"Cada libro es una excitante invitación y también un principio anticipado de remordimiento, una promesa de sensaciones, palabras, sabores y mundos, y una advertencia de que no se pueden leer todos los libros que uno quisiera".
Antonio Muñoz Molina
Me encanta leer. Todo el que me conoce lo sabe, bueno..Y el que no me conoce también porque doy mucho la brasa con eso y además
ya lo he contado.
Molimadre dice que desde que tenía dos años cogía las revistas y pasaba las páginas una y otra vez, una y otra vez, como si supiera que ponía. Cogía todo lo que había por casa con páginas, lo que fuera. Sin embargo el primer recuerdo que tengo de un libro libro, fue el que me regaló mi madre cuando cumplí 7 años: “
Celia lo que dice”. Me dijo:
este libro me lo regaló la abuela cuando cumplí 7 años y ahora es para ti”. Lo devoré y luego toda la colección. Ahora cuando abro los ojos en mi cama y miro la estantería que cubre toda la pared de la habitación, veo los lomos azules de la colección de Celia, rodeados de todos mis otros libros y pienso:
ahí empezó todo.
Siempre llevo un libro a cuestas, por eso no me gustan los bolsos pequeños, porque no me caben. Si estoy en casa acarreo el libro de una habitación a otra, me levanto y me llevo el libro a la cocina por si suena la flauta y puedo desayunar sola y tomarme el café mientras paso las páginas, lo llevo al salón mientras las princezaz juegan, lo llevo a la cocina por si mientras lo que sea que está cocinando hace chup chup puedo avanzar alguna página más. Cuando salgo de casa, lo meto en el bolso o en el bolsillo del abrigo.
Leo mientras espero a que venga la profesora de C. a echarme la charla, leo mientras espero a mis compañeros de coche en la gasolinera, leo si tengo un rato tranquilo en el curro, leo en mi butaca de leer cuando todo está tranquilo, leo en el jardín, sentada, tumbada, de pié en el metro, en el tren, leo en el banco de Sos donde siempre sopla un viento infernal, leo mientras despega y aterriza el avión.
Leo cuando tengo miedo, cuando algo me preocupa, cuando estoy triste, cuando estoy relajada, cuando estoy hasta los cojones de todo, cuando estoy harta. Leo cuando algo me da pánico.
Leo si me duele algo, si tengo hambre, si tengo sueño. Leo si estoy enfadada con el mundo, leo si estoy súper triste.
Leo siempre antes de dormir, aunque sean 2 páginas, aunque me haya bebido el Nilo, me deuelan los pies de bailar y esté afónica de cantar.
Me encanta despertarme por la mañana, estirar el brazo, coger el libro y leer hasta volver a dormirme o hasta que no me queda más remedio que levantarme.
Siempre sé que voy a leer cuando acabe lo que tengo entre manos, si no tengo algo preparado me pongo nerviosa…y nerviosa soy un puto coñazo, más puto coñazo que normalmente quiero decir.
Si viajo, siempre llevo el libro que esté leyendo y otros dos más..Aunque sea un fin de semana. Nunca se sabe si me voy a quedar incomunicada, si el plan será tan horrible que tendré que fingir enfermedad que me obligue a guardar cama o si podré estar tan tranquila y disfrutar de horas de lectura.
Escribo sobre lo que leo. No lo hago desde siempre. Empecé hace unos 10 años o así, en un cuaderno cochambroso donde escribía cosas horribles que no me pegan nada y que se mezclaban con lo que era el germen de lo que ahora son ahora mis críticas destructivas y mis recomendaciones. En el 2006 empecé a hacerlo más sistemático,
me compré un cuaderno chulísimo y me puse más en serio. Escribo lo que me han parecido y las frases que me han dicho algo, que me han producido un escalofrío o una sensación.
Estoy pensando que debería recomendar alguno de esos libros, libros que leí antes de empezar esta tontería del blog. Me mola recomendarlos y acertar.
Recorto reseñas y las guardo hasta que leo el libro. Recorto artículos sobre librerías y sobre leer, los guardo en mi cuaderno. Ayer estuve repasando unos cuantos.
Me encantaría llegar a casa, dejar el coche. Subir andando hasta El Retiro, cruzarlo andando despacio y llegar a la Cuesta Moyano. Repasar todos los puestos con
mi lista de libros por si encuentro alguno y dispuesta a que salte la sorpresa y comprar cualquier otro. Luego, subiría andando bordeando el Jardín Botánico hasta Cibeles, para pasear por la Feria del Libro Antiguo de Primavera, me encantan esos puestos. Puedes pasear arriba y abajo, hay gente pero no demasiada y siempre siempre encuentro algo que “me llama”. Estoy pensando que tendría que llevar una mochila para cargar con todo. Después y cuando se hubiera hecho de noche, subiría por Gran Vía hasta la Casa del Libro, sé que en la calle habrá actuaciones y me gusta pasear de noche, mola escuchar música en directo por la calle.
Volvería a casa con un montón de libros. Siempre la misma rutina. Amontonarlos y con mi pluma, escribir mi nombre, la fecha y dónde lo he comprado o quien me lo ha regalado y colocarlo en la estantería de “pendientes de leer”, a esperar su turno, a esperar que al pasar por allí me diga “es mi turno, es mi turno”.
La putada es que hoy no podrá ser. Me tengo que ir de viaje.