Como todos los vicios empezó poco a poco y sin darme cuenta. Bueno, como todos los vicios no, en este me costó caer. Yo no quería, no me apetecía. No tenía tiempo para dedicarle, me daba mucha pereza y además tantos elogios de los demás me hacían estar un poquito a la defensiva. “ Seguro que no es para tanto”.
Por otro lado me daba miedo no estar a la altura. ¿ Y si no me gustaba? ¿ Y si no era capaz de seguirle el ritmo? A ver si me iba a pasar como con otras cosas, que todo el mundo me habla maravillas y cuando las he probado me he quedado fría y pensaba o soy la más lista del planeta o soy tonta y esto está por encima de mis posibilidades.
Empecé con miedo, con prevención, poco a poco. No era fácil, no era sentarse y ya está. No era sentarte y dejar que pasara delante de tus ojos. Tenía que estar atenta, captar los matices, retener los datos. La primera dosis fue difícil, como con todos los vicios pensé “ yo a esto no me engancho ni de coña” , la segunda pensé “ bueno, para pasar el rato me vale”, a la tercera ya estaba totalmente enganchada. Por fin, había encontrado mi droga, aquello estaba hecho para mi.
Como con todas los vicios no valía cualquier momento. Tenia mi ritual. Después de cenar, el chocolate y el sofá. Nada de interrupciones, ni teléfono, ni baño, ni princesas gritando, solo estaba para mi vicio…y así noche tras noche desde el mes de diciembre. Noches y noches dedicadas con fruición a mi vicio, noches y noches acostándome más feliz que una perdiz por los buenos momentos disfrutados y contenta ante la perspectiva de la cantidad de noches que me quedaban todavía.
Yo sabía que de aquello no podía sacar nada bueno, ninguna enseñanza moral ni paparruchas de esas. Aquello no me enseñaba nada, no me hacía mejor persona y ni siquiera me servía para culturizarme. No era más que disfrute total, placer.
Y ayer se acabó. El momento que pensé que nunca llegaría, llegó. Fundido en negro y final. Ya no hay más. Se terminó y ahora estoy como zombi. Busco en Internet sucedáneos para entretenerme, algo que me haga mantener la ilusión de que podré recuperar esos buenos momentos, que podré volver a disfrutar como antes, que no estoy abandonada, que lo superaré, pero en el fondo se que es imposible.
He terminado de ver Los Soprano y tengo síndrome de abstinencia. No voy a tratar de explicarlo, no voy a contar porque mi vida ya no será lo mismo, ni siquiera voy a cantar las alabanzas de la mejor producción televisiva de todos los tiempos. Nadie me creería y tampoco me importa, pero si no queréis perderos la mejor serie de televisión de todos los tiempos enganchaos a Tony Soprano.
Por otro lado me daba miedo no estar a la altura. ¿ Y si no me gustaba? ¿ Y si no era capaz de seguirle el ritmo? A ver si me iba a pasar como con otras cosas, que todo el mundo me habla maravillas y cuando las he probado me he quedado fría y pensaba o soy la más lista del planeta o soy tonta y esto está por encima de mis posibilidades.
Empecé con miedo, con prevención, poco a poco. No era fácil, no era sentarse y ya está. No era sentarte y dejar que pasara delante de tus ojos. Tenía que estar atenta, captar los matices, retener los datos. La primera dosis fue difícil, como con todos los vicios pensé “ yo a esto no me engancho ni de coña” , la segunda pensé “ bueno, para pasar el rato me vale”, a la tercera ya estaba totalmente enganchada. Por fin, había encontrado mi droga, aquello estaba hecho para mi.
Como con todas los vicios no valía cualquier momento. Tenia mi ritual. Después de cenar, el chocolate y el sofá. Nada de interrupciones, ni teléfono, ni baño, ni princesas gritando, solo estaba para mi vicio…y así noche tras noche desde el mes de diciembre. Noches y noches dedicadas con fruición a mi vicio, noches y noches acostándome más feliz que una perdiz por los buenos momentos disfrutados y contenta ante la perspectiva de la cantidad de noches que me quedaban todavía.
Yo sabía que de aquello no podía sacar nada bueno, ninguna enseñanza moral ni paparruchas de esas. Aquello no me enseñaba nada, no me hacía mejor persona y ni siquiera me servía para culturizarme. No era más que disfrute total, placer.
Y ayer se acabó. El momento que pensé que nunca llegaría, llegó. Fundido en negro y final. Ya no hay más. Se terminó y ahora estoy como zombi. Busco en Internet sucedáneos para entretenerme, algo que me haga mantener la ilusión de que podré recuperar esos buenos momentos, que podré volver a disfrutar como antes, que no estoy abandonada, que lo superaré, pero en el fondo se que es imposible.
He terminado de ver Los Soprano y tengo síndrome de abstinencia. No voy a tratar de explicarlo, no voy a contar porque mi vida ya no será lo mismo, ni siquiera voy a cantar las alabanzas de la mejor producción televisiva de todos los tiempos. Nadie me creería y tampoco me importa, pero si no queréis perderos la mejor serie de televisión de todos los tiempos enganchaos a Tony Soprano.
El video es una sesión de todos de Annie Leibovitz para Vanity Fair, me ha molado y la música es alucinante y además por si consigo convencer a alguien no contiene ningún spoiler.