viernes, 29 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (III): Dos encuentros.



Sarlat nos recibe con una densa lluvia.La plaza de los canónigos en Sarlat es el típico sitio que al visitarlo piensas: como molaría tener un apartamento aquí. Llegar a Sarlat y darte cuenta de que es justo ahí dónde está el apartamento Cabaret que tuvimos la suerte de alquilar hace 10 días es sencillamente increíble. 

Sarlat es tan bonito que parece mentira. Los días de mercado está tan abarrotado que te dan ganas de tirar bombas fétidas o salir huyendo despavorido...pero una vez que el mercado se cierra, queda un pueblo tranquilo, lleno de casas maravillosas en las que sólo viven 600 personas de las 10.000 que componen su censo. (esto lo aprendí en el ascensor panorámico de la torre de la antigua iglesia desde el que fiché la casa que quiero para retirarme a escribir). 

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Suena música, música alegre, de la que me hace mover los pies. Nos acercamos y hay ocho músicos, todos distintos y peculiares. El cantante viste una especie de chaqué antiguo y un sombrero calado hasta las cejas, recita y canta con voz rasposa. Hace de maestro de ceremonias para que la multitud congregada a su alrededor siga la fácil coreografía: levantar los talones para ponerte de puntillas y dejarte caer sobre ellos al compás. Observo una perrofláutica rubia que es con mucho la persona más arrítmica que he visto en mi vida; baila en primera fila tan absolutamente fuera de ritmo que me da hasta pena. Eso sí, ella está encantada. 

Detrás del cantante está el batería, pequeñajo, rubio, con barba y bigote y grandes gafas de concha cuadrada; para animar se sube encima de la banqueta a dar palmas. A su derecha, otro tipo delgado, con una camiseta azul y pantalones de pana arremangados (hombres del mundo...¡la pana en verano es mal!) y descalzo toca el triángulo, un timbre de hotel con dedales puestos y una especie de plancha acanalada. Lleva sombrero y tiene los ojos azules. El acordeonista, que no puede ser más francés ni más tierno,  lleva boina, pantalones bombachos y tirantes. También es guapo y deambula delante del público con una bonita sonrisa. Un guitarrista bajito que toca sentado una guitarra española, un contrabajista con un turbante en la cabeza, un trompetista con gafas rayban y una horrorosa chaqueta amarilla forman el flanco izquierdo. 

El que maneja el cotarro es un tipo con pinta de estereotipo francés, con pinta de llamarse Pierre y llevar una baguette en el bolsillo. Con barba, gafas de concha, camiseta de rayas y gorra toca una especie de okulele y da instrucciones. 

A su lado está él. Chaleco negro, camisa blanca, sombrero negro, pelo largo y unos ojos azules impresionantes. Toca el saxofón y se llama Jimmy. Me he enamorado. 

En primera fila con mi sonrisa de estar feliz muevo los pies al compás y disfruto de la música. Son muy buenos, espectaculares. Cuando terminan compramos el cd, quiero recordar siempre este momento en Sarlat. 

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Él está sentado a mi izquierda, ella enfrente de él queda en diagonal conmigo. Los dos llevan pantalones cortos, él calza unos zapatos mephisto de trekking y ella unas zapatillas deportivas. Él lleva un jersey azul marino y ella sobre una sencilla camiseta blanca se echa una chaqueta por los hombros de esa manera que sólo se aprende a hacer cuando tienes más de 60 años. 

Cuando nos sentamos nosotros, ellos están por el segundo plato. Él come pájaro y está trajinando con los cubiertos como si estuviera operando a corazón abierto. Ella ha optado por un entrecot gigante. Encima de la mesa una botella de vino blanco casi terminada. 

Les escucho hablar y se que son americanos. Escucho retazos de su conversación: hablan de cine, de personajes que les han marcado, de la manera en que deben contarse las historias, de recuerdos de la universidad....Se rien. 

- Juan, ¿has visto a la pareja de al lado?
- No me avergüences, que se oye todo.
- No seas paranoico, no me oyen y además no me entienden. Deja de poner cara de susto que así es como llamas la atención...
- ¿Qué les pasa?
- Son pareja desde hace poco...
- ¿Cómo lo sabes?
- Por como están sentados, como se hablan, porque desprenden esa sensación de "estoy justo donde quiero estar y con quien quiero estar, aquí y ahora". 
- Te montas unas pelis en la cabeza que alucino contigo...eso es una memez, yo no percibo nada. 
- Tú no lo percibirías ni aunque te diera en la cabeza...  

Queso con fresas del Perigord de postre, me relamo de gusto y sonrío...y me encuentro con la sonrisa de la desconocida americana mirándome fijamente. Él se ha levantado, supongo que al baño. Sonrío más sin saber muy bien que decir, por un momento me entra pánico al pensar que a lo mejor si entiende el español.

- Hola, buenas noches. 

Lleva el pelo corto, rubio casi blanco y unas gafas con una finísima montura dorada. Es guapa, tuvo que ser guapísima cuando era más joven, aún lo es. Muy guapa y simpática.

- ¿Sois franceses?
- No.- estamos paralizados por la sorpresa.
- ¿De dónde sois?
- Españoles.
- ¡Ah, españoles! Yo nunca he estado en España pero él sí. 
- ¿De dónde sois vosotros?
- De California, de San Francisco.
- Bonita ciudad, me encanta.- dice Juan. 
- ¿Lo conoces?- ella lo pregunta como si viviera en un pueblo perdido del Amazonas y fuera extraordinario que alguien lo conociera. 
- Si, he estado tres veces.- contesta Juan. (esto si es un poco extraordinario)
- ¡Ah! y ¿Qué relación tenéis vosotros?
- Somos amigos.- contesto. 
- ¡Como nosotros!

Nos reímos. 

- ¿Qué tiene de gracioso que seamos amigos como vosotros?- pregunta él que ya ha vuelto.

Obviando alegremente esa pregunta cuya respuesta iba a sonar difícil de creer comenzamos una conversación sobre el Perigord, los tres viajes a San Francisco de Juan, los parques naturales de Estados Unidos y hablamos de nuestras intenciones de coger una gabarra y hacer canoas en el Dordogne.

- ¡Oh! Nosotros también vamos a hacer canoas. Nunca lo hemos probado.- dice ella mientras no para de reír. 
- Es muy divertido, seguro que os gusta.- contesto. 
-  Bueno, a nuestra edad hay que probarlo todo ahora, no tenemos toda la vida como vosotros. 
- Seguro que sí. - contesta Juan que está en modo diplomático "on".
- ¡Qué va! Él tiene 84 y yo 76.- susurra ella para luego estallar en carcajadas.

Cuando aún estamos con la boca abierta por la sorpresa de su edad, ella dice:

- Sí, somos muy mayores pero estamos felices. Los dos tuvimos una vida antes de conocernos y estar juntos. 

Sin reponernos del todo de la sorpresa, intercambiamos unas cuantas reflexiones sobre viajar, el Perigord y el Gran Cañón y nos despedimos entre sonrisas, encantados de habernos conocido. 

Enfilamos la preciosa calle principal de Dome...

- Moli...
- TE LO DIJE. 
- Tenías razón...tienes un puto radar para estas cosas.
- Te lo dije, estaba segura. 

Cuando cogemos el coche para volver a Sarlat, los veo caminando abrazados hacia el cottage que han alquilado y en el que pasarán diez días antes de volar a París. 

 Por el retrovisor, los veo una última vez. Sonrío y pienso que quiero volver a encontrármelos, pienso  que ojalá les queden muchos años de vida para disfrutarse y pienso que yo también quiero eso...



miércoles, 27 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (II)

Albi. No hemos dejado piedra sin pisar, calle sin pasear, vista sin ver ni puente sin cruzar. No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar pero nada más llegar y ver la alucinante vista desde el hotel decidimos que habíamos sido lístisimos al reservar 3 noches allí. 

Albi es el paisaje que querrías ver cada día al levantarte al vivir en una ciudad, un paisaje que cambia cada día, a cada rato y del que es imposible cansarse. 

Tiene la que es desde ahora mi catedral más favorita del mundo mundial. Es la más grande de ladrillo de todo el mundo. Por fuera es tan inmensa, tan increíblemente grande que a su lado y al mirar hacia arriba te mareas y te sientes canijo. Esa inmensidad no te prepara sin embargo para lo que vas a encontrarte dentro y que es sencillamente alucinante. Pasamos más de hora y media deambulando mirando los techos (pintados hace 500 años y que jamás han sido restaurados, se conservan tal cual fueron pintados con unos azules brillantes increíbles) y repasando con detalle el Juicio Final que decora el altar mayor y que está pintando al temple. 

Como todo en este viaje está saliendo redondo tuvimos la increíble suerte de asistir a un concierto de órgano en la catedral. Si, ya lo se, ¿un concierto de órgano? Menudo rollo. Yo también habría dicho eso hace 3 días pero fue espectacular. Un órgano de 1736, con 5 teclados de manos y un par de ellos de pies, sonando en la nave de una catedral mientras descansas los pies del "paso museo" y el cuello de desnucarte mirando bóvedas. 

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- Juan, el organista tiene 31 años, ¿no alucinas con que sepa tocar ese órgano?
- Piénsalo así Moli. ¿Qué ha hecho ese tío con su vida para saber tocar así ese órgano con 31 años?
- ¿Qué quieres decir con eso? 
- Ese chico no sabe nada de la vida, no ha hecho otra cosa que tocar el órgano...no es como nosotros. 
- Jajajajaja, vale...visto así vale...pero tú seguro que te has tocado mucho el órgano.
- Touché. 

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Otra mañana entera en el museo de Toulouse Lautrec que también está en Albi porque resulta que nació allí. Me gusta Toulouse Lautrec desde que era enana porque vi una película sobre su vida, Moulin Rouge de John Houston , que me impactó muchísimo. Luego crecí, estudié arte y me siguió gustando pero siempre he mantenido ese vínculo con Lautrec gracias a esa pintura. 

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- Tengo una contractura brutal en el cuello. 
- ¿Quieres que te de un masaje?
- ¿Es una prueba de amor absoluto para ver si ganas la competición?
- No joder, lo hago desinteresadamente. 
- Vale, entonces si. 
- Joder, pero ¡cómo tienes el cuello! Es un puro nudo. 
- Pero vamos a ver, ¿no te he dicho que tenía una contractura?
- Ya pero normalmente las tías os quejáis y luego no tenéis nada. 
- Primero yo no soy "las tías" y segundo ¿a quién más le das masajes?
- A nadie y cállate o lo contamos como prueba de amor. 

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Carreteras comarcales. Pueblos en medio de un meandro inmenso. Iglesias perdidas. Carreteras entre árboles que acaban en medio de unos campos desde los que se ve a 40 km a la redonda y en los que echo de menos no llevar una falda de vuelo para salir a correr y cantar como Julie Trinos. Un castillo en ruinas que fue quemado por los nazis y en el que me adentro a pesar del peligro de derrumbe. 

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- Moli, ahí hay otro sitio perfecto para que hagas tu equilibrio y nos avergüences a todos.
- Yo no avergüenzo a nadie.
- Nos mira todo el mundo.
- Eso no es avergonzar, es llamar la atención y nos miran por tu culpa, eres demasiado alto y se te ve mucho.
- Ya claro, y la loca subida jugándose la vida no llama la atención ¿no?

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Cordes sur ciel es tal y como dicen las guías y más. Un pueblo medieval construido a partir de 1222 en siete años, con unas cuestas increíbles, unas casas preciosas y flores en cada rincón y esquina. 

- Moli, hazme aquí fotos saltando. 

Montamos tal espectáculo que la gente se para, aplaude y saca fotos a "SpiderJuan".

- Una cosita,  nos han aplaudido, nos han hecho corro y los niños querían copiarte la foto y ¿LUEGO SOY YO LA QUE TE AVERGÜENZO? 
- La culpa es tuya que me das ideas. 
- Touché. 


Bajo una lluvia torrencial ponemos rumbo al Perigord mientras escuchamos una lista de Spotify creada por Juan con el sugerente título de "música de madres". 

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domingo, 24 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (I)


Conduzco. Hablamos de ciento veinticinco cosas a la vez en una sucesión sin ningún tipo de sentido más que para nosotros. 

- A ver Juan, ¿Me estás diciendo que no estoy en tu grupo de "personas escogidas"?
- A ver, no te pongas así. Lo estás tergiversando. 
- Ah ¿si? ¿Cómo se tergiversa la frase "Moli, no estás en mi grupo de personas escogidas"?
- Le estás dando una importancia que no tiene. 
- Una mierda. A ver, ¿quién está en ese grupo?
- Mi madre, mi tía, mis inquilinos.
- ¿Tus inquilinos están en el grupo de "personas escogidas" que pueden llamarte por la noche y YO NO?
- Lo estás sacando de quicio, es por si tienen una emergencia.
- ¿Me estás diciendo que si yo tengo una emergencia y te llamo por la noche no sonara tu móvil pero si a un inquilino que no sabes ni que cara tiene se le rompe un grifo si podrá perturbar tu sueño??
- ¿Qué clase de emergencia puedes tener tú?
- ¡Yo que sé! me quedo sin llaves, ligo y necesito contártelo, me quedo tirada con el coche, ligo y me proponen un trío.
- Vale, te meto en el grupo esta misma noche.
- Esta noche no hace falta, dormimos la misma cama. 
- ¿Ves como eres escogida?

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Toulouse. Escogimos la ciudad un poco al tún tún y el hotel por nuestra científica combinación de: wifi + parking + criterio de las colchas. El resultado es un hotel coqueto en una ubicación estupenda, con un wifi regulero y sin colcha. La habitación está más allá de ser coqueta, es canija pero conseguimos no molestarnos el uno al otro. 

Toulouse. Me sorprende muchísimo y me encanta. Es una ciudad llana, con un centro histórico con vida y unas casas maravillosas de esas que me hacen envidiar a los que viven en ellas. La gente es encantadora y muchísimos hablan español. Acierto de pleno en mi elección de cena el primer día y con mi Carpaccio de Buey con patatas al gratén me sitúo como número 1 en la competición de "a ver quien elige mejor en los restaurantes". Visitamos la estupenda colección de pintura de la Fundación Bemberg y nos morimos de la risa con la catedral y su total falta de coherencia al unir la parte románica con la gótica. Pasamos un buen rato en una librería de comics y cenamos en un indio la segunda noche y vuelvo a ganar con mi pollo de la región de Madras. 

Un río fabuloso y además llueve. 

- Moli, tienes que irte a vivir al norte. La lluvia te alegra el carácter. 

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- Moli, vas muy francesa con esa camiseta de rayas.
- Me lo tomaré como un cumplido, gracias.
- Pero una cosita, ¿por qué cuando yo me pongo mi camiseta a rayas me dices que tengo pinta de gondolero y tú no?
- Mírame, ¿tengo pinta de poder empujar una góndola? 
- Touché. 

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Carcasssone. 

Ciudad medieval en la que te sientes como si estuvieras en medio del Exin Castillos, en el castillo de los clics, en y en una página de Obelix y Compañía. Lamentablemente y como le ha sucedido a otras destinos turísticos ha caído presa de la maldición del "parque temático" que quita encanto y vida a esas ciudades convirtiéndolas en un parque temático donde hordas de turistas pasean, compran y consumen. Hay una tienda de chocolates, una de souvenirs, un cafetín, una tienda de chocolate, una de souvienirs, un cafetín. 




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- Toma anda, el último trozo de la crepe de Nutella para ti. 
- Es mi turno, no te hagas la buena.
- Ya, pero la tengo yo en la mano. Podría comerme este último bocado delicioso dónde se concentra toda la nutella y que además hará que se quede el gusto en la boca...pero te lo voy a dar a ti. 
- Vale Moli, gracias. 
- Que sepas que esto ha sido un gesto de amor supremo que seguro que ninguna de tus personas escogidas haría. 
- Touché. 

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Al salir de Carcassonne, desechamos la autopista y nos metemos por carreteras secundarias flanqueadas por árboles inmensos y que nos llevan a subir la Montaña Negra hasta llegar al país de los cátaros y por fin a Albi. Hacemos el tonto y saltamos.

Continuará...

jueves, 21 de agosto de 2014

Tu primer ahorro ¡chispas!




Si el Sr. Miyagi fuera un gurú de verdad y no un tío que se aprovechaba de la inocencia de un pobrecito para que le hiciera las tareas del hogar, su  famosa frase de “dar cera, pulir cera” hubiera sido “ganar pasta, gastar pasta”. 

El ahorro es misterioso, frustrante, adictivo y un círculo vicioso. 

Nos embarcamos en la tarea del ahorro desde muy pequeños. Tus padres, tus tíos, tus abuelos, tu prima Mari Puri te dan dinero y te dicen “para tu hucha”. Cuando eres pequeño, el simple hecho de echar algo por la ranurita de la hucha proporciona una gran satisfacción. Si eres muy muy pequeño, lo que más mola es que te den muchísima monedas que hagan mucho ruido al caer y que hagan que tu hucha pese muchísimo y suene al agitarla.  

Pronto comprendes  que esa alegría con la que los mayores se desprenden de las monedas no puede ser buena. Comprendes que los billetes son mejores y  te conviertes en un experto en papiroflexia monetaria consiguiendo doblar cualquier billete para que entre por la ranurita.  Por primera vez los mayores te dicen “esto para que lo ahorres”.  No sabes para qué, ni porqué. Lo único que sabes es que no puedes cogerlo. De vez en cuando piensas que quieres comprarte cualquier cosa: un estuche, un boli chulo que se ha puesto de moda, 25 sobres de cromos...y entonces te dicen “No, hombre no...lo de la hucha es para algo importante”. 

Para ti no hay nada más importante ni más vital que el nuevo bolígrafo de 4 colores que tiene toda tu clase, de hecho lo necesitas para poder seguir viviendo pero no hay manera. Te repiten como un mantra:  “lo de la hucha es para algo importante de verdad.” Te pones a pensar entonces en algo grandioso: un viaje a un parque temático, un coche nuevo, una moto, un trampolín para la piscina. Pero tampoco: “no hombre, no...para eso tendrías que ahorrar toda tu vida”.

“Ahorrar toda tu vida”. No sabes porqué pero esa frase no te suena nada bien. La dejas a un lado e intentas pensar algo que sea importante de verdad pero para lo que no tengas que esperar 3 eternidades y media. 

Le das vueltas y más vueltas y al final decides que quieres ahorrar para una bicicleta superchula. 

Con ese objetivo en mente, te pones a ahorrar y aquí descubres la frustración. No puedes gastarte tus ahorrillos en un album de cromos pero para conseguir la bicicleta superchula tus ahorrillos se quedan muy muy cortos; meses y meses de espera aparecen ante tus ojos.  Ansías tener 4 cumpleaños al año, quieres ir siempre ir a visitar a tu prima Maripuri, intentas revalorizar tu trabajo: “Mamá, si me hago la cama ¿cuanto me pagas?” para descubrir que el trabajo como fuente de ingresos para ahorrar no compensa “30 céntimos y da gracias porque lo tendrías que hacer gratis que es tu obligación”. Definitivamente compensa más volver a casa de la tia Maripuri aunque huela a naftalina y las galletas que te de estén rancias. Intuyes que esto es un poquito rastrero pero lo haces por una buena causa, tu bicicleta superchula. 

Cuando esos meses de ahorro y frustración terminan y por fin una tarde al sacar todo de la hucha y recontarlo la cantidad necesaria para tu bici está delante de tus ojos, te enfrentas a un nueva sensación: ¿de verdad esa bicicleta que has estado anhelando durante meses merece tanto la pena como para desprenderte de tus preciosos ahorros y vaciar tu hucha? ¿Será capaz la bicicleta de compensar las horas que has pasado contando y recontando tus ahorros? ¿Compensará la bicicleta las horas y horas que has pasado imaginando aventuras en ella y la cara de envidia de tus amigos? ¿Seguro que quieres la bici? ¿Quieres ser cigarra o hormiga? (Aquí descubres la maldad espantosa que se encuentra agazapada en los cuentos...pero ese es otro tema)

La incertidumbre el ahorrador ha llegado a tu vida. ¿Te gastas lo ahorrado o ahorras un poco más para una bici mejor? 

Le das vueltas, lo piensas, lo repiensas. ¡Bah, total esa bici ya no es tan chula....si comes unas cuantas docenas más de galletas de coco mohosas, se te caen 4 ó 5 dientes para que venga el Ratón Pérez y esperas los 4 meses que quedan para tu nuevo cumpleaños podrás ahorrar lo suficiente para la bicicleta definitiva!

Sentado en tu cama, recoges todos los billetes, los vuelves a doblar por las marcas que meses y meses de papiroflexia han hecho en ellos, los metes en la hucha, la cierras y piensas: voy a seguir ahorrando. 

Ni el Sr. Miyagi ni nadie te lo ha dicho, pero con ese pequeño gesto de no salir a comprarte la bicicleta de tus sueños has puesto la primera piedra para tu hipoteca a 30 años. 

Tu yo de 40 años te dice: ¡sal y cómprate la bici! ¡Ahora! ¡Aprende a comprar! ¡Ya! ¡No seas hormiga!


martes, 19 de agosto de 2014

9 años


Venía pensando que escribir hoy que cumples 9 años.

No se me ocurre nada nuevo que no haya dicho ya o que no suene demasiado cursi.

Y entonces he recordado este vídeo y no hay nada más que decir.

Eres tú, tal cual.

Pícara, divertida, bicho, payasa,  bruja y un completo descojone.


Haciendo el mimo en la caja de cristal. Mirador de Sos. from Molinos on Vimeo.


¡Feliz cumpleaños, princesa!

lunes, 18 de agosto de 2014

En las tapias.

Tapias bajitas que no pretenden ocultar nada. Blancas, anchas y con flores. Detrás grandes edificios con buganvillas, geranios y madreselvas que vamos a “robar”. Tengo 8 años y llevo esperando esta noche desde que llegamos hace 15 días, es la noche del “Paseo por las Tapias”. Hoy no cenamos en pijama, hoy cenamos vestidos de bonito y nos portamos fenomenal sin rechistar por la comida porque esta noche es la más especial de todas las que pasamos en Benidorm cada año.

Después de cenar salimos con Molimadre al paseo marítimo, en la esquina nos subimos a la primera tapia y comenzamos a caminar por ellas bajandonos solo al llegar a las esquinas. Hay tapias más fáciles por las que podríamos casi correr y otras en las que hay que andar muy despacito para no pincharse, para no caerse. En algunas hacemos turnos para que Molimadre nos vaya cogiendo de la mano. Se oye el mar y se ve la playa, pero eso no es lo interesante esta noche. Miramos los jardines de los edificios y decidimos que el jardín de nuestra casa y su piscina es, con mucho, el mejor de toda la zona. Nos sentimos absurdamente orgullosos de nuestra piscina, como si no llevara allí 40 años y fuera mérito nuestro su existencia.

El Gran Hotel Delfín es la parada estrella del paseo de por las tapias. Caminamos despacito acercándonos a la parte central del hotel, la terraza del restaurante donde mayores que a nosotros nos parecen artistas de película cenan a la luz de las velas o bailan las canciones que toca una orquesta. Nos quedamos embobados mirando la escena. En nuestras cabezas no existe nada en el mundo con más glamour y más elegancia que la terraza del Gran Hotel Delfín por la noche.

Volvemos caminando por las tapias, parando de vez en cuando a “robar” esquejes de plantas con flores de colores que Molimadre se empeña en plantar en Los Molinos.  

Me duermo soñando con un futuro lejanísimo en el que seré yo la que bailaré por la noche en la pista del Delfín. Ni siquiera soy capaz de imaginar que  36 años después iré dando la mano a mis hijas para que no se caigan de la tapias y me pregunten: Mami, ¿cuando seamos mayores podremos venir a bailar aquí?

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¿Qué hace que una tapia sea interesante y misteriosa e invite a trepar por ella  o a pegar el ojo? La promesa de algo detrás.  Algo conocido y misterioso, algo que no se conoce pero apetece ver. Algo que prometa imaginar. Detrás de esas tapias hay casas y vidas con las que me gustan fantasear, todas distintas, todas inalcanzables o no.

En el otro extremo están las tapias que proliferan por Madrid, altos muros de ladrillo que esconden y protegen, no se sabe muy bien de qué, a pequeños mundos en miniatura de los que sus habitantes no tienen que salir para nada. Urbanizaciones clónicas. No quiero asomarme a esas tapias, paso rápido a su lado, camino sin fijarme.. porque no quiero saber que hay al otro lado, porque ya se que hay al otro lado y no quiero ni imaginar cómo sería estar atrapada dentro.  

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Una tapia de piedra con musgo antiguo, verde oscuro que siempre está a la sombra. Delante un buzón de correos recién pintado. Amarillo. Brilla. ¿Alguién echa cartas ahí? ¿Lo abrirá el cartero cada día  y todos los días pensará que es trabajo inútil porque ese buzón ya no lo usa nadie? ¿Le hará ilusión encontrar alguna vez una carta en él? ¿Cuando fue la última vez que eso ocurrió?

Puede que fuera cuando yo pasaba las horas muertas sentada en esa tapia. Cuando quedábamos “en el buzón”. No quedábamos para ir a ninguna parte, quedábamos allí para sentarnos en esa tapia y ver pasar las horas y los días. Nos sentábamos y esperábamos a ver quién llegaba, a ver cuántos éramos. Veíamos pasar coches con gente conocida, unas veces saludábamos y otras nos escondíamos. Esperábamos ver pasar al chico que nos gustaba o al que ya no nos gustaba pero queríamos seguir controlando. Comíamos pipas, chupachups “kojac” o chicles de sabor a fresa, con sabor a fresa de verdad y no como ahora que los sabores deberían llamarse “fresa efímera”, “menta en un suspiro”. Nunca me han gustado los chicles.

La tapia del buzón, era una tapia para ver pasar el tiempo; para dejar pasar las horas hasta hacernos mayores. Llegabas a sentarte en esa tapia en el periodo de tiempo en el que eras demasiado mayor para seguir jugando a las chapas, las canicas o polis y cacos y demasiado pequeño para que te dejaran bajar al pueblo. En el buzón estabas cuando estar en casa parecía siempre estar perdiendo el tiempo; lo importante pasaba en la tapia del buzón. Había que estar allí, para ver y que te vieran.  Lo importante era estar en la tapia.

Ahora paso por allí y nunca hay nadie sentado en esa tapia. Me paro a pensarlo y supongo que ahora ya nadie se sienta a ver pasar las horas ni queda “en el buzón”. Los móviles han terminado con la incertidumbre de ir al buzón a ver si hay alguien, no hay espacio para la duda ni para la improvisación.

Ya nadie mira pasar las horas ni come chupachups “kojac”.

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En Los Molinos hay tapias que fueron durante mucho tiempo los límites de los caminos que recorría en bicicleta para ir a casa de mis amigos y a las que no prestaba mucho atención hasta que derepente, un buen día, una de esas tapias se abría para mi porque en uno de esos extraños cruces de amistades que suceden en Los Molinos (¿he contado la teoría de Juan de que todos por aquí hemos intercambiado fluidos corporales con todos en una separación de 3 grados como máximo?) los desconocidos que vivían tras esas tapias se habían convertido en amigos y sus jardines, sus piscinas, sus chimeneas y todos los secretos al otro lado de las tapias se volvían cotidianos, conocidos y habituales.

Hay tapias en Los Molinos que siguen siendo misteriosas, guardianas de maravillosas casas que casi siempre están  cerradas. Tapias comidas por la maleza, oxidadas por el paso de muchos inviernos y muchos veranos sin que nadie las haya repintado, vencidas por el peso de madreselvas, hiedras o setos que nadie ha podado en años...y tras las que se ven casas enormes que en algún momento estuvieron llenas de gente. ¿Por qué dejaron de venir?

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¿Qué piensa quien ve mi tapia? 


jueves, 7 de agosto de 2014

Los Gallipatos: nunca has visto nada igual.


Un fanático de Leonard Cohen, Julio Iglesias, capaz de recitar poemas de Baudelaire y Keats mientras toma whiskys con hielo, poseedor de unas alpargatas blancas que  consigue mantener impolutas cada verano y con unos hábitos culinarios peculiares que incluyen dosis peligrosas de ganchitos, chorizo y pizza congelada. 

Un señor casi de la generación de Molimadre, al borde de la jubilación, capaz de embutirse en unos pantalones verde loro y unas zapatillas de leopardo y pensar que va discreto.  

Un consultor economista, virtuoso de la guitarra eléctrica, padre de tres churumbeles, capaz de sacarme de quicio con dos minutos de conversación y compañero de grandes farras alcohólicas en nuestra más tierna juventud. 

Un jovenzuelo heavy al que yo cuidaba cuando era un niñito de 3 años para ganarme unos dinerillos. 

Un diletante virtuoso del bajo con todo el tiempo libre del mundo,  una dieta a base de bolsas de ensalada de 150 gramos y en cuya casa tengo en propiedad una batamanta nórdica en la que quepo yo y otros dos por lo menos. 

¿Qué tienen en común estos cinco personajes? 

Pues que poseídos por algún tipo de espíritu raruno o convenientemente drogados por sustancias alucinógenas que no han tenido a bien compartir conmigo, hace un par de años formaron uno de los grupos musicales más absurdos de todos los tiempos: Los Gallipatos. 

Los Gallipatos, con dos cojones. Cuando creíamos que no podía haber un nombre pero que "Cinta de lomo" para un grupo musical, estos cinco indocumentados se descolgaron con "Los Gallipatos"....y contra todo pronóstico están triunfando a lo grande. 

Asisto estupefacta a su encumbramiento como grupo de culto. Grandiosos y enormes. Un completo descojone de buen rollo, baile y risas mil.

¿Qué tocan Los Gallipatos?

La frase que mejor define su repertorio es: "No me puedo creer que estén tocando esto" justo antes de lanzarte a cantar y darte cuenta de que tu mente tiene guardado en algún extraño recoveco las letras de un montón de canciones que quizás no querrías recordar. 

Sus conciertos son espectaculares e inesperados. El fanático de Leonard Cohen y el próximo jubilado son las voces cantantes y actúan en un delirio interpretativo que te deja sin palabras. Cantan imitando voces, poses y entre estrofa y estrofa tocan lo que ellos llaman "el pífano" y que no es más que una trompetilla de plástico horrible de las que se compran en los puestos de las ferias. 

Empiezan sus conciertos con un clásico de los 80, una de esas que te lanzan a bailar y a moverte sin control, como si le hubieran dado al ON de tus pies. . Después descubres que todos ponemos la voz de Javier Gurruchaga hablando como un Lobo. Luego un poco de desamor animado  de Los Secretos y luego tras invitar a subir al escenario a todas "las chavalas"  (no hay que olvidar nunca que uno de los objetivos de tener un grupo es ligar) que quieran atacan ese gran himno de letra pegadiza que es "Las chicas son guerreras".  Una concesión a nuestras historias de amor de adolescencia "Un día cualquiera no sabes que hora es...", con esta canción siempre me encuentro pensando si lo de "eres la chica de ayer jugando con las flores de mi jardín" no es una metáfora muy currada sobre sexo de una noche de ese que no te acuerdas muy bien cómo ha pasado. 

Antes de que el público se ablande demasiado y el nivel alcohólico baje...Los Gallipatos se lanzan con un temazo que vuelve el local del revés "Y creo que he bebido más de cuarenta cervezas hoy...." Es increíble como esta canción que tiene muchísima letra se grabó a fuego en los circuitos neuronales de todos los cuarentones y tras años de permanecer agazapada ahí salta al primer plano con todos sus mínimos detalles. "Moja el patio de tu colegio, moja el ayuntamiento"....

El garito a estas alturas está ya entregado totalmente y pensando que Los Gallipatos son un gran grupo de homenaje a la movida de los 80 y es aquí cuando los dos gallipatos cantantes se retiran a sus aposentos mientras la banda (los otros tres) tocan una melodía que te suena, quiere sonarte....pero como estás entretenido aprovechando el receso para pedir otra copa no acabas de identificar...

..."Yo seré el viento que va"...los cantantes vuelven al escenario y te encuentras gritando a todo pulmón "No dirás que no, no dirás que no...seré tu amante bandido, bandido, corazón corazón malherido..." mientras bailas e intentas borrar de tu mente el recuerdo absurdo de Miguel Bosé con falda contoneándose. 

Este es un buen momento para observar las caras de estupefacción de la gente que no sabía qué había venido a ver y que literalmente no da crédito a esta mezcla de estilos, estas interpretaciones y esa comunión espiritual en el horterismo con el resto del garito. 

Por "Velvet Mornings" nadie sabe  qué canción es pero es mencionar "Triki triki, triki triki mon amour...." y un mar de manos imitando una especie de baile griego perpetrado por el "enorme" Demis Roussos llena el garito. (Ahora que lo pienso "triki triki" y "mañanas de terciopelo"....es sexo del bueno, del que deja agujetas). Los Gallipatos alcazan aquí una de sus cumbres, un momentazo en toda regla cuando mezclan "triki triki" con este otro temazo de otro tío con bigotazo ".....yo fui paloma por querer ser gavilán"....Muy muy grandes. 

Los Gallipatos, como todas las grandes bandas, se presentan entre aplausos enfervorecidos del público que grita "Bravo, bravo" y pretenden despedirse pero el público no les deja. "Otra, otra..."Es entonces cuando nos acercamos a la apoteosis de su repertorio....tocan ahora...

- ¿Qué haces?
- Escribo sobre vuestros conciertos, estoy a punto de contar cuando tocáis....
- Joder Moli... no lo cuentes todo, que jodes la sorpresa. ¡Te lo prohibo!
- Pero si a mi no me lee nadie.
- ¡Mentirosa!
- Vale, me leen algunos pero son descerebrados lejanos que no os van a ver jamás...¿qué más os da?


Pues eso, que no dejéis de ir a verlos. No os arrepentiréis y os lo pasaréis en grande....pero no digáis que vais de mi parte. 


En Facebook he colgado un par de vídeos. 

viernes, 1 de agosto de 2014

Lecturas encadenadas.- Julio


Cinco libros. Cinco autores. Ninguna mujer. Un inglés, un español, un islandés, un americano y un italiano. Todo novelas.

Empecé el mes con La mujer de verde de Arnaldur Indridason. Este libro me lo regalaron las princesas y El Ingeniero por mi cumpleaños y lo tenía desde entonces esperando en la estantería. Novela negra nórdica. Frío, un detective solitario, un crimen y un misterio. Nada nuevo. A mí todos los detectives nórdicos me recuerdan a Wallander que fue el primero que me encontré. Se lee fácil, está entretenido y no agrede. Mantiene el interés sin ser demasiado obvio y sin trampas. Ideal para la tumbona.

Un paraíso inalcanzable de John Mortimer. Lo saqué de la biblioteca tras leer una recomendación de Elena Rius. ¿Cómo sería Downtown Abbey si continuara hasta nuestros días? Sería exactamente esta novela. El autor explica en la introducción que comenzó a escribirla al mismo tiempo que un guión para una serie de tv y se nota muchísimo.

Es una historia ambientada en el típico pueblo inglés  entre los años 50 y los años 80. Aparecent odos los personajes típicos: la familia noble que ya no es tan noble, el párroco peculiar, el médico, los huelguistas de los años 70 empobrecidos por el thacherismo, los colegios exclusivos..el catálogo completo de los personajes de una serie. Es un libro muy muy entretenido y que se lee con agrado, con una sonrisa en la cara. Si te gusta lo inglés, definitivamente es tu libro. Ideal también para el verano.

"Simeon miró al joven que tenía delante y se preguntó, no por primera vez, como sería haber nacido sin capacidad para dudar. ¿Sería una bendición, una maldición o una simple carencia física, como nacer sin sentido del olfato? En ese momento, no llegó a ninguna conclusión."

En la Feria del Libro de Madrid y también por recomendación de Elena Rius compré Crematorio de Rafael Chirbes.

Es un libro áspero, duro, correoso, sucio. La crónica de la corrupción, del destrozo ambiental, la construcción desenfrenada, el enriquecimiento por el enriquecimiento, la vileza, las miserias, la destrucción de cualquier atisbo de belleza tanto interior como exterior. El dinero que todo lo corrompe y destruye, hasta los más idealistas acaban sucumbiendo ante él.

Chirbes escribe torrencialmente, "apretujado", apretado, dejándote sin aire, sin ver el horizonte, sin espacio, exactamente igual que si estuvieras en mitad de esas construcciones que cubren nuestras costas. Esta sensación la consigue formalmente, por la manera de escribir sin puntos y aparte en un único párrafo que se extiende durante páginas y páginas hasta completar un capítulo y también por el fondo. Lees y te encuentras sepultado en palabras, en ideas, en referencias, en relaciones...tantas que casi no puedes respirar. Al terminar cada capítulo tienes que parar a coger aire, a digerir lo leído y tomar fuerzas antes de sumergirte en el siguiente.

Es un libro durísimo, buenísimo pero duro por lo que tiene de real, de vida misma.
"Reírse su padre y ella entre lágrimas, entre sollozos.¿No lo hacen así las familias? ¿No homenajean así a sus difuntos, hablando de esas cosas, hablando de ellos? Los psicólogos dicen que es necesario representar el dolor, la ceremonia del funeral, el llanto, el luto, todos los psicólogos lo dicen, lo recomiendan; representar el dolor te lo quita de encima; o, mejor dicho, lo convierte en otra cosa, en otra forma de sufrimiento que es distinta porque parece que no es inconsolable, porque lo dota de cierta finalidad; así, compartido, meditado, parece que el dolor alimenta algo, que sirve para algo. El sufrimiento pasa de ser una fiera que te devora las entrañas a un animalito de compañía que acaricias, con el que hablas. Que se tiende a dormir al pie de tu cama." 

Cuando leí "Travels with Charley" me encontré con esto:
"There was a sign in Sauk Centre all right: "Birth place of Sinclair Lewis. (...) I didn´t know him well, never knwe him in the boisterous days when he was called Red. Toward the end of his life he called me several times in New York and we would hace lunch at the Algoquin. I called him Mr. Lewis - still do in my mind. He didn´t drink any more and took no pleasure in his food, but now and then his eyes would glitter with steel. I had read "Main Street" when I was in high school, and I remembered the violent hatred it arouses in the countryside of his nativity".
Rebuscando por las estanterías del despacho de Los Molinos buscando algo que no recuerdo, me saltó entre las manos un tomo verde, con papel fino "de Biblia" y letras doradas en las que ponía "Novelas escogidas de Sinclair Lewis" y claro, tuve que cogerlo y leer "Calle Mayor".

Calle Mayor es como un culebrón de sobremesa mezclado con unas gotitas de "La Regenta". No pasa nada especialmente interesante más allá de las elucubraciones mentales de la protagonista, Claire, una joven con muchos ideales que se casa con un médico de una pequeña ciudad de la interminable llanura del Medio Oeste americano. Llega allí tan contenta y se le cae el alma a los pies por el provincianismo, la cortedad de miras, los cotilleos y el aburrimiento. Es la historia de una vida con todos sus detalles, incluso los más pequeños. El libro es un aburrimiento que supongo que en su momento debió impactar a todos esos habitantes de las ciudades de la pradera. Steinbeck contaba que Sinclair Lewis no volvió a ser bien recibido en su ciudad natal, en la que se había inspirado para escribir esta historia.  

Eso sí, Sinclair Lewis ganó el Premio Nobel en 1930, según pone en el prefacio del libro con papel de Biblia porque ese año los académicos suecos pensaron que el premio era demasiado "europeo" y "anglófobo" y lo solucionaron premiado a Sinclair. 

Es un libro "pasado de moda", ha envejecido fatal. 
"Se daba largos paseos y era sensata en lo que se refiere a su calzado y al régimen de alimentación. Y nunca se dio cuenta de que vivía". 
"El mayor misterio que rodea a un ser humano no es su reacción ante el sexo o el elogio, sino la manera como se las ingenia para emplear las 24 horas del día."
He terminado el mes con  El caballero inexistente de Italo Calvino. Este libro lo tengo "en depósito". Mi amigo Pablo se ha ido a Perú a hacer las Américas y me ha dejado unos cuantos libros para que se los cuide, entre ellos éste. El día que los recogí en su casa, los traje a Los Molinos, los coloqué en la estantería y no volví a pensar en ellos hasta que un día recién despertada de mi sesión de pesadillas diaria, al levantar la mirada vi este librito llamarme.

Es una novela de fantasía y de caballerías. Con caballeros y princesas, con Carlomagno y un loco que cree que es el mar o el agua y que cambia de nombre con cada persona que lo conoce. Es un librito de batallas, aventuras y amoríos. Y es un libro con un finísimo sentido del humor con el que me he reído.
"Si infeliz es el enamorado que invoca besos cuyo sabor ignora, más infeliz mil veces es quien probó apenas ese sabor y después le fue negado."

Para agosto ya tengo uno entre manos maravilloso, El Cuarteto de Alejandría preparado, un libro regalado por una editorial y otro de Zadie Smith....no puedo esperar.