domingo, 8 de agosto de 2021

Experimento. Sábado, 7 de agosto

Sábado, 7 de agosto.


«La casa donde uno vive, además de terminar convirtiéndose en un techo y un refugio contra las inclemencias y amenazas de fuera, también es una elección moral. Su amplitud o su mesura, su lujo o su austeridad, sus materiales o la altura de sus techos, terminan por reflejar lo que somos, del mismo modo que la forma de adquirirla: con el esfuerzo propio o con malas artes, con hipoteca o especulando o manipulando documentos». Leo un artículo de Eugenio Fuentes contando una visita al Pazo de Meirás. No sé si la casa donde vives es una elección moral o simplemente la consecuencia de tus posibilidades económicas. Todo el mundo quiere tener una buena casa, una casa acogedora. Unos querrán cuantos metros mejor, otros cocinas pequeñas para limpiar poco, otros vistas al mar, otros seis dormitorios y otros querrán tantos baños como personas vivan pero al final, lo que todos queremos es un sitio acogedor en el que refugiarnos. La familia Franco hizo una elección inmoral y se quedó con algo que no era suyo, lo inscribió como propiedad privada particular pero cargó al presupuesto público su mantenimiento. No sé si la elección de la casa es una opción moral pero sí se que no todos seríamos así de inmorales. 


Escribo esto en esta casa que mi madre compró hace más de veinte años. Tampoco fue una elección moral, fue un deseo de tener algo en este valle en el que había sido muy feliz con mi padre que había muerto tres años antes. Es una casa pequeña y acogedora, no queremos más. Todos los muebles vienen de algún otro sitio: la mesa de centro la hizo mi hermano con restos de madera que sobraron de la construcción del porche de Los Molinos, el aparador ya existía cuando yo nací, la mesa de comedor y las seis sillas estaban en la casa de Los Molinos cuando la compramos. Las camas han llegado todas de casas de otros familiares de los que ya he olvidado los nombres y las caras. Los sofás son nuevos, si nos vale como nuevo algo comprado hace veintidós años y ya retapizado. Todas las cortinas y las colchas las hizo mi madre.


¿Nuestra casa es una elección moral? No lo sé. Lo que sí es una elección moral es que no se parezca a ninguna otra, que sepa a ti, a tu familia, a tu historia, a lo que en ella se ha vivido, que huela a tu familia. 


«Un pueblo nómada aprende a llevarse sus hogares consigo, y los objetos familiares se despliegan o se reconstruyen de lugar en lugar. Cuando nos mudamos de casa, nos llevamos con nosotros el concepto invisible de hogar, que es un concepto muy poderoso. La salud mental y la estabilidad emocional no requieren que permanezcamos en la misma casa o en el mismo lugar, pero requieren una sólida estructura en el interior, y esa estructura se construye en parte con lo que sucede en el exterior. El interior y en el exterior de nuestras vidas son el caparazón en el que aprendemos a vivir». (¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Jeanette Winterson. 



2 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Yo me siento una persona de barrio. No sé si soy así pq vivo allí o vivo allí porque soy así.
Nunca me he cambiado de casa mas que por casarme. Como la consuelo sigue vibiendo alli es un poco no haberse mudado.
Lo mas parecido a ese sentimiento de espacio abandonado lo tuve con la venta de la casa de los abuelos lo puse en un post.
Besos desde las montañas.

http://elchicodelaconsuelo.blogspot.com/2015/03/la-casa-de-los-yayos.html?m=1

Anónimo dijo...

Ocho mudanzas en 21 años de independiencia...
Decían que un hogar es donde cuelgas el sombrero; ahora que ya no llevamos sombrero, puede ser el lugar donde escuchas reir a tus hijas mientras juegan al Uno, donde un vermú con amigos se prolonga hasta las copas de después de cenar o donde está esa cocina que hace que la casa huela a caldo las mañanas de los domingos de invierno.