domingo, 23 de julio de 2023

Nunca pasa nada


«Éramos niños felices, corriendo por ahí. Teníamos planes para el futuro. Y todo simplemente, todo saltó por los aires. Justo después. No teníamos ni idea de lo que nos esperaba». (Maurice Chandler, superviviente del Holocausto)


Hace muchos años, muchísimos ya, conocí a una mujer rica. Sabía que era rica por su ropa, sus zapatos de tacón infinito y la manera despreocupada y sin esfuerzo en la que llevaba siempre el bolso. Un bolso grande, de asa corta, colgando del antebrazo. Solo puedes llevar el bolso así cuando lo llevas vacío, cuando aparte de la cartera y las gafas no llevas nada más porque el bolso es un adorno, no algo en lo que acarreas todos los por si acasos de tu vida. A esa mujer rica al principio no le caí bien; de hecho sé que intentó que me echaran de mi trabajo y sé que cuando vió que eso no iba a ser posible intentó ser mi amiga. Ella fingía ser mi amiga y yo fingía que me lo creía. 


Algunos años después del comienzo de aquella relación me di cuenta de que ella no era rica; vivía en una realidad que, por aquel entonces, antes de las redes sociales y de Instagram, para mí era inimaginable. Era tan absurdamente rica y privilegiada que estaba más allá de la órbita del Hola o de los cotilleos. Tenía la discreción y el anonimato de la opulencia infinita. 


Esa mujer rica, inalcanzable, con motivo de unas elecciones cuyo resultado podía acarrear ciertos cambios en mi trabajo, me dijo: «No te preocupes. Nunca pasa nada». La estoy viendo. De pie, en mi despacho, vistiendo un estiloso traje pantalón de color beige, con un ademán elegante y casual tiró su bolso en una silla, me miró y me dijo: «No te preocupes, nunca pasa nada». 


Entonces yo era joven, lo suficientemente joven e ingenua como para creer que la gente mayor que yo poseía una sabiduría, todavía inalcanzable para mí pero en la que yo podía confiar, descansar, una sabiduría tranquilizadora, analgésica. A lo mejor no era ingenua, a lo mejor simplemente quería creer aquello porque era más fácil. Sucedieron aquellas elecciones y no pasó nada hasta que, años después, ocurrieron otras elecciones y claro que pasó algo. 


Para empezar, esa mujer rica más allá de lo imaginable desapareció de mi vida, se esfumó. Las dos dejamos de fingir tener una amistad y dejamos de vernos. Más adelante hemos coincidido en algunas ocasiones, pero aunque ella sigue fingiendo amistad yo ya no lo hago. Entre las cosas que sí pasaron está el hecho de que yo entendí que su expresión «Nunca pasa nada» no estaba destinada, aquella tarde, a tranquilizarme a mí ni revelaba un conocimiento del mundo profundo y consciente. 


Aquel «Nunca pasa nada» se refería a ella misma y su mundo. La vida de las personas privilegiadas más allá de lo imaginable es inmutable. Cambia porque, por ahora, no han conseguido ser inmortales y en algún momento, aunque intentan evitarlo, empiezan a envejecer y acaban muriendo. Muchas veces mueren siendo muy ancianas porque la vida de privilegios es lo más cerca que está el ser humano de beber el elixir de la vida eterna. Aquella mujer decía «nunca pasa nada» porque en su vida, su trabajo, su familia, sus amigos, sus propiedades, su ausencia de preocupaciones materiales, sus casas, sus vacaciones, sus creencias, su religión, sus derechos y obligaciones todo permanecía inmutable. Vivía y vive en un mundo a salvo del miedo. Un mundo en el que sus derechos, sean los que ellos quieran que sean, van a ser siempre respetados. Es un mundo en el que pueden incluso inventarse derechos nuevos a cambio de dinero o de influencia o de poder. Un mundo con unos derechos heredados que les pertenecen porque sí, porque «así ha sido siempre», y que sin embargo protegen con miedo a que se gasten si se extienden a más gente. Ese miedo sin embargo es ficticio: no llega nunca a parecerse al terror que experimentamos los demás. Es más bien un cosquilleo que se calma en cuanto piensan que «nunca pasa nada» porque, efectivamente, nunca les ha pasado nada.


Me acordé de esta mujer el jueves por la noche al repasar las noticias del día. Junto con las elecciones de hoy, leí sobre el parón de la corriente del Atlántico Norte (que hasta el jueves no sabía ni que existía) que los científicos aseguran provocará un desastre climático que no podemos ni imaginar; y a todo eso le sumé la noticia de la ley que el gobierno británico ha sacado adelante, prohibiendo cualquier tipo de inmigración, y que su Primer Ministro explicaba en un tuit repugnante: 

«Una vez que nuestra nueva ley entre en vigor, si vienes al Reino Unido ilegalmente:

❌ No podrás solicitar asilo.

❌ No puedes abusar de nuestras protecciones contra la esclavitud moderna.

❌ No puedes hacer reclamaciones falsas sobre derechos humanos.

❌ No puedes quedarte».

Las tres noticias me sumieron en una espiral de angustia existencial. ¿Qué puedo hacer? Más allá de votar a gente con principios democráticos y sin ideas fascistas y tratar de consumir responsablemente, poco puedo hacer. Y esto parece tan nimio… Sentí una fragilidad inmensa, un vacío inconmensurable y miedo al futuro. Un miedo al no futuro que se acerca, si no para mí, que ya tengo cincuenta años, sí para mis hijas. Pensé en si mis padres, hace 30 o 40 años, cuando yo tenía 10 o 20, sentían este miedo al futuro que siento yo ahora. ¿Sentían que me dejaban una vida peor que la que habían tenido ellos? ¿Esto siempre es así para todas las generaciones? Podía haberle preguntado a mi madre, pero no lo hice. No lo hice por miedo. No quiero que me diga que no, no quiero que me diga que ellos no tuvieron nunca esa sensación porque eso significa que realmente estamos en una época muy muy jodida en la que no sabemos qué va a ocurrir y, por lo que parece, lo que sea que nos espera no tiene pinta de ser muy halagüeño.


¿Qué hago? ¿Cómo me enfrento a este sentimiento? En el día a día es fácil: me veo inmersa en mi rutina y eso frena la espiral existencial, pero si me paro a pensarlo ¿qué sentido tiene nada de lo que hago si se va a acabar el mundo? 


«No se va a acabar el mundo. Nunca pasa nada». Ahí me acordé de aquella mujer rica. Claro que pasan cosas, todo cambia. Solo es a ellos, los megaricos privilegiados a los que nada de lo que ocurre les perturba. Están a salvo. 


Nosotros no lo estamos. Hay que dejar de creer que «nunca pasa nada», que lo que les pasa a otros no nos ocurrirá a nosotros.


Espabilemos. 



7 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

"Aqui nunca pasa nada... pero un día pasará" cantaba el grupo aragonés La bullonera lejos de ese Madrid que todo lo sabe y quiere controlar.
La ley entorpece la libertad, pero la falta de ley la aniquila.
Donde mejor viven los poderosos es un pais sin leyes.
Si hay una ley se cumpla y si no estas de acuerdo se intenta cambiar.
No estoy de acuerdo en alegar valores para incumplir leyes.
Amen

Maria dijo...

El bloqueo la falta de respeto al que piensa diferente el insulto.el bloqueo. No soporto a esa izquierda que presume de valores de tolerancia y respeto pero solo al que piensa como el. Por desgracia esto en este país se ha convertido en norma. Alimentado tanto por partidos de extrema derecha como por sus análogos de extrema izquierda. Si no piensas como yo eres o fascista o perroflauta.depende del lado desde el que mires. El grado de machismo de los partidos de izquierda es para hacérselo mirar. Tanto cupo tanta tutela. Ese macho alfa que coloca señoras aunque alguna le sale rana véase Yolanda. En fin todo es un esperpento. Por lo menos la extrema derecha no presume de tolerancia. Me atufan más si cabe pero no mienten.y controlan algo mejor a sus mujeres.aunque Olona también ha sido un alma descarriada.
no voy a votar a la izquierda por un único motivo a mi como autónoma me ha crujido a impuestos . Los otros está por ver. En lo demás sigo pensando que “ son los mismos perros con d.diferentes collares”. Y decirte que aunque tú no te des cuenta eres rica muy rica mucho más de lo que piensas. Eres como diría una vieja amiga una hyppypija de libro.
Todo desde el respeto

Anónimo dijo...

Pactar con personas que han cometido delitos de sangre no es fascismo? Ah no es q son de de izquierdas , entones se llaman libre pensadores …, es increíble como se manipula nuestra historia más reciente
Que pena de pais
Mucha memoria histórica y no nos acordamos de lo q paso antes de ayer

Anónimo dijo...

Jo,Moli, debe de ser la edad pero te estás volviendo una agorera del Holocausto, una Casandra del fascismo que parece que está deseando que llegue para poder así sermonearnos luego y decir: ¡ os lo dije, descerebraos!

Mi impresión es que lo que único que está cambiando sustancialmente es tu cobardía y que ese miedo creciente te lleva a escribir sobre cosas que casi siempre te habían importado un pimiento y que , dicho sea de paso, son bastante aburridas.

Aunque la supervillana del barrio de Salamanca que nos has pintado enfrentándose a ti a base de miradas perdonavidas daría para una miniserie de Netflix.


Respecto al terror de que se acabe el mundo mañana cuando gane el PP , pues qué te puedo decir: lo mejor es ir al psicólogo. Pero barato no es.





Anónimo dijo...

Lamento sumarme al pesimismo,pero como "ruralita" sufro por el clima que achica las cosechas,por la despoblación,el desprecio por la Tierra...
No son presagios,son presente.

Anónimo dijo...

Creo que siempre pasan cosas y que muy poca gente, una minoría escasa y muy privilegiada, es impermeable por completo a los efectos del devenir. Minorías al estilo el duque de Westminster y peña de este tipo.

Pero lo más relevante en los cambios políticos y sociales, son los cambios que operan en la forma en cómo vemos las cosas y la velocidad a la que se producen esos cambios.

Los cambios de perspectiva:

Hace seis años un señor se tiró al monte, montó un pollo monumental en Catalunya y tuvo que huir a Waterloo. El otro día medio país, con el candidato que había perdido las elecciones y muchos más, celebró que el gobierno de todos está en sus manos.

Los cambios vitales:

Hace unas décadas vimos una imagen sacada de otros tiempos. Un hombre salía de un zulo donde lo habían secuestrado durante tropocientos días. Un superviviente de un campo de concentración nazi, custodiado por nazis. Un zulo y unos carceleros sponsorizados por medios de comunicación nazis y por parte de la población (centenares de miles, ojo) de una región del norte de la península ibérica.

Hoy a ese hombre y a su familia, cuyas vidas normales y rutinarias cambiaron para siempre unos desalmados, muchos lo llaman fascista. Hoy muchos celebran que el partido que justificó aquel secuestro, los periodistas que lamentaron su liberación (Mertxe Aizpurua), decidan la gobernabilidad del país de todos, sin haber cambiado un centímetro sus planteamientos ni fines políticos. Bueno ya no secuestran funcionarios de prisiones, (aunque te insulten y escupan en la calle si eres concejal de un partido rival, que esto pasa en el País Vasco y Navarra cualquier día. Hoy en día digo).

Lo más llamativo no es el cambio y que siempre pasan cosas, lo más llamativo es la velocidad a la que ahora pasan las cosas y la impresionante capacidad de adaptación de todos nosotros a este devenir.

Al contrario Molinos, a mí lo que me asusta, en todo caso, es la ingente capacidad que tenemos para digerir que siempre pasan cosas, pero no nos demos cuenta de cómo efectivamente están pasando.

Aunque, como decía don Fabrizio, el príncipe de Salina, después, todo seguirá igual, pese a que todo habrá cambiado.

Un saludo,

Aquel viejo Blog Marlei.

Marta dijo...

Moli, acabo de leerte, creo que subestimas a tus lectores....
Yo no puedo mejorar lo ya dicho...