martes, 27 de noviembre de 2018

Ensayo sobre la colcha

Hablemos de colchas. No entiendo como no he tocado este tema durante todos estos años. Hay dos tipos de personas en el mundo: los que creen en las colchas y los que no. No son categorías estancas, son más bien etapas en la vida aunque, como en todo, hay gente que se queda estancada en la primera. Durante la infancia, las colchas son algo que o bien no percibimos en nuestro radar o cuando lo hacemos es algo que asociamos con una manía de nuestra madre, la colcha se pone encima de la cama porque ella quiere y a  nosotros nos parece superfluo e innecesario. Están en la misma categoría que los leotardos o el verdugo, vivimos felices sin saber qué existen hasta que nuestra madre nos lo calza.  Después, cuando uno sabe lo que puede hacerse en una cama aparte de dormir, es cuando capta que el propósito higiénico de la colcha, un propósito que hasta entonces le había pasado desapercibido. Esa súbita iluminación sobre la utilidad de la colcha puede que nos haga verlas como algo necesario fuera de nuestra cama e innecesario en la nuestra porque o bien nosotros somos muy pulcros o bien a nuestra mierda le tenemos cariño y no nos importa rebozarnos en ella con nuestras sábanas. 

Hay un tercer grupo de gente que son los de la secta de la colcha, los que les cogen tanto cariño que las ponen encima de los sofás, como manteles, o los que hacen combinaciones, en teoría decorativas, de varias colchas en sus camas. Con esta gente hay que tener mucho cuidado porque casi siempre son adictos a la limpieza y tienen manías rarunas como por ejemplo una manera concreta y particular de doblar las colchas que exige un máster en ingeniería de caminos. Huid de ellos. 

Las colchas importan porque dicen cosas de nosotros. Sé que creéis que no, que da igual, que la pasión, que la educación, que la conversación que te de, que las vistas al mar, que te den masajes en los pies, que sepa hacerte caldo cuando te duele la garganta, que esté a buen precio. Ja. Una colcha puede echar por tierra cualquier relación, cualquiera.  

Estás buscando una casa para alquilar o para comprar. El precio encaja, la localización, el número de dormitorios, está libre cuando tú lo necesitas, cerca del supermercado, la playa, la farmacia y lejos de los vecinos. Todo bien, tú solo te vas jaleando, incrédulo ante tu buena suerte hasta que llegas a la foto del dormitorio y un brillo deslumbrante te destroza las córneas: unas colchas de brillante falso raso verde limón con faldones con volantes hasta el suelo te saludan colocadas pulcramente sobre dos camitas. El embrujo se ha roto, el hechizo cae destrozado y sabes que ya no podrás estar en esa casa, que lo vuestro es imposible, no hay manera de arreglarlo. Si a plena luz del día alguien es capaz, con conocimiento de causa, de hacer una foto a esas colchas y enseñarlo en las redes ¿qué no tendrá guardado en los cajones, en los armarios, debajo de las camas? ¿Cuántos cuerpos hay emparedados en la casa? ¿Qué misteriosas fuerzas recorren esa casa obligando a sus habitantes a elegir esas colchas? Lo vuestro es imposible. 

Y en las parejas es igual. Ligas, una cita, otra cita, un hotel, otro, tu casa... la suya y ¡tachán! una colcha espantosa de fondo azul con lunares como un balón de baloncesto de colorinchis chillones. La pasión se te cae a las uñas de los pies y según ruedas entre (falsos) jadeos sobre esa colcha empiezas a dudar de la sinceridad de ese amor, de la conveniencia de esa pasión, al mismo tiempo que preguntas muy desconcertantes llenan tu cabeza  ¿Cuánto le importo si antes de invitarme no ha quitado esta colcha y le ha prendido fuego? ¿No creerá en serio que me gusta tanto como para pasar por alto esta cosa sobre la que estoy tumbada? ¿Se dará cuenta si, con disimulo, la quito y nos metemos entre las sábanas? ¿Cómo serán las sábanas? y ¿Habrá lavado esta colcha alguna vez desde sus pajas de los dieciséis años? Lo vuestro es imposible. 

Quizá haya alguien leyendo estas reflexiones totalmente innecesarias y frívolas y pensando: yo sí creo en la necesidad de una colcha y tengo una y es blanca, sencilla, elegante, discreta... estoy a salvo. Pues no, es verdad que siempre es mejor esa opción que cualquier originalidad comprada o cualquier cursilería heredada de una madre...pero las colchas blancas son como tener dos ojos, dos orejas  o dos manos, demasiado común. Y no lo digo yo, lo dice la señora de la tintorería de mi calle: «Ay, menos mal que tu colcha no es blanca, porque ahora son todas iguales, blanquitas, todas clónicas». 

Las colchas son conscientes de que su vida corre peligro, de que su mediática exposición en redes está acechando su modo de vida y los últimos ejemplares de ultrahorterez han corrido a ocultarse en las afueras: en casas de pueblo de los abuelos de donde ahora saben que nunca debieron salir porque la ciudad no es para ellas y, sobre todo, en los apartamentos de playa. Los coquetos pisos playeros surgidos durante el boom de los setenta son la reserva nacional de colchas del horror. Colchas con flores, con rasos, con lazos, colchas resbalosas incompatibles con estar tumbado en ellas, colchas con esquinas, con rebordes, con estampados de animales exóticos, imitando paisajes campestres, puestas de sol, cielos estrellados, con lunas llenas, arco iris, nubes, jardines con flores, caminos en otoño, cuadros impresionistas con colores saturados, la imagen de los Bonny M y todo el horror estilístico imaginable conviven en una alegre orgía de desenfreno esperando a que llegue una extinción que percibien cercana.  Las colchas blancas de IG ya caminan hacia la costa... y pronto arrasarán con los colorinchis.  Es el ciclo de la colcha. 

Y no, no pienso contar de qué color es mi colcha.


13 comentarios:

María dijo...

Tenerte muy cerca debe ser un lujo, para hablar de cosas interesantísimas de las que nadie habla. En casa de mis padres las colchas eran todas de damasco, por la noche se retiraban, bien dobladitas, y cuando pasaba una procesión (era un pueblo portugués medieval) se ponían en los balcones. Me imagino que por aquí se haría lo mismo, de esto hace mil años...

Alicia dijo...

jajaja, no sé si me gusta menos la idea de la colcha de colorinchis o las de raso de brilli brilli con volantes y lazos...

Igor dijo...

Foto de tu colcha ya!

Vicente Carrasco dijo...

Las de raso son El Mal...

Hermano E dijo...

XDDDDD hacía falta una entrada como esta (para superar el tedio laboral vespertino).

Como diría Alberto Pérez interrumpo la canción y coloco mi mensaje: nosotros no usamos colcha. En invierno tenemos la funda nórdica y en verano la sábana, así sin mas, a lo loco.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura dijo...

ajajjaa que bueno!. A mi, mi madre me ha hecho a mano una de lana... (a estado como 2 o 3 años para terminarla)... pues eso, para una cama de 1.50 m y por los lados llega hasta el suelo, o sea que 2 metros de colcha por lo menos...pesa como un muerto, así que entro y salgo sin moverme en toda la noche.
Cuando llegué a casa, me gritó: Sorpresa!!!! y vaya si me la dio...
Es, como decirlo... rara... fea, pica un huevo...pero esta hecha con mucho cariño.
En cuanto se marchen de casa (que han venido a pasar unos días) la quito.
Odio las colchas.
Arriba los colores oscuros y/o neutros.
Besos

Elena Rius dijo...

Este post era necesario, al fin alguien habla de este tema. He de decir que desde hace mucho tiempo uno de mis criterios fundamentales para juzgar hoteles, apartamentos y, por qué no, casa ajenas, es el tipo de colchas que tienen. He perdido la cuenta de cuántos alojamientos turísticos he descartado porque me veía incapaz de pasar mis vacaciones mirando esas colchas de flores fluorescentes o de raso brillante. Me llaman exagerada y me dicen "pues el primer día guardas la colcha y así ya no la ves". Error. Porque, como bien dices, el que es capaz de poner esa colcha, ¿qué otros horrores no habrá perpetrado? Ah, y una vez descarté un posible lío porque cuando me llevó a su casa descubrí que su cama lucía una colcha de color negro. Negro es NO.

Dorotea Hyde dijo...

No sé si llego a tu nivel, Molinos, pero sí, la colcha es un elemento de evaluación. Raso no, las prefiero blancas sosas (aunque no en mi cama) que de raso. Ah, y de ganchillo tampoco. Casi mejor de raso que de ganchillo.

Anónimo dijo...

Ay por favor ! yo quiero que Maria conteste a Luxindex ¿ era ella?

En casa de mis padres, pasar de las colchas al edredon, fue aceptar la democracia la entrada en la Union Europea y la modernizacion del pais. Luego nos fuimos los hijos ¡ y mi madre ha salido del armario para volver a poner unas cochas de algodon, que hay que dejar dobladas cada dia como con una planchadora industrial!

Molinos, las colchas de la foto, reig marti, posiblemente son mucho. No forma de saltar con pertiga esa vision. Estoy contigo a tope, esas colchas son determinantes.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Luxindex, soy anonima 11;28. Ay ¡ que rabia que no conteste! Mira que me suena que Maria deja comentarios a menudo! Aunque puede que yo este flipando mucho. En fin, supongo que era demasiado bonito certificar esta coincidencia asombrosa.

¿ tu crees que Maria leera comentarios o pasa total? No tengo blog ni nada, asi que desconozco las estrategias para cazar lectores. Que sea un truco me apena, nunca lo sabremos supongo.

Saludos!

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.