martes, 21 de febrero de 2017

A los pies de las estrellas.

Las miro de vez en cuando durante toda la proyección.  María está a mi derecha, Clara a mi izquierda. Siempre nos sentamos así en el cine porque las dos quieren tener la oportunidad de comentar cualquier cosa conmigo, de no perderse ninguna posible explicación que yo pueda dar. Hoy, sin embargo, no preguntan nada.  Estaban reticentes y bastante despistadas cuando les comenté el plan. 

—Mamá, la que vamos a ver es la de que se mudan a Nueva York, ¿no?
—No, ¿cuál es esa?
—La de sama sama y el vestido rosa  y las escaleras y el teléfono. 
—No, esa es Descalzos por el parque. 
—Ah, entonces ni idea. 
—Pues yo les he dicho a mis compañeros que íbamos a ver Dirty Dancing, sabía que era algo de ing pero no me acordaba – es la aportación de María. 

Ahora, sin embargo, están abstraídas por completo en lo que está sucediendo en la pantalla. Miran extasiadas y con reverencia como Gene Kelly baila como si fuera fácil, como si el movimiento de sus pies fuera algo que hace sin pensar, sin ensayar, como si fueran solos. De repente me doy cuenta de que así es como hay que ver esta película, así es como se deberían ver todas las buenas películas, mirando hacia arriba. En los cines antiguos, en los grandes cines clásicos, en las salas en las que vi Blancanieves, y Regreso al Futuro e Irma  La Dulce la pantalla quedaba elevada sobre la sala y nuestra actitud física con la vista y la cabeza levantada expresaba la admiración y reverencia por el espectáculo. El agradecimiento por ser partícipes y destinatarios de ello. 

Ahora las salas son anfiteatro, nos sentamos y la pantalla está nuestros pies. Parece una tontería pero creo que no lo es, ahora no vamos como espectadores agradecidos, somos exigentes consumidores. Nos sentamos en alto, conscientes de nuestro poder, como los emperadores romanos en el circo. Reconozco la comodidad de nuestras salas, que han eliminado la posibilidad de que alguien más alto que tú o con una enorme cabeza  dificulte el disfrute de la película, pero Cantando bajo la lluvia hay que verla así, desde abajo, con reverencia, con admiración, porque Gene Kelly, Debbie Reynols y Donald O'Connor son dioses desaparecidos e inalcanzables, apariciones que despliegan su talento para nuestro exclusivo disfrute. 

La sala está llena a rebosar y una corriente eléctrica de emoción la recorre durante toda la proyección. No se oye ni un teléfono, ni un susurro, ni un movimiento. Aplaudimos después de cada número musical y yo siento cada una de esas ovaciones como una despedida. 

Cuando llega el final, con la imagen de Gene Kelly y Debbie Reynolds besándose, las vuelvo a mirar. Veo sus caras iluminadas por el resplandor amarillo de las letras The End que sé que están ahora proyectadas en la pantalla. 

The End, el final, pero, para mis hijas, espero que sea una noche que no olviden jamás. No solo lo espero, lo sé, lo he visto en sus caras esta noche. No olvidarán jamás la noche en que vimos Cantando bajo la lluvia en la sala de un cine a punto de cerrar y, al salir, bailamos por la calle a pesar de que nuestros zapatos no sonaban.     


18 comentarios:

txipi dijo...

Envidia de la mala. No por la película, sino por los planes tan guays que hacéis las tres. Para el siguiente, cuéntanos algo que no mole nada, para compensar :D

sasadogar dijo...

Qué suerte poder compartir esta experiencia con tus hijas.Yo a veces las despierto con la artillería pesada de la canción "Good morning" de esta peli, y les encanta.

Oswaldo dijo...

Yo vi esa maravillosa película del 52 hace cuarenta y siete años(Fines del 69 o principios del 70. Mi memoria no llega a precisar más allá de que ese fue el año que viví en Los Ángeles) en sesión de doble película junto a Butch Cassidy & the Sundace Kid, nada más y nada menos que en el Teatro Chino de Hollywood Boulevard (Grauman´s Chinese) al cual me llevaron en medio de mi total ignorancia. No me di cuenta dónde estaba hasta que después de ver las dos películas salimos a la calle y vi las huellas de pies y manos y los nombres de tantas estrellas de cine grabados en el concreto de la acera.
De manera que puede decirse, Moli, que obedecí tu consejo de verla en gran pantalla y hacia arriba de manera "retroactiva".

Teresa dijo...

Qué tan genial eres!!

Koti dijo...

Hoy coincidimos en tema. Si enseñas a los niños a ver cosas de calidad, les gustan, aunque teóricamente no sean "para su edad". Yque conste que yo no opino que esta película no sea para niños

Maribel dijo...

Y después salen Ryan Gosling y Emma Stone haciendo lo que pueden por estar a la altura en las escenas de baile y uno piensa... bbaaaahhhhh!!! esta peli no vale un pimiento!!! Gene kelly y Debby Reynolds sí que bailaban bien!!!

José Antonio Peñas dijo...

La primera vez que la vi mi momento boquiabiértico fue casi al comienzo, durante la entrevista de dignity, always dignity, viendo a O'connor y Kelly bailando vestidos con trajes a cuadros y tocando el violín. Primero el alucine al ver algo tan increíble, fluido y lleno de energía, y luego al darme cuenta de que Kelly estaba bailando a base de fuerza y tensión, pero Donald simplemente bailaba, sin más, haciendo que pareciera fácil y descansado.

Magia, magia en la pantalla de la que te deja los pies ardiendo

Alberto Secades dijo...

Cuando la vimos en casa, por primera vez, con 7 y 5 años (y el pequeño gestándose), terminó la película (que vieron en silencioso éxtasis) se fueron por el pasillo y empezaron a hacer claqué, contagiados por esa maravilla rítmica que es la película.
Hoy, diez años después, el pequeño va a clase de ballet clásico y cuando oye una canción que le gusta nos deleita con una de sus improvisadas coreografías. Siempre he pensado que aquella escucha intrauterina fue responsable (en parte).

Gracias.

Anijol76 dijo...

Esa peli es maravillosa. Qué buen plan

Tita dijo...

Que envidia tan verde!
Magnífica peli para ver...y en cine!!!

Anónimo dijo...

Yo tambien pienso lo de la pantallas elevadas. Y la primera vez que fui al cine con mi abuela a ver El Mago de Oz. Jamás se me olvidará

Máximo dijo...

Que cerca os tuve en nuestro adiós al Palafox

molinos dijo...

Máximo ¿nos viste?

Pues para dar más envidia os diré que el domingo repetimos, vamos a ver La Princesa Prometida.

Matías dijo...

La vi en los 60 la primera vez, me costaba recordar aquellas maravillosas escenas, la vi nuevamente en televisión hace unos años, fue una película de las que dejan huella.

Jesús Miramón dijo...

Me encanta la película desde que era un niño (La la land no le llega a la altura de la suela de los zapatos) y también me ha gustado tu párrafo sobre la diferencia entre cómo veíamos las películas "desde abajo", mirando la pantalla que brillaba sobre nosotros, y ahora, cuando los cines parecen anfiteatros y todos somos pequeños emperadores romanos en el circo. Me ha gustado mucho.

Nuria dijo...

Genial la entrada.

Eliahh dijo...

¿Cuándo han dejado de ser M y C? ¿Te han dicho ya que quieren que salgan sus nombres en el blog más famoso de la red? :DDDDD
Madre mía qué mayores, viendo este tipo de pelis. Me encanta y me da miedo a la vez.

Inmaculada dijo...

Cómo me gusta ver películas clásicas que me encantan con mis hijos. Pero noto que muchas veces les aburre o les sorprende el ritmo mucho más calmado, sin estridencias ni tiros o música de fondo y, sobre todo, los largos minutos de imágenes en silencio (tipo Hitchcock) del cine de antes. Será cosa de hacerles que se acostumbren.
Saludos.