lunes, 4 de enero de 2021

Lecturas encadenadas. Diciembre.


«No sabes cuántos inviernos te tiene reservados Zeus. Puede que esta sea el último". (Horacio)

Ya han pasado cuatro días de este año nuevo, ya he estrenado cuaderno, cambiado la colcha de mi cama, ordenado las fotos y colocado una lámpara nueva en mi cabecero para poder seguir leyendo sin gafas de viejito. Lo único que me queda para dar por cerrado el año anterior  y estrenar mi año decimocuarto como bloguera es escribir el post que no leéis y que además va a ser eterno porque en diciembre leí muchísimo. 

Al lío. 

Empecé el mes con un desastre, tan desastre que lo terminé en diagonal y con los ojos entrecerrados del aburrimiento. Una lástima porque Lorrie Moore es una autora que me gusta mucho o, mejor dicho, me encantan sus relatos y algunos de sus artículos pero sus novelas son un horror y no todos sus artículos son interesantes ni muchísimo menos. A ver que se puede hacer. Ensayos, reseñas y crónicas es, además de un título muy engañoso, el volumen que recoge un montón de artículos publicados durante años por la escritura americana. Digo que es engañoso porque la inmensa mayoría de los textos recogidos son reseñas de libros publicados hace treinta años. ¿Tengo algo en contra de las reseñas antiguas de lo que sea? Para nada. Las críticas teatrales de Dorothy Parker de los años veinte me encantan y este mismo mes he estado leyendo Slightly Foxed, una revista literaria inglesa, que recoge artículos y reseñas de libros publicados hace mil años y cuenta historietas sobre ellos. Con los autores ingleses me lo he pasado en grande, con Lorrie Moore me aburrí muchísimo tanto como para abandonar el libro. 

A pesar de todo esto Moore tiene mucho talento y algunos de estos textos se pueden rescatar, a mi me han interesado las críticas televisivas de The Wire o True Detective o Lena Dunham o los artículos sobre Richard Ford y Margaret Atwood, pero si no sabes de qué está hablando es como leer chino. Y doblé esquinas. Esta cita sobre el 11S que se aplica perfectamente a lo que estamos viviendo: 

«La interrupción de lo normal, de lo cotidiano, es lo que en verdad resulta inimaginable. El mundo es resiliente, no importa con qué intensidad interrumpamos nuestra vida diaria, siempre queremos recuperarla lo antes posible. El barniz de la civilización desciende rápidamente sobre todas las cosas, como una lluvia, y el polvo se asienta». 

Mi recomendación es que si queréis disfrutar a Moore leáis Pájaros de América. Si queréis leer esta recopilación yo os mando mi ejemplar.  

El karma o simplemente la casualidad hizo que después de Moore llegara una de las mejores lecturas del año: Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov.  Este libro llevaba en mi estantería año y medio, me lo recomendó uno de los infames en la Feria del Libro del 2019 y me daba bastante pereza. Ha sido una gratísima sorpresa, me ha gustado muchísimo. No se parece a ningún otro, se puede dar un aire a Sebald a ratos, a Auster en otros momentos o a Calvino pero con un toque muy diferente, exótico que le viene de ser búlgaro porque cómo escribió Fernando Portorosa en su columna sobre esta novela , de Bulgaria no sabemos prácticamente nada. 

Física de la tristeza es una especie de análisis de la tristeza como un fenómeno, un sentimiento, una sensación que nos acompaña toda la vida. Es el sentimiento que asociamos a la pérdida, a la nostalgia a la conciencia del paso del tiempo, al gris, a la infancia perdida, al recuerdo de los que ya no están, al olvido o a la incomprensión. Partiendo de todo eso y de como el mito del Minotauro, su obsesión desde niño, ha sido siempre algo que nos han contado mal, Gospodínov construye una novela que es como un laberinto, como si nosotros fuéramos el Minotauro y él fuera Ariadna con su hilo intentando guiarnos en la oscuridad porque el Minotauro no es un monstruo, es un niño abandonado. 

Física de la tristeza es un libro inquietante, divertido, nostálgico, entrañable y que se lee con un placer indescreptible, con el placer que surge de lo inesperado. En esta novela he hecho muchísimos hallazgos y he vuelto a tener la sensación de «yo no sé escribir» que me dejan las lecturas que me encantan. 

Gospodínov tiene un humor genial: 

«Es extraño que el socialismo y el vegetarianismo no se llevaran bien. Eran como el yogur y el pescado» 

Y es ácido, habla de una carta que le escribió una novia: 

«O este otro fragmento: "¡¡¡ Quiero que volvamos a ser felices como lo fuimos el ocho y el nueve de marzo!!!" Con tres signos de exclamación. Qué no daría por recordar qué fue lo que ocurrió el ocho y nueve de marzo»

O esto que no pensamos y es así: 

«No somos conscientes de lo difícil que es perderse hoy en día. Casi tanto como en su momento lo era no perderse».

Y reflexiones serias: 

«Me pregunto qué sensación de tiempo y eternidad tendrían aquellos anteriores a nosotros, en la noche de lo primitivo, aquellos que vivían en cabañas perecederas, que sobrevivían a sus cabañas, a sus fogones, que cambiaban de lugar, que medían en días y noches, en fuegos encendidos y apagados su propia vida. Ellos sí que vivieron eternamente, aunque muriesen con treinta años.» 

Corred a leer esta novela. 

Panza de burro de Andrea Abreu ha sido una de esas lecturas actuales a las que sucumbo porque la veo recomendado en todas partes. A estos libros siempre llego con mucha prevención porque ya sé que pasa con esas recomendaciones, que mucho lalalala y luego son un espanto. En este caso, sin embargo, Abreu consigue algo muy difícil, algo complejo para lo que hay que saber escribir muy bien y tener mucho oído: traspasar el habla canaria de una cría de doce años más o menos y su entorno a la página sin que resulte artificial ni chirríe. 

Panza de burro cuenta la historia de dos amigas, dos niñas, en sus vagabundeos durante el verano por su barrio que es su mundo porque no conocen nada más allá. La historia en sí no tiene mucho desarrollo, el valor de esta narración está más en la creación de ese escenario en el que Abreu consigue meterte, consigue que sientas la pobreza, los problemas ocultos de las familias, la "brumasera" ni deja ver el sol ni trae la lluvia y convierte el paisaje en una especie de Nada en la que el tiempo parece detenerse y no hay mucho que hacer ni ningún lugar al que ir. Mi mayor problema con este tipo de historias de amistad entre mujeres es que siempre hay una crece a la sombra de la otra o quizás es que las autoras eligen siempre narrar historias de amistades en desequilibrio y siempre desde el lado débil. Lo mismo ocurría en la tetralogía de Elena Ferrante pero allí era peor porque yo habría despellejado a las dos protagonistas en el primer volumen, no sé cómo aguante hasta el tercero. Aquí me ha chirriado pero Abreu consigue, a mi modo de ver, muchísimo mejor que Ferrante transmitir el habla de una niña y su visión del mundo. 

Original también la ortografía y la puntuación. Lo recomiendo si queréis leer a una nueva escritora con una primera novela interesante. 

«El cielo amaneció tan tapado que a la gente del barrio nos daba ansiedad de que lloviera o de que hiciera sol, pero que por favor no siquiera amenazando sin tomar ni un camino o el otro. A veces deseábamos la lluvia como quien pedía que la clavasen un cuchillo en el tronco porque estaba agonizando, como cuando los gatos le comían el rabo y las patas o les arrancaban la cabeza a las lisas y ellas seguían removiéndose en el suelo como si de verdad no se hubiesen muerto ya y pudiesen seguir viviendo sin cabeza». 

De mi último Delibes del año, Cinco horas con Mario, no puedo decir nada que no se haya dicho ya. Leí esta novela cuando tenía veintidos o veintitres años y recordaba que, en aquel momento, me había asombrado que se pudiera escribir una novela entera a partir de un monólogo sin resultar aburrido. (Estaba en esa etapa en la que uno cree que los diálogos son más entretenidos). Ahora viniendo de Panza de Burro, sorprendida por el oído de su autora para captar la oralidad, llegas a Delibes y madre mía, todo lo que le falta a Abreu está aquí: los personajes, la historia, una vida entera que se expande como una tela de araña y todos los sentimientos humanos: amor, ilusión, frustración, alegría, incomprensión, rabia, decepción, mezquindad, mediocridad, envidia, clasismo, ignorancia, superioridad moral, la necesidad de aparentar. La vida entera está en la historia que Menchu se cuenta a sí misma delante del cadáver de su marido.

Leyendo ahora, con veinticinco años más, me han parecido los dos unos pobrecillos. Ella en su estrechez de miras, aspirando siempre a otra vida, a que su marido fuera una persona que no era ni iba a ser nunca. Él sufriendo por un idealismo que le hacia despreciar a su mujer y sus necesidades sin que nada le importara y sufriendo toda su vida. Él tiene una depresión y me ha sorprendido como Delibes lo cuenta, como refleja la incomprensión social, ese ¿pero cómo vas a tener tú una depresión? 

«Es como lo de llorar, las primeras veces me desgarrabas el corazón, ¿eh?, ¡Dios mío, que hipo! Y "¿por qué lloras querido?" Y tú "no lo sé, por todo y por nada". ¿Tú crees que esas son formas? Y todavía Luis dándote por el gusto, que no es más que un Don Concedo "emotividad incontrolada. Depresión", que lo primero, vaya, lo admito, pero lo que yo le dije, y no me arrepiento, Mario, que me tuvo que oir, "deprimido no te lo consiento", tú dirás si tenías motivos, mira que eres, la comida a su hora, las camisas siempre a punto, una mujer pendiente de ti, ¿qué más puede pedirse?»

Leed a Delibes. Creo que esta frase es una de las que más he repetido este año. 

El tebeo del mes ha sido Bordados de Marjane Satrapi. Resulta que se lo había regalado a mis princesas el año pasado y no lo había leído. Me ha gustado muchísimo y me he reído. Antes de nada voy a aclarar que no tiene nada que ver con coser. Bordados se refiere a los estrechamientos vaginales que se hacen las mujeres en Irán, (y en otros lugares) cuando ya no son vírgenes para que los hombres tengan más placer. De esos "bordados" y de la visión que las mujeres tienen de las relaciones sexuales y amorosas se reúnen a hablar las mujeres en este tebeo: la abuela de Satrapi, sus amigas, su madre y ella misma. Cada una de ellas tiene una historia de amor o de horror o de las dos cosas a la vez. Es un tebeo divertido, tierno y con el que cualquier mujer, de cualquier país, se puede identificar en el tono, la complicidad al hablar con otras mujeres, la confianza, las historias y los secretos. Al leerlo se me ocurrió que es un tebeo con el que Almodovar podría hacer una gran película, lo veo.  

El penúltimo libro del mes ha sido uno que compré por impulso en la Librería La lumbre. Ni conocía al autor, ni había oído hablar del libro pero lo vi y me llamó. Otra vida por vivir de Theodor Kallifatides es la historia del propio autor, cuando después de llevar cincuenta años viviendo en Suecia y escribiendo en sueco decide que va a dejar de escribir. Vende su estudio, se libera de su rutina y se examina a ver qué siente. Dejar de escribir le provoca un cierto alivio, aunque no tanto como había pensado, y también desasosiego y, por primera vez en su vida, desarraigo. Llegó a Suecia huyendo de una Grecia que no quería y ahora es Suecia lo que no le gusta pero volver tampoco parece una opción. Es un librito breve con reflexiones sobre la vida, la vocación, la creatividad, la añoranza, el sentido de pertenencia, la lengua y el uso que hacemos de ella, el arraigo que te da conocer una idioma pero también la inseguridad permanente que acarreas siempre al escribir con él (en esto me ha recordado mucho a Agota Kristoff en La Analfabeta que tenía un capítulo entero sobre esto). Al final del libro vuelve a Grecia y todo esto del idioma tiene una resolución que me ha gustado muchísimo. 

He doblado muchas esquinas, es un libro impregnado de esa melancolía que a todos nos gusta, la de la nieve de Estocolmo y la de hora del atardecer en Grecia (alerta cursilismo por mi parte, no por parte de Kallifatides).

«Mi abuela no era periodista, ni filósofa, pero solía decir que las "las palabras no tienen huesos pero los rompen". Sabía lo que casi todo el mundo sabe: que una palabra puede hacer más daño que el cuchillo más filoso. Decir algo es hacer algo.»

Empecé el año leyendo El disputado voto del Señor Cayo y lo he terminado con La lluvia amarilla de Julio Llamazares.  Un círculo perfecto: empecé con Cayo sobreviviendo en casi soledad en su pueblo y lo he cerrado con el último año de Andrés de Casa Sosas en Anielle. La lluvia amarilla es, sin duda, uno de los libros más tristes que he leído en mi vida. Es una historia de un final, una historia sin esperanza, narra los últimos momentos de algo que jamás volverá y que no podrá recuperarse nunca. La muerte de un pueblo es como la de una persona, todo lo que ha sido desaparece y todo lo que podría haber sido deja de existir como realidad y como aquello que podría haber sido. Cuando avanzaba en la narración, pensaba que en los pueblos también se puede sentir el luto hacia delante, ¿como sería si no se hubieran ido todos? ¿Como serían las cosas si las casas siguieran habitadas? ¿qué voces se escucharían? ¿Qué vidas se vivirían si no nos hubiéramos marchado? 

La lluvia amarilla es la agonía de Andrés contada por él mismo.  El triunfo de la soledad que crece en forma de hiedra y malas hierbas colonizando las casas, las calles, los muros, las acequias y sube también por las piernas de Andrés, por su cuerpo hasta helarle el corazón hasta convertirse él también en ruina. 

«El tiempo fluye siempre igual que fluye el río: melancólico y equívoco al principio, precipitándose a sí mismo a medida que los años van pasando. Como el río, se enreda entre las ovas tiernas y el musgo de la infancia. Como él, se despeña por los desfiladeros y los saltos que marcan el inicio de su aceleración. Hasta los veinte o treinta años, uno cree que el tiempo es un río infinito, una sustancia extraña que se alimenta de sí misma y nunca se consume. Pero llega un momento en que el hombre descubre la traición de los llega. Llega siempre un momento –el mío coincidió con la muerte de mi madre– en el que, de repente, la juventud se acaba y el tiempo se deshiela como un montón de nieve atravesado por un rayo. A partir de ese momento ya nada vuelve a ser como antes. A partir de ese instante, los días y los años empiezan a acortarse y el tiempo se convierte en un vapor efímero –igual que el que la nieve desprende al derretirse– que envuelve poco a poco el corazón, adormeciéndolo. Y, así, cuando queremos darnos cuenta, es tarde ya para intentar querer rebelarse.»

He cerrado el año con un libro tristísimo que me ha encantado, tanto que dejé pasar dos días completos antes de empezar otro porque quería quedarme con él. Estoy pensando que este mes han caído varios libros de gente mayor haciéndose mayor, aunque Menchu tiene apenas mi edad. 

Y este post eterno da fin a un año con sesenta y cuatro lecturas encadenadas, treinta autores y veintidós autoras, doce Delibes, diez tebeos y autores griegos, iraníes, franceses, ingleses, americanos, alemanes, búlgaros, israelíes, mexicanos, portugueses, chilenos, holandeses, ucranianos y una autora rumana infame  responsable del peor libro del año.

Nos vemos en los encadenados de enero.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Sigamos


Hacer una lista de cosas buenas del año 2020 puede parecer una majadería, una estupidez, un rasgo de buenrollismo (no sé porque esta frase me ha sonado a una rima atroz de Mecano) pero creo que, esta vez, todos deberíamos hacerlo. Quizás no cosas buenas, entendiendo buenas como maravillosas, pero simplemente cosas que han ocurrido este año que no sean la pandemia, el confinamiento, el pan casero, las mascarillas,  los aplausos, la enfermedad y la muerte porque aunque nos cueste creerlo, esto pasará y se nos olvidará y recordaremos, si es que queremos recordar, el 2020 como el año del coronavirus y no solo ha pasado eso. 

Al 2020 le agradezco el teletrabajo y la falta de compromisos sociales. Una persona falsamente social como yo agradece muchísimo minimizar las interacciones personales, manteniéndolas centradas exclusivamente en las que deseas con todas tus ganas: tus amigos. El resto, puff, desaparecidas. ¿Y el teletrabajo? Madre mía, lloro cada día al levantarme y no tener que salir de casa, ni interactuar con nadie, ni escuchar cotilleos de pasillo, ni comer rancho de cantina. ¿No es para todo el mundo? Entiendo que el teletrabajo para algunos puede ser como si las hermanas de Cenicienta se probaran el zapato de cristal pero a mí me va como un guante, perfecto. 

El 2020 es el año en que he cumplido uno propósito. ¡Albricias! Dije que cada mes leería un Delibes y lo he cumplido con creces. Hay que decir que era un propósito fácil pero claro, con cuarenta y siete años, una conoce sus debilidades y sus fortalezas (ninguna) así que aspiré a algo asequible. El del 2021 no lo he pensado aún, y a este paso tendré que improvisarlo. 

En el 2020 me he reencontrado con mis hijas. No es que las hubiera perdido, ni nos hubiéramos distanciado pero vivíamos asediadas por la Nada adolescente, por el desasosiego que crea el adolescentismo. Una especie de marejada rodeaba permanentemente la convivencia familiar con días de marejadilla (los menos) y muchos días de fuerte marejada que hacían que los días fueran cuando menos agotadores. El 2020 ha traído calma chicha o quizás nos hemos hecho todos lobos de mar y nada nos asusta. Es más, empiezo a encontrar esta situación extrañamente estimulante, casi me asusta despertarme un día con barba de George Clooney en la tormenta perfecta. El 2020 es por supuesto el año en el que, por fin, me dejé el pelo blanco también contra viento y marea. ¿Parezco más vieja? No creo, parezco la edad que tengo, cuarenta y siete  años. Otro tema es que la publicidad, la sociedad, las pelis, las fotos nos hayan hecho creer que las mujeres con cuarenta y siete tacos no tienen ni una cana, que el pelo blanco es algo de las de más de setenta. Pues no. Isabel Presyler tiene el pelo más blanco que el Yeti... y mucho tiempo y pasta para llevarlo siempre como si no se hubiera hecho nada cuando en realidad lleva seis horas en restauración antes de hacer cualquier cosa. Hablando de señoras estupendas, el 2020 ha sido el de convertirme en Dorothy de Las chicas de oro, conviviendo con mi madre por encima de mis posibilidades y de las de cualquier otra persona. Me saca de mis casillas por completo y a ella todo lo que yo hago le parece regular tirando a muy regular y alcanzando el fatal con bastante frecuencia. La convivencia ha suavizado algunas de esas cosas y, como con mis hijas, navegamos un oleaje tolerable que solo alcanza tempestades si hablamos de política, de la emisora que escucha o de mi tendencia a recordarle que JAMÁS SABE DONDE TIENE EL TELÉFONO y que ella, en una maniobra que me deja totalmente descolocada, sostiene que es por mi culpa. (Todo es por mi culpa pero que ella no sepa donde tiene el teléfono es algo que escapa a mis superpoderes para decepcionarla, no se me había ocurrido escondérselo, la verdad). 

En el 2020 he vuelto a tener depresión, a terapia, a las pastillas, a tener miedo y ansiedad. Esto me preocupa bastante porque he empezado a hacer cálculos, y si la depresión es como El NIÑO y tiene ciclos y vuelve cada cinco años. Y si en el 2025 me toca otra vez? Sé que no tiene sentido pero 2020 ha sido también el año de elucubrar todo tipo de catástrofes y de darnos cuenta de que como dice el dicho "good news takes time but bad news happens instantly". Nos hemos hecho especialistas en imaginar que todo lo malo que antes creíamos imposible va a desplomarse sobre nuestras cabezas en cualquier momento.

En 2020, me enfadé con una señora por abrazar árboles, vi a Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo en una exposición sobre pintores americanos y cené con Oliver Laxe que es encantador y guapísimo pero tiene un tipo raro, mucho tronco y pocas piernas. Me invitaron a un curso de verano, hablé de Delibes, conocí a uno de sus hijos y quizás dormí en la misma cama que Brad Pitt. Estuve en Salamanca, Valladolid y Segovia. Fui a un velatorio y abracé y besé gente, porque mi tío se murió justo antes de que nos prohibieran hacernos compañía cuando los nuestros mueren. Empecé con el cine de Rohmer y aún no me he repuesto de la experiencia de La gran belleza y la orfandad tras terminar Hall & Catch Fire y The office. Quiero faldas de vuelo si alguna vez vuelvo a salir de casa y al mismo tiempo quiero una casa en Los Molinos con un jardín del que no salir nunca. ¿Para qué? Subí el Pico Cerler mientras, para distraerme de la agonía le contaba a Antonio el argumento de Tal como éramos. Qué peliculón, que guapo está Robert y ¿por qué deja a Barbra? Cuando la vi en su día pensé que ella era insoportable y  merecía que él se marchara, ahora he pensado pero Robert, alma de cántaro, ¿no ves que ella es muchísimo más interesante, que precisamente te saca de quicio porque nunca te vas aburrir hablando con ella? Si volviera a nacer, en el turno de pedir dones, pediría saber con dieciocho lo que sabes con cuarenta y siete. Creo que podría dominar el mundo y conseguiría que las mujeres lleven el pelo blanco desde los treinta sin tener que escuchar opiniones de todo el mundo. 

En 2020 he visto el castaño florecer y otoñar. Llevé a mis hijas a Ibiza y he empezado a pensar que parte de mi insomnio brutal es por su culpa, de las catorce horas que duermen del tirón sospecho que alguna hora es mía. En 2020 he montado un huerto que no fue muy allá pero es que ha sido mal año para los huertos, me he aficionado a recoger flores y me he hecho unas gafas rosas. 

En 2020 he empezado dos proyectos nuevos en sus respectivos cuadernos, he coloreado mandalas, he ahorrado muchísimo en gasolina, ropa y cenas, he dejado que mi hija María se rapara la nuca y he asistido (casi) impasible al empeño de Clara en seguir sin cortarse el pelo. Por cierto, en 2020 he aprendido que el padre de Alejandro Dumas era negro y fue general de Bonaparte y que el miedo a cortarse el pelo se llama tonsofobia (no viene en el DRAE, pero es traducción directa de tonsurephobia que sí existe en inglés).  

2020 ha sido el año en que la ultracitada frase de Didion se ha hecho realidad para todos: Te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba. 

En el 2020 se ha acabado la vida que conocíamos y no volverá pero eso no quiere decir que la vida se haya terminado. 

Sigamos. 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Me acuerdo de ellos


Blue Monday. Brian Rae
Blue Monday. Brian Rae
No sé como se llamaba ni a que se dedicaba. Conozco a su mujer y a sus hijos, una niña y un niño, de la edad de las mías. Era moreno, no muy alto y casi siempre llevaba un traje oscuro, una camisa clara y siempre corbata. Los primeros años nos saludábamos con la misma timidez con que nuestras hijas lo hacían en sus primeros días de clase y luego, poco a poco, con más confianza pero sin pasarse. Un "Hola" al cruzarnos por la calle, un levantamiento de cejas en un pasillo del colegio o una mirada de esas de padre curtido, que crees que no tendrás nunca, cuando ya has ido a más reuniones de padres de las que jamás pensaste que podrías soportar. Para él, supongo que yo era la madre de mis hijas. 
Se ha muerto el padre de C, me dijo María. 

De ella conocía su nombre, su apodo, su apellido, conocía a sus hijos, sus nietos, dónde vivía y la historia de toda su vida. El sonido de su voz y el tacto de sus manos.Una de las mejores amigas de mi madre, llevaba toda la vida quedándose ciega y cuando ibas con ella por la calle se ponía a tu lado y caminaba cogida de tu brazo, mirando al frente sin tropezar ni vacilar. Siempre coqueta y alegre. Siempre con una sonrisa en la cara y la carcajada lista para saltar. Una vez estuve con ella en la playa, en Benidorm, nos bañamos y charlamos mucho. Le comentaba el Hola en alto y a pesar de que ella apenas podía ver las fotos se moría de la risa con mis despellejes. Diferenciaba el color de la ropa por el tacto y su nieta L nació el mismo día y a la misma hora que mi hija María. Me llamaba "Anita". Una mañana de mayo, entré en el cuarto de mi madre, me senté a su lado en la cama y le dije: ha muerto Chati. No le dije nada más, solo la abracé. 

"Soy superfan de tu blog" me dijo la primera vez que la vi. Fue en su oficina, en la editorial en la que trabajaba que por entonces estaba en el Paseo de Recoletos. Nos caímos bien al instante y nos reímos mucho. Cuando volví del viaje a París que había ganado en un concurso organizado con motivo de un libro que habían lanzado "Moli, es muy malo pero se vende como churros", le traje caramelos y nos fuimos a cenar. Ella siempre me llamaba Moli. Hacia fotos, llevaba botas rojas en invierno y converse en primavera, adoraba a los Cazalet, la palabra musgo y la cursilería la sacaba de sus casillas. Le gustaba que yo despellejara libros que ella también odiaba. La última vez que la vi no me dejó darle dos besos, ni a mí ni a nadie, por miedo al Covid. Ya estaba muy enferma pero no dejó de sonreír. Adoraba las flores. Un wasap: Ha muerto Belén.

De él sabía su apellido porque colgaba en la fachada de su tienda. Un comercio mítico de Los Molinos. Recuerdo, de pequeña,  escuchar a mi alrededor "Es que es muy caro". Esto fue antes de Amazon, antes de que prefirieras gastarte más en la tienda de tu pueblo que en comprarlo por internet porque así puedess decir esa frase tan de estar ocupado, de tener algo que hacer, "bajo a hacer recados". Hemos redescubierto el discreto encanto de encargas cosas y esperar a que te llamen. Tenía barba, calva y los ojos claros. Le conocía hace cuarenta años y para mí, siempre tenía la misma edad: eterna.  Era premioso; "¿Qué necesitas? Tenemos estos modelos, este es un poco  más caro pero mejor. Lo he guardado por aquí". Daba paseos, lo vimos pocos días antes y por eso la noticia nos cogió por sorpresa. ¿En serio? ¿Pero él? Era como La Peñota, o Siete Picos o la fuente de Los Leones, algo que siempre está. No sabía cómo me llamaba pero sí de qué familia era. Otro wasap: Ha muerto Partida. 

Nunca he leído sus poemas, lo haré, pero fui a su última presentación hace más o menos un año. Ahora ya no está él, ni ella, ni la librería en la que presentaron su poemario. Alicia a mi lado comía frutos secos porque estaba haciendo algún tipo de dieta y yo, como siempre, me preguntaba como es posible escribir poesía, cómo se te ocurre, qué tipo de sensibilidad en el alma tienes para ver la poesía y escribirla.  No le volví a ver pero con las redes seguí su, como ellos la llamaban, subida al Everest hasta alcanzar el final. Un breve en un periódico: Ha muerto el poeta Miguel Ángel Herranz conocido como Miki Naranja. 

Que te recuerden tus amigos y tu familia es lo que todos esperamos pero ¿Qué huella dejamos en los que solo se cruzaron con nosotros algunos instantes o, en esta época, en la distancia de las redes? El padre de C, Chati, Belén, Partida, Miki se han ido, han muerto este año. Me acuerdo de ellos. 

martes, 22 de diciembre de 2020

Mis diez mejores podcasts del 2020

 


Este es un post sobre los que para mí son los diez mejores podcasts del año. He decidido hacer esta lista porque me ha apetecido y en el camino se me han ocurrido otras listas para terminar el año pero no voy a comprometerme porque no me gustan los planes a largo plazo, ni siquiera, ahora mismo, a una semana vista. Ya veremos. 

Unas cuantas consideraciones sobre esta lista:

- Son podcasts que han salido en el 2020. Es decir, se estrenaron en este año.
- Hay cinco en inglés y cinco en español. 
- Algunos han salido durante el año en podcast encadenados y otros no. Y he intentado meter cosas variadas pero siempre valorando más la calidad que la variedad. 
- Este año he escuchado unos 1500 episodios de podcast así que todas ese tiempo dedicado a la escucha creo que me dan cierta autoridad y cierto criterio para saber de lo que hablo. Si no te gusta o no estás de acuerdo me parece chupi pero no me digas que no tengo ni idea, haz tu propia lista. A mí no me gustó la tetralogía de Elena Ferrante y odio profundamente Breaking Bad y por eso lo conté aquí. 

Más cosas. Para mí el podcast que mejor ha evolucionado este año, que más ha crecido, que más se ha consolidado convirtiéndose en un referente tanto por la calidad y el contenido, como por las risas es Deforme Semanal Ideal Total con Isa Calderón y Lucia Litjmaier. Lo que empezó siendo una especie de spin off de su espectáculo en directo en teatros pasó a ser un podcast grabado en directo con público y de ahí, con la pandemia, ha saltado a ser un podcast en su sentido más "puro" creciendo muchísimo en el contenido y en la complicidad entre ellas dos. No es que antes no tuvieran complicidad es que ahora la han engrasado y su química funciona como una máquina perfecta. He dicho antes que es un podcast de muchas risas pero no solo.  Calderón y Lijtmaier hablan de libros, de películas, de documentales y consiguen que te apetezca leer y ver todo aquello de lo que hablan. Además, y esto es fundamental, aunque parezca un podcast de dos tías que charlan sin preparárselo es evidente que está currado, trabajado e investigado y eso se nota en los resultados: funciona a la perfección. Estáis tardando en escucharlo aunque, como dije cuando lo recomendé por primera vez, si sois almas sensibles, no entendéis la ironía y tenéis la piel fina, absteneos. Otro podcast que ha crecido mucho y del que tengo que decir poco porque es ya muy conocido es Gabinete de curiosidades de Nuria Pérez. La tercera temporada en Podium Podcast está siendo fabulosa. Las historias y la forma de narrar de Nuria siguen ahí pero ahora están potenciadas por un diseño de sonido elegantísimo y una banda sonora perfecta. Además la web es una maravilla aunque yo hubiera colocado los episodios al revés, el más reciente al comienzo de la página.  

En cuanto a los grandes chascos de este año, que también los ha habido, en el top 1 está el podcast de Michele Obama que es aburridísimo, innecesario y bastante poco interesante. Como dije en su día es una pena porque ella es una persona muy interesante que con un guión y una idea más currada y menos alejada del culto a la persona hubiera podido ser un bombazo. También han sido decepcionantes un par de podcasts americanos muy loados en todas las listas y que a mí no han acabado de convencerme. Uno de ellos es You are wrong about,, el podcast de los periodistas Michael Hobbs y Sarah Marshall. En cada episodio uno de ellos se estudia un tema de actualidad (más o menos desde los 70 hasta ahora)  y se lo cuenta al otro que en principio o no tiene ni idea o tiene la idea preconcebida y muchas veces errónea transmitida por los medios. El concepto es bueno pero, para mí, la ejecución es una chapuza. Dos colegas hablando de, por ejemplo, Lady Di y sorprendiéndose de cosas que en fin, para un europeo son un poco obvias aunque ese no es el problema. El problema está en que no sé como alguien va a demostrar que estamos equivocados en lo que ocurrió con Lady Di, el juicio a O. J. Simpson o Courtney Love si te has dedicado a leerte un par de libros. Ya os digo que sale en todas las listas de pocasts americanos del año pero a mí me ha parecido muy pobre. Otro que ha sido un chasco y que os podéis ahorrar es The Orgasm cult, un podcast de la BBC con pintón sobre una especie de grupo que buscaba cambiar el mundo a través del masaje clitoriano (sin que necesariamente hubiera orgasmo) y que a pesar de la estupidez de la premisa consiguió atraer a un montón de gente antes de despeñarse por la senda de toda secta: abusos, falta de dinero, manipulación, etc. ¿Qué hable de una secta es malo? No, lo que es malo es que el podcast no tiene estructura y es un ir y venir y por el camino doy tres vueltas que lo convierte en un suplicio. Yo lo he escuchado entero, vosotros no deberíais ni siquiera si queréis cambiar el mundo a golpe de orgasmo.  (En español también he escuchado mierdas y cosas que no me han gustado pero en el año 2020 decidí darle un año de tregua al mundo del podcasting en español...a partir de enero se acabó la tregua)

Vamos con el listado de los que son para mí los mejores podcasts del 2020. No están en orden de calidad ni de gusto. 

Y una última cosa antes de empezar a leer, un consejo. En mi opinión y en general nunca hay que desechar empezar a escuchar un podcast porque el tema no te interesa, nunca sabes cómo va a estar contada esa historia y si el creador ha conseguido encontrar una manera para que se tema que a ti te parece tan poco atractivo, te enganche e interese. (Que nadie se ponga talibán con esto y empiece ¿y por qué no escuchas de futbol o de baloncesto o el podcast que a mí me gusta? pues porque tampoco hay que llevarlo al extremo y porque no me dan las horas) 

1.- Caso 63. No suelo escuchar ficción en forma de podcast. Me da mucha pereza y cuando lo he intentando no me ha enganchado o me encuentro con que no me creo a los personajes ni la historia pero alguna vez se tenía que romper la racha y ha sido con esta MARAVILLA  de ficción chilena con un guión de Julio Rojas que funciona a la perfección y protagonizado por solo dos actores, Antonia Zegers y Nestor Catillana, que son famosos en Chile pero que yo no conocía. Los dos están espectaculares, él mejor que ella pero también porque su papel es más lucido y cuando me puse a escucharlo no pude parar hasta terminar la serie completa. Son diez episodios de entre 10 y 12 minutos que te atrapan por completo queriendo saber más y más y llegar al final. Se puede escuchar como simple entretenimiento e intriga y luego se puede volver a él para pensar en todos los temas que tratan y que tienen una profundidad de la que a mí me provoca vértigo cósmico. Lo único malo de este podcast es que es exclusivo de Spotify y por tanto solo se puede escuchar ahí.  


2.- Floodlines  Sobre este podcast escribí en mayo y acabo de comprobar que lo hice muy bien, así que id allí y lo releéis. Ahora solo añadiré que cuando lo escuché en mayo me pareció que iba a ser uno de los mejores del año y ahora, al terminar 2020, me reafirmo. Ahora, además de la calidad del podcast que es indudable su contenido puede tocarnos aún más porque Floodlines no va de qué ocurrió cuando el Katrina arrasó (y no fue tanto) Nueva Orleans sino sobre como una gestión nefasta, ineficaz, indolente y politizada afectó a la vida de millones de personas meses  no solo justo después del paso del huracán sino años después, destrozando futuros. Eso mismo nos ha pasado a nosotros,  nos va a seguir pasando y no somos capaces de verlo todavía. 


3.-De eso no se habla.  
Cuando recomendé este podcast de Isabel Cadenas Cañón y todo su maravilloso equipo, en octubre, acababa de salir y aunque sabía de la profesionalidad y cariño que habían puesto en el trabajo el resultado completo de la serie estaba por ver. Confiaba plenamente en que fuera muy bien pero, los caminos del podcast son, a veces, inescrutables y pódía haber ido no tan bien. Ahora que la temporada ha terminado, puedo decir bien alto que es una serie espectacular. El hilo conductor de romper el silencio puede hacer pensar a alguien que todos van a ser iguales «vaya, otra historia de un secreto» pero para nada es así. Cada episodio ha sido una sorpresa, todas emocionantes aunque con algunas te identifiques o te lleguen más que otras. Es, y ya lo dije hace meses, un trabajo finísimo de producción y escritura que se nota en cada segundo. Y bueno, para leer una reseña mejor, ya sabéis volved a octubre cuando hice de pitonisa. 



4.- An oral history of The Office
A ver, este podcast solo se puede escuchar si has visto la serie completa. Es para devotos de Michael Scott, Jim, Pam, Angela, Kevin, Oscar y demás fauna entrañable de DunderMifflin. Hacer un podcast sobre una serie de televisión no es fácil, de hecho yo he escuchado bastantes que no aportan nada y que son aburridos. Pero este y el que hizo HBO sobre la serie Chernobyl son los mejores con diferencia. ¿Qué tiene que tener un podcast sobre una serie de televisión para ser interesante? Contar algo más de lo que pasa en la serie, su intrahistoria. Cómo se hizo, cómo se eligió a los actores, cómo se escribió la historia, los problemas o no que tuvieron para conseguir llegar a producirla, etc. En el caso de The Office es una historia apasionante muy bien contada por Brian Baumgartner que es el productor y presentador y que cuenta con la presencia de todo el equipo tanto artístico como técnico. Es un podcast que además de contar anécdotas y ser entretenido explica muchísimas cosas sobre la industria de la televisión que no son conocidas por el gran público. Hablé de él aquí y lo único malo, una vez más, es que solo se puede escuchar en Spotify. 

5.- 22424 Lo que nos jugamos en Bankia. 
¿A mí que me importa un podcast de economía de El País? podía haber pensado este verano, pero lo que pensé fue "A ver qué tal", aunque confieso que lo pensé con expectativa limitada. Me alegré muchísimo de haberme lanzado a escucharlo porque Lo que nos jugamos en Bankia es con diferencia el mejor podcast de investigación que se ha hecho este año en España y no lo tenía fácil tanto por competidores como por la aridez del tema. Desde que recomendé este podcast en septiembre, mucha gente me ha escrito diciéndome que se habían enganchado totalmente y se lo habían escuchado casi de una sentada, mi hermana entre ellos. Es un producto que responde perfectamente a la premisa que daba al comienzo de la lista: un tema árido que puede, a priori, no interesarte, bien contado se convierte en algo interesantísimo.  Ojalá a partir de ahora se hagan más así y desde ya abogo porque Iñigo de Barrón tenga su propio podcast contando historias económicas.  

6.- Wind of change.  
 Una de las ventajas del podcast es que no tiene limitación temporal ni de espacio lo que permite escoger una premisa extraña, absurda, algo que obsesione al creador y desarrollarla siguiendo mil y un vericuetos hasta tratar de llegar a alguna conclusión. La premisa de este podcast de Patrick Radden O´Keefe (Muy conocido también este año por la publicación de No digas nada, su excelente libro sobre Irlanda del Norte que también recomiendo) es ¿Escribió la CIA la canción de Scorpios Wind of change para desestabilizar la Unión Soviética? Partiendo de esta idea loquísima, el periodista del New Yorker nos lleva de viaje a los setenta, a conocer a muchos espías, a  bandas de música, a antros clandestinos de rock en la URSS, a conocer a un manager loco, a narcotraficantes, todo magnificamente hilado y contado. 


7.- ¡Ay, Campaneras!
de Lidia García es el podcast independiente del año en español. Ella sola, con esas manitas, un micrófono, una cultura enciclopédica sobre copla e historia de España en la dictadura y su talento para escribir se cascó un podcast durante la cuarentena que se alargó hasta el mes de noviembre que lo ha dejado en pausa. El podcast sirve para volver, como dice Malcom Gladwell sobre las cosas del pasado "overlooked or misunderstood" y si hay algo de lo que, en este país, hemos pasado olímpicamente y hemos malinterpretado muchísimo, subestimándola y despreciándola es la copla y la historia de sus protagonistas. «Bah, eso es de abuelas», «Bah, eso es de viejos»  te dice el alternativo de turno mientras escucha blues de Robert Johnson o a Aretha Franklin que como todos sabemos son de antes de ayer. Ay Campaneras es un recorrido gozoso, entretenido y divertido por nuestra historia y sirve para reencontrar o, como en mi casa, conocer la copla y entenderla. No hace falta escucharse la serie entera, se puede ir picoteando de episodio en episodio, cada uno recoge un tema y a la vez que se aprende de literatura, derechos, historia, feminismo y cultura se escucha copla. Nunca se sabe qué copla te va a tocar el corazón, os aviso.  

8.- Forgotten: Women of Juarez
de IHeart Radio con la periodista mexicana Mónica Ortiz Uribe y el americano Oz Woloshyn es una serie completísima sobre los feminicidios en Ciudad Juarez en la frontera con El Paso en Estados Unidos. Alguien podría pensar que es un true crime al uso, una investigación sobre unos asesinatos en los que se busca a un asesino siguiendo pistas que nunca nadie ha seguido. Nada más lejos de la realidad, Forgotten es una investigación periodística sobre algo que todo el mundo sabe a un lado y al otro de la frontera, la completa impunidad con la que bandas de criminales: narcos y demás, actúan en Juarez secuestrando y asesinado a mujeres, a chiquillas, después de haberlas utilizado. Este es un podcast que da miedo. Sientes miedo por los dos periodistas y por mucha de la gente con la que hablan que, en un momento u otro de su vida, han sido amenazados de muerte y han tenido que abandonar la zona porque en cualquier momento podían ser asesinados. Sientes miedo por esas madres que siguen buscando a sus hijas desaparecidas, por esos padres que van a la policía y la policía no hace nada porque ya sabe que les ha pasado. Sientes miedo por los abogados que se juegan la vida investigando y por los que la pierden.  Por cierto, este podcast será traducido al español por Podimo así que los que no habláis inglés podréis disfrutarlo.  


9.- X-Rey.  
Otro podcast exclusivo de Spotify, (aprovecho para decir que odio Spotify para escuchar podcasts y que es una app del demonio así que cuando recomiendo algo de ellos es porque me ha gustado tanto que considero que el esfuerzo merece la pena)  Es una serie de investigación escrita por Álvaro de Cózar y Eva Lamarca que ha tenido la increíble suerte de que el protagonista máximo de la serie se haya dedicado a dar publicidad a la historia convirtiendo las sospechas de que quizás era un poquito sinvergüenza en realidades que ha mostrado al mundo en letras de neón de colirinchis. X-Rey es otro podcast de investigación muy completo y bastante bien contado aunque para mi gusto tiene en el medio, dos o tres episodios que flojean y pasaban un poco de puntillas por cosas que tenían mucha más chicha. Es posible que ahora, que todo el mundo está trinchando esa chicha y gritando a los cuatro vientos "mirad, mirad, qué hermosos jabalíes nos ha robado mientras se piraba del país" pudieran sacr más episodios siendo más incisivos. Lo traigo a la lista de mejores podcasts, porque igual que ocurría con el de Bankia creo que son podcasts que marcan caminos a seguir en el mundo del podcast en español: historias producidas e investigadas con tiempo, dinero y dedicación.  

10.- On things we left behind es un podcast que no vais a encontrar en ninguna otra lista pero que a mí me gustó muchísimo. Solo tiene cinco episodios y está producido y narrado por dos hermanas de origen somalí, Samir y Saredo Mohamed. El año pasado, en el 2019, ganaron un premio en Inglaterra con la idea para este podcast y esto es el resultado. On things we left behind trata de la vida que dejan atrás los emigrantes, en este caso y fundamentalmente sus padres cuando tienen que salir de Somalia a finales de los 80, primero a Europa y luego a Canadá. La idea del podcast es que cuando un refugiado llega a su país de acogida, la vida que tenía antes desaparece. Deja de ser piloto (con el caso del padre de las narradoras) o arquitecta (como su madre) o madre o padre o hija o alguien a quien le guste leer o jugar al fútbol o que disfrute de la música clásica y se convierte solo en "refugiado" una palabra que pasa a definirles y que para ellos, para nosotros si nos tocara, no significa nada. Es un podcast muy especial, ellas hablan un inglés elegantísimo y las historias, centradas en su familia, están perfectamente hiladas. Lo recomiendo de corazón porque se lo merecen y porque me gustó muchísimo. 

Pues ya estarían los diez. Se han quedado, obviamente, muchos fuera y ya he dicho que solo entraban los realizado en 2020. Quiero hacer una mención especial a tres podcasts en español, uno muy consolidado y que como las chicas de Deforme no para de crecer, que es el de Cristina Mitre y sus entrevistas. A mí no me interesan todas ni mucho menos pero no para de crecer y crecer y de tener éxito (hasta ha salido en las marquesinas de autobuses y todos sabemos que eso es lo más) y del que voy a destacar esta entrevista con Rosa María Calaf que me encantó. Es evidente que Cristina se prepara su podcast al máximo y, además, consigue eso tan difícil que es hacer la pregunta que justo tú, como oyente, preguntarías. Conoce a la persona que entrevista pero también conoce a su público. Quiero recomendar también Un periódico de ayer, podcast colombiano de La No ficción que salió en este año y que ha contado algunas historias maravillosas y del que ya hablé en su día. Y, por último, en el año de la pandemia y la tristeza quiero dejar también aquí, por si alguien no lo conoce, el podcast de Fran Izuzquiza, Buscando una luz, en el que cuenta qué le hizo el COVID a su familia. 


A lo largo del año, en los podcasts encadenados he recomendado muchísimos más. Podéis encontrar todas las recomendaciones aquí. Y ya sabéis, si escucháis algo y os gusta, venid a contármelo.