miércoles, 5 de julio de 2023

Lecturas encadenadas. Mayo y junio

Antes de nada: una lectora me dejó un comentario diciendo que echaba de menos mis lecturas encadenadas. En primer lugar: gracias, me hizo mucha ilusión. En segundo lugar: la explicación. En mayo no hice lecturas encadenadas porque solo leí un libro, Los silencios de la libertad, de Guillermo Altares, y dediqué un post entero, Testigos silenciosos, a las reflexiones que me había provocado. Pensé entonces: no hago lecturas encadenadas y, como seguro que en junio recupero ritmo, uno los dos meses. Para sorpresa de nadie, en junio he recuperado poco porque no sé qué me está pasando, pero no me cunde el tiempo de lectura y voy más despacio. No pasa nada, no hay prisa, disfruto lo que leo; pero no tiene sentido hacer un post de lecturas encadenadas si no hay nada que encadenar. ¿Cambiará esto en el verano? No lo sé, veremos. 


El post del que hablaba antes, Testigos silenciosos, lo escribí el 28 de mayo, el día antes de las elecciones. En tres semanas tenemos otras en las que nos jugamos muchos derechos y muchos logros conquistados que los fascistas quieren eliminar. «Eso no va a pasar», a lo mejor piensa alguien. Si ese alguien está leyendo esto, que se levante y se dé contra la pared, por idiota y crédulo, y que luego coja Los silencios de la libertad y lo lea con atención, porque ahí están todos los peligros, que no es que los enfrentamos sino que ya están aquí, ahí, llamando a nuestra puerta y queriendo tirarla abajo. 


«Muchas decisiones nos superan, a veces es imposible elegir, otras no se puede encontrar el valor suficiente. Pero la lucha por la democracia se compone de millones de pequeños actos individuales. Somos cada uno de nosotros los que podemos romper los silencios de la libertad».


Lee a Guillermo y no votes a fascistas ni a gente que vota con fascistas. Haz el favor.

Después de una lectura tan política pretendía leer algo más ligero, pero los caminos de las lecturas encadenadas son inescrutables y desde la estantería de los pendientes de leer me asaltó El bosque del odio, de Roman Gary. Creo que fue justo a Altares al que oí hablar de este libro hace mucho y lo compré de segunda o tercera mano en algún sitio que no recuerdo porque no lo apunté. («The biggest lie we tell ourselves is "I don´t need to write this down because I will remember it"». Kevin Kelly)

El bosque del odio es una novela publicada en 1945, nada más terminar la II Guerra Mundial, y cuenta la historia de los partisanos polacos que viven escondidos en los bosques cerca de Wilno. Viven escondidos en cuevas, en agujeros, escapando de los alemanes que han ocupado Polonia y que están asesinando a los hombres, violando a las mujeres, arrasando con todo. El personaje principal es un chavalín de 13 años, Janek, hijo del médico del pueblo, al que sus padres esconden en un agujero en el bosque para que esté a salvo. Su padre le dice “vendré cada noche y, si un día no vengo, corre a buscar a los partisanos”.  No destripo nada porque esto ocurre en las dos primeras páginas: Janek acaba viviendo con los partisanos y aprendiendo la realidad de la guerra y la crueldad de los hombres de primera mano. Es una novela que cuenta el final de la guerra, cuando a Polonia llegan noticias del frente de Stalingrado y empiezan a creer que quizá haya esperanza, que quizá los alemanes pierdan y ellos puedan volver a sus vidas o a lo que queda de ellas. Mientras tanto conviven con la miseria tanto física como moral, con la crueldad que ven y la que se dan cuenta que ellos son capaces de infligir, con el odio al otro, al alemán, más allá de cualquier razonamiento o consideración. 

Es una novela clásica, de guerra, llena de horror cotidiano, de las vidas transformadas por el mayor de los sufrimientos: crueldad hacia los demás, traición por comida, prostitución para sobrevivir. Personas normales con vidas normales llevadas al extremo y con la supervivencia como única meta. Personas que pensaron «eso no va pasar».


«Janek le dió la espalda. Empezó a caminar, luego echó a correr. No huía: tenía prisa por llegar. Quería volver bajo tierra, hundirse en su agujero, no volver a salir nunca más. Bajó al escondrijo y se echó sobre el jergón. No se sentía cansado. No tenía miedo. No tenía sed, ni sueño, ni hambre. No sentía nada, no pensaba nada. Permanecía tumbado, con la mirada vacía, en el frío, en las tinieblas. Solo cuando la noche estuvo ya mediada pensó que iba a morir. No sabía cómo se muere uno. Probablemente un hombre se muere cuando está listo para morir, y está listo cuando es demasiado desdichado. O bien, quizá, muere cuando ya no le queda nada que hacer. Es un camino que sigue cuando ya no tiene otro sitio a donde ir. Pero él no murió. Su corazón latía, seguía latiendo. Morir no era más fácil que vivir».

El bosque del odio fue un bestseller de posguerra y su autor, Roman Gary, es todo un personaje. Nació precisamente en Wilno (Polonia Oriental) y era judío. Su padre nunca le reconoció y, tras pasar unos años en Varsovia, llegó con su madre a Niza. Durante la guerra combatió con los franceses y fue condecorado cuando terminó. Intelectual, hablando varios idiomas, tuvo una carrera diplomática que le llevó a Estados Unidos donde, entre otras cosas, se casó con la actriz Jean Seberg. Escribió varias novelas con distintos pseudónimos y es el único escritor que ha ganado el Premio Goncourt dos veces, aunque con dos nombres distintos y algo de polémica. 


El bosque del odio es una buena novela. Es dura, se te agarra a las tripas y crees que no podrás soportarlo más y cuando la terminas, no te suelta. Es una historia que no olvidas. 


En un tiempo que parece muy lejano, pero que en realidad fue en marzo, estuve en París y en la librería Shakespeare & Co a la que llevé a mis hijas porque son devotas de la trilogía de Linklater Antes de (lo estoy haciendo fenomenal en cuanto a referencias culturales de mi descendencia). Allí compré el libro autobiográfico de Shirley Jackson que ya recomendé y mi siguiente lectura de estos meses: The Lonely City. Adventures in the art of being alone, de Olivia Laing. (Está traducida por Capitán Swing) ¿Dónde leí sobre este libro por primera vez? No lo sé, como no lo apunté («The biggest lie we tell ourselves is "I don´t need to write this down because I will remember it"» Kevin Kelly) lo olvidé. La cuestión es que tenía interés en él y, como me encantan las ediciones americanas en tapa blanda, lo compré en París. 


Es un texto de no ficción que mezcla las experiencias personales de la autora con la divulgación artística. Ahora que lo pienso, quizá se parezca en forma a El nervio óptico, de la argentina María Gainza (que estás tardando en leer y que recomendé aquí hace mil quinientos años). Olivia Laing llega a Nueva York por una relación amorosa que parece que va a concretarse en algo más tangible en la ciudad pero que se desvanece, sin que ella nos dé muchos detalles, poco tiempo después de su llegada. Olivia, que ha dejado atrás su vida en Gran Bretaña, vive por largas temporadas en Nueva York saltando de apartamento en apartamento, dependiendo de qué amigo se lo deje una temporada o se lo subarriende a buen precio. Allí reconoce sentirse más sola que en ningún otro sitio, más sola que nunca. Está viviendo en una ciudad superpoblada y llena de actividades, pero no consigue conectar con nadie (en esto también me ha recordado a algo que contaba Will McPhail en IN., un tebeo que también he recomendado y que es maravilloso). Olivia se refugia entonces en el Arte o, mejor dicho, en determinados artistas cuya obra ella cree que refleja o expresa la soledad. En esa lista de creadores están Edward Hopper, David Wojnarowicz, Henry Darger, Andy Warhol, Nan Goldin, Klaus Nomi y alguno más. Olivia Laing traza sus biografías centrándose sobre todo en su relación con la ciudad, con Nueva York concretamente; aunque en el caso de Darger esa ciudad es Chicago, donde fue portero en un hospital, solitario y desconocido, hasta que murió y en su habitación encontraron cientos de misteriosas pinturas que todavía están tratando de interpretar. 


Henry Darger

Las reflexiones sobre la soledad de la ciudad o de estos artistas a veces me han interesado y otras me han parecido cogidas un poco por los pelos, pero he aprendido mucho de algunos de esos personajes que no conocía más que muy vagamente. Con Wojnarowicz y su obra he hecho un viaje a los años de la epidemia de SIDA, algo que yo viví como adolescente española con muchísima distancia y que sin embargo ahora, con este libro y con el podcast Resurrection (del que ya hablaré), estoy viendo con muchísimo interés y horror porque fue algo terrorífico: la enfermedad y el rechazo a los homosexuales, su trato como apestados de la sociedad. 


Otro elemento interesante del libro de Laing es la descripción de la ciudad. Madrid no es Nueva York pero puedo identificar los procesos que ella describe también aquí: la desaparición de la vida «normal» en el centro, la homogeneización de las tiendas, los bares, los restaurantes, la imposibilidad de encontrar casa, lo que viene siendo la gentrificación de nuestros barrios que convierte la ciudad en un decorado sin alma. No es que yo sea fan del alma de Madrid, pero por lo menos tenía algo diferencial. 


¿Hay que leer The lonely city? Pues sí. Es un libro que va de menos a más y que conviene leer mirando de vez en cuando en Google alguna de las imágenes de las que habla (de esto tenemos que hablar: tengo la sensación de que los escritores se curran menos ahora las descripciones porque ya cuentan con que irás a buscarlo en internet y a mí NO ME GUSTA INTERRUMPIR LA LECTURA PARA ES, cuéntame cómo es, me lo imagino y, si lo que cuentas me ha interesado suficiente, cuando luego deje de leer y esté haciendo otra cosa iré a buscarlo). Se aprende mucho de Arte, se aprende a mirar el Arte y también a ver más allá de él a la persona que está detrás y que, muchas veces cuando no siempre, vuelca en sus obras una parte de su vida que no es capaz de expresar más que como artista. (Sobre esto creo que la interpretación de Hopper es la que está más traída por los pelos y la que menos encaja con el resto de artistas, pero entiendo que hablar de soledad y Nueva York y no hablar de Nighthawks era imposible). 

“Many marvelous things have emerged from the lonely city: things forged in loneliness but also things that function to redeem it”. 

Tres libros en dos meses sería una marca lamentable si estuviera tratando de competir con alguien. 


Lee a Guillermo, lee a Gary y a Olivia para aprender, pero sobre todo no votes a fascistas. Eso es lo más importante y con esto y la esperanza de retomar mi ritmo lector, hasta los encadenados de julio. 


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12 comentarios:

Di Vagando dijo...

Y sí, votemos a quien apoya lo público - ninguna es perfecto, pero no todos son iguales. Ayer escribía sobre el aniversario de los 75 anios del NHS (Sanidad pública) en el Reino UNido y enlacé un divague antiguo (arghhh 2012!!). El primer comentario era tuyo en el q a su vez me enlazabas un video de una amiga tuya médica q estaba luchando por la sanidad pública. Titular: "Mónica, la coreógrafa de médicos, enfermeros y auxiliares". Aquella coreógrafa es hoy Mónica García: aúpa y tres hurras, desde el otro lado del canal.

Di

Anónimo dijo...

Cuánta razón tienes. Los peligros son reales y están aquí.

Que tengas una enfermedad incurable y como no tienes recursos suficientes y los cuidados paliativos verdaderos ni están ni se les espera, te sugieran la eutanasia, aprobada aun en contra del informe del comité de bioética. La slippery slope es real Moli, es muy real. Si no habeis leido ese informe, leedlo. Corred a leerlo.

Que no sea el mejor momento para tener un hijo porque no tienes recursos o no te atreves a decirselo a tus padres porque tienes 16 años y puedas entrar a un establecimiento y acaben con el "problema" en cero coma. El fin de una vida jamás podrá ser un derecho, por mucho que se repita, que se escriba o que se publique hasta el estomagamiento. Habrá algún caso que siempre será una terrible decisión a tomar, pero un derecho, de verdad un derecho? pero por favor, si necesitas una orden de un veterinario para enterrar a tu canario que ha estado a la corriente y no lo ha superado.

Que la diferencia entre el bien y el mal sea algo pasado de moda, algo casposo, algo anticuado, algo de otros tiempos, es un peligro real y está aquí, ya ha llegado, está instalado. "Tu eres dueño de ti, no te debes a nada ni a nadie, vive que la vida es muy corta y no hay nada luego". "Practica el "yoismo", cuidate, no te sacrifiques por nada ni por nadie, tu eres tu propio rey". Ah, eso si, cuidamos de ti y te recordamos que comas 5 frutas al dia, hagas ejercicio moderado, duermas 8 horas, bebas mucha agua, y no olvides la protección solar...
Esto está aquí, es real.

Que tus hijos sean adoctrinados en el colegio porque no tienen unos padres tan cultos como tu, eso es muy real Moli!!!! piensalo...

bueno, pues ahora ya estoy lista para los comentarios demoledores. :-)

Anónimo dijo...

Que tengas una enfermedad incurable y, como Carme Elías manifestó recientemente, decidas que a partir de cierto no quieres seguir, que quieres una muerte digna, y otros se crean con el derecho a obligarte a continuar. Que sea algo que conozcas bien, que seas cuidador de personas con esa misma enfermedad, que sepas que probablemente te espera lo mismo, y que otros manifiesten que saben lo que es mejor para ti. Que te obliguen a sufrir lo que no quieres durante años, el resto de tus días, sin posibilidad de mejora, y que además de torturarte (sí, obligar a alguien que no quiere a pasar eso es torturar), tengan el cuajo de decir que piensan en tu bien.
En el mejor de los casos, puedo pensar que es gente tan asustada de su propia mortalidad que no solo la niega, sino que se retuerce de rabia al ver que los demás no, que eso les supone una bofetada de realidad que no quieren asumir. Pueden darme cierta lástima.
Pero la diferencia entre el bien y el mal sigue estando clarita. Igual que en qué parte estás, anónima de las 11:48

Virginia dijo...

Obligar a alguien a ser madre es tortura. Obligar a alguien a vivir cuando su calidad de vida le hace sufrir es tortura. Nadie va a obligar a abortar a nadie si no quiere, de hecho es un delito. Nadie va a obligar a otros a pedir la eutanasia. Eso tiene un nombre y se llama asesinato. Dejad de imponer vuestra moral en la vida de los demás. No aborteis y no pidáis la eutanasia y dejad al resto disfrutar de los derechos sobre nuestro propios cuerpos y sobre nuestra vida.

Anónimo dijo...

Asustada de mi propia mortalidad? imagino que casi como todo el mundo. Pero yo creo en la vida eterna que Dios a través de su Hijo nos otorga a los que en El creemos. Creo que esto os retuerce más a vosotros. Es algo que os genera una hostilidad que no llego a comprender. No me considero dueña de mi vida, he ahí la diferencia.

Obligar a vivir no, ayudar a vivir esos años. Obligar a ser madre no, ayudar a esa persona a tener a su hijo en condiciones de amor, de vivienda, etc.


Tu serias ese medico que tiene que poner la inyección? Piénsalo. Tu serias ese médico que acabaría con la vida de ese niño? Piénsalo. Lo harías de verdad? Por mucho que tuvieras el consentimiento de los afectados. Lo harías? En esa pregunta está todo. Pero piénsalo en tu interior no a la luz del discurso imperante. Tu, sola, te dan la hoja y te dicen ya, ahora, hazlo. Piénsalo.



Soy anónima de las 11.48 claro 😀

Anónimo dijo...

Una última pregunta para Anónimo de las 8.56.
Me podrías razonar el porqué es indigno morir con un Alzheimer muy avanzado? Solo es digno morir en plenas facultades? O solo es digno lo que uno decide? Me temo que va a ser eso no? Digno es lo que yo decido, imagino me dirás.

Quien decide lo que es digno o indigno? Mi abuela no me conocía años antes de morir y te aseguro que falleció muy dignamente. Querida, cuidada, atendida, con mucho esfuerzo de sus familiares si. Había días desquiciantes... Imagino que eso lo consideráis indigno. Quizás porque ahí ya sí que de ningunisima manera eres dueño de ti y hasta ahí podíamos llegar!

Es muy diferente que el final de una persona no sea doloroso y se palie su dolor y angustia cuando es irreversible a que alguien decida que otro alguien al amparo de una ley acabe con su vida, aún con su consentimiento. Es que no tiene nada que ver!

Quien te asegura que una persona sin la capacidad intelectual suficiente, o presionada interiormente por no ser una carga por ejemplo, pida que al amparo de tan magnífica ley alguien termine con su vida? Porque es una persona y no el BOE quien pone fin a su vida. Donde pones el límite? Y si alguien está deprimido y siente que su vida no tiene sentido? Que hacemos? También puede pedirlo?

Y por último, sobre la actriz que refieres o cualquier caso parecido, de verdad que veis tan sencillo determinar cuando se han cumplido los requisitos que la persona en cuestión pide?

Yo comprendo que estáis en una posición muy muy dura. Ser dueño absoluto y completo de uno mismo es una carga difícil de soportar, y no penséis que es una ironía, así lo siento de verdad. Cuando sabes sin duda ninguna que
hay Quien solo te ofrece su Amor, que solo hay que dejarse querer por El y ablandar el corazón, todo es mucho más fácil. Tendréis luchas, pero Yo estoy siempre ahí. Camino, Verdad y Vida. Ahí está todo.

Ya no os molesto más.




molinos dijo...

Anónima de las 11:48. ¿has leído algo de lo que comento? ¿Tienes algo que decir sobre libros? te animo a que te abras un blog, una newsletter, un púlpito o lo que quieras y desde alli impartas tu doctrina y tu sabiduría. Pero aquí, ya está bien.

"yo comprendo que estáis en una posición muy muy dura" Lo que veo que es durísimo para ti es dejar que la gente tenga opiniones diferentes a las tuyas, que no crea en tu DIOS, y que no quiera dejarse manipular por vosotros. Y esas ganas de controlar lo que hacen los demás, de decirles como deben sentirse, pensar, vivir y morir se llama fascismo. Ese tono de "yo sé lo que es mejor para vosotros porque no tenéis ni idea" es fascismo.

Y si, no te voy a dejar comentar más aquí y no quiero blablablabla de censura. No te censuro, te echo de mi casa que es diferente pero como te he dicho antes te puedes abrir un blog y escribir tooodo lo que quieras con completa libertad. Te prometo que no iré a leerte ni a opinar. Además, lo hago por tu bien porque partiendo, como hacéis siempre, del aborto y la eutanasia si te dejo hablar más llegarás a decir que los homosexuales son enfermos que necesitan ayuda y que el matrimonio es solo entre el hombre y la mujer y después dirás que la inmigración hay que controlarla porque si no aquí nos quedaremos sin trabajo y sin casas, cositas de fascistas ya sabes, y te voy a ahorrar que te retrates aún más.

Anónimo dijo...

Pues igual tienes razón en que no es el foro apropiado, pero no he ofendido a nadie.
Me ha hecho mucha gracia lo de "te echo de mi casa"....
mucha suerte y ánimo Ana.

Anónimo dijo...

Anonima,

Parece q aunque lleves a jesus en el bolsillo y esas cosas el espiritu santo no hasanto no ha tenido a bien iluminarte. A mí sí me ha ofendido tu maternalismo irrespetyoso con la libertad e individualidad.

Apostaría entre kikos, emaús y opus q lo tuyo es opus. Ya que aconsejas déjame acinsejarte una lectura pausada y reflexiva de tus ex hermanas y hermanos en opuslibros

La chica dijo...

Joder, que foro mas polémico!.
Pues nada, saludos, que ayer me apunte a bookcrossing porque estaba obsesionada con los libros de John Connolly (que lo paso pipa leyéndolos) y me encontré a Molinos y llegué hasta aquí esta mañana. Solo he leido las tres últimas entradas del blog que ahora no me da tiempo a más, tengo que ponerme a las tareas domésticas, pero he quedado encantada. Aquí hay tomate. Referencias interesantes a tutiplén, por si nos aburrimos alguna vez, jaja. Desde 2008!, un mundo de hilos sueltos para ir tirando que a saber a donde llevarán!.
Muchas gracias por compartir Molinos!

molinos dijo...

Ey "La Chica" bienvenida....bookcrossing...madre mía, cuantos años hace!!

Y sí, tienes muchisimo para leer.

Agustí dijo...

Tomo nota de tu recomendación, como hice con "Los silencios de la libertad" que me mira amenazante desde la estantería de pendientes. Me encanta cuando dedicas un artículo completo a una obra.