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domingo, 1 de octubre de 2017

Aplausos para el traductor

Los traductores son casi como las madres. Uno da por supuesto su trabajo, casi ni lo ve y en la mayoría de las ocasiones, no lo aprecia. Como las madres, uno se da cuenta de su trabajo cuando no está o cuando está mal hecho…y entonces se queja y protesta.
A los traductores, como a las madres, habría que darles las gracias cada momento que nos sentamos a leer, cada vez que nos compramos un libro de un autor extranjero, cada página que pasamos, cada línea que leemos y aplaudirles cuando llegamos al final de un libro, lo cerramos y sabemos que ese libro permanecerá siempre con nosotros.
Con mucha suerte, a lo largo de nuestra vida, algunos de nosotros seremos capaces de leer en otro idioma (unos mejor que otros) aparte de nuestra lengua materna. Algunos privilegiados, dotados o poseedores de una gran inteligencia y facilidad por los idiomas es posible que lleguen a dominar otra lengua más, pero…aún dominando dos o tres idiomas ¿Cuántos autores quedarían fuera de nuestro alcance si no fuera por el trabajo de los traductores? Miles.
La traducción literaria es un trabajo arduo, difícil, complicado y que requiere además de un conocimiento exhaustivo y profundo de la lengua a traducir, una sensibilidad especial. No se trata simplemente de cambiar unas palabras por otras, está el sentido de la frase, la composición, los posibles dobles sentidos, las expresiones intraducibles que hay que conseguir explicar y así, poco a poco, descifrar el texto y darle una forma nueva manteniendo el original. Como dice Miguel Sáenz «para traducir no basta conocer dos idiomas sino que hay que saber tender puentes entre ellos».
Un trabajo complicado, minucioso, solitario y muy poco valorado y apreciado en la mayoría de los casos.
Primo Levi, en un maravilloso capítulo titulado Traducir y ser traducido de su libro El oficio ajeno,  lo ensalza como un trabajo maravilloso.
«Además de ser una labora de paz y universalidad, traducir puede ser fuente de gratificaciones únicas: el traductor es el único que lee verdaderamente un texto, que lo lee en profundidad, hasta lo más recóndito, pesando y apreciando cada palabra y cada imagen, o descubriendo tal vez vacíos o falsedades. Cuando consigue encontrar, o incluso inventar, la solución de un problema se siente sicut deus, sin tener por ello que soportar la carga de responsabilidad que recae sobre los hombros del autor: en este sentido, las alegrías y las fatigas de la traducción guardan, con las de la escultura creativa, la misma relación que las de los abuelos guardan con los padres».
Para los propios traductores, a pesar de los sinsabores y la poca valoración, su trabajo es especial, tan especial que al hablar de él consiguen provocar envidia en aquellos de nosotros que les debemos la oportunidad maravillosa de haber conocido a autores lejanos.
Justo Navarro lo compara con ser espía, con ese toque romántico de las películas y novelas de espías.
«La vocación de traducir invita a la traducción sin fin, nunca felices con el estado en que uno encuentra su propia lengua, su propio mundo. Es un trabajo casi clandestino, por la resistencia editorial a poner el nombre del traductor en la cubierta de los libros, como si el traductor, en el fondo, fuera un agente secreto, un anónimo funcionario del espionaje entre naciones».
Para Miguel Sáenz es casi como un juego… adictivo y misterioso.
«¿Es la traducción realmente un karaoke? Quizá tenga más de pachinko, ese juego japonés de bolitas brillantes que, lo mismo que las palabras del traductor, se lanzan al espacio para que encuentren -o no- su acomodo. ¿Es traducir un juego de azar tan adictivo que puede permitirse el lujo de recompensar con chucherías a quien lo practica? En las salas de pachinko el ruido es indescriptible; en la habitación del traductor puede resultar atronador el silencio».
En el texto traducido  siempre hay tres actores. El traductor, que trabaja en la sombra como un espía, que tiende puentes o que juega en el silencio de su cuarto de trabajo mientras intenta cuadrar las piezas y hallar la solución, sabiendo que (casi) nadie verá su trabajo. El lector, que disfruta del texto traducido a su lengua  por  “alguien”, misterioso y desconocido, que lo ha acercado a su puerta. Encontramos el regalo “anónimo” y lo disfrutamos sin pensar, sin preocuparnos de quién nos ha dejado ese regalo. Y el escritor. ¿Qué opina el escritor? Me quedo con lo que dice Primo Levi:
«Ser traducido no es un trabajo ni de día laboral ni festivo; al contrario, no es ni siquiera un trabajo, es una semipasividad que se asemeja a la del paciente tendido en la camilla del cirujano o en el diván del psicoanalista, pero llena, sin embargo, de emociones violentas y contradictorias. El autor que se encuentra ante una página suya traducida en una lengua que conoce se siente, alternativamente o a un tiempo, halagado, traicionado, ennoblecido, radiografiado, castrado, cepillado, violado, adornado, asesinado. Es raro que sienta indiferencia hacia el traductor, conocido o desconocido, que ha hurgado en sus vísceras: de buen grado le mandaría, alternativamente o a un tiempo, su corazón debidamente empaquetado, un cheque, una corona de laurel o los padrinos».
Los lectores deberíamos enviarles siempre un cheque o una corona de laurel y aplaudirles hasta que nos dolieran las manos. Siempre.
Ayer, 30 de septiembre, fue el Día Mundial de la Traducción y por eso he recuperado este post que escribí hace años.

sábado, 21 de junio de 2014

La gran partida.

“La creatividad no es un talento, es una manera de trabajar”

Esta frase del genio de los Monty Python expresa a la perfección una idea que hemos olvidado en nuestros días.

Vivimos en una época en que las jóvenes promesas, en cualquier campo, son cada vez más jóvenes. Valoramos el éxito, la originalidad, la idea genial como si fuera una chispa de suerte, un don innato y algo que hay que conseguir rápido.  La rapidez en la consecución de un éxito se considera un valor añadido.

Cada vez creemos menos en el trabajo como el camino que hay que recorrer para conseguir ser bueno en cualquier disciplina. Hemos dejado de valorar la perseverancia, la paciencia y la constancia como virtudes necesarias para lograr cualquier meta.

No siempre fue así. No siempre es así aunque no nos hayamos parado a pensarlo.

Si pensamos en Leonardo da Vinci, decimos que fue un genio. Alguien dotado de una creatividad apabullante, capaz de dibujar, crear, inventar y escribir sobre una variedad de temas increíble y poseedor de un talento innato sólo al alcance de unos poco. Leonardo, un hombre del Renacimiento es una frase típica.

Pocos saben sin embargo que Leonardo da Vinci no consiguió “triunfar” hasta los 46 años, una edad que ahora mismo se nos antoja tardía.

El camino para llegar a ser bueno en algo está lleno de años en los cuales uno no es bueno en ese algo que está intentando conseguir. Se tardan años en conseguir dominar un instrumento, años en entender la física cuántica y ser capaz de ir más allá de lo aprendido, años en aprender a escribir y quién sabe si publicar un libro o triunfar con un blog.

Esos años de aprendizaje, de lenta espera, de acumular experiencias, ideas y conocimiento y de crecer son los que forman el grueso de “La gran partida” y en ellos reside la clave para triunfar (y no hablo de dinero ni popularidad).

A través de las historias de Leonardo da Vinci, John Coltrane, Marie Curie, Stephen King, Tiger Woods, Michael Faraday y muchos otros, Adam Westbrook ha realizado dos estupendos videoensayos en los que explica este concepto y nos hace reflexionar sobre cómo hemos perdido la capacidad de valorar el camino que lleva hacia la maestría en cualquier faceta de la actividad humana.


Tienen subtítulos en castellano pinchando en la pestaña inferior.

Publicado en Pisandocharcos.

domingo, 13 de abril de 2014

Leer y olvidar.

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¿Has leído "La Regenta"? ¿Has leído "Crimen y Castigo"? ¿Has leído el último de Paul Auster? ¿Y el de Vargas Llosa? ¿Leíste cuando eras joven “El Guardian entre el centeno”, “Mujercitas” o “El Señor de los Anillos”?

Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas o alguna parecida que incluya el título de un libro es No, la consecuencia será que la lista de “libros pendientes”, “libros que debería leer” o “libros que me apetece leer”... se verá aumentada. Es una lista que no termina nunca, por cada título que sale de ella, suelen entrar 2 o 3 como mínimo. Si además estás suscrito a varios blogs de libros en la red, sigues cuentas de editoriales en twitter, te dejas aconsejar por tu librero y tienes un amigo lector de confianza.. .tu lista será interminable, casi infinita. Darte cuenta de que jamás vas a tener tiempo suficiente para leer todo lo que quieres marca un punto en tu pasión lectora, un punto terrorífico... pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

¿Qué pasa cuando contestamos que sí hemos leído un libro, cuando recordamos haberlo leído?

El siguiente paso es tratar de recordar ese libro. Sabes que lo has leído, recuerdas dónde transcurría la trama, recuerdas vagamente algún personaje y puedes decir algo como “sí, iba de una mujer que se enamora de un sacerdote en una ciudad que es Oviedo pero no lo dicen” o “Sí, va de un joven que pasea por Nueva York”. Pero... realmente, ¿cuánto recuerdas por tu lectura y cuánto crees que recuerdas por artículos, impresiones o citas que has leído después?

¿Qué más puedes contar del libro que sí has leído?

Intentar recordar un libro es hacer un ejercicio de memoria que activa algo más que nuestro recuerdo de lo escrito, recordar un libro es más que recoger el eco de la historia, la trama y los personajes.

Al intentar recordar un libro, primero “lo vemos”. Recordamos cómo era el ejemplar que leímos. Si era muy grueso, si por el contrario era fino, si formaba parte de una colección o si era un ejemplar suelto. 

Es posible que sepamos si nos lo prestaron, nos lo regalaron, lo sacamos de la biblioteca, lo compramos o lo heredamos de nuestros padres.

“Vemos” su portada. Sabemos de qué color era y muy vagamente tendremos una visión de la ilustración que había en la cubierta. Es curioso, he comprobado que raramente nos fijamos bien en esa ilustración. Casi nadie recuerda qué era exactamente la imagen de la portada, es más una sensación de colores o de estados de ánimos que una imagen nítida: “era azul”, “era de noche”, “había un campo, unos zapatos, un barco”. Y esto ocurre incluso mientras estamos leyendo el libro.

Después, no siempre, somos capaces de vernos a nosotros mismos con ese libro. Sabemos dónde lo leímos: en el metro yendo al trabajo, en unas vacaciones en la playa, en el colegio por obligación, durante una convalecencia, durante noches y noches sin dormir porque te tenía atrapado o durante días y días de no avanzar porque te quedaste atascado.

A pesar de que trae a primer plano todas esas impresiones sensoriales, es posible que la historia del libro flote en un limbo en tu memoria. Sabes que lo has leído, sabes cómo era el libro, sabes dónde lo leíste, puede que incluso sepas en qué lugar de tu estantería está colocado... pero no sabes qué te hizo sentir, ni qué pensaste, ni siquiera sabes si te gustó mucho o poco.

Sólo algunos libros consiguen mantenerse en tu memoria indelebles y encender todos tus recuerdos. 

Nunca sabes qué libros serán ni por qué. No tienen porqué ser los grandes clásicos, ni obras maestras, ni libros conocidos, ni la última novedad.

Los libros que recuerdas y que te dejan huella son siempre especiales, son como enamorarse.

Uno olvida un ligue, un rollo de una noche, una relación que fue más risas que otra cosa, pero un enamoramiento no se olvida. Se recuerda siempre, se recuerda el objeto del enamoramiento y las sensaciones que nos producía.

O no.

A la pregunta de ¿Has leído tal? Puedes contestar que No, puedes poner ese libro en tu lista, comprarlo, conseguirlo, que llegue a tus manos... empezarlo y darte cuenta que sí lo has leído, que ya lo habías leído. Puedes darte cuenta al comenzar o cuando lleves unas cuantas páginas...”cómo me suena esto... hasta que llegas a un punto que dices “yo a ti te conozco” y de golpe, sin previo aviso... todo lo que no habías sido capaz de recordar, porque ni siquiera sabías que tenías recuerdos sobre ello, se agolpa en tu cabeza. Como una película: la historia, la trama, los personajes, el ejemplar que leíste, quién eras tú cuando lo leíste por primera vez, dónde estabas....y lo que es peor... cómo te gustó.

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 Y te sientes fatal. Te sientes fatal por haberlo olvidado, por haberlo borrado de tu mente, por ni siquiera ser consciente de que lo habías olvidado.

Ese libro te gustó, te encantó, ahora lo reconoces, ves cada cosa que te gustó de él, tropiezas con las frases que te engancharon en su momento y ¿lo has olvidado? ¿Un amor así y lo has olvidado?

Te quedas perplejo y piensas: ¿cuántos libros más he olvidado? Miras tu estantería, recorres los lomos, ves los títulos y piensas...¿Cuánto os recuerdo?

Y es que aunque creas que no, leer es olvidar. 

Sólo la relectura o los encuentros imprevistos con antiguos “amores” libros... te harán recordar lo ya leído o ser consciente de lo que has olvidado.

La relectura también tiene sus problemas... pero también es otra historia que será contada en otra ocasión.

Post inspirado por este artículo de The New Yorker. “The curse of reading and forgetting” y publicado en Pisandocharcos.

sábado, 15 de marzo de 2014

Su lugar en el mundo


"Open door to solitude" es es la historia de Ed y un maravilloso corto de 7 minutos que merece la pena ver.

Ed Zevely tiene 68 años y cada dos meses se va solo a las montañas de Colorado y pasa allí quince días en soledad con sus caballos.

Esta es su historia, quién es él, porqué empezó a hacerlo, porqué sigue haciéndolo y qué significa para él.
"Cuando era joven todo lo que quería era un caballo. Mi tío vivía en el estado de Washington y nosotros íbamos a visitarle cada tres o cuatro años.Tenía caballos y cuando se iba al trabajo yo le preguntaba ¿puedo montarlos? y él contestaba "Sí, puedes cogerlos, puedes montarlos".

Tenía 50 años cuando conseguí tener mi propio caballo, me costó mucho tiempo conseguir y he tratado de compensar todo ese tiempo desde entonces.

Es algo extraño que no piensas cuando eres joven, pero cuando empiezas a sentirlo en tu cuerpo y no me refiero espiritual y mentalmente, lo sientes en tus músculos y en tus huesos...piensas "Vale, a lo mejor me quedan 10 veranos en mi vida..." y por eso voy cada verano y siempre que puedo a las montañas, con mi caballo a acampar, porque no quiero perder estos años que me quedan, quiero estar allí."

Contar el tiempo en veranos que te quedan es aterrador y a la vez puede ser increíblemente motivador.

"Subo a las montañas yo solo y paso allí 15 días. Es duro, salvaje, estás lejos de todo. Tienes que tener cuidado con lo que haces. Es una aventura, cada excursión, cada día es una aventura. Todos los años que he pasado allí echo de menos a  mis nietos  y verles crecer y te sientes egoísta, pero yo tengo mi propia vida y quiero compartirla con mis hijos y mis nietos, pero vas a la ciudad y no soporto ir a la tienda ni a comprar comida. Todo es corre, adelante, para... después de 3 o 4 días allí es agotador, no puedes relajarte, es una locura.

Siempre he creído que Dios creó el mundo pero le dedicó mucho más tiempo a las montañas.

La primera vez que escapamos de esa alcantarilla  y llegamos a las montañas fue  como atravesar una puerta.
Sólo tienes que subir y experimentarlo y después te vuelves adicto, tienes que tenerlo. Nunca tengo miedo cuando estoy ahí arriba. Si muero allí es un lugar precioso para morir. Si lo necesitas, vas".

Ed ha encontrado su lugar en el mundo, aquel donde es feliz, se siente él mismo y donde no tiene miedo.

¿Cuántos veranos nos quedan?

¿Hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, el sitio dónde somos nosotros mismos y no tenemos miedo?

Publicado en PisandoCharcos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Tienes que conocer a Grant Snider

Hay gente con talento.  Gente con la cabeza bien amueblada. Hay gente práctica, gente modesta. Hay gente normal. Hay gente que sabe usar y aprovechar las inmensas posibilidades de internet. Hay gente con sentido del humor, gente tierna. Hay gente graciosa y hay gente que sabe manejar la ironía con elegancia y acierto.

Y luego está Grant Snider que  además de unir todo lo anterior, sabe dibujar.  La lástima es que creo que no sabe español y no podrá leer este post.

¿Quién es Grant Snider? 
Grant Snider  estudia para ser  odontólogo en la Universidad de Colorado Denver. Tiene pareja y una hija pequeña. Nació y se crió en una pequeña ciudad cerca de Wichita, en Kansas. Su padre era ingeniero informático y su madre era terapeuta, luego ama de casa y ahora es bibliotecaria. Tiene 3 hermanos pequeños, incluyendo un hermano gemelo.  Desde pequeño le gustó dibujar y lo hacía  con papel, con pinceles, en el ordenador.

¿Cuál es el talento de Grant?

Grant dibuja cómics, tiras o como queramos llamarlo.  En ellas reflexiona, presenta, conmueve, enternece, divierte y hace pensar sobre una multitud de temas. Sobre la vida y sus etapas, sobre la inspiración para crear, sus miedos, la universidad...y cualquier otra cosa que se le ocurra y que todos conocemos.Podría tratar de explicarlo pero es mucho mejor verlo.

Consigue poner en viñetas experiencias, pensamientos e ideas que todos reconocemos como propias.

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¿Por qué si hace un trabajo tan increíble Grant estudia para ser odontólogo?

"Mi pasión por los cómics se desarrolló al mismo tiempo que mis intereses no artísticos. Cuando llegué a la universidad no sabía qué hacer con mis inclinaciones artísticas. Continué dibujando como una vía de escape al estudio. Trabajando mucho y con algunos grandes parones, mi arte se conviritió en una especie de segunda profesión. Nunca planeé mi carrera de odontólogo como un plan B. Sabía que quería tener algún tipo de actividad creativa en mi vida y desde luego está funcionando mucho mejor de lo que esperaba. No creo que sea necesario para los artistas tener un plan B pero creo que es necesario encontrar una manera de desarrollar su arte dentro de los límites de una vida equilibrada y económicamente viable.
Para mí, es importante que hacer cómics e ilustraciones siga siendo algo divertido, un desafío. No estoy seguro de que me sintiera así con respecto a ellos si dependiera enteramente de ello para mantener a mi familia."

Una cabeza muy buen amueblada y con los pies en la tierra.

Grant y el arte. 

Art is a way to make sense of the world and to find your place in it.

Explicar el arte es algo muy complicado. Se puede tratar de descifrar la iconografía de un  cuadro o una escultura. Se puede intentar poner en contexto una corriente artística, las obras de un determinado autor y estudiar mil y un tratados de historia del arte.Transmitir la idea del arte, la creatividad o lo que diferencia una corriente artística de manera visual e increíblemente sencilla...es complicadísimo y Grant Snider lo consigue.

"No pienso en el arte en términos de arte para intelectuales y arte para masas, sólo sé cuando algo me gusta o no. Dicho esto, creo que los comics son una manera inmediata y efectiva de explicar algunos conceptos del llamado "gran arte". Para los lectores es más fácil interesarse y entender algunos de los confusos términos del arte contemporáneo si se presentan en forma de cómic. Las viñetas, las palabras y los dibujos son fantásticos a la hora de explicar, por ejemplo "El Manifiesto Futurista". Una de las ventajas de los cómics en la exploración de un tema como el arte es que permiten usar el humor de una manera en que los aburridos libros de texto no pueden. 
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 Lo hace sencillo. Su serie "Who needs art?" es una maravilla en la que perderse, aprender y sentir el arte contemporáneo. El Futurismo,  El movimiendo Dadá, Georgia O´Keeffe o la diferencia entre pintor y escultor representada por los artistas rusos Tatlin y Malevich, son sólo algunos ejemplos.

Grant y el proceso creativo. 

Dibujar, escribir, componer, incluso escribir un post todo surge de una idea, de un momento de inspiración seguido de todo un proceso creativo en el que el trabajo, la repetición y la frustración son imprescindibles.

"Espontaneidad e inspiración son muy importantes en mi trabajo cuando estoy buscando nuevas ideas. Creo que el único lugar donde puedo conseguir ser  verdaderamente  espontáneo es cuando hago garabatos en mi cuaderno de notas. Cuando raramente tengo una idea buena esbozada en mi cuaderno, me lleva horas y horas de metódico trabajo trasladarlo en forma de palabras, dibujos y viñetas. Después de crear la estructura, intento conseguir algo de espontaneidad en el acto de dibujar. Pero normalmente acabo redibujando todo metódicamente. Ser metódico es importante para cumplir plazos y seguir haciendo cosas nuevas" 



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Grant y la importancia de Internet. 

Grant mantiene un blog "Incidental comics" donde cuelga todos sus trabajos desde 2007 y contesta los comentarios. Tiene un perfil de twitter @grantdraws y una página de facebook.

"Sin internet, probablemente no sería dibujante. Tener un blog y compartir mi trabajo en la red ha sido fundamental para dar a conocer mi trabajo y conseguir seguidores de mi trabajo. Saber que tanta gente leerá mis cómics es muy motivador".

"La tecnología en general me ha obligado a darle un acabado digital a mi trabajo. Quiero estar seguro de que se ve perfecto en la pantalla que es donde la mayoría de la gente ve mi trabajo. Esto es un arma de doble filo porque mis  bocetos originales están ahora abandonados, son dibujos sin terminar. El trabajo final sólo existe en digital". 



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Hay que conocer y seguir a Grant Snider. 

Ah... envía sus trabajos a España por un precio muy razonable y quedan genial colgados en la pared. Levantar la vista de tu mesa y ver sus posters hace pensar y sonreír.

La entrevista completa a Grant Snider se ha publicado en The Scribbler y está aquí. 

Publicada en PisandoCharcos.

sábado, 22 de febrero de 2014

Escribir es poner una palabra tras otra.

Hay mucha gente que escribe, mucha más de la que creemos. De  hecho, uno no empieza a pensar en cuánta gente habrá escribiendo hasta que se pone a hacerlo. Piensa, ¿cuántos estarán escribiendo ahora mismo? ¿Cómo lo harán? ¿Les costará más o menos que a mí? ¿Escribirán sobre lo mismo? También, al sentarse a escribir, uno es consciente de lo complicado que es y ve desde una nueva perspectiva las novelas, los artículos, los reportajes y por supuesto los blogs que sigue.

Por supuesto, se miran con nuevos ojos esos grandes libros que nos han acompañado y a sus autores como auténticos prodigios de la naturaleza, ¿Cómo fueron capaces de escribir esa historia? ¿Cómo lo hicieron?

Escribir es sentarse a intentar plasmar una idea, una sensación o un concepto que tenemos dentro. A veces ni siquiera hay una idea o sólo hay el atisbo de un pensamiento que se escapa y que parece completamente imposible de fijar.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo se escribe?

En este video montaje, Neil Gaiman, da una serie de consejos para escribir.

Los consejos de Gaiman  se pueden resumir en dos:

- Escribe lo que sea. Siéntate y escribe lo que te salga.
- Ten siempre presente que nadie puede escribir como tú ni contar tu idea como tú mismo.



"Para mí, (escribir) siempre ha consistido en tratar de autoconvencerme de que lo que estoy haciendo en el primer borrador no es importante. 

Recuerdo la increíble liberación que fue pasar de la máquina de escribir al ordenador. Ya no haría más basura de papel, no emborronaría más folios y papeles. Escribir era más una noción, algo más imaginario. Escribía esas palabras pero no importaban y después, una década más tarde,  recuerdo la nueva liberación que fue pensar “Podría escribir en cuadernos”, porque nada de lo que escribo es real hasta que no lo tecleo. Seguir escribiendo en cuadernos es una de las cosas que sigo haciendo,  escribo en viejas y grandes moleskines. Escribir a mano no es real. 

Una vez que pasas el muro, tienes que autoconvencerte de que no importa, nadie va a ver nunca tu primer borrador, a nadie le importa tu primer borrador. Y este es el punto clave, tú estás agonizando para escribirlo pero honestamente cualquier cosa que estés escribiendo se podrá arreglar, podrás corregirlo mañana, podrás corregirlo la semana que viene...pero ahora lo que hay que hacer es sacar las palabras, sacar la historia, escribir lo que puedas y luego corregir. 

If you’re only going to write when you’re inspired, you may be a fairly decent poet, but you will never be a novelist — because you’re going to have to make your word count today, and those words aren’t going to wait for you, whether you’re inspired or not. So you have to write when you’re not “inspired.” … And the weird thing is that six months later, or a year later, you’re going to look back and you’re not going to remember which scenes you wrote when you were inspired and which scenes you wrote because they had to be written.

Si solo vas a escribir cuando estás inspirado, podrás ser un poeta bastante decente pero nunca serás un novelista, porque tendrás que pensar cada día en cuantas palabras has escrito y esas palabras no van a esperarte, estés o no estés inspirado. Así que tienes que escribir cuando no estás inspirado. Y lo más extraño de todo es que seis meses después o un año después, mirarás atrás y no podrás recordar que párrafos escribiste inspirado y cuáles escribiste simplemente porque había que escribirlos. 

El proceso de escribir puede ser mágico. Hay veces en las que es como asomarse a la ventana de un último piso y salir a caminar por el aire...y eso es felicidad suprema. La mayor parte de las veces,  sin embargo, es un proceso que consiste en poner una palabra detrás de otra. 

Se parece a lo que ocurre en el Peak District, en Inglaterra, cerca de Escocia. Allí hay gente que se dedica a hacer muros de piedra y los han estado haciendo durante generaciones. Tienen montones y montones de piedras y van colocando una piedra, y otra y otra y otra más que encaje y otra que encaje. Ellos saben como hacerlo y de alguna manera construyen esos muros absolutamente estables sin más técnica que ir colocando una piedra tras otra y al final tienen una pared. Es así como se hace una novela, una palabra tras otra. 

Asi que cuando la gente viene y me dice  “Quiero ser escritor, ¿qué tengo que hacer?” Yo les digo “ “Tienes que escribir”.  A  veces me dicen, “Ya lo estoy haciendo, ¿qué más tengo que hacer?” y yo les digo  que tienen que terminar lo que escriben y de ahí aprendes, Aprendes al terminar las cosas. 

Hay más consejos, hay otros consejos para escritores, particularmente escritores que quieran escribir de cierto género. Yo les digo “Mira, lee todo lo que haya sobre ese género, lee para entender lo que otros autores han estado haciendo en ese género pero después lee fuera de tu zona de confort”. 
Si te encanta cierto tipo de películas y quieres hacer pelis de acción de Hollywood ve a ver otro tipo de películas, documentales, ve otras cosas, todo lo que puedas. 

Si te gustan los libros de fantasía y quieres ser el siguiente Tolkien, no leas solo grandes libros de fantasía al estilo de Tolkien. Tolkien no leyó grandes libros de fantasía al estilo de Tolkien, él leeía libros de filología finlandesa. Hay que leer fuera de nuestra zona de confort, hay que aprender otras cosas. 
Tell your story. Don’t try and tell the stories that other people can tell. Because [as a] starting writer, you always start out with other people’s voices — you’ve been reading other people for years… But, as quickly as you can, start telling the stories that only you can tell — because there will always be better writers than you, there will always be smarter writers than you … but you are the only you.

Y luego está lo más importante. Cualquiera, una vez que ha adquirido una cierta calidad, en el momento en que está preparado para escribir y puede escribir...tiene que contar su historia. No hay que tratar de contar las historias que otros pueden contar. Cualquier escritor cuando empieza lo hace con las voces de otros, has estado leyendo durante años y vas a contar las cosas que les han pasado a otros pero tan pronto como puedas hay que empezar a contar las historias que sólo tú puedes contar. Porque siempre habrá mejores escritores que tú, y siempre habrá escritores más inteligentes y siempre habrá gente mejor que tú haciendo una cosa u otra pero tú eres el único tú. Siempre habrá gente ahí fuera  que sean mejor escritores que yo y más listos pero no hay nadie que pueda contar una historia Gaiman como yo"  


Post publicado en PisandoCharcos.

sábado, 15 de febrero de 2014

El primer lector.

Ya lo dice Cheever:

"No puedo escribir sin un lector. Es necesario como en un beso - no puedes hacerlo solo"

Para escribir, los lectores son necesarios. Más que necesarios, imprescindibles.
Pero ¿quién es el primer lector de un libro?
Podemos pensar que el autor, que al fin y al cabo lee lo que va escribiendo, pero no es un “primer lector” puro porque no se enfrenta al texto virgen, sabe lo que va a leer y lo que es más importante lee más de lo que está escrito. No lee lo que hay, lee lo que debería haber.

Podemos pensar también que el primer lector son todos los lectores de ese libro. Cada lectura es individual y única y es una primera lectura, pero tampoco me refiero a eso.

Creo que hay dos tipos de primeros lectores.

Por un lado estaría el primer lector,  aquella persona en la que el escritor piensa cuando se sienta a escribir, escribe para esa persona, pensando en cómo esa persona interpretaría su escrito, en cómo lo leería. Escribe esperando escuchar y anticipar la opinión de esa persona en su cabeza.

El primer lector, por otro lado,  es también aquella persona que sin ser el autor lee el texto por primera vez. Es la persona a la que el autor confía lo que ha escrito para recibir su opinión, sea la que sea.

El primer lector es la persona que en cierta manera justifica el tono, el tema y el fondo de lo escrito.

Muchos escritores han hablado sobre los primeros lectores.

"Escribiendo, tu audiencia es un único lector"

Forget your generalized audience. In the first place, the nameless, faceless audience will scare you to death and in the second place, unlike the theater, it doesn’t exist. In writing, your audience is one single reader. I have found that sometimes it helps to pick out one person—a real person you know, or an imagined person and write to that one.”. John Steinbeck

Steinbeck considera fundamental escribir pensando sólo en una persona. Dice algo muy obvio pero que puede pasar desapercibido, en la lectura no hay una gran audiencia, no es como el teatro, en la escritura tu público está formado por una sola persona cada vez. Steinbeck explica que para él a veces era más fácil escribir pensando en una sola persona, real o imaginaria, y escribir exclusivamente para ella. 

"Escribir para gustar a una única persona"

“Write to please just one person. If you open a window and make love to the world, so to speak, your story will get pneumonia”. Kurt Vonnegut

Escribir para una sola persona, igual que se hace el amor a una sola persona. Intentar complacer a todo el mundo, escribir pensando en gustar a todos, es imposible; para Vonnegut ese intento "hará que tu historia enferme" .


"Intenta leer tu propio trabajo como lo leería un extraño"

“When an adult, try to read your own work as a stranger would read it, or even better, as an enemy would”. Zadie Smith

La escritora inglesa propone algo complicado, y en cierta manera imposible. Leerse a uno mismo como si fueras un extraño o un enemigo. Leer lo que uno ha escrito es siempre completar mentalmente lo dicho, para que encaje con la idea que tenemos en la cabeza y leernos como un enemigo es imposible. Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, nadie es tan cruel con nuestro trabajo como nosotros mismos.

"Uno nunca puede leer su propio libro con la inocente anticipación  que llega con la primera página de un nuevo libro, porque tú lo has escrito."

“You can never read your own book with the innocent anticipation that comes with that first delicious page of a new book, because you wrote the thing. You’ve been backstage. You’ve seen how the rabbits were smuggled into the hat. Therefore ask a reading friend or two to look at it before you give it to anyone in the publishing business. This friend should not be someone with whom you have a ­romantic relationship, unless you want to break up”.Margaret Atwood

Exactamente eso es lo que explica Atwood. Uno no puede leer su propio libro con la inocencia con la que uno se enfrenta a un nuevo libro porque lo has escrito, has estado en la parte de atrás y conoces los trucos. Hay que buscar un amigo o dos que lean lo escrito antes de intentar publicarlo (o antes de subirlo a un blog). Atwood advierte que el primer lector no debe ser alguien con el que tengas una relación sentimental... a no ser que quieras romperla.  Pero sobre esto hay opiniones muy distintas...por ejemplo la de Amos Oz.

"Me mira de tal forma que la habitación se ensancha"

Hasta hoy día, Nilly es mi primera lectora. Cuando encuentra en un borrador algo incorrecto, me dice: "Esto no funciona. Bórralo. Vuelve a escribirlo". O: "Basta. Ya lo hemos oído. Esto ya lo has escrito. No hay que repetirlo". Pero cuando algo le gusta, Nilli alza la vista de las páginas hacia mí y me mira de tal forma que la habitación se ensancha. Y cuando me sale algo triste dice: "Este párrafo me ha hecho llorar". Y cuando me sale algo gracioso no dice nada, simplemente empieza a reír sin mesura. Después lo leen mis hijas y mi hijo, los tres tienen buen ojo y oído fino. Al cabo de un tiempo lo leerán también algunos amigos, después os lectores y después los expertos en literatura, los estudiosos, los críticos y los escuadrones de la muerte. Pero entonces yo ya no estoy allí” Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz.

Oz escribe para su mujer. Ella es su primera lectora mental, aquella persona en quien piensa cuando escribe y su primera lectora física...la primera persona que lee lo que hay en las páginas y la opinión que él espera con más interés. Las demás también tienen su valor, pero él lo explica muy bien, si a ella le gusta algo “la habitación se ensancha” y para cuando llegan los demás lectores (que en cierta manera siempre son primeros) “él ya no está allí”.

Y por supuesto, hay autores que no piensan en primeros lectores. Son más prácticos.

"El lector ideal... si existe, está leyendo a otro".

Don’t try to anticipate an ideal reader — or any reader. He/she might exist — but is reading someone else. Joyce Carol Oates

La escritora canadiense advierte de la imposibilidad de pensar en un lector ideal o en cualquier lector. Ese lector probablemente exista...y probablemente esté leyendo a otro.

Personalmente creo que sí que ayuda tener un primer lector en la cabeza. Alguien en quien piensas mientras escribes. Eso no quiere decir que escribas pensando que lo que escribas tenga que gustarle, escribes pensando en la opinión que tendrá sobre lo que escribes, puede que incluso escribas pensando en que no le guste.

Los primeros lectores, un gran tema.

Post publicado en PisandoCharcos.

sábado, 1 de febrero de 2014

Twiteando la muerte.


scottsimons


Más pronto o más tarde, depende de la suerte que tengas, llega un momento en la vida en el que te enfrentas a la muerte de alguien cercano, muy cercano.

Antes de ese día, al pensar en la muerte, uno supone que su mente estará llena de grandes pensamientos, de ideas trascendentes con las que intentará dar sentido a la muerte, a la enfermedad, al dolor, al vacío. Llegado el momento, te sorprendes al comprobar que junto con esos sentimientos trascendentes y aterradores, por tu cabeza pululan un montón de ideas aparentemente tontas, que sin embargo tienen más sentido, te hacen ser más consciente de lo que la muerte significa y te sirven de anclaje.

Scott Simons es un periodista americano que el pasado verano estuvo junto a su madre mientras ella agonizaba en un hospital en Chicago. Durante las interminables horas que pasó a su lado, tuvo tiempo para revisar todos esas ideas aparentemente tontas, todos esos detalles nimios que durante el día a día parecen carecer de importancia y que sin embargo en el momento del adiós cobran muchísima más importancia y dan sentido a la vida.

Scott los compartió en forma de tweets y Jack Heller los ha montado en forma de animación. Es el propio Scott el que lee los tweets.

Es precioso, triste y conmovedor hasta los huesos.

Así es la muerte.




La transcripción completa del vídeo está aquí.

Scott explica que una enfermedad terminal y yo diría que también la muerte, el momento en el que alguien muere y todo se para, se parece mucho a una guerra. Hay momentos de pánico y ansiedad, separados por horas de aburrimiento y no hacer nada. Scott, a través de los tweets y durante esas horas de aburrimiento consiguió dejar registrada su cadena de pensamientos, muchas veces absurdos.

"Aprendiendo una lección de vida de mi madre mientras está en la UCI. ¿Nunca dejamos de aprender de nuestras madres, verdad?"

"En la cola del Starbuck´s. Suena Dancing in the street,.. bailando en Chicago".

"¿Por qué hay aros de cebolla fritos y pringosos en la cafetería de un hospital?"

"Creo que esto es un buen síntoma. Mi madre dice que cuando llegue la hora, quiere que el titular de su obituario sea "tres maridos judíos y nada de culpa"."

Todos estos tweets son el perfecto ejemplo de pensamientos idiotas que nos mantienen cuerdos enfrentados a la enfermedad o la muerte. Inconscientemente, uno cree o quiere creer, que si suena música, si dan comida basura en un hospital o el enfermo bromea con humor negro sobre su muerte... todo irá bien.

Luego vienen las horas, sobre todo por la noche, en las que uno siente la inmensidad del sufrimiento, el pánico, el vértigo,  el dolor y la necesidad de grabar esas horas, esos momentos, de hacerlos preciosos.

"Las noches son lo peor, por eso estoy aquí. Desearía poder coger todos los dolores y los miedos de mi madre y pasármelos a mí"

"Nada de dormir esta noche. Canciones, poemas, recuerdos, risas. Mi madre "Gracias, Dios, por darnos esta noche y el uno al otro". Este va a ser el lema de mi vida a partir de ahora".  

La lucidez de la muerte.

"Mi madre: créeme, esos grandes discursos en el lecho de muerte se escriben por adelantado ".  

"Madre: ¿qué hora es? Yo:  Las 6:30.  Ella: Abramos las cortinas para ver la ciudad que amamos"

"Madre: No sé porqué esto está siendo tan largo. Creo que ya es tarde para todo".  

El caos final. Donde todo se va mezclando. El sufrimiento, la agonía, le necesidad de normalidad, los pensamientos trascendentes y las bobadas.
"Madre: "No se porqué esto está durando tanto. Creo que ya es tarde para todo". 
"Escuchando La Boheme ahora, Bocelli. Madre no puede mantener los ojos cerrados. "A lo mejor la ópera me ayuda, siempre me dormía cuando iba".
La conciencia del fin.
"Acabo de darme cuenta de que ella una vez dejó que me marchara por el ancho mundo. Ahora tengo que dejar que ella se vaya de la misma manera"
La realidad más prosaica usada para intentar agarrarnos al presente y no caer por la pendiente de lo desconocido, del final.
"Acabo de pasar 45 minutos buscando el hilo dental favorito de mi madre. ¿Pérdida de tiempo? Un acto de fe"
Necesidad de dejar constancia de lo que nuestros seres queridos nos dicen o piensan o son... cuando ya no queda casi tiempo.
"Creo que mi madre quiere que cuente un par de consejos. El primero "Acércate a alguien que parezca solitario" y el otro " Escucha a la gente de 80 años, llevan una década viendo la muerte desde el otro lado de la calle, saben lo que es importante".

"Oh, y “Oh, earth, you’re too wonderful for anyone to realize you.” Va muy deprisa". (Thornton Wilder )

El siempre inevitable pensamiento de "¿Por qué no hice?, ¿Por qué dejé de hacerlo?" que llega siempre demasiado tarde. La conciencia  del tiempo que ya nunca tendremos,  de lo que ya no podremos hacer. Nunca.

"Me encanta coger la mano de mi madre. No he cogido su mano desde los 9 años. ¿Por qué dejé de hacerlo? ¿Pensé que era poco viril? ¿Qué mierda?"

"Mi madre grita "Ayúdame" a las 2:30 de la madrugada. He estado abrazándola como a un bebé, está dormida ahora. Todo lo que puedo hacer es abrazarla"

"Escuchando a Nat y Natalie cantando "Unforgettable". Mi madre y yo la cantamos hace dos noches. Los Cole lo hacen mejor".

"Se que el final se acerca porque es el primer día de mi vida que mi madre no me ha dicho al verme ¿Y esa camisa?"

Fin.
"Caída del ritmo cardíaco. Los cielos sobre Chicago se han abierto y Patricia Lyons Simon Newman ha salido al escenario"

“She’ll make the face of heaven shine so fine that all the world will be in love with night.” (De Romeo y Julieta).

Así es la muerte. Es miedo, es rutina, es vértigo, es ausencia, es realidad, es recuerdos, es presente. De una manera extraña, hay que vivirla.


Entrada publicada originalmente en PisandoCharcos. Es una gran historia.