miércoles, 7 de junio de 2023

Podcasts encadenados: Un premio Pulitzer, un paseo nocturno y ¿qué sabes de Martin Luther King?


Bueno, bueno, bueno… no sé ni por dónde empezar este mes. Lo mejor va a ser que empiece por el increíble éxito de escucha que ha tenido
Svetlana, Svetlana! entre los un éxito sin precedentes en estos posts. He recibido muchísimos mensajes de oyentes que se quedaron enganchadísimos a la historia y a su host y hasta de alguien que ha decidido incluir alguno de los destinos que aparecen en el podcast en su próximo viaje a los Estados Unidos. 


¿Seré capaz de repetir ese éxito? No lo creo, pero ¿cuando he escrito yo algo buscando el éxito? Ni quiera mi currículum.


Al lío. 


Este mes ha sido espectacular en escuchas: tantas cosas y tantas cosas buenas. Ojalá poder contarlo todo, pero voy a empezar por mis dos favoritos: los dos que me han dado ganas de llorar por lo bien hechos que están y porque sé el tiempo y el trabajo que se han dedicado a ellos. 


El primero, que terminé ayer de contestar, ha ganado este año el premio Pulitzer como mejor podcast periodístico. Es la segunda temporada del podcast canadiense Stolen y que se titula Surviving St. Michael´s. Hace unos años Connie Walker, la host del podcast, vio en FB que uno de sus hermanastros compartía una historia que su padre le había contado: En los años 90, mientras patrullaba por una solitaria carretera en la provincia de Saskatchewan, vio un coche que hacía algo raro. Lo paró y, cuando se acercó a identificar al conductor, lo reconoció, lo sacó del coche y le dio una paliza. Ese conductor era uno de los curas que durante su estancia en el colegio St. Michael había abusado sexualmente de él.  


Connie siempre había tenido una relación distante con su padre. Su madre se separó de él cuando ella tenía 7 años y no volvió a verlo hasta los 14. A partir de ahí tuvieron una relación esporádica y puntual; y lo que Connie recuerda de su infancia es que su padre bebía mucho y a veces era violento. Cuando descubre la historia que ha compartido su hermano piensa que en realidad no sabe quién era su padre y decide investigarlo. 


Los 8 episodios de Surviving St. Michael’s son un viaje al genocidio cultural llevado a cabo por el gobierno canadiense durante cien años ayudado por la Iglesia Católica. Desde finales del siglo XIX y hasta los años 90 del siglo XX en 130 internados operados por la Iglesia se dedicaron a «educar» a los niños de las tribus nativas de Canadá para hacerles olvidar su lengua, su cultura, su religión y sus costumbres y «asimilarlos». A las familias se las amenazaba con quitarles a los niños si no los mandaban a esos colegios y allí iban los niños con 5 o 6 años hasta los 16 o 17. En esas escuelas sufrían todo tipo de abusos: se les retiraba el nombre y se les asignaba un número; se les prohibía hablar su lengua materna (y si lo incumplían recibían palizas); pasaban hambre y frío (uno de los testimonios cuenta cómo, de merienda, les tiraban mondas de fruta y migas de pan al suelo para que, como animales, se tiraran a comerlo); se les prohibía hablar con sus hermanos; se les obligaba a limpiar y encargarse de todo el mantenimiento de la escuela; y sufrían abusos físicos y sexuales continuados. Recientemente se han encontrado incluso tumbas con centenares de niños asesinados en esas escuelas. 


Connie entrevista a las hermanas y hermanos de su padre, todos alumnos de esas escuelas, que le cuentan historias con las que se te saltan las lágrimas. Aparte de conocer sus testimonios, Walker quiere saber quién podría ser ese cura al que su padre dio una paliza en una carretera solitaria. En esa investigación descubre datos impresionantes, datos que te hacen gritar de rabia porque ¿cómo algo así ha podido suceder? ¿Cómo es posible que esos curas y monjas (que también las hay) cometieran esas atrocidades y no hayan sido juzgados por ellas? ¿Por qué la Iglesia protege a esa gentuza? 


Se que la historia es durísima y puede echar atrás, pero es un podcast impresionante, muy bien trabajado, muy bien contado, con un componente emocional que viene por un lado de la tragedia que cuenta y por otro de la relación familiar de Connie con todos los entrevistados, y que va cambiando según avanza en su investigación. Incluída la relación con su padre que murió hace unos años. 


Con Stolen: Surviving St. Michael´s he llorado como nunca había llorado con un podcast. El cuarto episodio, construído con los testimonios de supervivientes contando sus experiencias como niños de 6, 7, 8 años pero con sus voces de señores y señoras de 70, 80, me hizo llorar tanto que casi no podía conducir. «Para mí, justicia es cómo he criado a mis hijos, cómo los he abrazado cada día, los he besado y les he repetido que les quería», dice uno de ellos. 


Para compensar esta tragedia os traigo Nightwalking, una miniserie de 4 episodios del podcast Constellation Prize que es una monería. Y, además, muy diferente a cualquier cosa que hayáis podido escuchar. Es original en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu prima decide que en su boda en segundas nupcias su vestido va a ser del mismo color que el de su marido porque eso les parece «original y divertido», cuando no es más que hacer el mamarracho), interesante, profundo e intenso, también en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu amiga del colegio, después de divorciarse, decide hacerse coach emocional para sanar vidas). 


Bianca Giaver tiene un abuelo y una abuela. Tendrá más, pero estos son los que aparecen. El abuelo tiene más de 90 años, nunca ha sido religioso, no cree en nada y para él la vida es sencillísima: no puedes evitar nada de lo que te va a pasar, así que no hay que preocuparse. La abuela vive sola en Eslovaquia y, cuando Bianca la visita por primera vez, lleva diez años sin salir del apartamento en el que vive porque las rodillas la matan de dolor. La abuela, además, no habla inglés; pero tiene la casa llena de fotos de Bianca y su hermano, que nacieron en Seattle y son estadounidenses. Bianca tiene como foto favorita una en blanco y negro de su abuela diciéndole adiós desde la ventana el día que se fue. 


¿Qué papel juegan los abuelos en Nightwalking? Poco, no son importantes para la trama, si es que hay alguna, pero quería traerlos aquí porque los cuatro episodios están llenos de detalles así que, si no estuvieran, no se echarían de menos pero que, al estar, dan una textura y complejidad a la historia que la enriquece y la diferencia. ¿De qué va entonces el podcast? Pues Bianca, en plena pandemia, se aburre como todos. Pero ella tiene la suerte de, en el verano de 2020, poder salir de Brooklyn e irse a pasar el verano a una cabaña en Vermont con su compañero de piso. Allí se aburre igual, pero está en el campo y, como es joven, entra en una crisis existencial del tipo: ¿Quién soy? ¿En qué creo? ¿Me voy a quedar toda la vida sola? Sé que todo esto suena de pereza máxima PERO, contra lo que todo parece indicar, Bianca no es una petarda y cae bien. Por una serie de cosas que no voy a reventar, acaba compartiendo un reto con una poeta famosa: Terry Tempest Williams. Durante catorce noches saldrán a dar un paseo nocturno y, al volver a casa, escribirán una carta que se mandarán por correo electrónico y, obvio porque esto es un podcast, también se grabarán leyendo. A partir de esta idea, tan de pandemia, Bianca teje cuatro episodios llenos de reflexiones, anécdotas, historias y dudas; con un diseño sonoro muy interesante y que funciona como he dicho al principio: como una monería, como esa pieza de cerámica que compras en un viaje y te da gusto mirarla en tu estantería. Algo así. 


Además sale Mandy Patinkin y Bianca es una chica lista a la que he leído una reflexión sobre los podcasts que comparto totalmente: 


My friend Erica (Heilman) told me that when she worked at PBS New Hour their motto was “Dare to be boring.” I think this is a great rule. Podcasts are too afraid to be boring and this prevents them from taking risks. And even when they’re trying not to be boring, they end up boring anyway. So why not embrace it?


Los podcasts no quieren ser aburridos y tratando de evitar ese supuesto aburrimiento se niegan a contar historias de manera pausada, tomándose su tiempo, explicando las cosas con detenimiento. Me recuerda a esos lectores que, si ven muchos párrafos al hojear un libro, piensan: «no hay diálogo, menudo rollo»; sin llegar a plantearse que en esas páginas les puede estar esperando la historia de sus vidas. Ahora la mayoría de los podcasts quieren ser diálogo, charla; y se pierde, en muchos casos, ese supuesto aburrimiento que es donde muchas veces está la magia de este medio... En cualquier caso, Nigtwalker no es aburrido. Escuchadlo. 


Tras la monería, otro podcast serio. ¿Qué sabes de la muerte de Martin Luther King? Yo sabía que fue asesinado, que poco después mataron a Bobby Kennedy y que en su honor en Estados Unidos es festivo el tercer lunes de enero. Escuchando Holy Week, de The Atlantic, he aprendido tantísimo que me ha dado vergüenza la enormidad de mi ignorancia; y eso que el podcast solo se centra en esa semana: los siete días siguientes al asesinato de King el 4 de abril en 1968. 


No es un true crime. De hecho, sobre el asesinato no se cuenta apenas nada: solo cuándo ocurrió. ¿Qué sucedió cuando mataron a King? ¿Qué fuerzas se desencadenaron? ¿Qué problemas políticos? ¿Qué esperanzas desaparecieron? El primer episodio es una obra maestra, llevándonos a esa semana, a ese día, cuando había otras noticias importantes que, sin embargo, desaparecieron por la magnitud del asesinato. La música, el tono, el guión, los testimonios… Todo está enfocado al propósito de transmitir una idea: ¿qué hubiera pasado si no le hubieran matado? Desde ese primer episodio viajamos a las historias de particulares que estuvieron en esos días, esa Semana Santa, y que cuentan cómo se enteraron, cómo lo vivieron, cómo salieron a las calles a protestar, o a llorar, o incluso a participar en revueltas y saqueos. Toda la narración, esos siete días, se construyen con las historias particulares de personas normales y corrientes que no sabían que estaban viviendo un momento histórico y que los detalles de su vida (qué llevaban puesto, cuándo vieron por última vez a un ser querido o con quién hablaban por teléfono cuando se enteraron de la noticia) formarían parte de su memoria de esos días. Esta manera de tejer el sustrato de la información ya lo trabajó igual el equipo de Holy Week, incluido su host Vann R. Newkirk II (mis respetos a alguien que pone el II siempre en su nombre), en Floodlines, otro podcast de The Atlantic que ya recomendé con entusiasmo hace algunos años. 


No voy a engañar a nadie: es un podcast «para mayores». Es un tema muy serio y muy denso del que desde aquí no tenemos ni idea, pero su escucha es una experiencia interesantísima. El asesinato de Martin Luther King y todo lo que desencadenó sirve para contar cuál era la situación política y social de Estados Unidos a finales de los años 60.  Por ejemplo, no tenía ni idea de que King era muy poco popular justo antes del asesinato (más impopular en las encuestas que la Guerra de Vietnam) o que entre ciertos colectivos de la comunidad negra creían que King no estaba haciendo nada por acabar con el racismo o que Lindon B. Johnson se puso de perfil tras el asesinato porque le convenía políticamente.


Es un podcast perfecto en el que no quiero dejar de señalar una cosa. En los ocho episodios los efectos de sonido son casi inexistentes, pero todo está construído a partir de una música que recrea el ambiente, que lleva al oyente a aquellos días, a la tensión, la sensación de incertidumbre, el vértigo y la incredulidad, las protestas, la desilusión y el fin de la esperanza. Me repito, pero es que es algo impresionante. Y acabo de buscarlo y es música de Julius Eastman interpretada por Wild Up. 


El arte y la web son también magníficos y hay transcripción de todos los episodios. De su página he sacado este pantallazo que explica muy bien por qué Martin Luther King era odiado en sus días y ahora es considerado un mártir. 


Supongo que hasta aquí no ha llegado nadie. Lo siento, porque aquí viene la recomendación en español que no podéis perderos este mes. El enemigo. El crimen de la viuda de la CAM es el documental de investigación que acabamos de lanzar desde El País Audio. ¿Es un true crime? No. Es un podcast periodístico en el que Braulio García Jaén y Bárbara Ayuso reconstruyen no solo el asesinato de María del Carmen Martínez, «la viuda de la CAM», sino todo lo que había detrás: unas relaciones familiares muy tirantes, nuestro propio Succession, que desencadenaron o no el crimen. Además, entre todas las voces que participan está la más importante: la de Miguel López, el principal sospechoso, que cuenta por primera vez su versión. Acaba de estrenarse y serán 4 episodios.  


Breves, porque ya no hay tiempo para más: 


  • Me he enganchado bastante a Wiser than me, con Julia Louis Dreyfus. Me entretienen todos, pero del episodio con Diane von Furstenberg me quedo con lo que dice Diane: «Es feo preguntar ‘¿cuántos años tienes?’ Es mucho mejor preguntar ‘¿cuánto has vivido?’; cambia la percepción del tiempo por completo».

  • Believe in magic. Esta serie también la he escuchado completa en mayo. Es de la BBC y cuenta la historia de Megan, una adolescente británica con un tumor cerebral que fundó una asociación para cumplir los sueños de los niños enfermos. Por supuesto en esta historia hay gato encerrado y Jamie Bartlett la cuenta fenomenal. 

  • Frontlines of journalism, también de la BBC. Si sois periodistas, o si sois personas medianamente preocupadas por la información que recibís, os interesarán estos 10 episodios de metaperiodismo. ¿Qué es la verdad? ¿Se puede ser neutral? ¿Ser imparcial debe ser el objetivo del periodismo? ¿Qué peso debe tener tu historia en lo que cuentas? ¿Quién paga la información? Son episodios de 10 minutos interesantísimos. 



2440 palabras y se me han quedado cosas fuera. Mi más rendido agradecimiento si has llegado hasta aquí sin morir en el intento. 

Pues con esto ya estaría. El mes que viene más pero dudo que mejor.

Entrando aquí está en Spotify la lista de Podcasts encadenados.

Si escuchas algo de todo lo que he comentado, ven a contármelo: me hará ilusión.


domingo, 4 de junio de 2023

Breve. Hacer un Tallón

Vuelvo a escribir desde mi sofá mientras, por fin, se hace de noche en Madrid. Llueve y casi parece octubre cuando los faros de los coches iluminan el asfalto mojado. No escucho el tráfico ni la lluvia. Si entrara un asesino, un ladrón para desvalijar la casa o un okupa (¡JA!) tampoco lo escucharía. Por mi cumpleaños mis amigos me regalaron unos auriculares de profesional y, aparte de para escuchar y editar podcasts, los uso para oir música y me he enganchado a este aislamiento temerario, casi suicida. Si tuviera alarma de incendios o alguien llamara a la puerta para decirme que mi piso está infestado de cucarachas tampoco me enteraría. 

Intento escribir algo. Otra semana de mi vida se ha esfumado, ha quedado atrás y lo único que recuerdo de ella es que he encontrado la tapa de la tetera que desapareció hace mes y medio. Llevaba un mes buscándola. Bueno, en realidad, la busqué tres días. El primero, al no encontrarla en la encimera de la cocina ni en los armarios habituales, me rendí enseguida y pensé que era demasiado temprano para preocuparme por eso. El segundo, como se me había olvidado que la había perdido, volví a buscarla en los mismos sitios y me rendí porque no tenía tiempo. El tercero busqué en algún otro armario mientras blasfemaba contra mis hijas por no guardar las cosas en su sitio y en mi fuero interno temía que hubiera sido yo misma la que la hubiera tirado a la basura. No es la primera vez que soy la responsable de tirar el cuchillo favorito, el pelador perfecto o la única cuchara de palo que de verdad me gusta. 


Durante unos días me dio rabia. Esa tetera es especial, es un regalo perfecto. Hace un par de años estaba al final del caminito de chuches que A me había preparado. Él sufre, cada año, por mi cumpleaños. Suda tinta china para encontrar qué regalarme, nada le parece suficiente, ni a la altura. Siempre acierta. Ese año, al final de su caminito había una tetera y cuatro tazas. Compartimos casi cumpleaños y nuestra afición al té. Cada mañana, cuando desayuno, recuerdo ese día y su alivio y nuestras risas al ver que nos habíamos regalado lo mismo. 


Luego lo olvidé. Me acostumbré a la tetera sin tapa. Incluso pensé que, para alguien tan poco purista como yo, me daba igual que tuviera o no tapa. En estos casos, cuando me pillo en estos pensamientos tan de persona poco detallista, es cuando me doy cuenta de que soy una cutre. Ayer encontré la tapa de la tetera en el cajón donde guardamos la piedra de afilar los cuchillos buenos, el rollo de bramante para atar los solomillos de pavo y el redondo de ternera, los mondadientes, las pinzas de IKEA para cerrar las bolsas, los palillos del japo y la redecilla de cocer los garbanzos. Si ese cajón fuera un restaurante sería lo que llaman “cocina fusión internacional”, es decir: algo completamente sin sentido, donde va a caer lo que no encaja en ningún otro sitio. ¿La busqué ahí? No ¿Quién la metió ahí? No lo sé. 


Tres párrafos sobre la tapa de mi tetera. 


Cuando la encontré lo primero que pensé fue: de esto puedo escribir algo, a lo mejor puedo hacer un Tallón: dícese de la habilidad (magistral en su caso, simplemente graciosa en el mío) de, partiendo de la más absoluta nimiedad, hacer que el lector continúe leyendo creyendo que llegará a alguna parte, que al final habrá un giro, una conclusión, una chispa de inteligencia que le deje pensando o, al menos, sonriendo. Mientras me reencontraba con la tapa y le murmuraba «me alegro de verte, sin ti no era lo mismo» pensé en que mi cocina está llena de cosas que me recuerdan momentos y viajes y compras compulsivas que no resultaron ni mucho menos tan satisfactorias como pensaba. Cada vez que saco un cuenco y me toca uno de los «de Portugal» que compramos durante el viaje de «fin de novios» pienso en aquellos días de 2001, un mes después del 11S. ¿Qué me preocupaba entonces? Lo sé: me preocupaba saber si casarme había sido buena idea, si encajaría en un matrimonio, si sabría estar casada. Tengo también, en uno de esos cajones esquineros que parecen ingeniosos en la tienda de muebles de cocina pero que después no usas nunca, una huevera de alambre con forma de gallina. No sé de dónde ha salido. En los últimos dos meses he pensado alternativamente en empezar a usarla sacando los huevos del cartón donde pone que vienen de «gallinas criadas en suelo», aunque empiezo a pensar que no hay suelo suficiente para tantas gallinas, o tirarlo. No he hecho ninguna de esas dos cosas: cuando vuelva a vivir en esta casa dentro de cuatro meses retomaré esa disyuntiva. En mi cocina hay también una especie de cubitera gigante blanca en la que hace algunos años, cuando trabajaba en la televisión, me enviaron varias botellas de champán. ¿Por qué no la tiro? Porque ahí lavo las «converse», casi caben todos mis pares; bueno, la tercera parte de los que tengo. En el suelo negro de la cocina mis hijas culebreaban o brincaban o bailaban cuando jugábamos al circo para entretenerlas mientras les colaba fruta de merienda o de postre en la cena. Cuando desayuno, con tetera con o sin tapa, siempre tengo ese fogonazo: ellas pequeñas, con sus batitas verde musgo, gritando «¡el circo, el circo!». 


Lo primero que escribí ayer en mi cuaderno rojo fue «he encontrado la tapa de la tetera». Luego, al terminar de apuntar lo poco destacable del día, fui a ver qué me preocupaba hace un año y resulta que tenía un dolor terrible de culo y de hombro y estaba completamente desfondada laboralmente. Nada de eso existe ya, no me duele nada y el curro va razonablemente bien e iría mejor si fuera un pulpo y tuviera 8 brazos y días de 26 horas en los que no me empeñara en escribir algo para lanzar al mundo. También escribí «me he aburrido como una ostra» y, al verlo en la página de mi cuaderno, pensé: ¿por qué como una ostra? ¿Por qué se aburren las ostras? Se pasan la vida mecidas por las olas dedicadas a su hobby favorito y cuando lo sacan (o se lo sacan ) a la luz todo el mundo lo admira. Las ostras viven jubiladas: mi sueño. 


Estos auriculares son tan buenos que están consiguiendo que me reencuentre con la música. Son tan buenos que me hacen bailar. Es noche cerrada, suena Florence cantando al mes de junio y puede que los vecinos me estén viendo mientras aleteo arrítmicamente en el sofá. 


Qué más da: he encontrado la tapa de la tetera. Espero no perder los cascos.


Y que Tallón me perdone.



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