jueves, 31 de enero de 2013

NOCHES AZULES DE JOAN DIDION


En la prehistoria de este blog, en noviembre de su primer año, escribí una entrada sobre un libro que me encantó a pesar de lo durísimo que era, “El año del pensamiento mágico” de Joan Didion.

Recuerdo perfectamente que lo vi reseñado en un periódico y podías descargarte el primer capítulo. Lo leí en el ordenador de los libros de colores y supe que tenía que leerlo. Lo saqué de la biblioteca y ahora me arrepiento porque a pesar de que copie muchos párrafos en mi cuaderno de lecturas, es un libro que desde entonces ha estado en mi cabeza y en el que pienso muchísimo y me gustaría releerlo. Es un libro además, que regalé a Molimadre, surgió luego en una conversación e inspiró el post de "El luto hacia delante" (uno de los que más me gustan de todos los que hay por aquí).

Estas navidades leí varias reseñas sobre Noches azules de Joan Didion y lo pedí a los Reyes que no me lo trajeron, pero si me trajeron uno que yo no quería leer y fui y lo cambié.

Noches azules es el libro que Joan Didion escribe a partir de la muerte de su hija Quintana. Espeluznante, ya es tener mala suerte en la vida. Su hija sufre una hemorragia cerebral y al volver con su marido cuando de visitarla en la UCI del hospital, se sientan a cenar y él muere de un infarto. Mientras trata de lidiar con su muerte, su luto y todo el barullo emocional y físico que eso supone tiene que seguir cuidando a su hija, visitando, esperando que mejore...para asistir dos años después a su muerte.

Didion decide entonces luchar contra la pena atroz, la impotencia y la paralización emocional, mental e incluso física haciendo lo mismo que hizo cuando murió su marido, escribe un libro. Un libro que ha tenido que dolerle de una manera atroz. Se sienta y con una increíble frialdad que te estremece hasta los huesos disecciona su propia maternidad y su relación con su hija.

Cuando Didion reflexionaba sobre la muerte de su marido lo hacía sobre sus sentimientos por la ausencia, observaba su pena, su luto, la tristeza, la sorpresa ante el hecho de encontrarse mirando fijamente sus zapatos y pensando que tenía que volver a casa porque sus zapatos estaban allí, la incredulidad, la sensación de vértigo del “nunca más”.

En Noches azules Didion recuerda la infancia de su hija escudriñando cada detalle, cada frase, cada foto, cada pequeño resquicio de recuerdo intentando encontrar una explicación a su muerte y a su vida en cierta manera atormentada. En este repaso vital espeluznante por supuesto se culpabiliza, se acusa de no haber estado pendiente de determinados detalles, de no haber visto las “señales”, de no haber sabido prevenir la situación. Es atroz, y terrible leerla, porque sabes que no va a llegar a ningún sitio más que a causarse un dolor aún mayor pero por otro lado sabes que es su manera de enfrentarse a esa situación.

Repasar tu propia maternidad es encontrarte de golpe con todos tus fallos ahí expuestos, es enfrentarte al hecho de que no estabas preparado aunque creyeras que lo estabas y de que nunca lo estuviste realmente y de que no lo estás haciendo bien. La muerte de un hijo además te lleva directamente a la fase del luto hacia delante. Tú te haces mayor, envejeces y tu hijo se queda anclado en la edad que tenía al morir y no hay manera de que sepas cómo sería al envejecer. Seguir envejeciendo y viviendo mientras tu hijo ha muerto es tan antinatural que pierdes cualquier anclaje, cualquier referente vital.

La segunda parte del libro es justamente eso, el desmoronamiento físico, mental y emocional de Didion que se observa a sí misma encontrándose débil, asustada, desorientada, enferma y sin un punto al que agarrarse para seguir adelante aunque realmente no sabe ni siquiera qué es adelante.
Joan Didion y su marido, adoptan una niña. Reciben una llamada y van al hospital a por ella. Didion repasa sus sentimientos y sensaciones.

 
“ En otras palabras, soñando que yo había fracasado.
Que me habían dado una criatura y yo no la había cuidado.
Cuando pensamos en adoptar un bebé, o ya puestos, en tener hijos, ponemos énfasis en el aspecto de la “bendición”.
Omitimos el instante del escalofrío repentino, del “que pasaría sí”, de la caída libre en el fracaso seguro.
¿Y si no conseguimos cuidar a este bebé?
¿Y si este bebé no se desarrolla bien, y si no me quiere nunca?
Y lo que es peor todavía, mucho peor, tan peor que resulta impensable, aunque yo sí lo pensé, lo piensa todo el mundo que ha estado esperando para llevarse a un bebé a casa: ¿y si yo nunca consigo querer a este bebé?”


Yo tuve exactamente esa sensación y ese pensamiento. Sé perfectamente donde estaba, la hora y el día en que tuve ese pensamiento.

Reflexiona también sobre la relación con los hijos.

Cuando comencé a escribir estas páginas, yo creía que iban a tratar de los hijos, de los que tenemos y de los que desearíamos tener, de las formas en que dependemos del hecho de que nuestros hijos dependan de nosotros, de las formas en que los animamos a que sigan siendo niños, de las formas en que ellos siempre nos resultan más desconocidos para nosotros que para sus conocidos más casuales; de las formas en que nosotros somos igualmente opacos para ellos. ( ) De las formas en que ni nosotros ni ellos podemos soportar contemplar la muerte ni la enfermedad, ni siquiera el envejecimiento del otro”

Hace un fabuloso análisis de la paternidad y cómo ha evolucionado. Didion tiene 75 años pero cuando habla de su infancia se parece mucho a la mía, a la de alguien de 40..el cambio ha sido posterior.

No conozco a muchas personas que crean haber sido buenos padres. Los que si lo creen suelen citar toda una serie de criterios que implican status (el de ellos) en el mundo: la licenciatura en Standford, el master en Harvad, el verano tranbajando para el bufete de abogados blanco y conservador. Aquellos que tenemos menos tendencia a elogiar nuestro talento como padres, que somos la mayoría, nos dedicamos a recitar el rosario de nuestros fracasos, nuestras negligencias, nuestras morosidades y desidias. La definición misma de lo que es ser buen padre ha experimentado una transformación elocuente: antes lo definiamos como la capacidad de estimular al hijo para que creciera hasta alcanzar la vida independiente, es decir “levantar” al hijo, dejarlo ir”


Cuenta su infancia donde no habia esa sobreprotección que impera ahora. “ Si te tiras por ahí, te caerás y te harás daño” era la máxima advertencia que recibía...se tiraba y se hacía daño. Y así se iba a aprendiendo.

De todo aquello no queda nada. Hoy resulta practicamente inimaginable. En el programa de “crianza” actual no hay lugar para tolerar unos pasamientos tan inseguros. En cambio, los mismos que nos beneficiamos de aquella clase de abandono benigno, ahora medimos el ser buen padre como el grado en que conseguimos mantener a nuestros hijos vigilados, atados, encadenados a nosotros”

Todos estamos preparados para la muerte de nuestros padres aunque creamos que no, no lo pensamos, no reflexionamos sobre ello pero vivimos con esa realidad, con esa posibilidad. de vez en cuando y cuanto mayores nos hacemos te asomas un poquito y sientes vértigo y dejas pensarlo. La idea de que tus hijos mueran antes que tú es sin embargo inconcebible, no puedes ni siquiera formularla en tu cabeza porque sientes como si te quitaran el aire y te fueras a ahogar...nadie está nunca preparado para eso.

 
Uno de sus miedos más pertinaces, me enteré mucho más tarde, era que se muriera John y no quedara nadie más que ella para cuidar de mi.
¿Cómo se podría haber imaginado que yo no iba a cuidar de ella?
Eso me preguntaba yo antes.
En cambio, ahora me pregunto lo contrario:
¿Cómo se imaginaba que yo iba a poder cuidar de ella?
Ella me veía como alguien que necesitaba de ser cuidada.
Ella me veía como alguien fragil.
¿Se debía la ansiedad de Quintana o a la mía?
Yo me enteré de aquel miedo cuando a ella le quitaron temporalmente el respirador artificial en una de las UCI, no me acuerdo de cual”

Me ha gustado muchísimo. Me gusta como escribe Didion, con una increible frialdad, como si se viera desde fuera, pero por otro lado esa es la única manera de poder tocar esos sentimientos sin destrozarse.


“Sé que ya no puedo llegar a ella.
Sé que si intento llegar a ella - si intento cogerle la mano como si ella volviera a estar sentada a mi lado en la cabina a oscuras del piso de arriba del vuelo vespertino de la Pan Am de Honolulú a Los Ángeles, si intento cantarle la canción del papá que se ha ido a buscar el pellejo de conejo para envolver a su conejita- ella se me deshará en las manos.
Se esfumará.
Se adentrará en la nada: el verso de Keats que la aterraba.
Se apagará como se apagan las noches azules, se irá igual que se va la claridad.
Se volverá al azul.
Yo misma coloqué sus cenizas en el muro.
Yo misma vi cerrarse a las seis las puertas de la catedral.
Sé qué es lo que estoy experimentando ahora.
Conozco la fragilidad y conozco el miedo.
Uno no teme por lo que ha perdido.
Lo que ha perdido ya está en el muro.
Lo que ha perdido ya está al otro lado de las puertas cerradas.
Uno teme por lo que todavía no ha perdido.
Puede que ustedes todavía no vean nada por perder.
Y, sin embargo, no hay nada en su vida en que yo no lo vea”.

Es un libro estremecedor y trágico. Hay que leer a Didion aunque se pase miedo. 

martes, 29 de enero de 2013

¿POR QUÉ EL BALONMANO ES UN DEPORTE DE EMPOTRADORES?


El balonmano no me gusta. Es un deporte que me da bajón, bueno, debo decir que me daba bajón. Buceando en mi absurdo archivo mental de recuerdos inútiles creo que mi falta de querencia por ese deporte se debe a que en algún curso de la EGB, tras rellenar la piscina del colegio que era lo que me flipaba, las monjas decidieron ponernos a jugar al balonmano. Con ese propósito, contrataron a una rubia para que nos diera clases y a la rubia se le ocurrió que lo mejor para jugar al balonmano era hacernos empollar el reglamento y someternos luego a un examen teórico sobre el mismo. Ya he dicho que era rubia…

Así que el balonmano no me gusta (ba), pero el caso es que el Ingeniero me ha sometido a una tortura por goteo en las últimas semanas.

- Hoy llego antes que voy a ver el balonmano.
- ¿Qué balonmano?
- ¡Moli!! El campeonato del mundo…
- Ah...

Moli, voy a duchar a las niñas ya que luego hay balonmano”, “Moli, cenamos más tarde que hay balonmano”, ”Moli, tú vas a leer ¿no? yo puedo ver el balonmano”

Así que sí, sabía que había algo con el balonmano pero no me preocupé hasta que el domingo me dijo.

- Hoy no me puedo echar la siesta.
- ¿Estás malo? ¿Es una promesa? ¿Qué estás tramando? ¿No tendrá nada que ver conmigo, no?
- Moli...es la final del balonmano...
- Ah...vale…

Yo no tenía ni la más mínima intención de ver el partido. Me senté con mi nuevo moliportatil a escribir tonterías y brujulear por la red. El problema es que levanté la vista y allí estaban y se me encendió una luz: no estás viendo el balonmano en toda su dimensión, el balonmano es un deporte de empotradores.

Con esa nueva luz, el tema ganó bastante a nivel real e imaginario, confieso que más a nivel imaginario.

¿Por qué el balonmano es un deporte de empotradores?

Razón nº 1

Su propio nombre lo indica.

Tíos que se llaman Alberto Entrerrios, Albert Rocas, Julen Aguinagalde …son claramente tíos con potencial. Probad con “Cristiano” o “Casillas” o “Messi”…patético...ni siquiera Xabi Alonso funciona igual que AlbertRocas…


Razón nº 2.

Esos tíos son enormes. Son como armarios roperos. La fama de grandes la tienen los de baloncesto y no es justo. Los de balonmano son más grandes, más anchos y más proporcionados. No te dan la sensación de ser sólo brazos que les llegan hasta las rodillas. Para ser un empotrador no hay que ser grande, pero digamos que por ejemplo un ciclista tirillas no da el perfil de primeras.

Y voy un poco más, si parecen enormes en una cancha de balonmano, imaginadlos en una cama...no hay escapatoria, en caso de que quisieras escapar...cosa que no entiendo.

Otra cosa más, no van depilados..son tios, tios.
Razón nº 3

Las camisetas.

Las camisetas de los jugadores de balonmano no son ridículamente feas, ni ridículamente absurdas. No las ves, pero sin embargo eres capaz de visualizarte después de, levantándote de la cama y poniéndote esa camiseta. No hay que ir más allá en esa fantasía porque si sigues adelante con ella te visualizas como ET con la camiseta arrastrando por el suelo y eso es poco sexy.

Razón nº 4.

Los hombros.

Tienen unos hombros espectaculares. Sí, los que hacen anillas también...pero esos luego tienen las patitas cortas y dan grimilla. Un jugador de balonmano tiene un hombro con pinta de ser mordido en un momento de paroxismo empotrador.

Razón nº 5.

Esos brazos eternos.

Sí, sé que he dicho que los jugadores de baloncesto no molan porque tienen brazos demasiado largos, y ahora vengo con los brazos eternos. Son distintos. Ves los brazos de un jugador de balonmano y enseguida visualizas el abrazo que puede darte rodeándote entera.

Con un jugador de baloncesto no pasa, no sé porque pero a los tíos que juegan al baloncesto te los imaginas abrazándote y sientes como que los que le molaría es estar botando la pelota a tu espalda. No se concentrarían en lo esencial. Un jugador de baloncesto se dispersa.

Razón nº 6.

Esas manos.

La pelota de balonmano no es pequeña y sin embargo en esas manazas parece canija. Unas manos grandes expertas son siempre un must.

Razón nº 7.

Pueden contigo en brazos.

Vamos a ver. Hay mucha mística con el rollo del polvo empotrador de pie. Mucha mística y mucha mentira. Seamos sinceros, sostener a una tía que pese pongamos por caso 53 kilos, mientras se mantiene la concentración necesaria y el empuje correcto…no está al alcance de cualquiera. Pero uno de estos armarios empotrados tiene muchísimas posibilidades de ser capaz de hacerlo. No estoy diciendo que un polvo pared sea lo mejor para nada...pero la simple posibilidad de que pueda existir da morbo.

Razón nº 8.

No te dan ganas de ponerles un colacao.

Los jugadores de balonmano aunque sean jovenzuelos no levantan instintos maternales que es sin duda lo peor que te puede levantar un hombre. Es lo más anti lujuria que hay. No dan ganas de arroparles, ni de ponerles un colacao ni de darle pellizcos en las mejillas. Para nada. Los ves y sientes...mmm...algo más parecido a...ya estás tardando.

Razón nº 9.

Sobre esas espaldas se puede dormir…después.

Razón nº 10.

Un partido de balonmano dura lo justo para que estén entretenidos un ratito, vuelvan sin que se te haya olvidado su cara y te hayas recuperado.

Creo que me voy a aficionar al balonmano.


Nota de la autora: Los hay muy feos, lo sé, pero es que la naturaleza es sabia. Si además de ser como armarios empotrados fueran guapos..¿qué les quedaría a los demás?





lunes, 28 de enero de 2013

Y VAN CINCO...


Lunes 28 de enero de 2008 - Lunes 28 de enero de 2013

Gracias a Cosas que (me) pasan he aprendido a escribir. Es algo que jamás me propuse en serio. Me senté y escribí una entrada y hasta hoy. No escribo igual que cuando empecé. Escribo mejor, mucho mejor. No es que lo haga perfecto ni mucho menos, pero ya no me da vergüenza, sé que cuando pienso que nunca más se me va a ocurrir algo es sólo un momento de pánico y cuando me releo sigo sorprendiéndome de mis propios escritos. Continuo siendo verborréica, impulsiva, poco cuidadosa con la puntuación, los espacios y las tildes e intento enmendarme, pero tengo trucos de escritora que jamás pensé que adquiriría. Empecé a escribir porque me aburría y con miedo. Ahora escribo porque no sé estar sin escribir y lo que me da miedo es no poder hacerlo.

Gracias a Cosas que (me) pasan, he aprendido a mirar el mundo. He desarrollado una mirada bloguera con la que examino todo lo que (me) pasa. No pretendo escribir sobre todo lo que me afecta, ni tengo ganas, ni capacidades ni necesidad, pero he aprendido a mirar el mundo de otra manera. Algunas de las cosas que me afectan las veo de una manera diferente al saber que podré escribir sobre ellas, y otras veces me encuentro escribiendo sobre cosas que jamás pensé que me interesaran pero que sin embargo al enfrentarme a ellas como “escritora” cobran una nueva visibilidad.

Gracias a Cosas que (me) pasan veo a mis hijas. No sólo las veo como mis hijas, las veo como ellas, M y C. Son dos personas diferentes entre ellas y diferentes de mi y yo las veo y creo que ese punto de vista hace mejor mi relación con ellas. Ya que soy una madre defectuosa en muchos campos (en casi todos) esa nueva forma de mirarlas, verlas y apreciarlas, enriquece mi relación con ellas y le da un valor distinto. Esto no puedo explicarlo mejor, es una sensación. Escribir sobre ellas es una expresión del amor infinito que siento por ellas y que como soy una raspa no sé expresarles. Sé que ahora no lo aprecian pero cuando me lean (si es que los hacen) lo verán reflejado aquí.

Gracias a Cosas que (me) pasan me he hecho visible. Visible para la gente que no me conoce de nada pero también para los que me conocen. Escribir me ha permitido expresar opiniones, recuerdos, sensaciones, ideas o completas memeces que por alguna que otra razón no había sabido expresar a mi mundo 1.0,a mis hermanos, Molimadre, mis amigos, mis compañeros de los libros de colores. Me leen y me ven y me conocen más. No quiero decir que no me conozcan, de hecho al leerme les encaja lo que leen y no les chirría pero me ven, me descubren.

Gracias a Cosas que (me) pasan he conseguido compartir mi mayor pasión en la vida, la lectura .He descubierto que soy capaz de transmitir el entusiasmo por leer, la emoción por los libros que me llegan y que soy una buena recomendadora de libros. Una de las mayores satisfacciones que me ha dado el blog es la alegría cuando algún descerebrado me deja un comentario diciendo que una de las lecturas que he recomendado le ha encantado. Siempre sonrío y digo ¡Bien!

Gracias a Cosas que (me) pasan he conocido un montón de gente, muchos de los cuales se han hecho amigos y que ahora forman parte de mi vida. Me he reído con ellos, he bebido, bailado, cantado, he ido a conciertos de Bruce, a comer, a cenar. He recibido mails de descerebrados maravillosos que un día deciden sentarse a escribirme para contarles que les gusta leerme y que después de empollarse todo el blog (además de maravillosos tienen mucho vicio) sienten la necesidad de decirme que están ahí y que me leen.

Gracias a Cosas que (me) pasan he descubierto algo en lo que soy buena, algo en lo que no me siento un fraude. No soy la mejor, ni la única y tampoco lo pretendo, pero el blog es lo mejor que he hecho en la vida y lo he hecho sola, con una constancia que ni sabía que tenía. No sólo es constancia, es interés, es voluntad y es ganas de hacerlo cada vez mejor. Cosas que (me) pasan no es sólo escribir y me siento orgullosa hasta el infinito y más allá, a veces tan absurdamente orgullosa que hasta me da vergüenza.

Gracias a Cosas que (me) pasan he podido comprarme mi primer ordenador, el Moliportatil, que estreno escribiendo esta entrada que jamás pensé que escribiría.
5 años. 1140 posts.

Ni un sólo día he pensado en dejarlo.

sábado, 26 de enero de 2013

UNA DOCENA DE CUADROS PARA ENSEÑAR A VER EL ARTE



A mirar el arte se aprende. Más allá del “me gusta o no me gusta” hay todo un mundo y es posible aprenderlo. Mirar cuadros no tiene porqué ser aburrido, y no todos son iguales, pero para apreciarlo hay que aprender poco a poco. 

No hace falta ser un erudito en historia del arte, ni un sesudo intelectual para enseñar a nuestros hijos a mirar los cuadros, a ir más allá. Aprender a mirar la pintura puede ser divertido, entretenido y puede enseñarnos muchas cosas de nuestros hijos. 

Traigo para hoy un breve recorrido por unos cuantos cuadros más o menos conocidos de la historia de la pintura que pueden servir para empezar a enseñar a mirar. 

Algunos pueden verse en España y otros no. Todos están accesibles en la web..pero mi consejo es imprimirlos para enseñárselos a los niños…para que los diferencien de una pantalla. Un cuadro no es una pantalla. 

Ah y por supuesto, seamos realistas, esto tiene sentido hacerlo a partir de los 4 ó 5 años, pretender que tu bebé de 1 ó 2 años entienda algo es ciencia ficción por muy listo que a ti te parezca.  


Para enseñarles a mirar hay que preguntarles primero ¿Qué ven? ¿Cuántos caballeros hay? ¿Qué están haciendo? ¿Cuántos animales son capaces reconocer? ¿Cuántas plantas? Pregúntales si creen que está bien pintando, si hay muchos detalles o pocos. Cuéntales que tipo de animal es un armiño. ¿Hay algo escrito en el cuadro? ¿Qué pone? Yo te lo soplo..en uno está la firma y en otro hay una frase en latín que dice “ Mejor morir que perder el honor”.   





¿Qué es? No es un conejo, es una liebre. Hay que enseñárselo junto con el anterior. Los dos tienen muchos detalles pero el acabado no tiene nada que ver, uno es óleo y el otro es acuarela. Tienen que ver que son distintas técnicas pero que ambas permiten contar hasta el más mínimo detalle. Hay que enseñarles que la liebre está pintada sin ningún tipo de fondo ni referencia espacial, está sobre un fondo blanco,  pero parece tan real que puedes tocarla. ¿Dónde tiene su sombra?  ¿Está firmado? ¿Qué pone? Durero firmaba con un anagrama con su inicial: A. 




 
¿Qué vemos? No es un caballero ni un animal. Es una ciudad, ¿Qué edificios vemos en la ciudad?  ¿ Se parece a nuestras ciudades? ¿ Es de día o de noche? ¿Hace sol o llueve? ¿Cuántas personas hay? ¿Qué están haciendo? ¿Cuántos barcos? ¿Dónde dan las sombras? Una vez que se hayan explayado sobre todo lo que ven y hay muchísimo para ver, hay que explicarle que esto es una vista de la ciudad en la que vivía el autor y que en aquella ciudad y en esa zona de Europa les gustaban los cuadros de cosas diarias, como si te asomaras a tu ventana y pintaras lo que ves desde allí. Pregúntales si creen que es un cuadro que se colgaría en una casa normal.



Al fondo hay una batalla, es la ciudad de Breda que acaba de ser ganada por los tercios españoles en Flandes. ¿Qué hay en el cuadro en primer término? Ahora es cuando puedes explicarles la diferencia entre lo que sucede en un primer plano y lo que pasa al fondo. En primer plano hay un hombre que se arrodilla y que entrega una llave a otro que la recoge, es la la llave de la ciudad de Breda que se rinde. Hay dos ejércitos, uno a cada lado, ¿ tienen distinta cara? ¿ Están tristes o contentos? ¿ A dónde se dirige nuestra vista? El cuadro está pintando con colores oscuros..pero nuestra vista salta por él dirigido de una “mancha” blanca a otra como puntos de luz, marcando  una diagonal que lo recorre : la bandera de la esquina derecha, los cuellos de los caballeros, el soldado con la  mano levantada y la camisa ensangrentada. A cada lado del cuadro hay dos personajes que nos miran..el de la derecha es Velázquez.   Conviene enseñarles también que no todo está pintado con el mismo detalle.


5. Las tres gracias de Rubens ( Museo del Prado)
El comentario “ son señoras gordas” es inevitable, puede que incluso sean tan cabrones como para decir “ como tú”, pero eso da igual, es parte de aprender a mirar. Rubens pinta a tres señoras “gordas” y desnudas. ¿Cómo están colocadas? ¿ Vemos las caras a las tres? ¿Están desnudas del todo o llevan alguna prenda? Cuéntales que Rubens las pinta sin tener un lápiz “color carne”..usa solo los tres colores básicos:  amarillo, rojo y azul. Haz que busquen las pinceladas de azul que son más evidentes.  Otra buena pregunta es ¿Dónde está el punto de vista? ¿Las vemos desde arriba o desde abajo? Y por supuesto..¿Qué hay al fondo? 




¿Qué está pasando en la estación? ¿ El tren llega o se va? ¿ Es de día o de noche? ¿Qué colores predominan? ¿Cómo es la pincelada? ¿ Está todo “dibujado” o son más bien manchas? ¿Cuántos triángulos hay? ¿Hacia dónde va la mirada? Monet dirige con la composición la mirada hacia arriba, siguiendo la estela del humo de las locomotoras y lo hace con la luz y con las líneas del edificio que nos dirigen  Las líneas de las vías que nos llevan hacia fuera. Es un buen momento para explicarles que los trenes ya no van a vapor..y esas cosillas. 



 Es el dormitorio del pintor. ¿Qué tiene en su cuarto? ¿De qué material son las sillas? ¿Y el suelo? ¿Cómo se abre la ventana? ¿Qué colores predominan? Amarillo, azul y verde…esos son los colores que predominan y que son fríos. ¿Dónde se va la vista?  A las dos manchas oscuras entre marrón y rojo, la mesa y la manta de la cama, que son colores cálidos. ¿Cuántas puertas hay? Todas las líneas rectas van en la misma dirección..incluso las verdes del suelo..¿a dónde dirigen nuestra vista?  ¿Cómo consigue hacer que el agua de la jarra y la botella sea transparente? ¿Cómo nos indica que lo que hay encima es un espejo? ¿Cómo lo sabemos?   Por supuesto, aquí hay que contar la historia del pintor y lo de la oreja..que no se crean que se lo inventaron un grupo musical. Ah y si queréis enlazarlo, encima de la cama hay un autorretrato de Van Gogh.  



Este les flipa. Aquí no hay que preguntar qué vemos, si no ¿Cómo está pintado? Hay que acercar la vista y ver que está pintado a partir de puntos de color. “Puntillismo”. Los puntos son de colores y al alejarte la vista los va mezclando y formando las figuras y la composición, pero si te acercas no ves nada más que puntos de colores.  Las pinceladas no son tales sino que sonpuntos y la mezcla de colores la hace tu vista.  Conviene enseñárselo junto con cualquiera de los anteriores para que comprendan la diferencia.  Una vez explicado esto, hay muchísimas cosas para ver en el cuadro todas reconocibles para ellos: niños jugando, barcos, árboles, sombrillas,  perros, gente paseando, merendando…



¿Qué vemos dentro? ¿Qué vemos fuera? ¿Qué colores predominan? Enséñales que la curva de la guitarra es como la de la botella y que la nube es como las montañas nevadas del fondo. ¿Cómo son los objetos transparentes? ¿Se parece a Van Gogh? ¿Están todos los objetos vistos desde el mismo punto de vista?


 


¿En qué se diferencia de todos los anteriores? Es en blanco y negro. ¿Por qué? ¿Que nos cuenta? ¿ Algo alegre o algo triste? ¿Cuántas mujeres hay? ¿Y animales? ¿Y la bombilla sol? ¿Hay varios planos o todo está en el mismo? ¿Todo se ve desde el mismo punto de vista?  Por supuesto hay que contar la historia, un bombardeo que destruye una ciudad y la gente chilla, las casas arden y muchas personas mueren. ¿Es un cuadro grande o pequeño? ¿Se parece a Juan Gris? 



De Hopper vale casi cualquiera. Para los niños es un artista que les resulta cercano porque todo lo que pinta lo reconocen, son cosas de su entorno.  ¿ Qué vemos aquí? Es un edificio parecido a los de nuestras ciudades.¿Por dónde se pone el sol? ¿Sólo hay esa luz? ¿Cuántos puntos de luz hay en el cuadro? ¿Qué hace la gente que vemos por las ventanas?  ¿Dónde caen las sombras? ¿Cómo está pintado? ¿Con detalle o a pinceladas grandes? ¿Qué están haciendo las personas que vemos por las ventanas?

 

De Rothko vale también cualquier cuadro. No es lo que hay en el cuadro, es como te hace sentir. Hay que mirarlo muy fijamente , y si pueden verlo in situ, que se acerquen mucho hasta que el color les envuelva. En este caso que el color es rojo, es un color que envuelve, que da calor, que acoge. Y “rojo” no es absoluto, son tres rojos distintos. ¿Cómo pueden ser de distintos?  No hay nada “pintado” pero el cuadro hace sentir. ¿Qué es la abstracción?  




A mirar un cuadro se puede aprender igual que se aprende a leer. Una vez que entiendes lo que ves, puede gustarte o no, pero los cuadros están llenos de cosas para enseñar y para aprender. ¡¡ y no son un rollo!

Publicado originalmente en Unadocenade

jueves, 24 de enero de 2013

MI TARDE CON ENRIC GONZÁLEZ




Por razones que no vienen al caso estoy disfrutando de unas vacaciones de solterismo. Solterismo desde las 9 de la mañana que despido a las princezaz que se van al colegio, hasta las 5 que como buena madre (aunque falsa) las recojo en el colegio. 8 horas libres a mi entera disposición. 

Como llevo 12 años, 1 mes y 23 días condenada a la vida en el polígono de Mordor, cuando disfruto de días laborales en Madrid me comporto como si fuera de provincias. Voy caminando asombrada de la cantidad de gente, de los coches, de las muchísimas tiendas que hay y de la actividad incesante de la ciudad. Me paso la vida en un polígono industrial, en las brumas de Mordor que apestan a pienso de perro y con bolas de paja que ruedan…llego a Madrid y me siento Alfredo Landa en Vente a Alemania Pepe. 

El caso es que estoy disfrutando de mis vacaciones de solterismo muchísimo. Y no, no me gustaría pasarlas con las princezaz y El Ingeniero por ahí. Esto me va a restar puntos en el ranking de madres entregadas pero me da igual. Estoy feliz. 

Además de feliz, estoy superenergética y con ganas de hacer cosas y una de las cosas que me apeteció hacer ayer fue ir a la presentación del libro de Enric González que hacían los intensos de JotDown en la librería Méndez en la calle Mayor. 

Cumplí un poco por encima mis obligaciones maternales de tarde con laz princezaz y salí corriendo a pillar el metro.

-        Mami, ¿dónde vas?

-        A la presentación de un libro.

-        ¿Más libros?? Pero si tienes miles...

-        Ya pero este es de un escritor que me gusta mucho…

-        Mami…te gustan más los libros que nosotras.

-        ¡Claro que no!! Pero con vosotras estoy todas las tardes y este señor solo está hoy.

-        Bueno...vete pero tráenos algo. 

Con la conciencia tranquila por el permiso de las princesas y mi carácter de madre desnaturalizada me lancé al metro a las 6 de la tarde. Y para seguir cumpliendo con mi papel en la vida...llegué tarde. 

Estaba completamente petado. Fui capaz de abrir la puerta, cerrarla y quedarme pegada a ella. Había muchísima gente, muchísimos, muchísimos tíos y todos obviamente  más altos que yo. Allí estaba yo, al final de la librería, con mi abrigo de caperucita roja sin ver nada. ¿He comentado que había muchos tíos? Una proporción alarmantemente alta de tíos...conté 10 tías en toda la librería...en fin, pensé que mi afición por Enric era compartida por más mujeres. 

Poco a poco,  y haciendo la lagartija fui avanzando posiciones, hasta conseguir colocarme cerca de una estantería dónde apoyarme y dejar el bolso y el abrigo. Lamentablemente estaba al lado de Pérez Reverte pero no se puede tener todo. 

Desde esa posición estuve escuchando hora y media a Enric y a Ramón Lobo sin verles. Sólo oía lo que contaban del libro, de la vida de Enric, anécdotas, quejas, lloriqueos periodísticos (de esto ya escribiré un post). Habló sobre sus libros, sobre su fichaje por El Mundo, comentaron la manifestación que durante un rato atronó la calle Mayor…Estuvo muy entretenido, un poco largo para los que estábamos de pié sudando la gota gorda pero muy entretenido.  Hubiera estado mucho mejor si no hubiera tenido que escuchar las cosas que P. Reverte decía alegremente pensando que nadie le oía o pensando que los que le oíamos le hacíamos la ola. En cualquier caso, me sirvió para comprobar que yo tenía razón en mi apreciación sobre él.
Al terminar el charleto, seguí haciendo la lagartija y mágicamente acabé la quinta para que Enric me firmara el libro. Por fin le vi. 

Enric se ha dejado el pelo largo, un poco rollito Richard Gere. No soy muy fan de Richard Gere, pero me parece una buena técnica. Primero Enric demuestra que no tiene un problema de caída capilar y segundo se tapa las orejas de soplillo. El único problema que le veo es que ese pelito largo derive hacia la ya conocida tendencia a envejecer hacia señora mayor que ya he comentado por aquí. Enric, no me hagas eso.
Al llegar mi turno y como me corresponde tuve una conversación absurda con Enric. 


-        Hola... ¿Cómo te llamas?

-        Molinos.

-        ¿Molinos? ¿Has dicho Molinos?

-        Bueno, si...es una historia larga pero es que publico con ese nombre...

-        ¿Escribes?

-        Bueno...sí, más o menos...algo parecido.

-        Vale, seguro que no dedico más libros a nadie con ese nombre.

-        Así pensado mola. 

Puestos a hacer el frikifan decidí tirar la casa por la ventana y le pedí si se haría una foto conmigo. 

Nos hicieron mil. Ahí estábamos, de pié, mirando a mi móvil y 3 cámaras más,  sonriendo como unos pánfilos. Era casi como un photocall, me faltaba el palabra de honor absurdo. 

-        Habéis salido movidos.

-        Soy yo que estoy temblando de la emoción con esta chica.- dijo Enric. 

Y ahí que me fui sonriendo más feliz que una perdiz. 

Salí y jarreaba. 

Una tarde genial. 

Ah casi lo olvido. Ramón Lobo es como Santa Claus pero con la barba recortada. Dijo que hacia las camas por la mañana y había aprendido a hacer pan. Quiero adoptarlo. 

Y casi olvido también que una descerebrada me reconoció pero no se atrevió a saludarme. Jamás pensé que diría algo así. 

Mi primer post sobre Enric