Que no. Que este año no me lían para ninguna. No me gustan. Son un coñazo. No me gusta la gente que quiere que vaya con ellos. Me dan pereza. Además si no quiero quedar con vosotros en todo el año ¿porqué iba a querer ahora?. Que no y punto.
No quiero ir. Yo no necesito una excusa anual para tajarme como un piano y hacer el ridículo. Ya lo hago en incontables ocasiones a lo largo del año y a las pruebas me remito. Cualquier día del año me parece perfecto para beberme el agua de los floreros y a mi querido G. también, así que no entiendo esa urgente necesidad por salir a cenar en Navidad.
No quiero ir. Yo no necesito una excusa anual para tajarme como un piano y hacer el ridículo. Ya lo hago en incontables ocasiones a lo largo del año y a las pruebas me remito. Cualquier día del año me parece perfecto para beberme el agua de los floreros y a mi querido G. también, así que no entiendo esa urgente necesidad por salir a cenar en Navidad.

Lo de las cenas del trabajo me fascina.
Gente que jamás comparte mesa en el comedor gratuito de la empresa sueña con esa cena . Yo creo que es por ligar. La gente se desinhibe y decide que somos super colegas y como nos queremos..y si es contra la puerta del baño de las tías mejor que mejor y si una lleva puesto un gorrito de papa noel y el otro unos cuernos de reno ya es el colmo del éxito sexual. Eso sí, luego se encuentran en la oficina y no se dicen ni hola..pero claro el tamborilero de Raphael en versión hip hop es una cosa que pone muchísimo. Y contar la anécdota del polvo salvaje da por lo menos hasta marzo…
Estas cenas además normalmente siempre son en un restaurante al que normalmente no irías ni muerto. Siempre hay un cabecilla que suele ser bastante ratero que dice la frase que odio: negocio un menú.
Pues no coño. No me gusta eso. Un menú significa que te van a soplar 40 euros como mínimo por una comida en serie que están zampando todas las otras mesas y que probablemente no te guste. Si ya incluye la bebida échate a temblar…el vino será de vomitar y las copas de luego garrafón. Y para otras cosas me da igual, pero la ginebra que sea buena. No curro para luego beber como si tuviera 17 años y 300 pesetas en el bolsillo.
El restaurante siempre está en el sitio más incómodo de la ciudad. NO hay parking y como todo el resto de la humanidad ha decidido ir en taxi, tampoco hay taxis.
Si te decides por el metro, te sumerjes en un mundo de surrealismo que ni Almodovar. Gente emperifollada como si fuera a recibir el Oscar, con unos cuernos fluorescentes de los que sale Jinglle Bells a todo trapo, agarrados unos a otros tambaleándose y vomitando.
Resumen, vas a una cena con gente que no quieres, a gastarte una pasta en comer algo que no te gusta, a tomar copas infames que te darán una resaca de espanto, con suerte ligarás con “algo” de lo que te arrepentirás para siempre y además volverás a casa andando.
No pienso ir y punto.