que tu ruptura es la peor que ha habido nunca en el mundo mundial. Si, los demás lo han pasado mal...pero nunca tan mal como tú, es imposible que haya gente que esté sufriendo lo que tú estás sufriendo. Como romper solo no parece motivo suficiente para que tu ruptura sea más que las demás, te dedicas a buscar motivos que hagan a tu ruptura escalar puestos en el ranking mundial. Y aquí vale todo: "Si vale, a los demás les dejaron...pero a mí, además de eso se me murió mi padre en la misma semana". "Si vale, a los demás les dejaron pero yo le he dado a él los mejores años de mi vida". "Si vale, a los demás les dejaron pero yo se lo di todo a él me cambie de ciudad, dejé a mis amigos, a mi familia y ahora me deja y encima estoy sola y abandonada en esta ciudad de mierda". De alguna manera extraña y retorcida, llegar a convencerte de que eres el más sufridor del planeta...consuela. Deber un mecanismo cerebral que dice: ya que las estamos pasando tan putas por lo menos que nos sirva para ser los campeones del sufrimiento.
Tercero, empiezas a pensar que algo no cuadra, que “necesitas más explicaciones”. Piensas que algo se te escapa, que no es posible que os quisierais tantísimo, que lo vuestro fuera tan especial. No quieres resignarte a la sencillez del pensamiento: no quiere estar contigo. Todo lo demás es accesorio, pero te aferras a los detalles porque asumir el hecho simple de que han dejado de quererte duele muchísimo y mientras estás entretenido analizando detallitos y cositas absurdas puedes mirar de reojo al abismo negro en el que más pronto o más tarde tendrás que zambullirte.
Cuarto, para seguir agonizando e intentar que esa agonía cure antes piensas: esto duele un huevo, voy a ver si me echo un poquito de limón en la herida y sí, me dolerá pero lo mismo se cauteriza la herida y me curo más rápido. Así que te dedicas a pensar cosas horripilantes como: seguro que ya está con otro/a, y con ese otro seguro que quiere hacer cosas que no hacía conmigo y se casará y tendrá hijos y ya ni se acuerda de mi...y yo aquí...hecho/a una mierda. Y efectivamente duele muchísimo porque la imaginación es muy cabrona y se dedica a mandarte planos cinematográficos de tu ex en todo tipo de escenas amorosas irreales: dando ramos de flores, cenas románticas, ante el altar, cuidando churumbeles colmado de felicidad paternal…mientras que te manda planos tuyos en blanco y negro en un sillón con una manta de cuadros y rodeado de gatos. Lo peor de todo esto es que esa dosis extra de agonía que te procuras a ti mismo no sirve para curarte antes.
Quinto, ya puestos a despeñarte por la pendiente de la autocompasión, lo llevas un poquito más lejos y entonces empiezas a pensar que eres un mierda. Que es lógico que te hayan dejado porque: eres una pesada, tienes un curro de mierda, no te gustaba la misma música que a él/ella, eres mayor, eres más joven, eres alta, eres moreno, no sabes inglés, cocinas mal, eres rubia, tienes los ojos azules, llevas gafas, eres ingeniero, dependiente, repartidor, abogado, tienes dientes, dos orejas, dos manos..Es decir...todo tú eres un mierda auténtico que mereces que te hayan dejado. Llenas una bañera de barro de autocompasión y te sumerges en ella para ver si así consigues aliviar el sufrimiento...pero tampoco.
Sexto, se deja de comer y de dormir. El cuerpo es sabio y sabe que estás jodido, así que te hace adelgazar lo que repercute en que la gente cuando te ve te dice: estás estupendo. Claro que a ti no te consuela porque piensas: si estupendo pero me han dejado así que tan estupendo no estaré…y hala...al bucle autodestructivo otra vez. Lo de no dormir es más putada porque por la noche eres capaz de elucubrar todo tipo de pensamientos horribles que te hacen levantarte destrozado para luchar con el hueco.
Séptimo. Empiezas a pensar que serias capaz de pagar, de cortarte un dedo, de cambiarte de ciudad, de raparte la cabeza, de llevar sandalias con calcetines, de hacerte fan de Manolo Escobar...darías cualquier cosa por poder volver…lo que fuera. Y por supuesto esta vez todo sería distinto y no cometerías los errores de la primera vez que hicieron que dejara de quererte, porque por supuesto la culpa es tuya.
Octavo. Crees que nunca jamás podrás volver a enamorarte. Es completamente imposible. Y además no tienes ganas. No quieres ni salir de casa, quieres tu sofá, tu mantita, tu helado de strawberry cheesecake, tus canciones de llorar, tus pelis de llorar y quedarte ahí hasta que te deje de doler.
Noveno, pasado un tiempo...que depende de cada uno, por fin haces caso a tus amigos y quedas con ellos o les mandas un mail y vomitas toda esa mierda que llevas macerando en tu interior desde el Dia D. Y descubres que te sientes mejor, porque tus amigos son sabios y sobre todo te quieren y han pasado por eso. Y te dicen todo lo que necesitas saber: que saben que duele un huevo, que vales muchísimo, que tienes que salir de casa y dejar la puta mantita y que aunque no te lo creas se te pasará. También te dicen que tu ex es un cabrón, hijo de puta con pintas y que no te merece y que se arrepentirá toda la vida por haberte dejado escapar porque eres un tío/a de puta madre. Y descubres el efecto terapeútico del humor negro...contra todo pronóstico, que tus amigos se descojonen de tu pena suprema, te alivia.
Diez, empiezas a curarte. Pero se tarda.
La tira es de Efe, querido podríamos dominar el mundo.