
El momento del día en el que soy más yo, es el momento de despertarme. En ese momento soy un gremlin asustado.
Normalmente soy una persona muy regulera. Tengo mucha mala leche, soy egoísta, rencorosa, valoro una buena venganza, la modestia no está entre las virtudes que me adornan, no sé matemáticas, no tengo pulgares oponibles, mi paciencia es limitadísima y no tengo culo.
Todas esos graves defectos y muchísimos más que no se pueden contar, se elevan a la enésima potencia cuando me despierto. En el instante justo en el que paso de estar dormida a estar despierta y consciente, en ese momento...soy un gremlin.
Da igual que haya dormido mucho o poco. Bueno, no da igual, cuando cometo la imprudencia de salir un jueves y acostarme a las 4 de la mañana para luego levantarme a las 8 con una holgura craneal de campeonato e ir a currar, soy un gremlin venenoso.
Supongo que dormida soy muy mona. No tengo ni idea. Quitando algunas etapas de insomnio atroz, no tengo muchos problemas para conciliar el sueño. Eso sí, tengo el sueño ligero y me despierto con casi cualquier alteración de mi entorno. Si duermo con alguien y ese alguien se da la vuelta en la cama, tose, estornuda o cualquier otra cosa me despierto. Si ladra putoperro me despierto, si hay pajaritos me despierto, si pasa una moto me despierto, si pobrehermano se ducha a las 6 de la mañana me despierto, si el ingeniero efectúa su fabuloso baile mañanero de “que tío más silencioso soy que no hago ni un ruido” mientras pulula por toda la casa, no solo me despierto si no que valoro el divorcio como una opción que mejoraría mucho la vida en la tierra.
A pesar de eso, no me molesta despertarme con ruido. Eso me da igual, lo que me revienta es despertarme. No quiero. No me gusta. Soy feliz en mi sueño fabuloso. Siempre sueño y casi siempre me acuerdo. Cuando abro los ojos y soy consciente de que me he despertado, la mayoría de las veces puedo retroceder y recordar perfectamente lo que estaba soñando. Si era un sueño molón tardo unos instantes en darme cuenta de que no es real, que se ha esfumado...y que yo soy un gremlin.
Abro los ojos, soy consciente de que estoy despierta y odio a todo el planeta. A todos. No se libra nadie. Todo el mundo me cae mal, todos son horribles y nadie me comprende. Deseo una catástrofe nuclear, una epidemia de ebola o incluso reencarnarme en lombriz...lo que sea menos levantarme.
No tiene nada que ver con los libros de colores. En vacaciones me pasa exactamente igual. Me despierto y sencillamente no quiero hacerlo. No quiero estar despierta y no quiero levantarme. MI cama es perfecta...todo lo que hay fuera es feo y no me gusta. Soy un gremlin.
Cuando me doy cuenta de que no hay más remedio que salir de mi nido perfecto y levantarme, me siento en la cama. Creo que es el momento del día en el que estoy más cerca de un llanto tipo candy candy…no quiero...no quiero. Un gremlin llorón…esa soy yo al despertar. Cuando me despierto, dejo de ser lo monísima que soy durmiendo y sé que tengo que enfrentarme a todas mis taras e idear un plan para que pasen lo más desapercibidas posibles para el resto de la humanidad.
Es un trabajo durísimo, y cada mañana es igual de desesperante. Me siento en la cama y pienso…no quiero.
No quiero que me hablen. No quiero que me den besos. No quiero que me toquen. No quiero ni que me vean. Quiero ser invisible y disfrutar de ser un gremlin hasta que me ducho.
Desde que tengo hijas...es peor claro. Ahora ya no puedo despertar y compadecerme de mí misma muchísimo y pensar que nadie me quiere y que sería feliz si pudiera quedarme en la cama hasta que me escupieran las sábanas. No, ahora tengo que levantarme y despertar a mis churumbeles.
Me levanto. Me pongo mi sudadera mugrienta y con los pelos parados y los ojos pequeños pequeños voy a despertar a laz princezaz. Las pobres han tenido mala suerte y en vez de despertarse con una madre de mejillas sonrosadas diciendo cosas bonitas como “arriba princesas” o cualquier otra majadería de esas…ellas tienen que lidiar con un gremlin cabreado que intenta no pagarlo con ellas. Y es peor, claro.
M, como debía estar en la cola de “dulzura para regalar” cuando Dios repartió los dones, me ve asomarme por la barandilla de su cama…y sencillamente abre sus ojazos azules, sonríe y dice:
Buenos días…..y yo intento que mi gruñido suene lo más cariñoso posible.
C. como obviamente es hija mía, compite conmigo por ver quién es más gremlin. Obviamente también, ella lo consigue más, porque yo soy un gremlim madre y no puedo llorar y meterme debajo del edredón y pedir caricias y ser un completo coñazo hasta que llegamos a desayunar.
Si no hay que madrugar es igual. El trance es igual de desagradable. Me levanto y arrastro los pies. Desayuno por inercia. Bebo café pero no me sabe a nada. Tomo tostadas pero me daría igual que fueran de poliespam...yo sigo acordándome de mi cama y pensando si todavía quedará algo de calorcito debajo del edredón.
Normalmente soy una gran conversadora, pero no puedo articular palabra hasta que n me ducho. Incluso en un despertar amoroso de esos del planeta del amor no me pidas que vocalice nada. NI siquiera pretendas que murmure…No se me puede hablar por las mañanas.