Duy Huynh |
No se me ocurre nada mientras pienso en qué quizás este año no vea nieve ni pueda llevar guantes ni vea vaho salir de mi boca por las mañanas. Quizás vaya siendo hora de vender el rasca hielos que llevo en el maletero.
No se me ocurre nada mientras pienso que, a lo mejor, no es que no vaya a haber otoño. Quizás las estaciones se han cansado de sus meses y están corriendo turno. Quizás el otoño haya decidido que le gustan más las navidades y, a partir de ahora, se asiente entre diciembre y abril, luego vendría el invierno que ha decidido que quiere más horas de sol y a partir de agosto el verano. Sin primavera. Las otras estaciones la han asesinado por cursi y pesada.
No se me ocurre nada mientras voy a la tintorería de mi barrio. Todos los años cuando me toca llevar alguna prenda me da miedo que la hayan cerrado. Quizás pase de moda aunque creo que ha sobrevivido con mucha dignidad a la avalancha de franquicias de hace unos años. Quizás la gente deje de comprar ropa que hay que llevar a la tintorería igual que dejaron de comprar sombreros y libros y pajaritas y almácigas. Es una tintorería que huele a eso, a tintorería. Un olor característico que te garantiza que tu ropa volverá limpia. Esta tintorería es como un balneario para la ropa. Llevo allí mi trenca para que se haga un tratamiento, se relaje y luego me espere tranquilamente colgada de la percha.
No se me ocurre nada mientras charlo con la dueña de la tintorería. Su ¿marido? está al fondo, entre la gran máquina que da vueltas y la plancha gigante que maneja como si no pesara. Quizás no pesa. No está el calvo atractivo que plancha por las mañanas. Quizás, pienso mientras estoy pagando, sea una tapadera. ¿Qué habrá al fondo del local? ¿Más prendas relajándose y empezando a sentir el pánico del abandono?
No se me ocurre nada mientras dormito en el asiento del copiloto de un taxi entre Gijón y el aeropuerto. Intento calcular si haciendo dos viajes diarios entre esos dos puntos podría ganarme la vida. Quizás, a 55 € el trayecto, se gana dinero suficiente.
No se me ocurre nada mientras hablo delante de un auditorio sobre ayudas al cine y siento que todos me odian un poco. Yo tengo frío y lo que me gustaría decirles es que hago lo que puedo, pero no se lo digo o se lo digo mal. No se me ocurre nada mientras me aterro pensando que quizás no me odien y se acerquen ahora a hablarme. Ahora, cuando es posible que mi aliento apeste porque estoy comiendo cabrales en la espicha que nos han dado.
No se me ocurre nada mientras descubro que mis hijas son unas brujas y han descubierto una nueva manera de utilizar el amor maternal como arma arrojadiza. No reclaman para ellas mismas la posesión absoluta del amor por mí, son más retorcidas. No dicen "Mamá, yo te quiero más", dicen "mamá, ella te quiere menos". No se me ocurre nada mientras intento valorar el nivel de maldad e ingenio que hay en esa acusación.
No se me ocurre nada mientras pienso que no se me ocurre nada. Quizás es porque estoy demasiado. Los estados absolutos no son buenos para la creatividad. Cuando estoy demasiado cansada, demasiado contenta, demasiado triste, demasiado ocupada, demasiado entusiasmada, demasiado sobrexcitada, demasiado agotada, demasiado no se me viene nada a la cabeza.
No se me ocurre nada mientras pienso que, a quizás, el mejor momento para la creatividad es la nada. Cuando no estás nada, o estás un poco de todo. O quizás no.
5 comentarios:
Ánimo muchacha: ¡no te deprimas! Te juro que a mí tampoco se me ocurre nada si es que llego a conversar con el tintorero...
Por otro lado, el bus entre el Fernando Alonso Airport y Xixón no debe costar ni 10 pavos. Claro: derrochamos y nos abatimos...
Y tus hijas te adoran... Otra cosa es que se odien entre ellas (algo, por otro lado, muy natural. Te hablo desde la experiencia de hijo único).
Cheer Up!
Salte por la 42. Pedazo de otoño. Yo, la del verano, estoy echando de menos los días grises porque los amarillos, rojo a y marrones se ven más bonitos.
No se te ocurre nada más que llamar cursi a la primavera, descubrir los planes ocultos de las estaciones, comer cabrales en una espicha, seguir usando trenca, volar desde asturias, y no mencionar, ni de pasada, la hospitalidad de los gijoneses?
Esta no es mi molinos...
Porque sidra...beberías,no?
Y hombre, seguro que algo más que nada más que nada, se te habría ocurrido si hubiera llovido como sabe llover Gijón,
Otra vez SERá!
Me encanta lo del asesinato de la primavera: Qué gren frase, y que gran título para un libro.
Para ser un día que o se te ocurre nada has escrito un montón de ideas interesantes, aunque parece que luego las has echado de casa sin exprimirlas.
Te envidio profundamente, pero sin maldad,una envidia tímida e inofensiva. Envidio tu vida, tus hijas, tu trabajo, tus recuerdos de niñez, tus caminos en coche, en fin, todo. Quiero ser Moli con todo lo que conlleva.
Pues nada, si llega a ser algo te sale una novela.
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