Hay películas malas, hay películas sin guión, hay películas con actuaciones nefastas, hay películas aburridas y luego está Stockholm, que además de ser mala, tener un guión nefasto, unas actuaciones bochornosas y aburrir hasta hacerte desear la muerte...es pretenciosa.
Lo peor que puede ser una película es pretenciosa y lo segundo peor es que el director la presente con esta frase "Yo quería contar la historia de un chico y una chica que se conocen durante una noche".
Stockholm es una tortura. Un suplicio. Un horror. Un despropósito con ínfulas. Y la he visto enterita. Soy una martir.
Spoilers a tutiplen.
Hay una fiesta en un sitio cutre. El protagonista y su colega hablan de gilipolleces, concretamente el colega cuenta que su novia se ha ido a vivir a Estocolmo (todo es tan sutil desde el principio que dan ganas de vomitar) y que seguro que allí se acuesta con otro. Además, le cuenta al protagonista que él sabe que él también se quiere chuscar a su novia. El protagonista por supuesto lo niega. La conversación es una idiotez y un absurdo...ningún tío del planeta le dice a su amigo "se que te quieres acostar con mi novia y ella contigo" y se queda tan feliz, a no ser que sean personajes de Woody Allen. Y aquí es dónde viene el problema, el excelso director de Stockholm tiene ínfulas de Woody Allen...pretenciosas ínfulas.
El protagonista (tiene nombre pero todavía no puedo decirlo) ve a una chica. ¿Cómo es ella? ¡Sorpresón! Es lánguida, misteriosa y con el pelo lacio.
- Me he cruzado contigo y me he enamorado. Aquí tienes las llaves de mi casa, úsalas y te vienes a dormir conmigo. - le dice él.
Ella pasa. Pasa poco y nal y el espectador (osea yo) ya sabe que van a terminar juntos haciendo el imbécil porque los dos son imbéciles.
Así que ya tenemos al chico y la chica que el director quería que conociéramos. El problema es que el director ha pensado que la "química" en la pantalla es una chorrada...y ha elegido dos actores que se repelen entre ellos en pantalla y que provocan en el espectador (o sea yo) sarpullidos de desagrado.
Él no es ni feo ni guapo, ni atractivo ni repulsivo. En la primera parte de la película lleva una chupita beige con goma a la cintura y en la segunda parte pantalones arremangados. Llamadme clásica pero a mí son dos prendas que consiguen hacer que cualquier impulso o calambre erótico que pueda tener cortocircuite.
Ella supongo que es guapa aunque a mí no me mola mucho, lleva el pelo lacio y largo y toda la película va con un vestidito blanco y botines. El típico look de "parezco virginal pero soy una loba en la cama". Un clásico.
Ella después de hacerse la digna, decide que le apetece hacer el tonto con él o algo. Se acerca al grupo dónde está él, le pone ojitos, dice que se pira a casa y se va. Él, por supuesto, la sigue. Van hablando por las calles de Madrid diciendo gilipolleces. No las típicas gilipolleces que hemos dicho todos para ligar, no. Gilipolleces con ínfulas de diálogo de Richard Linklater. Pero claro, lo que funciona en la trilogía de "Antes de"..con dos buenos actores y un GUIÓN bien escrito, en Stockholm es una tortura con este nivel de diálogo.
- Me he enamorado de ti, eso es lo primero que me has dicho.- dice ella.
- ¿Sigues pensando que es mentira?.- dice él.
¿A quién le importa? piensa el espectador, osea yo.
- ¡Que morro tienes!.- dice ella
- ¿Tu crees que tengo morro? pregunta él.
Os partía el morro a los dos, piensa el espectador, osea yo.
-¿Cuantas veces te has acostado con desconocidas?- pregunta ella.
Aquí me dispersé un poco. Primero pensé que es una manera muy rara de preguntar, lo suyo es decir ¿Con cuantas desconocidas te has acostado? Porque después de la primera vez, ya no son desconocidas...pero supongo que esto son minucias de espectador pejiguero como yo. Después pensé que, aunque pareciera imposible, desde este momento la película sólo iba a ir a peor, porque la protagonista además de ser lánguida, misteriosa e intensa...¡es celosa!
El protagonista, por supuesto, no sospecha nada de esa pregunta tan rara y le sigue la corriente.
- ¿desconocidas?- primero se hace el tonto.
- Si, como yo.- dice ella, demostrando que es imbécil. Obviamente es una pregunta que se hace para que te mientan. Está pidiendo a gritos que él conteste "Con ninguna, jamás me había pasado esto". Lamentablemente la realidad es que a él, a pesar de llevar una chupa antilujuria total se le ven maneras de ser un auténtico cazador de gacelas desconocidas.
- Como tú nunca.- dice él. El espectador, osea yo, se descojona de la obviedad de respuesta.
- Venga, dí.- dice ella...con la intención de que él se lo repita.
- Alguna vez., varias veces- dice él, mientras bebe agua de una botellita.
- Claaaro.- dice él.
- Seguro que a todas no.-
- Si, acaban llamándome, encontrándome, me persiguen.
- Ya, seguro que van a buscarte a casa.
- Oye, alguna vez me ha pasado.
- Claro...eres tan irresistible.
- Oye, ¿tú también lo crees?
- Yo no soy de esas.- dice ella. Jajajajaja...el espectador se descojona. No hija, tú no eres de esas...por eso estás sentada en los escalones de un portal haciéndote la interesante.
A partir de aquí y con este nivelón avanza todo el diálogo. Ellos van y vienen. Dicen absurdeces, ella "que no es de esas" le pide que le diga como se llama, él finge vergüenza y al final le confiesa que se llama Bartolo. Ella le dice que le demuestre no se qué (me distraje mirando algo más interesante...el segundero del reloj o algo) saliendo a la calle en bolas y él lo hace. A ella, que es idiota, le parece divertídisimo y ni se preocupa que a él se la pele como se llama ella.
Acaban subiendo a casa de él. Ella dice que no quiere, pero sube. Se sientan en el sofá. Ella fuma. (Apunte para el director, si la protagonista tiene que fumar conviene que la actriz ensaye para no resultar tan ridícula con el cigarro en la mano que el espectador quiera partirle la cabeza con el cenicero). Hablan, ella le hace la cobra, él finge que le interesa saber cosas de ella, ella le pregunta si tiene novia, él dice que no...blablablabla. Ella dice que se pira, se pira...al director le entran ínfulas de Kubrick y se marca unos planos cenitales del ascensor a cámara lenta, montados con otros de ella corriendo por las escaleras mientras suena música clásica de banda sonora. Todos los planos a cámara lenta acaban con Bartolo abriendo la puerta del ascensor justo cuando ella llega abajo...agarrándola del brazo y besándose en el ascensor con las fanfarrias finales de la música. Todo tan, tan, tan, tan....de sacar un lanzallamas y quemarlo todo.
La mañana del día siguiente, after sexo.
A nadie le interesa como sigue la historia pero el director quiere contárnosla. En un giro tan sorprendente como verte crecer las uñas, pasa algo inesperado: él pasa millas de ella y ella está colgadísima de él.
Para seguir con las sorpresas, ella se hace la digna y él no sabe como librarse de ella. El espectador, osea yo, piensa ¡Pero alma de cántaro...cómo no has aprendido a estas alturas que nunca hay que llevarse al ligue a casa, siempre a casa del otro para poder escapar!
Bueno, se vuelven locos. Ella ha pasado de intensa, misteriosa y lánguida...a intensa, misteriosa, lánguida y loca. Él, en una transformación aún más loca...ha pasado de pringado con chupa antilujuria...a chulo putas con pantalón remangado.
Dan tanta pereza....que quieres morir cuando ves que te quedan 15 minutos de metraje.
Hablan. Gritan. Él quiere que se pire "vete que ya te llamo yo". Ella no se quiere ir "ayer estabas enamorado de mi". Él que no da crédito le dice "pero no te lo creerías, ¿no?" Ella se da cabezados contra un espejo, él mira por la ventana con las manos en los bolsillos de sus pantalones pirata.
Se gritan más. Ella se ducha. Él sube a la terraza. Ella sube detrás.
Hablan más. Ella dice "yo me habia fijado en ti en la fiesta pero no me atreví a hablar contigo y luego te acercaste". Él le dice que no se lo cree y que se baja a por un café.
Ella mira al infinito y se tira al vacío.
Él vuelve y no la ve...hasta que se asoma.
Conclusión: no te lleves a locas a dormir a casa, ni aunque estén muy buenas.
Si no os habéis enterado de nada, no os preocupéis. Al excelso perpetrador de este despropósito argumental soporífero y mortal le costó un poco también: "He tardado seis años en darme cuenta del gran valor de Stockholm. Y es que éste habla de algo muy importante para nosotros, de cómo se relaciona una generación. De la forma en la que se quiere nuestra generación".
No hay nada peor que ser pretencioso.