Al lío.
El mes empezó, como ya conté, de manera catastrófica. Como polvo en el viento de Padura es una novela aburridísima, plana, larga en exceso y absolutamente prescindible. Mi desrecomendación es clara: no os acerquéis a ella.
Sobre Toni Morrison he leído artículos, he escuchado referencias, he tenido recomendaciones pero nunca había cogido ninguno de sus libros. En Pretend is a city, Fran Lebowitz hablaba de Morrison maravillas, considerándola una de las personas más inteligentes que había conocido. Estas palabras sumadas a un artículo en el New York Times con una especie de guía para comenzar a leer sus libros hizo que, por fin, me decidiera a coger de la biblioteca una de sus primeras novelas, Ojos azules.
Necesitaba una lectura buena, buena de verdad y ha sido todo un acierto, espectacular. Es una novela tierna y muy dura, magistralmente escrita, (aunque Morrison se lamenta de sus errores de escritura en el epílogo de 1993), original y con una construcción temporal muy compleja que crea un ambiente que envuelve al lector al mismo tiempo que le aísla y le atrae. Es una novela sobre la infancia, la crueldad, la conciencia de ser algo distinto a los demás, los secretos que se intuyen y que solo se comprenden mucho más adelante en la vida, la pobreza, la raza. Hacia esa atmósfera envolvente que crea Morrison llegan los caminos de los personajes desde mucho antes de que ellos nacieran, son rutas que recorres para llegar al momento justo, al punto en el que todo confluye. Me ha recordado a Panza de Burro por ese retrato de la infancia, de la manera de hablar, de la construcción del hilo de los pensamientos y de la realidad en que se vive pero claro, sin menospreciar para nada Panza de Burro, aquí hay otro nivel de maestría, de talento narrativo más allá del artificio y la capacidad para captar la oralidad.
La novela comienza con una frase maravillosa: «Aunque nadie diga nada, en el otoño de 1941 no hubo caléndulas» y multitud de párrafos magistrales:
«Todos nosotros -todos cuantos la conocemos- nos sentimos más sanos tras habernos depurado en ella. Éramos muy hermosos cuando nos erguíamos a horcajadas sobre su fealdad. Su sencillez nos decoraba, su culpa nos santificaba, su dolor nos hacía resplandecer de bienestar, su torpeza nos hacía creer que teníamos sentido del humor. Su incapacidad para expresarse producía en nosotros la ilusión de que éramos elocuentes. Su pobreza preservaba nuestra magnanimidad de ricos. Incluso sus sueños visionarios los utilizábamos para silenciar nuestras propias pesadillas. Y ella nos lo consentía, y con ello se ganaba nuestro desprecio. Nosotros pulíamos sobre ella nuestros egos, almohadillábamos nuestro carácter con sus flaquezas y nos abríamos desmesuradamente a la fantasía de nuestra solidez.»
Corred a leer a Morrison. Yo seguiré leyéndola este año.
El domingo de las madres de Graham Swift ha sido el sorpresón del mes. Lo saqué también de la biblioteca porque lo tenía apuntado y aunque no recordaba quién me lo había recomendado (gracias Di), en esa lista solo están las recomendaciones de gente de la que me fío muchísimo.
1924, cuarto domingo de cuaresma en Inglaterra. Es el Domingo de las madres, el día que el servicio de todas las grandes casas tenía libre para ir a visitar a sus familias, a sus madres porque muchos niños entraban a servir con diez o doce años. En este domingo de las madres en concreto el tiempo es casi veraniego y la protagonista, la doncella Jane Fairchild, está desnuda en la habitación del señorito Paul Sherrigan en una escena llena de sensualidad que le da tres millones de vueltas a todos los Pamplona del mundo. No voy a destripar la trama pero la novela es prodigiosa, construida en torno a un día y en el futuro en el que se recuerda ese día.
Es una novela, entre otras muchas cosas, muy sensual, llena de sensaciones: las expectativas antes del sexo, la sensación de laxitud después, la consciencia del propio cuerpo desnudo que no se alcanza tantas veces, el calor por la ventana, el tacto de una alfombra, el viento en la cara, el tacto de los libros que precede a la dicha de su lectura. Lo voy a decir otra vez, es una novela magistral, llena de lecturas y que recuerda más a Retorno a Brideshead que a los Cazalet, aunque también tenga algo de la saga.
«¿Y si no se hubiera quedado en la cama, y hubiera bajado las escaleras con él, desnuda, con los pies fríos sobre el piso frío de baldosas de escaques, para coger una orquídea del bol y prendérsela en la solapa? "Para mí. Ya que no volveremos a vernos." Como en una escena descabellada de un cuento descabellado».
De esta novela, para cuando la terminéis, os recomiendo este episodio que le dedicaron en el podcast Un libro una hora.
De mi lista de recomendaciones fiables salió también Fresas silvestres de Ángela Thirkell recomendada por Elena Rius en su blog como lectura reconfortante. Y eso es Fresas silvestres, una novela que no te cambia la vida, ni te hace pensar ni te descubre algo que no sabías pero que mientras la estás leyendo te saca de tu vida y te lleva a una casa inglesa con una gran familia y sus líos. Sé que alguien pensará ¿se parece a los Cazalet? Pues así como la novela de Swift era mucho más seria que la saga de Elizabeth Jane Howard, esta es muchísimo más ligera y con muchísimo más humor. Se me está ocurriendo que si tuviera que hacer un ranking de novelas de familias inglesas con grandes casas en función de su seriedad irían asi: Retorno a Bridshead, El Domingo de las madres, Las Crónicas de los Cazalet y Fresas Silvestres. Esto no quiere decir que Retorno sea mejor que Fresas, son novelas diferentes que tienen intereses distintos y que no se pueden leer esperando de todas lo mismo. Dicho esto, corred a leer Fresas silvestres y a desear tener vestidos con vuelo y fiestas a las que ir.
La última lectura del mes ha sido fallida, también era una recomendación pero solo me ha gustado hasta la mitad luego me he aburrido y he llegado al final derrapando y dejando las últimas veinte páginas sin leer. Estaba tan aburrida que ni siquiera he sido capaz de hacer ese esfuerzo para saber qué le pasaba al protagonista. Me da igual. La novela en cuestión es La cuadratura del círculo de Álvaro Pombo. Una novela de caballerias, medieval que cuenta las aventuras de Acardo, un joven caballero de principios del siglo XII. No tengo nada en contra de las novelas medievales, la serie de Los Reyes de Francia es una de mis lecturas más queridas pero aquí, Pombo empieza muy bien contando las vicisitudes de juventud y de la entrada a la vida de Acardo y acaba navegando en un mar de aburrimiento y pretenciosidad cuando lo convierte en templario. ¿Es una mala novela? No. ¿Es aburrida? a partir de la mitad, sí. Pombo es un fantástico escritor pero creo que aquí llega un punto en que le gusta más su escritura que sus personajes y eso, para una novela de caballerías, es fatal.
Un mes regulero. Aprended de mi errores. Corred a leer a Swift y a Morrison y hasta los encadenados de abril que espero sean mejores.