
A todos nos gusta pasar mucho tiempo con ellos.
Nuestros churumbeles nos adoran.
A nuestros churumbeles les encanta pasar tiempo con nosotros. Cuanto más mejor.
Los padres tenemos una fuerza física y una capacidad de aguante limitada.
Nuestros churumbeles nos adoran.
A nuestros churumbeles les encanta pasar tiempo con nosotros. Cuanto más mejor.
Los padres tenemos una fuerza física y una capacidad de aguante limitada.
Los churumbeles tienen una fortaleza física y una capacidad de aguante que sobrepasa con mucho la de sus padres.
Todos en algún momento del día luchamos con esa sensación de “por favor que se acabe esto...que alguien se los lleve...que venga Maléfica y los duerma durante 100 años”.
Ese momento del día...suelen ser “las horas del horror”. Las fuerzas de padres y churumbeles se encuentran…y casi siempre ganan los churumbeles.
Cuando no tienes hijos y en un extraño momento de rapto mental te pones a elucubrar sobre cómo sería tenerlos...te visualizas llegando a casa y disfrutando de esa cosa que parece tan molona que es bañar al bebé, jugar con los enanos, preparar la cena mientras ellos juegan o charlan y cenando todos en armonía familiar para que luego ellos se despidan rollo la familia Von Trapp y tú puedas dedicarte a disfrutar del planeta del amor con tu pareja.
Vale...eso es como creer en el Ratón Pérez, la chica de la curva o el alargador de pichas.
Las horas del horror son el infierno para cualquier padre. Para empezar se desarrollan al final del día, cuando estás más cansado. Llegas de currar después de haber madrugado, conducido, echado mil horas en el curro…y llegas a casa. Antes de tener churumbeles, ese era el momento más molón del día. Abrías la puerta… ¿holaa?? Vaya...no hay nadie. Te quitabas la ropa de faena, una cervecita, alguna tarea del hogar...planear una cena apetecible…todo un mundo de tiempo para ti.
Ahora con churumbeles, tú sabes que esa situación no existe...pero tu subconsciente es muy cabrón y guarda un recuerdo imborrable de esos momentos y todos los días...según llegas a casa y metes la llave en la cerradura...tu subconsciente te hace creer que hoy será distinto…que las horas del horror molarán y que a lo mejor tienes suerte y todo vuelve a ser como antes de reproducirte.
Y todos los días...tu subconsciente se da de leches con la realidad. Y tú te das de leches con el hecho de reconocerte como un padre altamente defectuoso a esas horas.
Estás agotado, física y mentalmente. Tus niños no. Tus hijos te ven llegar y saltan a tu alrededor y no paran de hablar: ama de llavez… ¿qué hay de cena? ¿Me has comprado el sobre de cromos? Mañana tengo que llevar una gorra. Te he traído 3 circulares. ¿Qué vamos a comer mañana? C. me ha pegado…Mamiii...a que tengo el pelo larguizimo. ¿Me corriges las tareas? ¿Me corriges las tareas?? ¿Me corriges las tareas???
No has avanzado ni 3 metros y ya estás sepultado en maternidad. Y no puedes más.
Como buenamente puedes y por supuesto con espectadores…te cambias de ropa para dejar de ser la profesional eficiente y te pones la ropa de lidiar con las fieras.
Al baño.
Ja. Qué idílico. Ya hablé en su momento de cómo evoluciona ese fabuloso mundo de la higiene personal con tus hijos. Yo estoy ahora mismo con las princezaz en ese momento en que primero no quieren ducharse: Noooo…otra vez nooooo….Zi estoy limpízimaaaaa. Y luego se hacen fuertes detrás de la cortina de la ducha y la única manera de sacarlas es consiguiendo ser miss camiseta mojada.
Y luego empieza el momento álgido de las horas del horror. La cena y demás cositas molonas.
Como todos somos padres altamente preocupados y concienciados con la alimentación infantil...intentamos no darles todos los días lo que te pide el cuerpo que es leche con cereales o un sándwich mixto. Por alguna extraña razón de conciencia paternal...entras en un bucle en el que preparas de cena algo que no te apetece para dárselo a tus churumbeles a los que por supuesto tampoco les apetece. Tú te resignas a cocinar cosas que no te gustan...pero los churumbeles vienen sin gen de la resignación y se resisten mogollón.
- ¿Judías verdes??? Noooooooooooooooo
- ¿Pescado????...Noooooooo
- ¿Otra vez huevo frito??...Noooooo ( ahora que hemos pasado de considerar el huevo un veneno mortal a comerlo obligatoriamente cada 48 horas...tenemos problemas de “aburrimiento” con el huevo…es todooo tan perfecto)

A estas alturas de las horas del horror…estás ya funcionando en automático. Intentas no darte cuenta de que estás gritando y perdiendo la paciencia…por supuesto después de haber puesto en práctica todas esas cosas que se supone que hay que hacer antes:
Ser firme: esto es lo que hay de cena. O lo comes o te vas a la cama sin cenar. Ves como tus palabras rebotan en tus hijos sin provocar la más mínima respuesta.
Ser persuasivo: a ver chicas...hay que comer de todo porque si no no creceréis. Tus conocimientos nutricionales son escasos y no suenas convincente. Además ya tienen respuesta para todo: mami...tú comes de todo y eres bajita.
Dialogar: vamos a hacer una cosa. Si termináis antes de las 8 y media…luego podemos leer un cuento. (Esto es como pagar tu rescate y seguir secuestrado pero ahora mismo parece buena idea)
Has probado todas esas cosas, juntas y por separado. Has bailado la sardana, te has puesto como Cruella de Vil…has valorado incluso recurrir al llanto…pero una vez más te rindes al hecho...de que en las horas del horror…ellos ganan y tu eres un padre muy defectuoso.
Cenarán, pero a su ritmo que nunca es el que tú desearías. Te sientes egoísta y mal padre...porque estás deseando que las horas del horror terminen. Que se acabe este suplicio..quieres dejar de ver todos tus defectos como padre tan claramente al aire como si alguien los hubiera escrito con rotuladores lavables en el pasillo. Quieres hacerlo bien..pero estás agotado..necesitas tiempo para ti..aunque solo sean 10 minutos..
Quieres que se acabe la agonía, se laven los dientes y pasar a lo verdaderamente molón de ser padre.
El momento del día en que con ellos cogidos de la mano, vas por el pasillo hacia su habitación…los metes en la cama...les das un beso…les arropas…dices “buenas noches”...apagas la luz y te vas al sofá con el olor a sueño en tu nariz, colmado de amor maternal y pensando: mañana seguro que no es tan horrible...
…lo dicho...tu subconsciente es muy cabrón.
El momento del día en que con ellos cogidos de la mano, vas por el pasillo hacia su habitación…los metes en la cama...les das un beso…les arropas…dices “buenas noches”...apagas la luz y te vas al sofá con el olor a sueño en tu nariz, colmado de amor maternal y pensando: mañana seguro que no es tan horrible...
…lo dicho...tu subconsciente es muy cabrón.