
Este libro me va a proporcionar grandes momentos de inspiración para este blog, porque entre las cosas que (me) pasan, están las que me ocurren por ser Maruja trabajadora. La primera de ellas es la curiosa evolución en la apreciación de las tareas del hogar que se sufre a lo largo de la vida.
Cuando eres pequeño, te parece que cosas como poner la lavadora, echar el jabón del lavaplatos, tender la ropa, pasar la aspiradora o abrir el inaccesible armario de la ropa de casa son actividades llenas de un misterio y un misticismo increíbles. Tu madre es un ser superior que tiene muchísima suerte porque puede hacer todas esas cosas. Tú imitas en lo que puedes con tus cacharritos y tus muñecos, y lo normal con 3 años, es que a la pregunta de qué quieres ser de mayor digas que “mamá” .
Un poco más adelante en la vida te das cuenta de que no mola tanto como pensabas. La razón fundamental es que tu madre refunfuña y que además en cuanto puede pretende que esas cosas las hagas tú. Eso levanta tus sospechas, si fuera realmente divertido no te dejarían hacerlo. Por eso no te dejan conducir, ver pelis de “mayores” o salir por la noche. Empiezas a sospechar que las tareas del hogar son malas.
Si eres veinteañero y tía y vives con tus padres, te toca hacer tareas del hogar. Ir a la compra, cocinar de vez en cuando, planchar. Te jode pero lo toleras. ¿Porqué lo toleras?. Porque no te ocupa memoria. Sabes que hay una mente superior que está por encima de ti y que si tú no te acuerdas de comprar papel higiénico se acordará ella y si no te planchas la ropa, pues ya la planchará ella. Es algo así como ser Darth Vader, eres malo pero te puedes permitir dejar de serlo porque por encima de ti está el emperador que es el que tiene que ser malo todo el día porque si no el lado oscuro se iría al carajo. Pues eso.
Pero luego te independizas/casas/vas a vivir en pecado y derepente eres el emperador. El lado oscuro depende de ti. Y eso es muchísima responsabilidad, ocupa muchísima memoria y es un puto coñazo.
Sin darte cuenta te pasas el día pensando en cosas que hay que hacer, lo que hay que comprar, lo que vas a preparar de comida. Y no cualquier cosa como cuando eras Darth Vader, un mero subordinado…en plan..hoy pasta, y mañana arroz y si estabas en plan sofisticado pizza. No…ahora hay que alimentar a los sucesores del emperador tendiendo en cuenta múltiples factores: que han comido en el colegio, que cenaron ayer, que no les da alergia y que hay en la nevera.
Descubres que uno de tus enemigos más importantes es la lavadora, antes tú vivías feliz. La ropa se echaba a lavar y pasado un tiempo prudencial estaba en el armario o si el emperador de tu casa estaba de malas encima de la mesa de tu cuarto. Ahora descubres que hay todo un proceso muy desagradable para lograr eso. Hay que clasificar la ropa, elegir el programa de la lavadora (ni zorra, siempre el 3), tender la ropa, plancharla y luego guardarla. Y cuando crees que has vencido al cesto de la ropa sucia…el muy cabrón se llena de nuevo y vuelta a empezar.
Se me está ocurriendo que este libro, detrás de su portada noña..es un manual para emperadores...mmmm....seguiré informando.