lunes, 31 de agosto de 2015

Una casa en La Provenza


Después de 8 mañanas en esta cama, en este cuarto, en esta casa, me despierto por última vez aquí y todavía no puedo creerme que hayamos tenido tanta suerte. Reservar una casa de vacaciones siempre tiene algo de lotería, de rasga y gana. Aunque apliques un criterio tan selectivo como el nuestro "Si las colchas son horribles ni de coña cogemos esa casa", siempre puedes encontrarte con una desilusión, un horror decorativo o una cueva. 

Esta vez nos ha tocado el gordo. Estamos encantados y flipados con la casa de Karen pero ya sabemos que hemos tocado techo en cuanto a casas de vacaciones. Nunca jamás en nuestra vida volveremos a tener tanta suerte. Y si la tenemos empezaré a preocuparme por perder una pierna o dos dedos para compensar. 

Pienso todo esto mientras veo las grandes ventanas desde la cama. 

- Moli, por ahí cabe un caballo.
- Un caballo no. Un caballo y su jinete y yo en los hombros del jinete. 

Son ventanales enormes, con preciosas contraventanas de madera con rejilla que dejan pasar la luz. Los dejé entreabiertos por la noche y ahora veo las ventanas de la casa de enfrente y los árboles del jardín. ¿Me verán los vecinos de la casa de enfrente? Me da igual. 

Entre los dos ventanales hay una televisión colgada. Es lo único que no me gusta de esta casa. No puedo imaginar porqué alguien con el gusto de Karen necesita tener una pantalla gigante colgada en el dormitorio. 

Mi cuarto tiene tres puertas. Dos preciosas y enormes puertas de madera antiguas. Una da al salón y otra al cuarto de baño. Sobre el marco de cada una de ellas y cubriendo el espacio que falta hasta los cuatro metros y medio de techos, hay unas pinturas enmarcadas con escayolas. Sin las gafas y desde aquí abajo no las distingo bien pero son marinas con veleros. ¿Me gustan?  No lo sé. En esta casa hay un montón de cosas que yo jamás hubiera elegido pero que, sin embargo, parecen encajar perfectamente y consiguen crear una atmósfera en la que me imagino viviendo. 

La tercera puerta es pequeña, pintada del mismo color que toda la casa, gris perla, y disimula una entrada secreta. La he tenido cerrada toda la semana. 

Si me pongo boca abajo puedo ver los cuadros que hay en la pared de enfrente de las ventanas. Es la primera vez que duermo en una cama "isla", colocada en medio de la habitación se puede rodear entera. 

- Moli, para ti el cuarto grande. 
- ¿En serio? Pero sí es el mejor. 
- En serio, me gusta más la cama del otro cuarto y además me perturba dormir en esa cama y pensar en Karen y su chica y las cosas que habrán hecho. 
- Jajajaja. Vale. A mi no me perturba nada, me quedo con el cuarto chulo. 

El cuadro expresionista de la mujer en ligueros no me gusta. Abre las piernas y por debajo de la cama en la que está sentada aparecen figuritas. ¿Es erótico festivo?  También lo quitaría. ¿Usarán la chimenea en invierno? No tiene mucha pinta de ser usada pero la casa está tan impoluta que no puedo asegurarlo. 

Me tengo que levantar. Hay que bajar al mercadillo, comprar quesos, salchichones y volver a la tienda del viejecito duende a comprar cuencos de colores para llevarme de recuerdo. Por última vez piso descalza este maravillos suelo. Madera de verdad, no tarima ni parquet. Tablones de madera gruesos, sólidos, mates, suaves y cálidos para caminar descalza. Podría vivir en este suelo. 

8 días en La Provenza. Se me han pasado volando pero nos han cundido muchísimo. Me miro en el espejo gigante del baño mientras me hago la coleta y recuerdo cada día, con sus pueblos y las visitas. ¿Qué me ha gustado más? ¿El teatro romano de Orange? ¿Aix en Provence? ¿Los mercadillos? ¿Los cuencos de Picasso? ¿Avignon a pesar del calor que hacía? ¿Las puestas de sol? 

Me encanta Francia. Quiero que Karen me adopte, ir siempre vestida de rayas, llevar bailarinas, oler a lavanda y tomar postres de mazana todos los días. Si hace falta me echo un novio que se llame Pierre y me traiga croissants para desayunar.


domingo, 23 de agosto de 2015

Música para conducir

- Juan, ponme música o me duermo. 
- Vale. ¿Quieres que te ponga una lista que hice para seleccionar las 20 canciones que más me gustan?
- Estupendo.

Enfilamos la carretera. Empieza a sonar la música.

- No sé... ¿Quienes son?
- No te lo digo. Adivina.
- ¿The Who? 
- Nop. 
- Led Zeppelin. 
- ¡Muy bien!
- ¿Has visto? Si te echas un ligue ni de coña lo saca. 

- ¿Elvis? ¿Can´t help falling in love? No me creo que esta entrara en tus 20 favoritas. 
- No, no entró pero se quedó finalista.
- A mi me gusta más Burning Love. Esta es un rollo. 
- Tiene unos coros de flipar. 
- Aburre. 
- A mi me da pereza al principio pero luego me gusta, aunque mi favorita es Suspicious Minds. 
- Esa también me gusta. ¿Entro en el top 10?
- No, porque la terminan dos veces y la cagan. Escucha, hacen fade out y luego vuelven. Una cagada. 

- Es un grupo actual. Se llaman Tedeschi Trucks Band.
- ¡Me encantan! Tienen una historia curiosa. La canción es del corista. Ella es una cantante de blues super famosa y tenía su propia banda, conoció al guitarrista que se llama Derek Trucks que es más joven que ella y se casaron. Él se llama Derek por la banda Derek and the Dominos. ¿Los conoces?
- ¿Por quién me tomas? Pues claro.
- Pues Derek es sobrino del batería de Allman Brothers Band, y es un prodigio de la guitarra. Hay vídeos suyos con 13 años tocando y es tan bueno que acabó convirtiéndose en el segundo guitarrista de la banda, en el mismo papel que en su día hizo Duane Allman que tocó con Clapton su famosa canción Layla cuando estaba en Derek and the Dominos. Duane murió en un accidente de coche super joven. Y a Derek Trucks le pusieron ese nombre por Derek and the Dominos.
- Alucino.
- ¿Con qué?
- Con que no te acuerdes de nuestras vacaciones del año pasado y te sepas estas historias.
- Tengo memoria para lo que me impacta y es importante en mi vida.
- Sin comentarios. Me flipa la canción. 

- Madre mia, que atasco. 
- ¿En directo?
- Si, ¿sabes quienes son?
- Ni idea...a ver...ese que canta que es David Byrne. ¡talking Heads!
- ¡Bien!
- Me encanta esta versión. Fa, fa, fa, fa....

- ¿Por qué? Me mola como empieza. ¿Quien es?
- Adivínalo. Es un cantante que esto es lo que tiene más escuchable. Tiene otras cosas que ni siquiera yo puedo escuchar. 
- Me mola la voz. Es super grave.
- Sí, tenía la voz grave pero, además, el novio celoso de una fan le tiró desde el escenario y se rompió no se qué y la laringe y le cambio la voz a aún más grave. 
- ¿En serio? Alucino. 
- Escucha a las coristas, es Tina Turner y las Ikettes. Al loro como cantan y los coros que hacen que son jodidísimos de cantar. 
- Alucino más.
- Ellas cantaron esos coros y luego se lo enseñaron a Ike Turner todas orgullosas porque era un super trabajo y el tío les dijo que vaya mierda. Era un cabrón. Zappa contaba que Tina cocinaba para todos y lo llevaba al estudio y que nadie se explicaba como podía estar casada con el memo de Ike. 
- Me encanta la canción, aunque sea muy rara.
- Pues va de un tio que se va a Montana a ser un empresario del hilo dental. 
- jajajajajaja. 

- ¿Sabes que Lennon se inspiró en el sonido de una ambulancia para escribirla?
- Pues no, pero esta canción me encanta y siempre me recuerda a ti.
- Es un temazo. La letra no tiene ningún sentido. Lennon la hizo así, sin sentido para que la gente se comiera la cabeza intentando encontrárselo. Hay una estrofa que es parte de una canción que él cantaba con un amigo suyo del colegio. Le llamó desde el estudio a preguntarle "oye, como era la canción". Y el amigo flipó, claro. Es la última canción psicodélica de los Beatles. Luego ya se olvidaron de este rollo. 

- ¡Este es Nick Drake!¡Esta la conozco porque ya me la habías enseñado!
- Si. Pink Moon.  Pobre Nick, era un genio absoluto. Hizo 3 discos cojonudos pero era un tío muy raro, no quería salir de gira, ni entrevistas ni nada y a pesar de ser un genio no tuvo éxito y acabo suicidándose o algo. Y ahora está super reconocido. El Vang Gogh de la música. 

Pocas cosas hay mejores que un coche, un paisaje, un amigo y música. 

miércoles, 19 de agosto de 2015

El cumpleaños de las dos manos


Cumples 10 años. 3650 días juntas. Recuerdo perfectamente este día hace 10 años. Llevaba unos pantalones blancos y una camiseta de rayas blancas y verdes y me leí el periódico entero antes del parto. Teníamos tu nombre decidido desde el minuto 1, aunque si hubieras sido niño te habrías pasado días sin nombre. 

Cuando te veo dormir te sigo viendo pequeña. Duermes de lado, hecha una bolita y con todo el pelo por la cara. No sé como lo haces pero sigues oliendo a bebé, a niño pequeño. 

- Mamá, buenos días. Estoy sudorífica. 

Cuando duermes sudas siempre... sudas y te levantas como si una pareja de cigüeñas te hubiera anidado en la cabeza. Un halo de pelo encrespado te rodea mientras te sientas y en silencio sepulcral te echas el nesquick en tu cuenco rosa o tu taza de animales, la leche fría y entonces, me miras y dices: ¿las tostadas? Siempre igual. No eres persona hasta que desayunas.

Cada día me sorprende lo segura que estás de ti misma, de lo que quieres y del efecto que causas en los demás. Sabes perfectamente lo que quieres. Lo que quieres ahora y en el futuro. Sabes también lo que no quieres con total certeza. 

Con los labios apretados, los puños cerrados y los ojos bajos te veo reconcentrarte en la rabia que te provoca que te regañemos. Te duele el orgullo. 

Contienes las lágrimas todo lo que puedes. Te las tragas, las sorbes, las dejas caer sin hacer nada. Pocas veces, muy muy pocas veces lloras de pena, y entonces, cuando es por pena lloras muchísimo. Lloras tanto que no sabemos como consolarte porque  cuando te has dejado llevar para llorar así estás muy muy triste. Me parte el alma. 

Concentrada. En el coche te transformas, puedes estar charloteando y preguntando sin parar todo el día "mamá, ¿si te echas un novio me tengo que cambiar el apellido?" "mamá, explícame la guerra civil", "mamá, ¿sabes que eres vieja, verdad?", pero en cuanto te metes en el coche te callas. Vas mirando por la ventanilla concentradísima. Te veo por el espejo retrovisor, seria, atenta, a veces canturreas la canción que esté sonando pero poco. Pocas veces te duermes y muchísimas me sorprendes diciendo "por aquí pasamos una vez y paramos en esa gasolinera". Has heredado mi memoria y tienes un sentido de la orientación alucinante. He perdido la cuenta de todas las veces que gracias a ti he encontrado el coche en un parking.

Consigues provocarme la necesidad de abrazarte, besarte y achucharte. Soy arisca y de poco tocar pero contigo es distinto. Nadie más en el mundo lo consigue. Me gusta abrazarte, sentarte en mi rodillas a pesar de lo grande que estás y que te dejes achuchar. A veces logro que te tumbes encima de mi al levantarte por la mañana como cuando eras canijilla. 

- ¿Cuánto me quieres?
- Muuuchooooo. 
- Mucho no.
- Muchízimoooooo. 

Me encanta que lo hagas por darme gusto, hablando con la z como cuando eras más pequeña y con voz de "eres pesadísima". 

Como tu padre eres una persona feliz. "Mami, yo soy alegría y tú un follón de cosas". Sí, eres alegría permanente, ganas de vivir, de estar contenta, de hacer cosas. De hacer el payaso. Todo te apetece, todo te gusta, todo te sorprende. Nada te perturba, nada te preocupa.

Estás aquí, estás viva y eres feliz. Y es alucinante verlo. 

Cumples 10 años, dos manos completas pero siempre siempre serás mi niña pequeña. 

Feliz cumpleaños princeza. 


martes, 18 de agosto de 2015

Cosas que (me) dan miedo


Brujuleando he conocido a a Michelle Poler y su video  100 days with out fear. Michelle se ha pasado la vida acojonada por todo. Es una absoluta milindris a la que le da pánico todo y además confunde el miedo con la vergüenza, el asco y un montón de cosas más. 

A pesar de no compartir con Michelle casi ningún miedo (va por el 87) y distinguir las cosas que me dan pánico y las que me dan vergüenza, la buena de Michelle me ha inspirado para hacer una lista de mis miedos más idiotas. 

Me diferencio de Michelle en que no tengo ninguna intención de superar esos miedos. Ella es tan pipiola y tan milindris que sospecho que detrás de esta iniciativa hay años de terapia para intentar que salga de su campana de cristal y pueda enfrentarse al mundo cuando sus padres dejen de cuidarla. 

Cosas que (me) dan miedo...y tranquilos que no llego a cien. 

Inciso.- Obviamente lo que más miedo me da es que mis hijas sufran o que les pase algo, seguido de la enfermedad y muerte de mi familia y amigos...pero este post no va de eso. He dicho miedos tontos.- Fin del inciso. 

Me dan pánico los gatos. Mi terror hacia los mininos ha ido creciendo con el tiempo. Debería ser al revés, te haces mayor y, se supone, capaz de ser objetiva y pragmática y ver que es una chorrada de miedo. Pues me hago mayor y cada vez soy más objetiva y pragmática y los gatos cada vez me dan más miedo. Ya no soporto ni verlos en fotografías. He desarrollado tanto pavor que cuando alguien me dice que tiene gato me encuentro pensando ¿qué tipo de tara tiene esta persona para que le guste un animal tan terrorífico? Prefiero un ligue con serpiente que con gato...tal cual lo digo. (Para cuando sea vieja revieja, si llego a eso, me tendré que comprar un canario que píe cuando me muera... paso de gatos que me devoren)

Bucear. Lo he contado mil veces. Ni me planteo bucear en plan embutida en neoprenos pero es que ni siquiera me gusta usar gafas de bucear en el mar. No quiero saber lo que hay debajo. No me dan miedo las medusas, las algas, los peces o lo que sea... sencillamente no quiero verlo. Me da pánico la sensación de inmensidad que sientes al mirar con gafas de bucear. Además no le encuentro la gracia a respirar por la boca con un trozo de plástico en la boca. 

Saltar. No me refiero a saltar metafóricamente, a cambiar de vida, tomar una decisión o correr un riesgo. Me refiero a saltar,a pegar un brinco. Este es un miedo adquirido, supongo que debe ser por hacerme mayor. Me da miedo saltar y hacerme daño. Sé que no tengo porqué hacerme daño pero no salto por si acaso. Es curioso porque en el resto de mi vida... los por si acaso me sirven para hacer cosas. 

El espacio. El universo. La inmensidad del cosmos. No quiero ser astronauta ni saber qué todo está lejísimos y que somos motas infímas y que cuando me muera ya no habrá nada más. Si lo pienso, ya lo he comentado también, me entra vértigo cósmico y muchísimo miedo. 

Los limpia piscinas. Las arañas, mantis religiosas, avispas, abejas y todo ese tipo de bichos no me da miedo. Me dan asco y procuro no acercarme, básicamente porque además pueden picarme. Mi terror hacia los limpiapiscinas es completamente irracional. Son unos bichos asquerosos  pero no hacen nada. Un limpia piscinas te roza y no te enteras... pero si en una piscina veo uno, no me meto. Además, me intrigan. ¿De dónde salen? Sospecho que son familia de los piojos porque hay las mismas teorías idiotas sobre su origen "Les gustan las piscinas (pelos) muy limpias", "estan en piscinas (pelos) sucias" y nadie tiene ni idea. ¿De dónde sale el primer limpia piscinas? y ¿Dónde tienen los ojos? Es un bicho que me perturba y me da muchísimo miedo.  

Echar gasolina y al ir a pagar no llevar cartera. Todas las veces que echo gasolina ( y son muchísimas) al encaminarme a la caja y meter la mano en el bolso se me acelera el corazón y en 3 segundos veo mi futuro proyectándose sobre la fachada. No tengo la cartera, me la he dejado en casa, revuelvo el bolso, lo vuelco, sonrío al dependiente que me mira con cara de hastío, compruebo que efectivamente no llevo cartera, ni dinero ni nada, sonrío y balbuceo "no se va a creer lo que me pasa", llamo a alguien para que venga a ayudarme, ese alguien se caga en mi y mi despiste y tarda lustros en venir y mientras tanto yo vivo en la gasolinera que por supuesto siempre está en un páramo espanto tipo París Texas. Llevo una bata rosa y un pañuelo en la cabeza y por alguna misteriosa razón fumo. 

Luego siempre encuentro la cartera (soy asquerosamente ordenada) pero el subidón de adrenalina me dura unos 5 km.

Las escaleras. Este es un miedo adquirido. Me he caído tantas veces y me he dado tantas leches que ahora si hace falta empujo ancianitas para agarrarme del pasamanos y, por lo menos, si me caigo podré minimizar la leche y no destrozarme el culo o morir como Angela Channing. Asociado un poco a esto va el escurrirme en la ducha...aunque esto no me ha pasado nunca. A ver, me he escurrido haciendo cosas que no se deben hacer en la ducha pero eso es otra historia y ahí no me da miedo. Es más miedo a escurrirme, romperme algo y tener que esperar horas hasta que alguien venga a sacarme y entonces me visualizo en bolas, con el pelo pegado....en fin, algo como lo de la gasolinera. 

En cualquier caso sé por experiencia que las cosas que más daño pueden hacerte son las que no te dan miedo. ¿Mi consejo? Desconfiad siempre. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Por que madrugar te hace miserable

Estamos rodeados. Rodeados de cosas desagradables que sin embargo se están vendiendo como si fueran lo más de lo más, como si no hacerlas, comerlas, pensarlas o sentirlas nos fuera a convertir en infraseres, en peores personas. 

¿De qué estoy hablando? 

Hoy hablo de la campaña a favor de madrugar para ser una persona exitosa. Hace unos días un post en Medium bajo el tramposo título de "Por qué deberías ser una persona madrugadora" contaba una historia de terror acerca de "personas exitosas" que madrugan. 

Empecemos por el principio. 

Madrugar es levantarse a las 8 de la mañana. Es una hora estupenda. Si te acuestas a las 11 de la noche tienes por delante 15 horas de día que, bien aprovechadas, dan para un montón de cosas. Una hora de leer, entretenerte o lo que sea en la cama y 8 de sueño. El día perfecto. 

Levantarse antes de las 8 de la mañana es avaricia. Ganas de ser el que se levanta antes, de estrenar las calles, de llegar al curro y decir "pues yo ya he corrido, nadado, paseado a mi perro, leído la prensa o preparado cocido para 15". Por supuesto, hay mucha gente que se levanta antes simplemente porque no le quedan más opciones... pero casi seguro ninguno de ellos se considera una persona exitosa. Se verían mucho más exitosos levantándose a la hora que les diera la gana. 

Levantarse antes de las 7 es vicio. Y como todos los vicios es incomprensible para el resto de la humanidad. "Me encanta", dicen los que se comen las uñas o aman la calceta. Los demás no lo entendemos. 

Las "personas exitosas" del post del otro día se levantaban todas entre las 3:45 y las 5:30 de la mañana. Obviamente eso no es madrugar, es rendirse al insomnio y levantarse de la cama para no seguir agonizando. "Ya que no duermo voy a ver si..."

- ¿Tienes insomnio?
-  No, es que me gusta madrugar.
- Ja. 

Antes de que nadie se me eche encima, no estoy diciendo que haya que levantarse a las 12 de la mañana. De hecho levantarse más tarde de las 10 te hace tener la sensación de que te han dado un día "usado". No es exactamente como un día de segunda mano, se parece más a leer un periódico que otro ha leído antes. Las noticias son las mismas, todo está en su sitio... pero no es lo mismo. 

"Los madrugadores tienen la ventaja competitiva" de que son capaces de salir de la cama antes. Todo depende cómo se mire. Yo puedo decir "Los madrugadores tienen la desventaja de que no disfrutan del sueño y no dan descanso a su cerebro", por ejemplo. 

En el post, las personas exitosas que madrugan tienen también en común, curiosamente, que son asquerosamente ricos. Me asombra que nadie vea que en estos artículos sobre lo buenísimo que es caerse de la cama de noche no aparezcan nunca ejemplos de "gente que se siente miserable porque se tiene que levantar a las 3 de la mañana porque tiene que ir a currar y desea morir". A lo mejor me equivoco y todos esos curris madrugadores se sienten super exitosos cada mañana al amanecer mientras se hacen la cama. 

Porque si. Resulta que para madrugar y que no desees suicidarte, conviene hacerte la cama. No lo digo yo, lo dicen las personas exitosas "Hacer la cama todas las mañanas está relacionado con una mejor productividad a lo largo del día."

Sin entrar a discutir que dudo mucho que Michelle Obama, Anne Wintertour o Richard Branson se hagan la cama, cualquiera que madrugue sabe que la cama hay que hacerla por una única razón: si la dejas sin hacer y vas a estar mucho tiempo pululando por el cuarto, es muy posible que las sábanas te llamen con cantos de sirena, tu fuerza de voluntad flaquee y acabes tumbándote mientras babeas diciendo "cinco minutos más". Por eso hay que hacer la cama, ni productividad ni leches. ¿A quién le importa la productividad a las cinco de la mañana? 

Por supuesto y como era de esperar, además de la cama, después de madrugar vienen más torturas si quieres ser el colmo del éxito. No vale con arrastrarte fuera de la cama, llorando y soñando con un poco más de sueño, aunque sea en la alfombra. Eso ni es exitoso ni nada. Después de hacer la cama, hay que beberse medio litro de agua, desayunar fruta y verduras, hacer ejercicio, leer la prensa y priorizar el día. 

Estáis pensando lo mismo que yo. Comer a las 5 o las 6  de la mañana no es desayunar, en todo caso será una recena o picar entre horas. Y hacer todas esas cosas no es "aprovechar el tiempo", es rellenarlo hasta que sea hora de empezar a trabajar y el resto de la humanidad, que sí puede dormir, se active. 

Conclusión: los madrugadores son gente muy envidiosa y quieren arrastrarnos a todos al lado oscuro. Y repito, antes de las seis de la mañana no es madrugar, es insomnio disfrazado. 

Ahora que lo pienso, la única utilidad que le veo a esta idea de madrugar es si ligas con alguien, te vas a su casa y luego cuando te estás escabullendo te pilla. 

- No es lo que estás pensando, no me estoy yendo...es que me gusta madrugar. Soy una persona exitosa. 

lunes, 10 de agosto de 2015

Clases de yoga

- Ayer fui a yoga a probar.
- ¿ah si? y ¿Que tal?
- Bien. Me moló. Yo prefiero ir a montar en bici pero me gustó.
- Estaba pensando en ir a algo así... a ver si consigo tranquilizarme.
- Moli, a ti te sentaría de puta madre. Pruébalo.

Y lo he probado. 

Vaya por delante que mi conocimiento sobre el yoga era nulo (sigue siendo nulo pero un poco menos). Por "yoga" mis neuronas solo recuperaban flashes con imágenes de gente sentada en el suelo con las piernas cruzadas, sonrisas beatíficas, posturas imposibles, puestas de sol con una figura a contraluz, murmullos cantarines, concentración y relajación. 

Mis neuronas sólo acertaron en puestas de sol. He tenido la suerte de que las clases de yoga a las que he ido se daban en plena montaña, a las 8 y media de la tarde con Siete Picos al fondo, recortado contra el cielo mientras se ponía el sol tras La Peñota. Para mí, el mejor sitio del mundo para hacer yoga, calceta o el pino puente.  

En mi desconocimiento yoguero, pensaba que el yoga era un deporte o actividad o lo que sea que no necesitaba nada. Un deporte cómodo. También me equivocada en eso. Se necesita una esterilla, un "bloque" o ladrillo y algo de abrigo para que en la meditación no te quedes frío. Por supuesto yo no llevo nada más que mi cuerpo serrano en camiseta de tirantes. 

No empiezo mal. La profesora, una chica encantadora y muy maja que por alguna extraña razón lleva unos cascabeles minúsculos atados a la cintura me dice que me siento muy bien, que la postura de meditación la tengo perfecta. Me abstengo de comentar que es lo único que tengo de meditación, la postura. 

- ¿Has hecho alguna vez yoga?
- No.
- ¿Qué sabes del yoga?
- Nada.- contesté rápidamente antes de lanzarme por un monólogo absurdo sobre mis neuronas. 
- Bien. El yoga consiste en activar una serie de instrumentos que tenemos en nuestro interior para ponernos en contacto con la tierra y alcanzar la paz interior, librándonos de las tensiones de la vida diaria. 
- ...
- No te digo nada más. 

Me siento, echo un vistazo a los demás compañeros de la clase y me concentro en hacerlo bien. 

- Respiramos despacio, concentrándonos en la respiración. Contamos el tiempo que tardamos en la inspiración y tardamos el doble en echar el aire. 

Bien. Eso puedo hacerlo. Inspiro en 6 segundos, así que si mis cálculos no me fallan tengo que tardar 12 en expulsarlo. De primeras me parece mucho pero descubro que voy holgada. ¿tendrá que ver con la respiración de nadar? ¿Será mucho o será poco? ¿Cuánto tardará el del al lado? Mierda. Me he desconcentrado. Inspiración... 4 segundos. ¿Por qué ahora solo inspiro en 4 segundos? ¿Qué hago mal? ¿Estoy haciendo algo mal? A lo mejor lo estoy haciendo bien. 8 segundos para expulsarlo. Inspiración...3 segundos. ¿De qué va esto? Si sigo así voy a terminar con la respiración de una parturienta de peli americana, soplando fuu fuu fuuu. 

Concéntrate, concéntrate. ¿Se me está durmiendo un pie? Mierda.¿Seré la única? ¿Y si abro un ojo y miro a ver si los demás han estirado las piernas? Tengo que estirarla, tengo que estirarla. Ahhhhh... mierda, ahora viene el cosquilleo ese que quieres morirte. Inspira, inspira... 

- Ahora vamos a cantar un mantra. ¿Quién no ha cantado nunca mantras? 
- Yo.- contesto mientras me masajeo el pie. 
- Lo suponía. La letra es "Surinemaaaa, surinemaaaa... mastinaaaaa" lo importante es la melodía. Empiezo yo y me contestáis. 

¿Cantar? ¿Yo? Pero si me da vergüenza cantar en el coche. La profesora empieza a cantar maravillosamente bien y yo intento recordar la melodía y la letra. Sería más fácil si la letra tuviera algún sentido. No digo que no lo tenga, seguro que lo tiene pero claro... no lo entiendo. Esto es como cuando cantabas "wachi, wachi" cuando no sabías inglés; al aprender el idioma le encuentras más sentido. 

Deja de pensar, deja de pensar y concéntrate en la melodía. Surinemaaaaa. 

Plas, plas, plas. 

Abro un ojo para identificar el ruido. La profesora mientras canta se golpea la pierna rítmicamente, cada vez más deprisa. Y no pierde el hilo. Es prodigioso. ¿Se hará daño? Seguro. Se le va a quedar una señal roja en la rodilla. 

- Nos tumbamos ahora en el suelo. Abrimos el pecho a la tierra dejando que el efecto del mantra resuene en nuestro interior. 

Me tumbo. Sin más. 

- V invertida. Plano inclinado. El gato. Arqueamos. Estiramos. Tiramos del sacro. Abrimos la palma de las manos. El feto. V invertida. Gran paso adelante. Caderas alienadas. Postura sobre los hombros. Piernas hacia atrás. Dejamos caer la espalda vértebra a vértebra. 

Sigo como puedo las posturas. No lo debo estar haciendo mal porque la profesora no me corrige. A lo mejor es que lo estoy haciendo tan horrorosamente mal que me ha dado por imposible. 

- Y ahora vamos a empezar con la relajación. Nos tumbamos con la cabeza hacia el centro. Piernas un poco abiertas, palmas de las manos hacia arriba. Nuca apoyada en el suelo, barbilla contra el pecho. Y nos retiramos a ese lugar en nuestro interior donde sólo hay amor, consciencia y maestría. 

¿Maestría? ¿Maestría? ¿En qué? Paso, paso, paso. No voy a pensarlo. Tengo que dejar de pensar. Voy a concentrarme en la voz de la profesora que es relajante. 

- La maestría interior y la consciencia. 

¡Nooo! No lo repitas. No digas consciencia. Ni maestría. Es mejor que no diga nada aunque tenga voz aterciopelada. Si sigue hablando no seré capaz de desconectar mi consciencia. 

- Vamos relajando pies, pantorrillas, piernas, abdomen, manos, brazos, hombros, pecho, cuello, boca, ojos, cara... cerebro. 

¡Noooo! Ha dicho cerebro. Casi lo tenía conseguido, pero mi maldito cerebro se ha activado al oír su nombre y ha empezado a mandarme imágenes de risas enlatadas "jajaja, relajar el cerebro, lo llevas claro, ni de coña nos relajamos. Ahora mismo vamos a obligarte a pensar en "Inside Out" y a que imagines a todas tus emociones descontroladas por tu cabeza. Ahora mismo Inspiración va correteando por toda tu cabeza anotando ideas y pegando post its para un post con tu experiencia en el yoga". No, no, no. No pienso escribir sobre esto. "Claro que sí, ya lo verás". 

Voy a relajarme. Necesito dejar de pensar en todo. Lo necesito. Apagarme neuronalmente. 

Oigo a mi cerebro descojonarse. "Mejor toma drogas o ... ya sabes". 

- Y ahora poco a poco, cuando vuestro cuerpo os lo indique, vais volviendo de la relajación. 

Menos mal. Estaba a punto de chillar. 

- ¿Qué tal? ¿Te ha gustado?
- Fenomenal. El jueves vuelvo. 

Me ha molado el yoga. Relajarme no me relajo pero por lo menos no me hace peor persona como correr. Sólo tengo que aprender a vivir hablando con mi lado más chalado. 

Y a cantar. 



miércoles, 5 de agosto de 2015

Lecturas encadenadas.- Julio

Julio ha sido un gran mes. Bueno, ha hecho un calor asqueroso pero a pesar de esa pega, julio ha sido gran mes y me ha cundido muchísimo... en todos los aspectos y también en las lecturas.

Comencé el mes con un chasco,  Nueva York de Djuna Barnes. Compré este libro en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en el mes de mayo. Había leído referencias a ella en distintas páginas de internet y como era Nueva York me decidí. No sabía ni de qué iba y estaba tan descolocada que incluso creía que Barnes era negra. No sé de dónde había sacado esa idea. No me voy a extender, ha sido el primer abandono del año.  Son artículos cortos sobre la vida en Nueva York en los años 20 pero no conseguí engancharme y me aburrí y lo dejé. Sin más.
"La certeza siempre provoca preguntas, la incertidumbre afirmaciones. Es una equilibrada ley de la naturaleza". 
Cabaret Biarritz  de José C. Vales me estaba esperando en la mesilla. Conocí a Vales en la presentación del libro de Magrinyá, hablamos un poco, intercambiamos nuestros tuiters, me dijo ¿Tú eres la del Empotrador? y un buen día de la Feria del Libro quedamos para que me firmara su libro, nada más y nada menos que Premio Nadal. Aprovechando que me marchaba al norte, pensé que era buena idea leer sobre Biarritz, estar en el ambiente y el clima y lo cogí sin tener ni idea de qué iba.

Me ha encantado. Me lo he pasado fenomenal leyéndolo y era justo lo que necesitaba tras una serie de novelas fallidas. Al principio confieso que leí un poco agarrotada, acojonada pensando que fuera un horror y tuviera que despellejarlo... pero una vez que comprobé que Vales no iba a pifiarla, me relajé y lo disfruté muchísimo. Estaba deseando llegar a  mi residencia de Donosti para retomar el libro. En El Buscalibros podéis leer la reseña que escribí pero desde luego es un libro perfecto para desconectar y disfrutar.
"¿Sabe usted lo que es una galerna? Es como el amor pero en meteorología".
El Circuito Interior de Francisco Goldman. Conocía a Goldman porque tengo pendiente leer el libro que escribió cuando su mujer murió con 30 años en la playa por el golpe de una ola. Escribió un libro sobre el duelo que todavía no he leído pero sabía quien era y cuando vi el libro de Turner pensé que era una buena manera de conocerlo. Una vez más no tenía ni idea de qué iba a encontrar y me ha encantado.

Goldman, cinco años después de la muerte de su mujer, decide en una especie de proceso catártico que para terminar de superar el duelo y poner su vida en marcha otra vez tiene que conducir por México D.F. Sabe conducir pero jamás lo ha hecho por esa ciudad. El D.F. es una mega metrópoli con un caos de tráfico infernal, millones de coches cada día circulando con unas normas de tráfico que más que normas son sugerencias. La excusa de conducir por la ciudad le sirve a Goldman de trampolín para hablar de él, de su duelo, de sus amigos, de sus recuerdos y sobre todo y por encima de todo de la ciudad misma, de México y de política. Yo no sabía casi nada de política mexicana, sabía algunas cosas pero con Goldman y su crónica he aprendido muchísimo. Es un libro que recomiendo muchísimo para conocer la realidad mexicana y porque está de plena actualidad, fue escrito el año pasado y aparecen conflictos y situaciones que estamos viviendo ahora mismo como la historia de los alumnos a maestro desparecidos o la historia del Chapo Guzman. En una de esas casualidades cósmicas que me ocurren de vez en cuando, justo el día que leía sobre la captura del Chapo, los informativos daban la noticia de su fuga.

El Circuito interior es un libre muy diferente, impactante, y muy personal.
"Hay que crear las condiciones para que la gente se sienta parte de la comunidad, si no, la ciudad no funciona". (Marcelo Ebrard. Alcalde de Ciudad de México)

Ciencia y creencia de Steve Jones. Otro libro de Turner. Estaba en la estantería esperando su momento que llegó cuando Fernando Cossío lo recomendó en el curso de verano en San Sebastian. Fernando recomienda siempre libros fabulosos así que Jones escaló posiciones en la estantería de pendientes.

Steve Jones es genetista y en este libro relee la Biblia (algunos pasajes del Antiguo Testamento) que le sirven de plataforma para desarrollar temas científicos, para dar la versión científica sobre los hechos bíblicos: el origen del universo, la formación de la tierra, la aparición de la vida, los hombres, la enfermedad, el Diluvio Universal, las razas, el sexo, la alimentación y hasta la aparición de la religión desde los datos científicos que tenemos sobre el tema.

No soy científica y mi conocimiento sobre muchos de los temas que trato Jones es nulo; al principio me pareció un poco denso pero luego me enganche y le encontré la gracia al tono y a lo que cuenta. Supongo que habrá otros científicos que puedan rebatirle, precisar o matizar muchas de las cosas que cuenta pero creo que para un público generalista es una buena lectora para conocer muchos temas científicos de manera seria, entretenida y que, desde luego, provoca interés y curiosidad.

"La devoción, con su promesa de vida eterna, está hecha para los optimistas, mientras que la ciencia es el hogar de los pesimistas, que buscan hechos atroces con los que destruir sus hermosas teorías (o al menos las de sus rivales). Ellos han sembrado el mundo de dudas y, en consuencia, el mundo ha salido ganando". 
"Los hombres nunca infligen daño con tanta plenitud y alegría como cuando lo hacen desde la convicción religiosa (Blaise Pascal)". 
La habitación cerrada y  Los Terroristas  los dos últimos casos de la colección del Inspector Martín Beck. Una novela policiaca de crímenes nórdicos en el mismo tono que los 8 tomos anteriores. Beck es la novela negra nórdica antes de que se inventara ese término, se poblaran las estanterías de autores clónicos y todas fueran iguales. Beck es el precedente de Wallander, Salander y todos los demás. Intriga policiaca sencilla que se sigue con interés pero cargada hasta las orejas de contenido político porque la pareja de periodistas suecos que las escribieron estaban supercomprometidos con sus ideales. En estas dos novelas no dejen títere con cabeza: despellejan a la clase política, la educación, el sistema de bienestar sueco, el capitalismo, la policía, la justicia, las cooperación política internacional que apoya a dictadores y políticos de extrema derecha. Es un retrato deprimente y lo peor es que tiene 40 años y seguimos igual. Repito lo que ya he dicho más veces, si queréis leer novela negra que no os agreda ni parezca un capítulo de CSI, Beck es vuestro chico.

¡El autor, el autor!  de David Lodge me ha servido para terminar el mes. Lo compré también en la Feria del Libro Antiguo porque lo tenía en mi lista por recomendación de Elena Rius. No tenía ni idea de qué iba, estaba tan despistada que creía que era un ensayo sobre escritores y el oficio de escribir. Y sí, es de escritores y escribir pero no es un ensayo, es una biografía novelizada (¿se puede decir así?) de Henry James. 

De James leí hace muchos años Retrato de una dama y La copa dorada. Dos novelones largos, pesados y lentos de los que el mayor recuerdo que tengo son el frufru de las telas de los vestidos de las damas y el entrechocar de las tazas de té. Así que sí, James me pareció aburrido pero la biografía de Lodge me ha parecido maravillosa. Me he encontrado inmersa en la vida de un solterón, convencional, egoísta, envidioso, inseguro, lleno de rigideces morales y al mismo tiempo un artista volcado en su trabajo y su vocación con una devoción absoluta a su tarea como escritor. Lodge consigue llevarnos al Londres de finales del siglo XIX y principios del XX y dar a James una dimensión cercana más allá de la que reflejan sus (pesadas y densas) novelas. Es un libro muy entretenido sobre todo si te gusta lo "inglés" pero no tanto como para que me haya dado ganas de volver a James. 

James mantuvo una inmensa correspondencia toda su vida con amigos, familiares, admiradores, seguidores... etc pero la hizo quemar casi todo preocupado por su intimidad. Lodge pone en su boca estas palabras que hoy en día siguen estando igual de vigentes. 

"Y no solo (me preocupa) que las lean, sino que las publiquen y ganen dinero con ellas. Así van las cosas en esta americanizada y espantosa época nuestra. Ya no hay intimidad ni decencia. Los periodistas, entrevistadores, los biógrafos, son parásitos, langostas que devoran todas la hojas. El arte por el que nos desvivimos, las penalidades que sufrimos por crear mundos imaginarios..., a ellos les importan un rábano. Solo les interesan los hechos triviales". 

Y con esto y un bizcocho voy a dedicar el mes de agosto a Tony Judt y las mil páginas de Posguerra. Felices lecturas de verano. 

Maravillosa portada del New Yorker al que me he suscrito en papel para darme un capricho. 


lunes, 3 de agosto de 2015

Ensayo sobre el mercadillo

Primera ley del mercadillo: hay que ir siempre.
Segunda ley del mercadillo: cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hay dos tipos de mercadillos. Los "mercadillos" sin más y los temáticos con apellidos: medieval, artesano, manualidades, artesanales, gastronómicos. 

En los "mercadillos sin más" suelen estas ubicados en descampados con bolas del desierto. En ellos puedes comprar desde un mantel supuestamente antimanchas hasta un vestido de boda. La música pachanguera entre regetón y Azucar Moreno atruena los pasillos, hay trapos colgados que intentan proteger del sol y las señoras van con carro de la compra. Muchos puestos se parecen más al cuarto de un adolescente con síndrome de Diógenes y no se ven precios por ningún sitio. 

Los temáticos suelen ser céntricos. En ellos huele a incienso, a pachuli, a cuero de vaca recién despellejada y a cosas "artesanas". Los precios están puestos de manera artística en cartulina negra con letras blancas y, en los que son lo más de lo más, los vendedores van disfrazados de "medievales". El disfraz debe ser traído directamente del pasado y el viaje te lo cobran en los 100 gramos de "remedio para el dolor de espalda" a 25 euros. Casi lo olvido, en estos la amenización musical corre a cargo de un grupo folklórico con flautín. Pasados 5 minutos de flautín, dulzaina y pandereta quieres invadir Polonia o viajar al siglo XV y enseñarles a los "medievales" lo que sus descendientes van a hacer con su música.  

Tercera ley del mercadillo: ellos dicen ¿otro? y ellas dicen ¡otro! 

En la época dorada de los mercadillos podías encontrar en ellos cosas chulas, baratas y sobre todo diferentes entre los puestos y con respecto a otros mercadillos. En una ciudad había buenos puestos de bolsos, en otro de camisetas chulas, en otro de bañadores, en otro de sábanas o de toallas. Ahora la globalización ha llegado a los mercadillos y en todos los puestos y en todos los mercadillos hay exactamente lo mismo. Por supuesto tienen todos una política de precios pactadas como si fueran multinacionales petroleras. 

Cuarta ley del mercadillo: hay que pasar calor, mucho calor. Si no se pasa calor es menos mercadillo y más una reunión ambulante de vendedores. 

Quinta ley del mercadillo. Igual que en las tiendas de lujo nunca hay ningún cliente y al pasar piensas ¿De qué viven?, en los mercadillos hay siempre un puesto de guarrerías impresionante: unos pingüinos que se tiran por un tobogán, una toalla con un leopardo, un destornillador fosforescente en una caja con mil accesorios que seguro que no encajan, gomas de pelo multicolores, linternas de todos los tipos, delantales, juguetes de plástico y una especie de rata de mentira que persigue una bola. En ese puesto, el vendedor está sentado mirando al infinito mientras se come un bocadillo.  Pasas y tras arrastrar a tus hijos (si los tienes) fuera de la atracción magnética de los pingüinos y la pseudorata te preguntas ¿de qué vive este tipo? Justo cuando empieza a darte pena estira un brazo le da al play en un aparato de música que probablemente tenga más años que tú y una música infernal comienza a atronar. Piensas, "el tío ya que no vende nos tortura". 

Sexta ley del mercadillo: desde que los puestos pactan la política de precios, el regateo ha desaparecido. Esta ley sólo se incumple si vas con tu madre al mercadillo, ella es inmune a esta ley y por tanto te avergüenza públicamente por ahorrarse 2 euros.

- ¿Cuánto es el bolso?
- 25 euros.- contesta el vendedor. 1,80 y negro casi azul.
- Carísimo. Te doy 23 euros.- contesta tu madre muy seria.
- Mamá, por favor... ¿Qué más te da? - intervienes sintiéndote como si tuvieras 14 años otra vez. 
- Que no, que no da igual. Esto se hace así. 23 euros.
- Señora, esto cuesta 25. 
- No me cuentes cuentos chinos...no vale 25.
- Señora, serán cuentos africanos. 

Huyes despavorida a esconderte detrás de la toalla con el leopardo y valoras llegar al coche, no volver la vista atrás y te prometes a ti misma que jamás pisarás otro mercadillo. 

Séptima ley del mercadillo; cualquier mercadillo es siempre una promesa y una oportunidad para encontrar un tesoro oculto, en forma del vestido de tu vida, el libro que andas buscando o el pelador de piña sin el que no puedes seguir viviendo. 

Siempre se vuelve a caer.