miércoles, 13 de marzo de 2013

MATERNITY (CXIV): UNA MADRE SIN SUPERPODERES

Ando por la cocina trajinando en mis famosas tardes culinarias de circo de tres pistas. C pinta como si lo fueran a prohibir o como si tuviera un acceso de horror vacui y le molestara el color acero de la nevera.

Todo es armonía.

- Mamá...
- Dime...
- ¿Cuándo seamos famosas y nos hagan fotos y te pregunten si nos pixelan la cara tú que vas a decir?
- ¿QUEEEEEEEEEE?

Levanta la cabeza de su maravilloso dibujo y me mira con esa mirada de “Qué paciencia tengo contigo”.

- Te pregunto qué vas a decir cuando nos hagan fotos y te pregunten que si nos pixelan la cara.
- Vamos a ver. Primero ¡no me mires así! Segundo, no vas a ser famosa. Tercero, nadie va a hacerte fotos y cuarto ¿dónde has aprendido la palabra pixelar?
- Mamá, vas a publicar un libro y salimos nosotras, nos haremos famosas.
- A ver…voy a publicar un libro y salís vosotras pero no te van a hacer fotos por la calle.
- ¡Mamá!! A lo mejor eres como la de Harry Potter que es famosísima...
- ¿y tú como sabes eso?
- Lo sé…y punto.
- Bueno pues ojalá, pero no te van a hacer fotos por la calle.
- Vale, pero si nos las hacen puedes decir que a M le pixelen la cara, pero a mí no que soy muy guapa.



Pues eso, queridos descerebrados. El próximo 9 de abril, saldrá a la venta “Cosas que le pasan a Una madre SIN superpoderes”, editado por La Esfera de los Libros.





 
¿A que estáis flipando? Es una pasada, pero mola mil.

- Mamá...
- Dime…
- Toma
- Oh que bonito dib… ¿Qué es esto?
- Es la lista de libros que necesitamos nosotras: para mi profesora, la de C, mi amiga Cristina, Jimena, el portero, el profesor de natación….

Ya sabéis, empezad a hacer vuestras reservas como las princezaz.

Y por supuesto lo celebraremos como se merece, con Gintonics a gogo.

lunes, 11 de marzo de 2013

EL CLUB DEL TUPER


En 2009, hace mucho mucho tiempo, hice un post sobre hábitos de comida en días laborables, y entre otras cosas decía esto:

Después tenemos a los “yomeloguisoyomelocomo”, la tribu del Tupper. Son los que comen en menos de 40 minutos en una microsala que la empresa ha habilitado para que coma esa gente. La tribu Tupper suele comer así porque están a régimen pero ponen cara de que lo que comen es delicioso: pollo hervido con brotes de soja de bote…mmmmm. Son claramente unos perdedores, se han tenido que molestar en hervir el pollo la noche antes y por la mañana se han tenido que montar el kit: el tuper con el pollo, la frutita para el postre, los cubiertos y todo a la neverita para llevarlo al curro. Claramente es una opción fatal y está comprobado científicamente: la gente con peor humor de los libros de colores son los del Tupper. Entre la tribu Tupper hay unos cuantos, muy pocos, que tienen a alguien que les prepara la tarterita. Se les reconoce porque cuando los demás sacan el pollo hervido...ellos dicen: a ver, a ver...qué me han preparado hoy…alaaaa…canelones y arroz con leche. Son muy odiados por los del pollo hervido pero a ellos les da igual...tienen canelones.”

Ahora soy de la tribu del tuper y lo defenderé hasta la muerte.

Los del tuper somos especiales, muy especiales. Somos un club.

Para empezar, comer de tuper establece vínculos tribales muy fuertes. Si eres de los que bajas al comedor de la empresa o sales en manada a un restaurante de menú ( cosa imposible en los libros de colores porque en medio del páramo de Mordor hay más posibilidades de que te coman a ti que de encontrar algo que comer) puedes cambiar de grupo, puedes sentarte en otra mesa, puedes distraerte con la gente que entra y sale del comedor, puedes pirarte a comer solo, pero los del tuper somos muy pocos, y somos siempre los mismos y además comemos en un sitio muy pequeño. Establecemos extrañas relaciones emocionales en torno a nuestros envases de plástico. Puede que no te hables con tus compañeros en todo el día, puede que no sepas ni a que se dedican en los libros de colores, es posible incluso que si te los cruzas en el parking o en el control de accesos ambos dudéis si saludaros.

Los del club del tuper no estamos a régimen. Sencillamente adelgazamos, adelgazamos mucho porque prepararte la comida justo después de cenar cuando estás lleno, te hace poner muy poca comida en el tuper. Si se te ha olvidado hacerlo por la noche y lo haces de madrugada mientras desayunas llorando…realmente tampoco tienes hambre, es más, las lentejas que estás echando en el tuper te dan arcadas y piensas que ni de coña serás capaz de comer más de dos o tres cucharadas. Para cuando te das cuenta a las 2 y cuarto de la tarde de que has puesto una ración que le quedaría escasa a Pin y Pon ya no hay solución, solo puedes comerte lo que hay, que es poco..y por tanto adelgazas.

Después, y esto no lo sabes hasta que te metes en el grupo, compartir ritual de comida une mucho. Obviamente todo el mundo va a calentar la comida en el mismo microondas y eso, eso une muchísimo. Uno puede saber si ha elegido bien sus compañeros de club por la comida que calientan en el microondas. Hay que huir como de la peste de gente que come curry con asiduidad, sardinas, o que condimenta todo con toneladas de ajo. Se aceptan este tipo de comidas de vez en cuando, porque hay una especie de pacto, “yo acepto hoy que mis albóndigas apesten a curry y a cambio tú mañana no te quejarás si tu pollo huele a sardinas”, pero si alguien insiste en traer menús inadecuados, caerá al último puesto en la cola para calentar la comida, se sentará el último en la mesa y al final terminará comiendo solo porque los demás habrán terminado ya.

La parafernalia del tuper también es importante, muy importante. Cuando uno entra en el club, no lo sabe, cree que con cualquier cosa valdrá pero no. Es un poco como cuando empiezas a correr, que al principio piensas “la ropa da igual, lo importante es correr” y entonces sales a correr con la camiseta de promoción de gasolinera, el reloj que llevas todos los días y unos calcetos cualquiera. Luego te das cuenta de que los demás corredores te toleran pero no te reciben y te das cuenta de que es necesario llevar el atuendo adecuado. Con el tuper es igual. Al principio, llevas la comida en un tuper cualquiera que tienes por casa, uno que no sabes ni como ha llegado a tu armario, para ti todos tus tupers son iguales. Metes la comida en el tuper, coges un par de cubiertos, puede que incluso te plantees llevarlos de plástico y los metes en una bolsa de plástico cualquiera, la primera que sacas del armario.

Llegas al club del tuper y sientes miradas raras.

- ¿Qué es eso?
- Mi bolsa de comida.
- Eso no es una bolsa de comida, es de supermercado.
- Bueno, qué más da...para traer la comida.
- No, no da igual. ¿Y el tuper?
- Pues no sé, uno que había en el armario…
- ¿se puede calentar con la tapa puesta?
- Pues no sé...creo que no. Es que en mi casa caliento la comida en un plato…y...
- Aha...necesitas una neverita especial, y sobre todo...un tuper que pueda calentarse con tuper.
- Es que yo no creo que vaya a estar mucho tiempo comiendo aqui..

Te miran, sonrien y siguen sacando las cosas de sus neveritas perfectas. 
Tú intentas pasar de esas pijadas, te parece que eso es una bobada. Al fin y al cabo lo importante es el interior, la comida que llevas dentro y además piensas que no vas a estar mucho tiempo en el club del tuper, que en algún momento volverás a tener un horario que no te obligue a acarrear tu comida 100 km todos los días haciéndote sentir como un cowboy y te resistes a invertir en unas alforjas de moda para llevar la comida.

Pero nada cambia, pasan los meses y sigues ahí. Un día te das cuenta de que ya no abres el armario y coges cualquier tuper, escoges el de Ikea “caro”, el blanco con la tapa granate que permite calentar sin destapar y con el que puedes llevar curry sin apestar a todos y lo más importante tu comida no sabe a las sardinas que ha calentado el anterior. Ese ha pasado a ser “tu tuper” y cuando llegas y alguien ha osado a meter ahí cualquier otra cosa que no sea tu comida, te encabronas y te encuentras diciendo cosas como:

¡No os he dicho mil veces que ese es mi tuper!!! Encima de que me levanto a las 6 de la mañana y me tengo que llevar la comida...no respetáis mi tuper!!! ¡Le voy a poner una etiqueta!

Pasan más meses, y sin saber muy bien cómo has pasado a otra fase. Llegas al curro de noche, aparcas, y cuando sales del coche, llevas el bolso y tu fabulosa neverita con la comida. Ya estás incluso más allá del tuper caro de Ikea, tienes tus propios tupers de la neverita, una bandejita perfecta para dejar los cubiertos e incluso te has hecho con una cantidad bastante considerable de sobrecitos de sal, aceite, vinagre, kétchup y mayonesa para aderezar tu comida. Sabes que ya estás en el top ten del club del tuper. Ya eres alguien en la salita del microondas. Cuando te vean llegar con tu neverita, los demás integrantes del tuper sonreirán y admirarán tu nueva neverita. Lo que no saben, es que tienes un golpe maestro que te va a hacer alzarte con el poder del club.

Hoy llevas mantelito y te encuentras absurdamente orgulloso de eso.

Gracias a Dios...lo que pasa en el club del tuper, se queda en el club del tuper.

viernes, 8 de marzo de 2013

QUERIDOS CIENTÍFICOS (III)


Os veo, os leo, os escucho desesperaros porque la sociedad, la gente no os escucha, no os atiende. Os leo quejaros porque todos carecen de cultura científica, de unos mínimos conocimientos científicos. Pasáis de la desesperación a la mofa para luego caer en el más absoluto de los desánimos porque no conseguís llegar a la gente, a la sociedad, a los medios.

Os veo, os leo, os escucho y le doy vueltas y creo que tenemos un problema con la divulgación.

La divulgación no es un absoluto.

No hay una talla única de divulgación y en la mayoría de los casos os veo tratándola así o haciendo remiendos a una talla única para que valga lo mismo para un Congreso de listos que para una charla en un centro municipal, que sea igual para Naukas que para el dominical de un periódico, y eso no funciona.

Parece una obviedad pero creo que el mensaje no llega porque os falla conocer al público y cuando lo conocéis os falla ajustar el mensaje y la forma de expresarlo para que le llegue.

No es lo mismo divulgar para colegas que van a conocer los últimos avances en la investigación y cómo eres de bueno (para odiarte o para adorarte..pero en eso no me meto), que para el público en general. Y no es lo mismo un centro de amas de casa a las 12 de la mañana, que un colegio o un instituto. No es lo mismo Naukas o Quo, que un artículo en el periódico y no es lo mismo un artículo para un portal específico donde os juntáis todo que un artículo en un blog generalista.

En la divulgación tiene que haber tallas. Entiendo que debe ser mucho más fácil divulgar y comunicar a una audiencia que tenga unos conocimientos medios, que vayan a entender el esfuerzo que estáis haciendo y ante la cual podáis lucir todo vuestro abanico de conocimientos. Lo entiendo, pero lamentablemente y creedme que me gustaría que fuera de otra manera, el público que tenéis (tenemos y somos) es el que es y es con el que tenéis que trabajar, al que hay que contarle lo importante que es la ciencia y la investigación.

Podéis pensar que, como con la ropa, la mayoría del público es talla M, pero no, la mayoría del público que tenéis es talla S y necesita divulgación a su medida. No puedes llegar con tu charla XL, ni L, ni siquiera M y soltársela tranquilamente, porque ese público estará incómodo, se molestará, no estará a gusto y lo que es peor pensará que no hay talla para él y perderá completamente el interés.

No todos valéis para hacer la misma talla de divulgación. Algunos de vosotros sois increíblemente brillantes en vuestros campos, auténticas eminencias, pozos de conocimiento y sabiduría que habéis pasado años estudiando y trabajando y cuando vais a congresos de listos, todo el mundo os escucha con mucha atención y es capaz de seguir toda vuestra exposición. Enhorabuena, podéis hacer divulgación XL y probablemente XXL, divulgación a lo grande pero eso no quiere decir que sirváis para hacer otra talla o a lo mejor sí.

La talla L es para gente de ciencias, pero que no es de vuestras disciplina. Es la talla que le encaja a un tío de físicas que acude a una conferencia sobre química, o sobre antropología o a un químico que lee un artículo sobre física cuántica o a un ingeniero que sabe de todo un poco. Ese público tiene una base de conocimiento grande, muy amplia y durante sus estudios ha aprendido a tener una visión llamémosla “científica”, tiene los mecanismos para seguir vuestras exposiciones, vuestros razonamientos y si algo no lo comprende sabrá saltar sobre ese hueco y es muy posible que sepa llenarlo luego acudiendo a alguna otra fuente. Digamos que es una audiencia muy agradecida, porque no va a competir con vosotros como vuestros colegas, os “admirará” y hará preguntas interesantes desde otro punto de vista que posiblemente enriquezcan el debate.

Tenemos después la talla M de divulgación. Una talla para gente universitaria pero que no es de vuestro campo, gente de humanidades, de derecho, o gente que no haya ido a la universidad pero que tenga mucha curiosidad e interés en vuestra materia o en un tema en concreto de vuestra disciplina y haya leído, se haya informado. Ha ido a vuestra charla, ha entrado en vuestro blog, ha decidido leer vuestro artículo porque le interesa. Acude a buscaros por interés, con curiosidad, con ganas. Para esa gente (entre la que creo que me encuentro) se necesita una talla M, una divulgación que explique un determinado aspecto de vuestra materia pero sin perderse en detalles excesivamente técnicos, excesivamente minuciosos que hagan que la audiencia se pierda al no entender esos conceptos, desconecte, deje de leer y se pierda el mensaje global. Es posible que en algunos casos haya que descender ( no me gusta esa palabra) a aspectos que a vosotros os parecen básicos pero que no lo son para ese público..hay que tenerlo en cuenta.

La talla S es la talla para la gente que ni siquiera sabe que existís, que existe la ciencia. Gente que no tiene ningún interés de partida en vuestra materia porque ni siquiera la conoce, o de tener alguna noción le parece algo completamente fuera de su alcance. Es también la talla de gente que os ve como alguien ajeno a su mundo, una especie de seres alejados de su realidad y con los que no tiene en nada en común. Esta gente no va a ir a veros, ni va a leeros, ni entrar en vuestros blogs. Puede que os encuentre en un artículo en un periódico o en una revista o un programa de televisión o puede que tengáis que salir a buscarlos. Tanto si os encuentran como si salís a buscarlos y los encontráis. Tenéis que conocerlos, enseñarles lo que hacéis, como sois y porque es importante vuestro trabajo. No os riáis de ellos, atrapadlos con vuestro mensaje, movedlos a tener curiosidad, a tener interés. Nada de detalles, ni complicadas explicaciones, hay que ir a lo más básico, a lo esencial, a la importancia de la ciencia porque sí, porque aunque no lo sepan es vital para ellos y conocerla les hará vivir mejor y ser mejores personas.

La talla XS serían los niños. Territorio virgen e inexplorado dispuestos a absorber como esponjas lo que les contéis. Vienen de fábrica con la curiosidad, el interés y las ganas, el problema es que se encuentren con alguien que no sepa transmitir y apague esas ganas y esa curiosidad transformándolos en tallas S para siempre.

Por supuesto no todos servís para confeccionar todas las tallas, algunos servís sólo para algunas y otros no servís para ninguna. No todos los científicos sirven como divulgadores y empeñaros en divulgar para un determinado público sin ajustar la talla es contraproducente para todos.

Si llegáis a la audiencia con una talla que le está demasiado grande y ellos están incómodos y empezáis como algunas dependientas a decir que les falta altura, o pecho o tener los brazos más largos lo único que conseguiréis es que quieran irse, que no quieran volver a probar nada de lo que les ofrezcáis ni nada se le parezca. Los perdéis como “clientes”. Vosotros además os sentiréis igualmente frustrados porque todo vuestro trabajo, vuestra exposición, presentación, artículo no ha sido valorado como se merece y caeréis en el desánimo.

Todos estamos de acuerdo en que lo ideal, lo que nos gustaría a todos es que la sociedad tuviera una mínimo de cultura científica, un mínimo de conocimientos de ciencia, de historia, de literatura y un máximo de curiosidad por aprender…pero lamentablemente no es así. Podemos seguir lamentándonos o intentar poner remedio empezando por ajustas lo que queréis contar a quien os escucha.

No hacerlo es tiempo, trabajo y esfuerzo perdido. Os frustrais y os ponéis muy lloricas.



PS: sobre el público recomiendo este artículo de uno de vosotros, "Divulgación científica y democracia en el siglo XXI" en el Cuderno de Cultura Científca, que me ha molado mucho.

Por si acaso a alguien le interesa Queridos científicos (I) y Queridos científicos (II)

jueves, 7 de marzo de 2013

ENSAYO SOBRE LA DUCHA.

Esta mañana, mientras luchaba contra el superpoder que recientemente estoy perfeccionando y que consiste en que soy capaz de dormirme en la ducha de pie, he empezado a pensar un tema para escribir y ahí estaba resbalando y cayendo por mi pelo mientras me dormía: ¡¡la ducha!!

Un gran tema.

Hay miles de duchas, miles de formas y tamaños. En la parte más cutre de las duchas estaría esa que aparece en las pelis del oeste y en las del Vietnam en las que cae agua de una regadera en una especie de cubículo de madera por debajo del cual se ven unas piernas peludas si son tíos y unas piernas sexys si hay tías. Me fascina que en el oeste y en la guerra las tías tuvieran tiempo para depilarse. El único atractivo que tiene esta ducha es que te permite cultivar tu lado supuestamente sexy y exhibicionista y pensar que la gente que está esperando que acabes de ducharte te encuentra atractivo/a. Con ese pensamiento idiota lo mismo se te olvida que solo hay agua fría.

El siguiente paso es el microplato de ducha con cortina que da toda la vuelta o media y que misteriosamente siempre está colgada o demasiado alta y no llega al suelo o demasiado baja convirtiéndose en una especie de trapo de cocina empapado que se pega al cuerpo. Ducharse aquí es una tortura absoluta y uno solo lo hace por necesidad, porque está asqueroso, porque tiene mucha resaca, porque alguien le obliga o porque es la casa de su abuela en un pueblo. Normalmente en estas duchas estás abocado a que caiga un hilo de agua de una alcachofa pequeña y que el agua salga increíblemente fría o directamente hirviendo. Mientras mueves compulsivamente el grifo para intentar encontrar una temperatura compatible con la vida, te agachas al suelo a coger el gel intentando que ninguna parte de tu cuerpo asome fuera de la cortina y lo empapes todo o pisar el trapo mojado, resbalar y encontrarte espatarrado con la cortina en una mano y dando gracias por no haberte matado. Es una ducha muy desagradable, muy frustrante y encima cuando sales dices: ¿pero de dónde ha salido toda el agua que hay en el suelo si de la ducha no salía una mierda? Si tienes el pelo largo por supuesto sales con el pelo lleno de jabón y pegado.

Un poco más allá está la ducha en bañera con cortina. Esto es una leve mejora, pero la cortina sigue perturbando mucho. Una cortina de ducha se define básicamente por dos cosas. La primera es que al dueño de la casa le parece preciosa, discreta o tremendamente divertida y original y al invitado que la ve le parece la cosa más hortera del mundo. La segunda es que no sirve para nada, o no será impermeable, o tendrá agujeros, o será demasiado corta, o demasiado larga o demasiado algo que hará que siempre salga agua fuera. Oh, casi olvido las que no dejan pasar el agua porque sencillamente la absorben toda, para siempre y entonces desarrollan moho de un precioso color verde oscuro. Un asco.

Un paso un poquito más allá en la evolución de las duchas, tenemos la ducha en bañeras con media mampara de cristal que se abre como una puerta. Un invento del demonio que jamás entenderé como consiguió extenderse. Siempre son demasiado pequeñas. Tienen su utilidad si abres el grifo y no te metes debajo, el agua cae en una trayectoria recta y no se sale. La utilidad es que en vez de ver tu ducha puedes creer que es una pecera. Así es como astutamente te la enseñan en la tienda (acabo de caer en que ésta debió ser la estrategia para extenderse dominando el mundo), cuando llegas a casa y estrenas tu flamante ducha descubres que en el momento en que te metes debajo de la alcachofa, ¡oh sorpresa! el agua rebota en ti, la flamante mampara de cristal que creías que tenías se acaba de convertir en una puerta de metacrilato para entrar en la ducha pero nada más, no sirve para nada más. El agua salpica por arriba, salpica por el borde de la puerta y además descubres que el cabrón del instalador no ha dejado hecha bien las juntas y el agua también corre por el borde de la bañera.

En el último escalón está la ducha en condiciones. Un plato de ducha grande, al que se entre andando sin tener que trepar por escalones absurdos y con una mampara que lo rodee completamente y que permita despreocuparse completamente de salpicaduras y del agua. Una ducha en la que se pueda chapotear. Por supuesto este ideal de ducha debe tener una alcachofa grande pero no absurdamente grande y un mecanismo de grifería que permita graduar la temperatura del agua y el caudal. Si se quiere ser un poco pijo y tal, no me parece mal una ducha que te permita elegir entre la opción “lluvia” y la opción “chorro” pero nada más. Estoy completamente en contra de esas duchas de hotel en las que antes de poner un pie dentro hay que buscar el manual de instrucciones porque la grifería parece el panel de control de la Estrella de la Muerte. Eso sí, luego no hay ni un sitio donde dejar el gel ni el champú porque el programador de la computadora no pensó en que además de agua ibas a necesitar jabón.

Ya tenemos la parte técnica. ¿Qué hacemos en la ducha?

El baño es un coñazo, ya conté en la prehistoria de este blog que no sé bañarme y además no me gusta. Tampoco es erótico ni sexy y el polvo en bañera es prácticamente imposible de realizar además de muy muy complejo de consumar. Si se consigue es muy posible que alguien se haya destrozado los dos meniscos y el peligro de sufrir una fractura en la barbilla es increíblemente elevado. El baño es para meterse con un libro, creerse el protagonista de una peli y salir completamente congestionado y con ganas de una ducha. Un sinsentido.

La ducha es un tema de mayores y mola muchísimo más.

Para empezar sirve para despejarte, entras con ganas de morirte del sueño o de la resaca y sales renovado...y más o menos despierto. La resaca no la cura pero mientras estás debajo empapado tienes un leve momento de mejoría y fantaseas con la idea de quedarte a vivir allí.

En la ducha se pueden hacer muchas cosas aparte de eso. Hay tíos que se afeitan mientras se duchan, hay tías que se depilan y se dan un millón de tratamientos de belleza. En la ducha se puede bailar e incluso se puede hacer el gilipollas haciendo como que cantas con la ducha en la mano. Puedes conseguir crear vaho en la mampara y escribir con el dedo chorradas…En fin...la ducha puede ser una juerga.

Por supuesto, la ducha está a años luz de la bañera en el nivel de erotismo. En una buena ducha se pueden hacer maravillas sin que nadie se destroce las rodillas ni se parta la crisma. Una buena ducha con una buena compañía, aunque creas que no te apetezca, aunque hayas madrugado mucho y pienses que estés dormido... consigue que te apetezca.

 
Solo hace falta que al que programa la grifería se le haya ocurrido poner algún tipo de asidero en las paredes lisas y una superficie antideslizante en el suelo. Eso, un grifo friendly que haga caer el agua a la temperatura adecuada y con una frecuencia llamémosla “lluvia molona pero que permita respirar” y espacio suficiente y ¡alehop! Ahí está...mola tanto que hasta te despreocupas de las salpicaduras….

…esto….bueno, que a mí me mola la ducha.