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viernes, 8 de enero de 2016

Adele y el perro del hortelano

Adele es una gran cantante, me parece una tía interesante, con criterio y mucha personalidad. Pero todas sus canciones son himnos del perro del hortelano, lo que me lleva a sospechar que está haciéndole la vida imposible a un ex. 

Todos hemos tenido un perro del hortelano en nuestra vida amorosa. Algunos, incluso varios. 

Un perro del hortelano es un él o ella (en esto hay igualdad absoluta de sexos) con el que se tiene una relación amorosa con un principio esperanzador, un desarrollo prometedor y un desenlace accidentado, catastrófico y muy muy doloroso.   

Cuando todo en la relación parece consolidado, concreto y maduro, el perro del hortelano, que suele tener el mismo valor que un cepillo de uñas, empieza a agobiarse y en vez de gestionar su agobio con integridad, responsabilidad y, sobre todo, sin cargar su mierda en el otro... comienza a dejar un rastro de miguitas de "premios de consolación".

- No sé que me pasa.
- No lo tengo claro.
- Yo te quiero pero es que....
- No es que no te quiera pero...
- No eres tú, soy yo...
- No te merezco. 

Si eres pareja de un perro del hortelano, intentas esquivar, como buenamente puedes, las pedradas que te va lanzando "sin querer". El "sin querer" es muy importante. Un perro del hortelano te tira pedradas a matar pero son siempre "sin querer". Intentas esquivar los golpes dejando espacio al perro, apoyándole y esperando a que se le pase la tontería. 

Al final, por supuesto, el perro tira la pedrada final y, montando un drama por el que parece que él es el lapidado, se pira. 

Tú te quedas sepultado bajo una montaña de piedras y con una brecha en la cabeza del tamaño del Gran Cañón. Pasada la conmoción, te levantas como buenamente puedes y empiezas a rehacer tu vida. No me voy a extender en esto, ya expliqué las rupturas, pero el proceso se reduce a las fases de autocompasión, disección a tamaño microscópico de cada gesto, palabra, ocasión y sentimiento de la relación, beber para olvidar y, por fin, un buen día sorprenderse al descubrir que te importa tres pepinos lo que el perro del hortelano te hizo. 

Pasado el tiempo, un tiempo considerable que suele ser como mínimo de un año... eres capaz de reconocer que el perro del hortelano era un cabrón/cabrona impresentable y que hiciste mucho el memo dejándole jugar con tus sentimientos y tu vida. 

Alcanzada esta cima de sabiduría suprema, control mental y asunción de errores pasados, normalmente tu vida empieza a ir fenomenal. Estás contento, satisfecho, divertido, tienes tus relaciones más o menos estables... en pocas palabras: estás feliz cual perdiz. 

Y, entonces, aparece Adele, digo el perro del hortelano. 
"Hello, it´s me" 
Un mail, un whataspp, una llamada. 

¿Para qué aparece Adele/perro del hortelano? 

Para joder. Para hacer pis en su esquina. 

Hola, soy yo. ¿Qué tal todo? Me he acordado de ti porque las nubes son blancas, los pájaros vuelan o me he sonado los mocos. 

That you found a girl and you're married now.
I heard that your dreams came true.
Guess she gave you things I didn't give to you.
Cualquier excusa es buena. La verdad es que "me he acordado de ti” y me he puesto a cotillear y claro he visto que estás de puta madre y te escribo, te llamo o lo que sea para recordarte lo fenomenal que estábamos juntos y lo especial que eres para mi, y decirte que te echo mucho de menos.
Hello, can you hear me

I'm in California dreaming about who we used to be
When we were younger and free
I've forgotten how it felt before the world fell at our feet

Tachán. Ahí está. Aquello con lo que fantaseaste durante meses y meses  mientras nadabas en tu piscina de autocompasión. Justo lo que esperabas oír... llega ahora. Tarde y mal. 

Un breve rayo de satisfacción te recorre pero, al segundo un trueno de mala leche contenida quiere salir de ti: ¡Vete a tomar por culo! Lo acallas e ignoras el mail, el mensaje o la llamada. 

El perro del hortelano, una vez que ha puesto orejas de caza y rabo de punta, no descansa. Es cansino hasta el infinito. 
Hello from the other side

I must have called a thousand times
To tell you I'm sorry for everything that I've done
Lo siento mucho, siento mucho lo que te hice. 

¿Que sientes mucho lo que me hiciste? ¿Que lo sientes? 
At least I can say that I've tried

To tell you I'm sorry for breaking your heart
El perro del hortelano en cuanto puede se pone una medalla. Por lo menos he intentando decirte que siento haberte roto el corazón pero claro tú no me coges el teléfono ni me contestas los mails. 

Con dos cojones. El perro del hortelano te rompió el corazón, pasó de ti cuando estabas hecho una piltrafa y resulta que ahora que, con tu nuevo y acertado criterio, no quieres tocarlo ni con un palo... él le da la vuelta a la tortilla y se hace la víctima. 

Acojonante. 
I hate to turn up out of the blue uninvited

But I couldn't stay away, I couldn't fight it.
I'd hoped you'd see my face and that you'd be reminded
That for me it isn't over.
Lo peor del perro del hortelano es que no descansa. Tras la llamada, el mail o el mensaje inicial, cualquier cosa que hagas o dejes de hacer es un aliciente. 

Si le castigas con el látigo de la indiferencia, es decir, pasas de contestar y no le tiras el palo para que juegue, le tienes a tus pies y dando la brasa "entiendo que no quieras hablarme, con lo que te hice, pero ahora he comprendido que tú... blablablabla".

Si le tiras el palo bien lejos mientras le gritas “déjame en paz”... correrá a por él y volverá 20 mil veces más. 
Never mind, I'll find someone like you

I wish nothing but the best for you too
Don't forget me, I beg
Este es el momento clave. El perro del hortelano, con su estrategia de acoso, derribo y mear en tus esquinas, termina minando tu coraza y oxidando tu determinación. Como tú no eres tan cabrón/cabrona como él/ella, tienes un breve momento de compasión y le dices algo como: "No te pongas así, yo también te tengo aprecio". 

Ahí te has hundido. Se dice poco, pero la compasión lleva de nuevo a la muerte por pedrada. El perro del hortelano se sentirá confirmado en su estrategia, verá que todavía tus esquinas son su territorio y sabrá que ya te tiene a sus pies para volver a lapidarte. 

Ruego a Dios que el tío al que Adele está tratando de reventarle la vida con estas canciones no se ablande ni tenga compasión. ¡Ánimo valiente, estamos contigo!

miércoles, 21 de octubre de 2015

Ensayo sobre el microondas

El microondas es como vivir en pareja 

Hay gente que no vive en pareja porque no quiere, considera que es peligrosísimo para la salud, para su vida, que eso no es para ella y que mucho mejor cada uno en su casa y todos tan contentos. Lo mismo pasa con el microondas, hay gente que no quiere microondas, que no lo usa porque es peligroso para la salud y las ondas pueden matarlo. Me parece bien, es una opción tan buena como no tenerlo porque no te cabe, no te va con los electrodomésticos o cualquier otra chorrada... aunque más arriesgada. La buena noticia es que los efectos malvados de las ondas del microondas no les matarán en sus casas, la mala es que en los restaurantes, en el colegio de sus hijos y en otros mil sitios sí usan los microondas y sus ondas malvadas para calentar o cocinar comida que esas personas se comen... pero oye, cada uno se engaña con lo que quiere. 

El microondas es un electrodoméstico prometedor. Es como los novios. Los ves ahí colocados, flamantes y nuevos e imaginas una vida de amor y convivencia en la que todo sea armonía.  El primero que tienes (ya sea en un pasado remoto en casa de tu madre o en pasado menos remoto en tu propia casa) parece algo prometedor y lleno de posibilidades. Un mundo nuevo... Lo miras, te gusta y piensas "juntos vamos a hacer grandes cosas". No hace falta que sea el más caro ni el más brillante; es el tuyo, el que te ha hecho tilín y te gusta. 

Poco a poco, la realidad se impone y las "grandes cosas" se transforman en la rutina cotidiana de pequeños gestos que también mola mucho. Levantarte hecho un gremlin, llorando de sueño, llegar a la cocina, sacar la taza, echar el café, abrir la nevera para coger la leche... y después sin pensarlo, sin saberlo, pulsar el botón que abre la puerta, meter la taza y darle al botón. El sonido familiar de las ondas malignas llena tu cocina y tú te dedicas entonces a preparar el resto del desayuno o a contemplar el (in)finito de tu cocina con mirada de foca monje, esperando el "ping". La puerta se abre y entonces tu maravilloso compañero de rutina te devuelve el líquido asqueroso (si no habéis probado a beber café frío a las 6:30 de la mañana... no lo hagáis) convertido en el maná, en la poción mágica que te hará empezar a ser persona. 

Todo es rutina, todo funciona. Has abandonado los grandes proyectos y las grandes cosas y estás cómodo con tu microondas. Vas a otras casas, ves otros microondas. Algunos parecen más cutres, otros más sofisticados, algunos son preciosos y fantaseas sobre cómo quedarían en tu cocina, otros sabes que están completamente fuera de tus posibilidades y piensas que estás bien, que te gusta el tuyo y que no necesitas nada más.

Tu microondas no hace grandes cosas; a lo mejor sí, si lo cuidaras, mimaras y tuvieras detalles, pero no hay tiempo ni ganas. Estáis bien así. Calienta, pita y sacas lo que sea. Ya no tienes ni que mirarlo. Los números se han borrado, el cristal ya no es traslúcido, hay botones que no sabes (y puede que nunca supieras) para qué sirven... pero es tuyo y te gusta. 

La rutina en algún momento se estropea. El microondas empieza a fallar. Cosas impensables empiezan a ocurrir. Pita demasiado tarde y te abrasas, pita demasiado tarde y al sacar la taza el café sigue congelado. La rueda misteriosa que nadie controla pero que todo el mundo gira se atora. El botón de abrir la puerta se resiste y es necesario golpearlo con fuerza pero no demasiada, porque entonces se cabrea y lanza la tecla. No quieres verlo, te resistes. "No importa que de vez en cuando no caliente". "No importa que no vea los números". "¿Eso que hay ahí era el dibujo de una taza?", pero lo dejas pasar...

El momento final llega y empiezan las dudas. ¿Busco otro? ¿Uno mejor? ¿Uno más caro? ¿Uno más barato? Ya sabes que los grandes planes no se cumplirán y que con uno sencillo y que sea cumplidor tienes más que suficiente. Y vuelta a empezar. 

Conozco casos de gente que después de una primera experiencia traumática “no me tenía en consideración, la grasa del pollo que calentaba la comida aromatizaba mi café de la mañana” al dar sepultura a su microondas... y en un acto radical de ruptura con todo, arrancó el enchufe, le arrancó la puerta y lo convirtió en un especiero. 

También hay gente que tiene (tenemos) muchos microondas en nuestra vida y francamente es un follón.  Hay que recordar los usos y costumbres de todos, cuál necesita mimos previos, cuál es más de aquí te pillo aquí te mato, cuál es mejor no calentar demasiado porque se desborda, cuál es más bien lento y se toma su tiempo. Es fundamental conocerlos a todos y no equivocarse. Nada peor que poner excesivo tiempo en un microondas de calentamiento ultrarrápido para que tu comida entre en ebullición y el túper en el que la guardas se funda y ya no haya solución para esa relación. 

En fin, lo mismo lo mejor es no tener microondas. O uno de confianza. O muchos. O calentar la comida con carbón. O comer frío. O solo cosas crudas. O mejor, la dieta paleolítica. O sólo cosas que caigan de los árboles. 

Pero ¿qué hacemos con el café? 

lunes, 3 de agosto de 2015

Ensayo sobre el mercadillo

Primera ley del mercadillo: hay que ir siempre.
Segunda ley del mercadillo: cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hay dos tipos de mercadillos. Los "mercadillos" sin más y los temáticos con apellidos: medieval, artesano, manualidades, artesanales, gastronómicos. 

En los "mercadillos sin más" suelen estas ubicados en descampados con bolas del desierto. En ellos puedes comprar desde un mantel supuestamente antimanchas hasta un vestido de boda. La música pachanguera entre regetón y Azucar Moreno atruena los pasillos, hay trapos colgados que intentan proteger del sol y las señoras van con carro de la compra. Muchos puestos se parecen más al cuarto de un adolescente con síndrome de Diógenes y no se ven precios por ningún sitio. 

Los temáticos suelen ser céntricos. En ellos huele a incienso, a pachuli, a cuero de vaca recién despellejada y a cosas "artesanas". Los precios están puestos de manera artística en cartulina negra con letras blancas y, en los que son lo más de lo más, los vendedores van disfrazados de "medievales". El disfraz debe ser traído directamente del pasado y el viaje te lo cobran en los 100 gramos de "remedio para el dolor de espalda" a 25 euros. Casi lo olvido, en estos la amenización musical corre a cargo de un grupo folklórico con flautín. Pasados 5 minutos de flautín, dulzaina y pandereta quieres invadir Polonia o viajar al siglo XV y enseñarles a los "medievales" lo que sus descendientes van a hacer con su música.  

Tercera ley del mercadillo: ellos dicen ¿otro? y ellas dicen ¡otro! 

En la época dorada de los mercadillos podías encontrar en ellos cosas chulas, baratas y sobre todo diferentes entre los puestos y con respecto a otros mercadillos. En una ciudad había buenos puestos de bolsos, en otro de camisetas chulas, en otro de bañadores, en otro de sábanas o de toallas. Ahora la globalización ha llegado a los mercadillos y en todos los puestos y en todos los mercadillos hay exactamente lo mismo. Por supuesto tienen todos una política de precios pactadas como si fueran multinacionales petroleras. 

Cuarta ley del mercadillo: hay que pasar calor, mucho calor. Si no se pasa calor es menos mercadillo y más una reunión ambulante de vendedores. 

Quinta ley del mercadillo. Igual que en las tiendas de lujo nunca hay ningún cliente y al pasar piensas ¿De qué viven?, en los mercadillos hay siempre un puesto de guarrerías impresionante: unos pingüinos que se tiran por un tobogán, una toalla con un leopardo, un destornillador fosforescente en una caja con mil accesorios que seguro que no encajan, gomas de pelo multicolores, linternas de todos los tipos, delantales, juguetes de plástico y una especie de rata de mentira que persigue una bola. En ese puesto, el vendedor está sentado mirando al infinito mientras se come un bocadillo.  Pasas y tras arrastrar a tus hijos (si los tienes) fuera de la atracción magnética de los pingüinos y la pseudorata te preguntas ¿de qué vive este tipo? Justo cuando empieza a darte pena estira un brazo le da al play en un aparato de música que probablemente tenga más años que tú y una música infernal comienza a atronar. Piensas, "el tío ya que no vende nos tortura". 

Sexta ley del mercadillo: desde que los puestos pactan la política de precios, el regateo ha desaparecido. Esta ley sólo se incumple si vas con tu madre al mercadillo, ella es inmune a esta ley y por tanto te avergüenza públicamente por ahorrarse 2 euros.

- ¿Cuánto es el bolso?
- 25 euros.- contesta el vendedor. 1,80 y negro casi azul.
- Carísimo. Te doy 23 euros.- contesta tu madre muy seria.
- Mamá, por favor... ¿Qué más te da? - intervienes sintiéndote como si tuvieras 14 años otra vez. 
- Que no, que no da igual. Esto se hace así. 23 euros.
- Señora, esto cuesta 25. 
- No me cuentes cuentos chinos...no vale 25.
- Señora, serán cuentos africanos. 

Huyes despavorida a esconderte detrás de la toalla con el leopardo y valoras llegar al coche, no volver la vista atrás y te prometes a ti misma que jamás pisarás otro mercadillo. 

Séptima ley del mercadillo; cualquier mercadillo es siempre una promesa y una oportunidad para encontrar un tesoro oculto, en forma del vestido de tu vida, el libro que andas buscando o el pelador de piña sin el que no puedes seguir viviendo. 

Siempre se vuelve a caer.

lunes, 22 de junio de 2015

Ensayo sobre los vaqueros

Yo confieso que tengo siete pares de vaqueros. Me los pongo todos, cada uno tiene una función distinta y su momento. Los tengo de "qué piernecillas tienes" y de "Moli vas como un saco". Nuevos y heredados. Oscuros y claros. 

¿Tengo demasiados? ¿Qué verdades absolutas se pueden aprender de mi experiencia? 

Primera verdad: un vaquero que te gusta no se tira hasta que literalmente se deshace y no hay manera de arreglarlo ni con parches ni con zurcidos de la Abuela Cleta. Esto se aplica a ellos y ellas. Ellas suelen ir enseñando cacha del culo y ellos los pelos de los huevos... Se aguanta hasta que se desintegra el pantalón o tu pareja/madre los tira. 

Segunda verdad: jamás hay que comprarse un vaquero si no estás absolutamente convencido de que te gusta. Un vaquero no aguanta "no me gusta mucho pero con esta camiseta disimula". O te encanta o criará polvo en tu armario por los siglos de los siglos con breves intentonas, cada vez más espaciadas en el tiempo, de ponértelo acompañado de esta frase "¿y estos vaqueros? ¿por qué no me los pongo? No pueden estar tan mal.....Vale. Al armario otra vez". 

Tercera verdad: en los vaqueros hay modas; estrechos, anchos, de tiro bajo, de tiro alto, pesqueros, arrastrados, con vuelta, sin vuelta, negros, azules oscuros, nevados (sí, sí... no os hagáis los tontos), rotos, sin romper...y mil más. En la escala que va de "cambiar mis vaqueros todos los años por los que están de moda" a "hago que me traigan mi modelo desde China por mensajería porque lo llevo usando 20 años"...cada uno ocupamos un lugar. En los de China todos son tíos y en los de cambiar creo que casi todas son ellas y tienen menos de 25 años. 

Cuarta verdad: todos tenemos manías con los vaqueros. TODOS, y el que diga lo contrario miente. Las manías de ellos se concentran en una: estos son los vaqueros que me gustan y para cambiar de modelo y/o color tiene que darme un ictus, me tienes que prometer sexo salvaje 15 días seguidos y/o me da por el running pierdo 15 kilos y descubro que los vaqueros que he estado usando toda mi vida me quedaban fatal. 

Las manías de ellas van desde tener un vaquero para cada ocasión: un vaquero mono, uno para llevar con sandalias, uno para ir al monte, otro para tacones a manías del tipo "yo no uso pantalones pitillo porque tengo los muslos/rodillas/culo/cintura gorda/flaca o lo que sea". 

Quinta verdad: todos los que tenemos 40 años en algún momento de nuestra adolescencia lloramos por unos Levis aunque nos quedaran de angustia. 

Sexta verdad: los vaqueros aguantan casi todo sin dar vergüenza ajena pero no todo. No, repito, no se puede consentir en un hombre esos vaqueritos de tela fina con el cinturón apretado y que hacen globo en el culo. NO. 

En ellas, por favor, NO se puede consentir el vaquero de cintura a la altura del tercer espacio intercostal. 

Sexta verdad: cuando no sabemos qué ponernos todos queremos ponernos vaqueros. 

Séptima verdad: los vaqueros en verano dan calor. 

Octava verdad: la limpieza de los vaqueros es algo muy subjetivo y su valoración cambia con la edad. Cuando eres pequeño no entiendes jamás que tus pantalones favoritos vayan a lavar "¡pero si están perfectos!". Después se entra en una etapa en la que lo que más molan son los vaqueros recién lavados. Es una etapa absurda en la que sólo te puedes poner los vaqueros una o dos veces antes de decidir que hay que lavarlos. Hay mucha gente que se queda en esta etapa. Conozco a alguien que tenía 7 pares de vaqueros iguales porque sólo se los ponía una sola vez antes de echarlos a lavar. 

Después llegas a una etapa en la que los vaqueros aguantan un tiempo sin lavarse. Y más allá, está la etapa en la que sólo los lavas si te tiras algo muy asqueroso encima. Pasado un determinado momento...puedes estar años sin lavarlos. 

(Si vas a un sitio donde se fume entonces hay que lavarlos, no hay nada más asqueroso que ponerse unos vaqueros que apesten a tabaco)

Novena verdad: si te quedan bien unos vaqueros, seas él o ella, no habrá nada que te quede mejor. 

Décima verdad: si encuentras tus vaqueros favoritos del mundo mundial que te quedan de lujo y decides volver a comprarte otros exactos...nunca te quedaran igual. 

Cuídalos, no los laves y aprende a zurcir. 


lunes, 5 de enero de 2015

Molidocumental: ¡Llegan los reyes!

Hoy vienen los Reyes y estoy nerviosa. ¿Qué me traerán? Como siempre, he pedido bastantes cosas y además este año he sido buenísima, tanto que casi parezco Melania y la palmo... menos mal que me espabilé a tiempo, me entró la hostilización y conseguí no morir. Hostilizarme a lo mejor no cuenta como ser buena, ¿me quitará puntos? Ha sido al final de año y a lo mejor los Reyes no se han dado cuenta o tenía tantos puntos de buenismo acumulados por mis mejillas sonrosadas que sigo en saldo positivo.

Vienen los Reyes y estoy como drogada. Bueno, estoy drogada y además vienen los Reyes. Tengo dudas importantes y de calado. Para empezar, ¿de dónde vienen? ¿Oriente? Para mí Oriente puede ser Elche, Barcelona o Sicilia con un pasado mafioso. Claro que si das toda la vuelta puede que vengan de Lisboa dando un rodeo, todo es Este según se mire. Ya he dicho que estoy drogada... pero el caso es que llegan hoy de dónde sea que vienen. 

Vienen los Reyes. ¿Quién es quien? Confieso que a mis 41 años no les pongo cara. A ver, cara si, nombre no. El negro, el concejal que se pinta con corcho, es Baltasar y los otros dos tienen nombre de viejo; Melchor y Gaspar, pero ¿cuál es cuál? Uno es como panocho o mejor dicho tiene el pelo del mismo color del que se lo tiñen Paul McCartney y Robert Redford, y el otro lo tiene blanco como la reina madre, que es lo que de verdad debería hacer el del pelo raro para tener dignidad (como McCartney y Redford),  pero a lo que iba: ¿cuál es cuál? Todo esto me lleva, por el camino de las drogas y la excitación, a recordar que hace muchos muchos años, en una casa de los Molinos llamada La casa amarilla (y en la que no había drogas) conocí a un Melchor, amigo de un amigo, que era muy guapo. Por supuesto mis hormonas adolescentes de jiji jaja le hicieron la típica pregunta que acabó con mis posibilidades de ligar con él (si es que tenía alguna, que lo dudo) ¿Y tus hermanos se llaman Gaspar y Baltasar? Ahora que lo pienso la probabilidad de que se haya casado con una tía que le preguntara lo mismo al conocerse son enormes. O quizás se ha casado con un Baltasar o un Klaus. No lo sé. 

Los Reyes vienen con pajes. Si hay unos personajes secundarios infravalorados en la historia son los pajes de los Reyes Magos. ¿Alguien sabe como se llaman? Paje 1, Paje 2 y Paje 3. Joder, ¡hasta los renos de Papá Noel tienen nombre! ¡Los renos! No somos capaces de distinguir un reno de un alce o un ciervo si me apuras... pero vemos un tío en mallas y gorrito y decimos ¡un paje! aunque no sabemos ni un solo nombre de paje. ¿Cómo es posible? Lo he estado pensando y lo sé. Porque no venían tan del Este como para ser americanos, si fueran de Estados Unidos no serían personajes secundarios, serían tan importantes como los ratones de la cenicienta, que se llaman Gus y Jack, los enanos de Blancanieves o el asno de Shreck. Desde ya propongo una plataforma para nominar a los pajes. 

Veo una superproducción en ciernes: Robert Redford, Paul McCartney y Morgan Freeman de Reyes Magos con unos pajes secundarios de los cuales uno es Keira (disfrazada de chico hasta que se descubre que es tía) que se enamora de uno de los otros que es Bradley Cooper y el tercero es el gordito gracioso... Si lo hacemos en dibujos y sólo ponen las voces, voto porque los pajes sean una rana, un tapir y una lagartija. 

¿Qué traían los Reyes Magos?

Oro, incienso y mirra. 

Sinceramente, a mi oro, incienso y mirra me parecen regalos de los chinos, de último momento, de se nos ha echado el tiempo encima y a ver qué llevamos porque encima en los camellos no hay sitio. 

¿Oro? Bien. Dorados, "brilli brilli", lingotes, joyas. Ya sé que toda nuestra economía se basa en el patrón oro y todo eso pero realmente es como horterilla.  Por ese horterismo de los dorados se inventó el oro blanco (o se descubrió o no sé muy bien de dónde salió)  que es mucho más elegante y con más clase. En el momento en que los bombones empezaron a ir envueltos en dorado, la época de esplendor del oro llegó a su ocaso. Además, si te trajeran lingotes podrías platearte ir a cambiarlo por dinero pero te iban a surgir muchos problemas. ¿Dónde lo llevas? ¿Cuánto pesa? ¿Alguna vez has visto a alguien conseguir cambiar un lingote? Seamos sinceros: si apareces en una tienda de esas de "Compro oro" con un lingote hay muchas posibilidades de que llamen a  la policía, vengan unos sicarios mafiosos o te encuentres protagonizando una peli muy absurda de Tarantino.  

Incienso. Pensadlo bien. Os presentáis en casa de alguien y le regaláis incienso. ¿Cómo se justifica eso? O bien el destinatario es cura o monaguillo o es una lánguida. O se me acaba de ocurrir otra posibilidad aterradora, ¡su casa apesta! pero por alguna oscura y extraña razón es tu amigo y quieres gozar de su compañía, así que le regalas incienso para intentar soportar la peste. Ahora miraos todos... si no lleváis casulla y no os gusta cantar en bolas con una guitarrita y alguna vez os han regalado incienso, puede que tengáis un problema de olor corporal. 

Mirra. ¿Qué leches es la mirra? 

"Sustancia resinosa aromática", muy bien. Todo el mundo sabe que una sustancia pegajosa es un regalo "buenísimo" y si encima es aromático mejor que mejor. Cuando se seca es como arena. Madre mía, parece un regalazo, un cofre de arena. "Tú di que es mirra". Sigo investigando. 

Se usaba para elaborar "perfumes, incienso". ¿Incienso? La culpa de que el incienso huela como huele ¡es de la mirra! ¿A qué huela la mirra? A incienso. Vamos mejorando; es pegajosa, parece arena y apesta. 

"En la época del imperio romano se usaba como anestésico". Bien pensado por parte del rey correspondiente pero dado que llegaron cuando el niño ya había nacido, creo que a la Virgen no le sirvió de nada que fuera anestésico. Me imagino su cara "¿A estas horas con la mirra? Ya podíais haber llegado un poquito antes".

Actualmente se usa como elemento de los dentífricos y los enjuagues bucales, pero en la antigüedad  "Su uso fundamental y extendidísimo era el erótico y dentro de ese campo se consideraba un perfume irresistible". 

Aquí hay algo que no me cuadra... o me cuadra regular. Mirra en el enjuague bucal y ¿tenia un uso erótico? 

Empiezo a sospechar de los Reyes Magos, todo tipo de pensamientos muy raros empiezan a pulular por mi mente. ¿Embadurnarse en pasta de dientes antes de salir y ver si funciona como las feromonas? ¿Picará? ¿Compensará su poder afrodisíaco el picor y la peste mentolada? 

Volvamos a lo importante. Hoy vienen los Reyes Magos y espero que no me traigan ni oro, ni incienso ni mirra... o bueno, lo de la mirra me lo voy a pensar. 




lunes, 1 de diciembre de 2014

¿Cómo se abriga un hombre?


¿Cómo se abriga un hombre? Mal. 

Hay tres clases de tíos: 

- Los que nunca llevan algo de abrigo.
- Los que siempre llevan una prenda de abrigo totalmente inadecuada para la ocasión. 
- Los que tienen mil, a las que llaman de distintas formas para despistar. 

Ya se lo que estáis pensando vosotros, con lo de tíos, al leer esto: yo no me veo en ninguno de esos tipos. 

Ja. 

Para empezar hay que aclarar que los hombres son un completo desastre para adecuar su termostato interior a la temperatura exterior, sea el exterior Córdoba o Bilbao. 

Normalmente, y por sistema, nunca tienen frío. No sé en qué momento de la evolución humana, los hombres pasaron de ansiar llevar cuantas más pieles de mamut mejor, para así no pasar frío, a decir: ¿mamut yo? Pero si no hace nada de frío. 

Los pocos que tienen frío alguna vez, según mi exhaustiva investigación, responden a uno de estos tres patrones:

- pasan de 50 años y dicen mucho "cuando me jubile me iré a Canarias o a Almería a pasar el invierno";
- son esclavos de la moda y aunque no lo digan piensan eso de "para estar bello hay que sufrir";
- fingen que tienen frío para que les achuches y meterte mano. 

Vayamos por partes. 

Hay tíos que jamás llevan abrigo. Pueden acarrearlo, llevarlo en el coche en el asiento de atrás, llevarlo en el brazo al subir a la oficina o al entrar en un bar, pero jamás lo llevan puesto. ¿Por qué no se ponen abrigo? No lo sé, no sé si es una especie de rebeldía con efecto retroactivo a cuando su madre les perseguía diciéndoles que se pusieran el abrigo. No sé si es que les da vergüenza o urticaria. El caso es que hay miles de ellos: no hay como pasear por cualquier ciudad y ver a las puertas de los edificios a tíos fumando mientras mueven los pies, meten la cabeza entre los hombros para intentar taparse las orejas y ponerse de espaldas al viento para que no se les caiga el moco. ¿Sería más fácil, más cómodo y menos ridículo ponerse el abrigo que se han dejado en el perchero de su despacho? Si, por supuesto que sí. Pero son tíos. 

Los que llevan siempre una prenda de abrigo inadecuada. Este grupo me fascina. Son fácilmente identificables porque o bien llevan una cazadorita color verde lima en plena nevada en la Sierra de Madrid o van vestidos como los protagonistas de Fargo en septiembre con una temperatura exterior de 22º C. ¿Qué les pasa? Los de la cazadorita verde lima en plena nevada son primos hermanos de los que llevan la  cazadora vaquera roñosa en enero en plena jarreada; este grupo creo que combina un toque de "yo nunca tengo frío" con unas gotas de "qué sexy me veo con esta prenda de abrigo, es la que mejor me sienta", combinado con una lastimosa falta de alguien que les quiera y les diga: Pero ¿se puede saber qué cojones te has puesto con la que está cayendo? 

Los que se aprietan tres gorros polares, orejeras y botas forradas de borrego con 15 grados centígrados, son del grupo que finge el frío pero les encanta ese look de rudo leñador de las Rocosas y salen a buscar ligue. Son esclavos de una moda que no tiene utilidad práctica en nuestro país (estos están muy emparentados con las usuarias de botas de agua Hunter en lugares con el mismo régimen pluviométrico que un desierto) ¿Qué tipo de ligue buscas con ese look? ¿Otro leñador del medio oeste sudando como un cerdo con ropa térmica a 20 grados? ¿Una tipa con botas de agua y los pies recocidos? No me lo explico. 

Por último está el grupo de los que tienen varias prendas de abrigo. Quedas con ellos entre semana y llevan un abrigo de ejecutivo encima del traje, quedas con ellos el viernes por la noche y llevan una chupa de cuero de empotrador, quedas con ellos el sábado para dar un paseo por el campo y llevan una cazadora verde, quedas un dia de nevada y llevan un abrigo de esquiador, quedas un día para ir a una expo y llevan una cazadora vaquera, quedas a hacer deporte y llevan un cortavientos, quedas a coger setas y llevan un forro polar con neopreno. Es imposible seguirles el ritmo de cambio de prenda de abrigo. Un día cometes el error de decirle: ¿tú cuantas prendas de abrigo tienes? 

Te mira por encima del hombro y te dice: 

- Una. 
- ¿Cómo que una? Yo te he visto 20 distintas.
- Claro que no. Tengo un abrigo, una cazadora de pasear por el monte, un forro polar para correr, un cortavientos para el pádel, la cazadora vaquera levis que me compré para ir a mi primer concierto de los Rolling, una de cuero que me compré en un mercadillo de segunda mano, una chupa de neopreno que me regaló mi última novia...

Pero claro, luego las raras somos nosotras, que distinguimos el verde lechuga del verde “sal al monte a cazar gamusinos”.


Acabo de recordar que hay un último grupo: los que llevan el abrigo echado por los hombros sin meter los brazos....NO tengo nada que decir a esto. Si vuestra pareja o ligue hace esto... huid, ese tío esconde algo. 


lunes, 8 de septiembre de 2014

Ensayo (absurdo y prejuicioso) sobre "el cantautor".


La palabra "cantautor"  automáticamente crea en mi cabeza (y en la de casi todos) la imagen de un tío con una guitarra sentado en una banqueta, entonando una canción de amor desconsolado. La imagen es en blanco y negro. Cuello vuelto o camiseta. 

¿Cómo se hace un cantautor? ¿Nace o se hace? 

Con mi mente calenturienta me pongo a imaginar absurdeces. 

Imagino al cantautor de turno en su más tierna infancia con su guitarrita, escuchando a Bob Dylan y tocando canciones de misa o de boy scouts. Le imagino viniéndose arriba un día y tras haber traducido un par de temas de amor de Police y comprobar que la vecina no le hacía caso, lanzarse a escribir una canción. 

Ya tiene la canción y ¿ahora qué? 

Hasta aquí no es cantautor, es un tío con una guitarra que ha escrito una canción. Todavía puede ser líder de una banda. 

Aquí justo está la encrucijada: el camino de la derecha lleva a tener un grupo con colegas para hacer el memo y el camino de la izquierda lleva a comprarte una banqueta dónde nunca estés cómodamente sentado. 

Los que van directos a la sección de banquetas de Ikea son los que no tienen amigos. 

En mi hilo de pensamiento absurdo, digo adiós a los líderes de bandas y me quedo con los que tienen una guitarra, una canción y no tienen amigos y voy más allá. 

¿Por qué no tienen amigos a los que abrasar con su canción y su plan maestro de formar un grupo musical?

Aquí tenemos otras dos opciones, (vale, puede haber mil opciones pero es mi hilo de pensamiento absurdo y lo manipulo como quiero)

Opción una que encaja con el estereotipo de cantautor; nuestro héroe es un brasas. No tiene una sola canción, tiene 2500 tonadas sobre amor no correspondido, sobre amor consumado, sobre la paz en el mundo, sobre el medio ambiente y sobre la crueldad de la vida. Tuvo amigos pero los perdió por pesado porque todas esas canciones han salido de su impresionante vida interior que se empeñaba en contar en los corros del patio, los fuegos de campamento (todos los cantautores han hecho fuegos de campamento...aunque fumaran porros en vez de cantar canciones de misa), tomando copas y en las barbacoas. 

Opción dos. Nuestro héroe se cree lo más de la creación. Tiene amigos y los valora pero no lo suficiente como para que le acompañen en la gloria que sin duda le acarreará su genio musical. No quiere ser el líder de una banda, no quiere que le hagan coros (a no ser que sean muy muy al fondo del escenario y escasamente iluminados), no quiere tener que discutir el orden del set list o ¡quien sabe!, lo mismo hace una banda y por alguna extraña carambola del destino el bajista es más alto, más guapo y más listo y la banda acaba deshaciéndose con gran disgusto de sus fans y él acaba sólo y sin banqueta. Nuestro héroe es muy precavido. 

¿Qué efecto provoca un cantautor? 

En mi, (repito que es mi bucle absurdo) hay dos opciones: pereza mortal que me da ganas de torturar y asesinar o amor absoluto, desinteresado, sin medida ni criterio. 

Los que me provocan amor absoluto y descontrolado cantan en inglés. Esto es así, pueden ser unos cursis redomados, de hecho algunas de sus letras sólo las murmuro porque hasta en la más absoluta de la soledades hay cosas que me da vergüenza decir (a ti, no) pero a mí me flipan. 

Los de la pereza mortal cantan en español y me resultan cansinos hasta el infinito. He desarrollado un "dedo gatillo" que hace que si por casualidad saltan en la emisora de radio que tengo de fondo en el coche, mientras cocino o dónde sea tarda medio segundo en cambiar de emisora. 

¿Todos los que cantan en español me dan ganas de hacerme profesional de la introducción de cañas bajo las uñas de las manos? No. 

Los identificables con una sola palabra, su apellido normalmente, pueden gustarme más o menos pero no me dan cansancio vital: Sabina, Serrat, Loquillo (este es un poco líder de banda), Ariel...

Todos los demás, los de nombre y apellido, me hostilizan. (Vale, Antonio Vega es la excepción que confirma la regla pero también era un líder de banda con quizás demasiados amigos) 

¿Cómo son las canciones de un cantautor? 

Muy parecidas. Digamos que el mundo del cantautorismo no está tocado por la varita de la originalidad y yo lo entiendo. Subirte solo, a sentarte incómodo en una banqueta, con la guitarrita como único escudo (los que tienen un piano son de otra liga) frente a un público entregado u hostil es una tarea para valientes. Si resulta que has dado con un estilo que hace que la gente te aplauda, compre tus discos y te haga ligar...habría que ser muy tonto para cambiar de estilo y arriesgar. ¿Para qué? A lo sumo, se contrata una banda profesional controlando que no sean ni más altos, ni más guapos, ni más listos, ni con más carisma ni que canten mejor que el cantautor y se hace un disco "más potente" con la base de las mismas canciones. 

Con todo esta teoría muy prejuiciosa y absurda sobre los cantautores el viernes me "liaron",(me amenazaron de muerte y con maldiciones varias sobre mi vida sexual) para ir a ver un cantautor español de los  de nombre y apellido y que cantaba sentado en una postura tan incómoda que pensé que a él también le habían amenazado con matarle si no daba ese concierto. 

Con todos mis prejuicios y mi pereza mortal y pensando en palillos me senté contra una tapia de piedra a escuchar ese concierto y...me gustó. 



"Princesa sientes la fuerza, estoy seguro cuando mi espada laser entra en tu lado oscuro" 

Me reí. Risa con un cantautor, una nueva experiencia. 

- Moli, ¿has visto que guapo es?
- No, no me he traído las gafas y veo una camiseta gris que sujeta una guitarra. 
- ¿A que te ha gustado?
- No ha estado mal.
- Pues le he hablado de ti y de tu blog. Ven que os voy a presentar. Rafa, Moli. Moli, Rafa. 

Me pregunto qué pensarán los cantautores de las blogueras que saludan y se quedan sin nada medianamente inteligente que decir.  

miércoles, 7 de mayo de 2014

Molidocumentales: la exnovia parásita

"El amigo soltero parece estar bien, sano, fuerte y alegre. De repente una especie de calambre, de invisible fuerza lo paraliza: la mirada se le enturbia, las extremidades pierden fuerza, pierde la alegría y con la mirada vacía cambia sus pasos y se dirige a algún sitio desconocido atrapado por una fuerza que sólo él escucha. El resto de los amigos le mira con incredulidad. 

Es el ataque de la exnovia parásita". 


Descripción del espécimen.

Sujeto femenino (no se han observado ejemplares masculinos de esta especie, si bien hay una bastante parecida con características similares pero no idéntica descrita como el Exnovio pesado) de edad entre 20 y 35 años. Casi todos los ejemplares observados en libertad respondían a las mismas características: periodos de languidismo agudos mezclados con otros de entusiasmo absurdo rozando el intensismo. No suelen tener oficio ni beneficio y de tenerlo suele ser de poco beneficio. Gozan de lo que ellas suponen una gran vida interior. Ni que decir tiene que para un observador no embrujado por sus encantos, en su vida interior hay eco.

Descripción de la víctima.

Hombre con mucha querencia al solterismo. Una exnovia parásita jamás caza a un hombre que haya tenido muchas novias, muchas relaciones o sea un picaflor. Suelen salir de caza en una etapa de intensismo interior en el que el lema que llevan grabado a fuego en su camiseta por las que les asoma el hombro es "voy a encontrar un diamante en bruto...y le cambiaré porque yo soy especial". 


La víctima por tanto suele ser un ser solitario, siempre mayor que la depredadora y que por lo tanto parece curtido en mil batallas. Es discreto, poco dado a la charla y muy cariñoso... en la intimidad.


Lamentablemente es también muy muy vulnerable a los encantos de su depredadora que cual camaleón se disfraza de "Mosquita muerta adorable con tendencia a parecer una pantera en la cama". Contribuye mucho a esta imagen el hecho de que la víctima, como ya se ha señalado, suele llevar una vida bastante austera sexualmente hablando. No es que no tenga sexo pero siempre es menos del que le gustaría (ejem...en esto se parece a todos).

Descripción de la relación.

La depredadora atisba a la víctima. La elige. Los amigos del macho víctima le dejan a su aire, al fin y al cabo tiene una edad y ellos están a sus cosas y a sus propias relaciones absurdas. Además, minusvaloran a la depredadora y confían en la querencia de su amigo por el sexo y las relaciones esporádicas y sin compromiso.

Pronto los amigos descubren su error. El amigo ha desaparecido del mapa, no coge el teléfono, no abre la puerta de casa, no quiere hacer planes conjuntos. Algo raro pasa, no necesariamente tiene que ser malo. Entre los amigos es ampliamente conocido y está debidamente documentado el fenómeno "abducción por planeta del amor" y se tolera porque les ha pasado a todos. Esperan en silencio a que se pase un poco el furor de la abducción, el amigo y su "pareja" salgan de su guarida y haya que integrarla en el grupo de amigos. Se especula con cómo será ella: "muy joven", "todavía estudia", "parece maja" y hay breves destellos de alegría porque el amigo soltero vaya a tener novia.

El amigo no aparece. Permanece missing. Brevemente se le intuye en algún evento y bar. Con timidez se le pregunta.¿Y fulanita? ¿Estáis juntos?

- Sois unos cotillas, no pienso deciros nada.- contesta ofendido mientras se escabulle del plan y los amigos le ven subirse a su coche.

Descripción de los primeros síntomas de haber sido atacado por una  por exnovia parásita.

Tras dos o tres meses a lo sumo de relación confusa (una ex novia parásita nunca es una ex relación seria, eso es otra cosa) y bastante secreta aunque notoria, el amigo soltero reaparece. Parece el mismo y los amigos hacen lo que se hacen con todo aquel que aparece después de estar en el planeta del amor.

- ¡Qué? ¡Qué tal? ¿Ya se te ha pasado? ¿Dónde te has dejado a tu amorcito?

Algo va mal. El amigo contesta con un bufido y ojos vidriosos. Hay que cambiar de táctica.

- Joder, vaya... lo sentimos. ¿Estás bien? ¿necesitas algo?
- Dejadme en paz.
- Pero y ¿fulana?
- Estoy bien. No pasa nada. No salíamos, somos amigos.

En el momento que dice "no salíamos, somos amigos" el amigo debería caer fulminado por un rayo o de algún sitio debería aparecer un cirujano que lo lobotomizara, porque esa es la frase que conduce directo a vivir con una ex novia parásita a la chepa.

Descripción de la vida de un amigo con exnovia parásita.

A pesar de que la relación fue corta en el tiempo, muy corta (un par de meses o tres) y de que la imbricación de la ex novia en la vida del amigo fue mínima...una vez se produce la ruptura, la ex novia parásita se queda a vivir en la chepa del amigo. No lo usa de egomaker, no...directamente lo parasita, le chupa la sangre, la alegría de vivir, el tiempo, las ganas y todo. Sin darle nada a cambio....ni siquiera un revolcón. 

Una exnovia parásita se caracteriza por:

- tener sucesivos novios después de tu amigo a los que tiene el mal gusto de presentar a tu amigo con la frase "es muy majo, seguro que os hacéis amigos", saltando alegremente por encima del hecho de que Él ya tiene amigos.

- Ignorar alegremente que los amigos de su víctima la odian. Con rabia y saña y toda su mala leche.

- Aprovecharse de la víctima absolutamente para todo: llamadas a horas intempestivas con llantinas absurdas "sólo tu puedes consolarme" (pero no chuschando, claro). Peticiones de colaboración en actos benéficos, en mudanzas, en comuniones... Marrones absurdos del tipo "son las 2 de la mañana y necesito este trabajo para mañana y necesito dormir...¿te quedas mirando la impresora mientras salen las 120 páginas, lo encuadernas y le pones mi nombre?, ¿me acompañas a ver a mi amiga a 800 km en tu coche? y así hasta el infinito. 

- tener un radar extremadamente fino que le alerta de cuando la víctima está a punto de ser rescatada de su red por sus amigos y aparecer tipo "hago chas y aparezco a tu lado", obnubilando a la víctima, que como un zombie se queda pegado en los filamentos de "fuimos brevemente novios y ahora no somos amigos pero creo absurdamente que no me estás parasitando la vida".

Una ex novia parásita es lo peor que le puede pasar a tu amigo. Es una araña con mil patas que teje a su alrededor una red lo suficientemente fina para que él crea que puede escapar, para que sus amigos puedan tocarle y verle pero la  realidad es que no tiene escapatoria hasta que los amigos se harten de verle con la mirada vacía cada vez que ella pega un tirón y decidan entrar con una motosierra a cortar los hilos, darle dos leches e inocularle un antídoto en forma de tía que merezca la pena.

Muerte a las ex novias parásitas, esa lacra. De un zapatillazo hay que acabar con ellas, como con las arañas. 







martes, 29 de abril de 2014

¿Saludas o pasas?


En el mundo hay dos tipos de personas: las que saludan y las que se piran.

Están los que atisban a alguien y van a su encuentro para saludar y están los que se echan el pelo por la cara, se suben el cuello del abrigo, se dan la vuelta ipsofácticamente o directamente se bajan del autobús para no saludar.

Si alguien se pregunta, yo soy de las que se pira y se baja del autobús aunque le queden 20 paradas.  

He decidido autoanalizar esta querencia mía por la invisibilidad social para saber a qué responde.

¿Por qué no saludo?

1.- Por pánico escénico. Tengo una cara muy normal. Toda yo soy muy normal...por no decir anodina. Ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. No llevo crestas, ni melenón ni el pelo de un color imposible y casi nunca me pongo mis características gafas. ¿Qué pasa con esto? Pues que la gente se olvida de mí. Cuando alguna vez decido volverme alguien sociable o cuando llevo un nivel de alcohol por encima de la media en mi sangre me he lanzado a saludar a un conocido, la mayoría de las veces me he encontrado con esa mirada de foca monje que en el mejor de los casos dice: “ni idea de quién eres” y en el peor dice “María, nos conocemos del colegio”.  ¿Hay algo peor que tener que explicarle a alguien de qué le conoces cuando obviamente no se acuerda? ¿hay algo más ridículo?

2.- No saludo porque no quiero saludarte. Esta variable presenta muchas subdivisiones.

2a) No quiero saludarte porque tuvimos un pasado precioso que no quiero que me jodas con el presente. Voy a hacer un esfuerzo sobrehumano por olvidar que te he vislumbrado en este momento para seguir manteniéndote en el recuerdo idílico y precioso.

2b) No quiero saludarte porque me caes mal. Lo siento pero no sirvo para la farsa social, si me caes mal y no es obligatorio que te salude, no voy a saludarte. Seré educada si por trabajo, compromiso social o choque frontal tengo que saludarte, pero nada más. Me caes mal, seamos sinceros. ahorrémonos las formalidades.

2c) No quiero saludarte porque tuvimos un pasado horrible. ¿Hay posibilidad de que el presente sea maravilloso? Pues sí pero sinceramente con nuestros antecedentes...mejor no arriesgarnos.

Estas situaciones se aplican igual a amigas del colegio, excompañeros de curro, de gimnasio, de curso, de viaje, amantes, novios, ligues...lo que sea.

3.- No te saludo porque aunque me caes bien voy con alguien que no quiero que veas. Tengo una vida que a lo mejor no quiero que conozcas, o que es complicada y no quiero tener que ponerme a explicarte o que no quiero explicarte y ver en tu cara la expresión de ¿qué me estás contando?

4.- No te saludo porque vas con alguien que sé que no quieres que vea. Y puede ser tu madre. 

5.- No te saludo porque me caes bien pero vas con alguien que no quiero saludar por cualquiera de los motivos del punto 2.

6.- No te saludo porque ninguno de los dos deberíamos estar aquí y los sabemos. Y no, no hablo de “eso” que estáis pensando....hablo de cualquier cosa.

7.- No te saludo porque me aterra que no sepas quien soy. Me caes bien.  Me encantaría saludarte pero sospecho que no tienes ni idea de quién soy y prefiero vivir en mi país de luz y color donde no sólo sabes quien soy sino que me recuerdas con cariño y estabas deseando volver a encontrarte conmigo. Si me caes fenomenal puede que incluso en mi mundo de luz y color imagine que les hablarás de mí a tus nietecitos o a tus colegas en la residencia “Bellasvistas”.

8.- No te saludo porque sé que tú no quieres saludarme. Tengo la certeza absoluta de que me has visto, sabes quién soy y sabes de qué me conoces...y se que no quieres saludarme. ¿para qué iba a querer acercarme yo? ¿Por maldad? Sí, ese es un buen motivo...pero no lo suficientemente bueno. Lo mismo eres un as y me conoces tanto que sabes que lo que más me jodería es que al acercarme fingieras no conocerme y entonces entraríamos en una espiral absurda que mejor nos ahorramos. Te ignoro.

Ser asocialmente absurda es muy complicado y genera mucho stress. Voy paseando parapetada detrás de mis gafas de sol alerta a cualquier posible conocido que entre en mi órbita  para  poder evitar encontronazos...pero por experiencia sé que donde menos te lo esperas, saltas la liebre, la excompañera de colegio, una exprofesora, un exligue, una amiga de tu madre o alguien que te odia.


Eso sí, por experiencia os digo que el mejor sitio para esconderse de alguien a quien no quieres saludar es la sección de baterías de coche de un supermercado...No preguntéis.  


martes, 15 de abril de 2014

Ensayo sobre el bañador.


Para ir a nadar hay que tener siempre en mente la regla de los 5 dedos: bañador, toalla, chanclas, gafas y gorro.

Son las cinco cosas imprescindibles para ir a nadar. Bueno, imprescindible imprescindible sólo hay una.

Puedes probar a nadar sin gafas y cerrar los ojos confiando en no salir cegado por el cloro, puedes secarte con tu ropa interior o al aire contoneándote debajo de los secadores esos del demonio, puedes intentar nadar sin gorro un par de largos antes de que te llamen la atención y puedes ir sin chanclas rezando para no pillar ningún hongo...pero NO puedes nadar sin bañador.

El bañador es por tanto lo más importante, lo fundamental y sin embargo se le suele prestar poca atención hasta que se tiene la epifanía, hasta que se alcanza la sabiduría suprema. Para que nos hagamos una idea de lo que hablo, el bañador es tan importante como las zapatillas para correr...o más. Sí, más.

El camino que lleva a esa sabiduría es sin embargo largo.

Cuando uno decide empezar a nadar, lo normal es que opte por una inversión mínima. No se sabe cuánto te va a durar la Fuerza de Voluntad, el dinero o las condiciones espacio temporales para ello, así que se opta por coger lo que se tiene por casa.

En el escalón más bajo de esta escalada está el bikini de tiras.

Es alucinante pero hay gente (mujeres, obviamente) que van a nadar a piscinas olímpicas con bikinis de triángulo, cordelito y mínima expresión de tela. Entiendo que es posible que no tengan otra cosa por su casa pero ¿en qué cabeza cabe creer que vas a poder nadar con eso? Es materialmente imposible nadar como Dios manda con esos bikinis. Descubres que lo que haces en la playa con esos bikinis es chapotear...y no se parece en nada a dar brazadas contundentes que te hagan avanzar. Pierdes aliento, fuerzas y los nervios viendo como vas perdiendo la braga y como tus pechos (los de quien sean y aunque sean mínimos) parecen tener vida propia y salirse por todos lados. Además, es inevitable que las gomas se abran y hagas resistencia. Nadar con uno de esos bikinis es como intentar chuscar con un mono de esquiar puesto. Lo intentas, te calientas y te frustras.

Un escalón por encima está el bañador de playa para él y para ella.  Para él suele ser un bañador tipo bermuda de colores brillantes, de muslo ancho y que se ata con cordel. Para ella, un traje de baño completo muy mono, con sus tirantes, su espalda al aire, sus adornitos y su estampado.

Estos tampoco sirven para nadar bien.

Él descubre que esas bermudas tan cómodas para hacer el idiota en la piscina o coger olas, para ir por la playa con el dinero para la caña, el móvil y las llaves, son una trampa mortal para nadar. Se inflan, se arrugan, se pegan a las piernas....rozan. Rozan mucho y escuecen. Él, siempre competitivo, se ve frenado en su impulso natatorio por esa especie de bolsa multicolor que lleva atada a la cintura. Se ve frenado bien porque hace resistencia o porque descubre que el cordelito que tan orgullosamente se ha atado, inexplicablemente se afloja y va perdiendo el bañador. Tiene dos opciones, parar y hacerse un nudo tan fuerte que la posibilidad de quedarse sin circulación de cintura para abajo sea un hecho o nadar sujetándose el bañador cada 3 brazadas.

Ella descubre que el bañador es una mejora considerable con respecto al bikini absurdo, pero aquel atuendo ideal en la playa o en la toalla tampoco sirve para nadar. Tiene mucho escote o la ingle demasiado baja o demasiado prieta, el tejido hace bolsas que se llenan de agua haciendo resistencia, los tirantes se deslizan y aunque intente obviar los síntomas sabe que llegará al final del largo con una teta (o las dos) descolocada y libre.

Estos atuendos son como chuscar con los vaqueros puestos.

Avanzando un escalón más está la visita a Decathlon a comprar un bañador "para nadar". Obviamente se opta por algo barato que parezca bueno, que tenga pinta de que al ponértelo va a parecer que sabes lo que haces. Con tu bañador Tribord vuelves a tu piscina más feliz que una perdiz. Te lo pones en el vestuario y te sientes bien. Tu bañador es nuevo, nadie te va a confundir con un principiante que trae su bañador con arena de playa y brillas.

¿Brillas? Aquí es donde está el fallo.  Pronto vas a descubrir el horror de esos bañadores "baratos que parecen buenos". Son de "lycra de puticlub", de purpurina, del material de las diademas de los chinos.

Brillan y aprietan pero NO sujetan. Esos bañadores, tanto para él como para ella, son como ir en bolas pero untado de aceite brillante.  Se pegan. Brillas y vas marcando hasta la cicatriz del cordón umbilical. Se te ve todo, de un negro brillante y lustroso. Literalmente pareces una foca lustrosa (da igual que peses 50 kilos)...toda tu piel brilla embutida en ese tejido que resulta que tampoco sujeta dentro del agua. Todo lo que sobresale, sobresale más. En el vestuario, al desnudarte, descubres además que ese tejido se queda como baba mojada después y que al cabo de unos cuantos usos (muy pocos) es baba mojada transparente. Se me olvidaba decir que en el caso de ellos, estos bañadores son siempre demasiado cortos, como pantaloncitos cortos, negros, pegados...y brillantes. Y sí, a ellos también se les marca todo.

Este atuendo es chuscar con ropa interior...una mejora pero igual de frustrante y muy muy poco digno.

Cuando ya estás desesperado y resignado a intentar disfrutar del baño con lo que sea, aunque sea a costa de tu dignidad estilística, un día decides hacer un dispendio y te compras un bañador BUENO. Uno que cuesta pasta, uno caro con una etiqueta más larga que tu brazo y de marca. Un día es un día...y total, llevas la toalla corporativa de tu empresa y una mochila de Bob Esponja así que puedes gastarte dinero en un bañador.

(El de ellas es negro o azulón (siempre) y con espalda alta. El de ellos es negro (siempre) y les llega hasta casi la rodilla.)

Una pasta. Te sientes culpable, piensas que te lo mereces, te sientes culpable, piensas que te lo mereces, te sientes culpable...te lo pones en el vestuario y lloras de emoción. Efectivamente, es como ponía en la etiqueta "una segunda piel", pero no de foca lustrosa o de prostituta de los años 80. No, es una segunda piel suave y recia. Eso es, recia. Todo encaja, todo se sujeta y joder...hasta pareces más alto y más esbelto.

No te confías, ya sabes que en el agua todo se encoge y es allí dónde fracasaste en las anteriores etapas natatorias. Pero no. El bañador segunda piel es maravilloso, al mojarse no se adhiere a tu cuerpo como un plástico baboso, sencillamente se acopla a tu cuerpo, sujeta todo con la debida tensión pero permitiéndote moverte con libertad y despreocuparte de que nada se salga de su sitio.

Estás cómodo, te deslizas sin preocupaciones y sabes que por fin has alcanzado el nirvana natatorio.

La prueba definitiva para saber si por fin ya tienes ¡el bañador de tu vida! es que al salir, te da pena quitártelo...estás tan cómodo y te sienta tan bien que te quedarías a vivir en él.

Y sí, esos bañadores son como chuscar como se debe: son fuegos artificiales con la pareja perfecta.




lunes, 27 de enero de 2014

MOLIDOCUMENTALES: EL MATÓN DE TWITTER.

Twitter es un bar, pero no siempre es el mismo bar. Hay veces que es un bar tranquilo dónde tomarte una copa y charlar con amigos. Otras veces es la tasca dónde entras a tomarte un café rápido y ojear la prensa y otras veces, sin saber muy bien cómo se transforma en un bar de instituto, de instituto de esos chungos de las pelis. 

En esas ocasiones, allí está él: el matón de twitter. 

El matón de twitter es exactamente igual que todos los matones: un maleducado, un chulo y un prepotente que por alguna extraña razón ha conseguido destacar en algo. En twitter eso es fácil. 

Se pasea con las manos en los bolsillos mirando a su alrededor. Mira desde arriba, porque él se cree superior. Camina arriba y abajo contemplando desde su atalaya de matón a los que él considera piltrafillas. Le ves llegar, le oyes hablar y sabes que va buscando gresca. Se aburre, sus colegas no le hacen caso o le pica algo, pero el caso es que se aburre. Quiere gresca.  

Pulula por la red orgulloso, pensando que tiene la cola más larga (de seguidores) y que él manda. Detrás de él, lleva  su cola (de seguidores) dispuestos a jalearle o lanzarse a morder a quién él les indique. Busca, olfatea, rastrea la red buscando una presa. El matón de twitter es bobo, pero no tanto como para meterse con alguien de su talla. Así que elige una presa, alguien pequeño, indefenso, un desconocido que en su rinconcito ha decido escribir algo, una opinión personal, un comentario con una idea...Le ha apetecido hacerlo y lo ha hecho, sin más. Sin más y si tener una gran cola (de seguidores). 

Localizada la presa, el matón de twitter se lanza como un perro de presa. Primero llega y empuja al indefenso desconocido. Le insulta, le humilla, le ridiculiza y se ríe. Se ríe muy alto, con carcajadas de superioridad que sus hordas de seguidores le jalean. 

La víctima, que no sabe muy bien de dónde le llegan las leches, en unos casos trata de contestar explicándose "No, mira...lo que yo quería decir es", a lo que el matón responde con más malos modos, más risitas idiotas y más insultos pretendidamente ingeniosos e inteligentes. 

Otras veces la víctima no se deja tocar los cojones por el matón y le contesta en su estilo, poniéndose a su nivel e insultándole. 

El matón entonces se para, se gira y le dice algo como "No tienes ni puta idea de con quién te estás metiendo y quién soy yo". Y acto seguido lanza a sus huestes a por la indefensa presa, mientras sigue riéndose y retratándose ante el resto de twitter que le está viendo como el completo cretino que es. 

Una vez terminado el descuartizamiento de la víctima, cuando se ha cansado de jugar con ella, cuando considera que ya ha mostrado suficiente su poder o sencillamente se ha cansado de jugar, el matón de twitter se vuelve a su casa a hacer lo que sea que hacen los matones...nada interesante, me temo. 

A veces, la jugada le sale mal. Normalmente el resto de twitter, el resto de la gente del bar no se mete en la gresca. Le ven venir, saben que va a hacer, pero no dicen (decimos) nada. Unas veces por miedo, otras veces por pasotismo, otras veces porque no es nuestra guerra...pero a veces, algunas veces, llega alguien más poderoso a mediar en la gresca, a pararle los pies al matón. Ese alguien suele tener poder, autoridad, educación, una cola aún más grande (de seguidores que no de hinchas enfervorecidos) y mucha mucha clase.  

Mientras el matón está ahí con las mandíbulas apretadas en torno a su presa o dándole empellones contra la pared, ese alguien llega y le toca en el hombro. Con clase, con sutileza, con la autoridad que le da ser un señor y no un macarra de polígono. 

El matón se gira dispuesto a seguir repartiendo leches, insultos o lindezas supuestamente ocurrentes a quién sea que se ha permitido interrumpirle, pero al girarse y ver quién le interpela, se queda paralizado. Se le hiela la sonrisa y la cara y no sabe muy bien qué decir. No puede agachar la cabeza y retirarse a sus cuarteles. No es tan sencillo. Sabe que ese alguien puede hundirle, sabe que ese alguien es más listo, más inteligente y más educado...pero también sabe que se debe a su cola (de seguidores) y que no puede abandonar el bar sin más. Balbucea respuestas, trata de reconducir la situación. Mágicamente abandona el tono de macarra, los insultos y la prepotencia y comienza a contestar con educación. 

El alguien que ha aparecido para pararle los pies, le trata como se merece. Con distancia. Con educación, clase y contudencia, le contesta hasta que le pone en su sitio. Los demás, vemos como el macarra se achanta, como se hace pequeño en su chupa de cuero y como al final balbucea algo y se marcha con la cola entre las piernas. 

Normalmente no aprende y  al cabo de un par de días...repuesto su maltrecho orgullo y confiando en que nadie se acuerde de él, vuelve. Se pasea. Mira. Rastrea. Y busca gresca. 

¿Por qué le sigo? me preguntaba el otro día. Me produce hostilidad y ganas de matar. ¿Dejo de seguirle o le hago un post? Mejor aprovecho la inspiración y luego ya veremos....

 Por supuesto, matones de twitter los hay ellos y ellas. No se salva nadie.