Se termina enero y sufro porque veo los días hacerse más largos precipitándose hacia la primavera. Siempre tengo la sensación de que el invierno se termina demasiado pronto, de que no lo aprovecho ni disfruto todo lo que debería. Es una sensación errónea porque cuando repaso el mes me doy cuenta de que lo he exprimido al máximo y he hecho un millón de cosas pero ojalá me quedaran un par de meses todavía de noches tempranas. Al lío de los libros.
Mientras esperaba que llegaran los Reyes Magos con su cargamento de libros, empecé el año con Neil Gaiman y su Humo y espejos. No tenía ni la más remota de qué iba. De Gaiman había leído algún comic: Coraline, Violent Cases y Misterios de un asesinato y la novela El océano al final del camino. Con Gaiman me pasa una cosa curiosa y es que me gusta él, lo que dice, como lo dice, sus artículos, sus tweets, sus charlas pero sus textos de ficción me dejan siempre un poco a medias y, por eso, este libro ha estado meses en la estantería de "a ver si me llega el turno".
El libro me enganchó desde el prólogo en el que el propio Gaiman cuenta el origen de cada uno de los relatos recogidos en el volumen. El que se titula El regalo de boda y va insertado en la introducción me entusiasmó, es una especie de reinterpretación de El relato de Dorian Grey y es que eso es algo que Gaiman hace muy bien, contar cosas que ya conoces de una manera diferente, distinta. Hay cuentos de muchos tipos: una versión de Blancanieves chulísima desde el punto de vista de la madrastra, uno sobre una enfermedad venérea que posee a un hombre que jamás ha tenido relaciones sexuales, otro sobre un hombre tan adicto a los chollos que acaba encargando su propio asesinato, otro con aroma a Un hombre lobo americano en Londres, algunos muy sexuales y otros llenos de poesía. Aparece, también, en este libro el relato en el que luego se basó el cómic Misterios de un asesinato.
Me gusta leer a Gaiman aunque a veces no me entusiasme el resultado porque transmite la sensación de disfrutar con lo que hace, de escribir, pensar sus historias. Se deja llevar por ellas sin saber dónde llegará con curiosidad casi infantil. Me gusta eso.
«Escribir es volar en sueños.
Cuando te acuerdas. Cuando puedes. Cuando funciona.
Es así de fácil»
(Cuaderno del autor. Febrero 1992)
De un precioso relato llamado El barrendero de sueños, dejo esta cita que me encanta.
«Cuando todos los sueños se acaban, cuando ya estás despierto y dejas el mundo de gloria y locura por la prosaica rutina diaria de la luz diurna; a través de las ruinas de tus caprichos abandonados camina el barrendero de sueños»
Los Reyes Magos llegaron con un cargamento de libros y el primero de ellos que he devorado ha sido Charlotte de David Foenkinos. Hace un mes, en mi brujuleo diario por la red, me encontré con la historia de Charlotte y sus dibujos. Charlotte Solomon murió gaseada en Auschwitz. Tenía veintiséis años y estaba embarazada de cinco meses. Los últimos cinco años de su vida los había dedicado a pintar su autobiografía titulada ¿Vida? ¿Teatro? y que recoge 759 acuarelas, pequeños textos y hasta indicaciones musicales. Charlotte pintó todo esto poseída por una especie de impulso maníaco en el sur de Francia, donde vivía refugiada tras haber huido de Alemania por el ascenso nazi. Su vida es una sucesión de terribles acontecimientos que la atormentaron y de los que, de alguna manera, consiguió liberarse a través de su pintura.
Foenkinos conoció a Charlotte de manera casual, como son casi todos los encuentros que cambian la vida, en una exposición en Berlín. Se sintió atrapado por su pintura y se embarcó en una investigación que fue entremezclándose con su propia vida. Durante años tomo notas y notas pero cuando se ponía a escribir no conseguía cuadrarlo.
Imposible progresar.
Era una sensación física, una opresión.
Sentía la necesidad de poner punto y aparte para respirar.
Entonces caí en la cuenta de que había que escribirlo así».
Y así es como está contada, en frases cortas y puntos y aparte. Y es un acierto absoluto porque necesitas aire para respirar, piedras para sentarte y paredes para apoyarte para avanzar con Charlotte por su vida. Terrible historia que comienza:
«Ha llegado una heroína.
Pero también una niñita que no para de llorar.
Como si no aceptase haber nacido»
Y termina.
«Hace falta una luz resplandeciente para morir»
Una chica Dior, de Annie Goetzinger ha sido el primer cómic del año y también la primera decepción. Es un bluf total, una historia ridícula de una periodista de moda bastante parecida a la pavisosa de Anne Hataway en El Diablo viste de Prada, que acaba siendo modelo de Dior y casándose con un noble inglés. Si te gusta la moda y sabes algo sobre ella quizás tenga algún interés. A mí que no distingo un fruncido de un drapeado me ha parecido una memez. Eso sí, es bonito.
Born to run, de Bruce Springsteen. ¡Ay, Bruce! ¡Ay! Lo empecé con muchísimas ganas pero tenía aún más ganas de terminarlo porque le iba cogiendo más y más manía según avanzaba. Dejemos claro que estas memorias son para fans pero el problema es que si eres muy fan, como es mi caso, casi nada de lo que cuenta es nuevo. ¿Por qué? Porque ya lo has leído todo, te has empollado sus letras, sus entrevistas, sus fotografías y apenas encuentras nada que te sorprenda. Además, y esto tengo que investigarlo, tengo un recuerdo borroso de mi primer verano en Irlanda leyendo una especie de biografía o de autobiografía en la que ya se contaba gran parte de lo que aparece en estas memorias.
Cuando llevaba doscientas páginas me di cuenta de que no nombraba a ninguna de las mujeres de su vida. Todas eran «una amiga», «mi novia», «la chica de la que estaba enamorado, con la que vívia», «mi chica», una detrás de otra. Todas anónimas. No decía nada malo de ellas, nada comprometido, ni inadecuado, nada que no fuera normal en relaciones amorosas adolescentes o de jóvenes. Todas además son identificables por su entorno. ¿Por qué no darles nombre? Lo comenté con varios hombres. Algunos me dijeron «lo hace por respeto». Eso no tiene sentido porque como he dicho todas son identificables por su entorno y, además, ponerles nombre: Mary, Marta, Cristina o lo que sea, no es faltarles al respeto. «A lo mejor ellas ahora están casadas y podría ser un follón para ellas». ¿En serio? Esas mujeres tendrán ahora sesenta años, tendrán o no tendrán relaciones estables, familias y supongo que su entorno tendrá asumido que tienen un pasado pero es que además no se dice nada de ellas inadecuado. Y rizando el rizo, si has estado con Bruce Springsteen es posible que no lo tengas como tu secreto mejor guardado, no digo que lo proclames pero, en fin, es posible que en algún momento a tu entorno le hayas dicho «Pues no os lo vais a creer pero cuando estaba en el instituto fui con Bruce Springsteen al baile de fin de curso». «A lo mejor lo hace por respeto a Patti y darle protagonismo» ¿En serio necesitas hacer anónimas a todas las mujeres de tu vida para poder dar la importancia que se merece la mujer de tu vida que lleva contigo veinticinco años y con la que tienes tres hijos? No sé, esto me ha chirriado mogollón. Porque, además, los hombres salen todos con nombre y apellidos.
Leyendo a Bruce me ha hecho gracia lo poco que le importa parecer egoísta, egocéntrico, divo. No le reprocho que sea así en algunos momentos, todos lo somos, pero quería terminar cuanto antes para no cogerle manía. El día que lo terminé me metí en el coche y puse su música a todo volumen y me sentí, una vez más, transportada, emocionada, feliz mientras cantaba a voz en grito conduciendo. No me importa su vida, ni si es eogista o nombra a las mujeres de su vida, me da igual que como escritor sea justito, lo único que me importa es que su música me transforma. Olvidaré sus memorias pero jamás su música.
Y por eso, queridos niños, una cosa es la obra y otra cosa es el hombre.
«La gente no viene a los conciertos de rock para aprender algo. Viene a que se les recuerde algo que ya saben y que sienten en lo más hondo de sus entrañas: que cuando el mundo está en su mejor momento, cuando nosotros estamos en nuestro mejor momento, cuando la vida parece colmada, es cuando uno más uno es igual a tres. Es la ecuación esencial de amor, arte, rock and roll y bandas de rock and roll. Es la razón de que el universo nunca llegue a comprenderse por entero, de que el amor siga siendo extático, desconcertante, y la prueba de que el auténtico rock and roll no morirá jamás».
Los ignorantes de Etienne Davodeau es un tebeo chulísimo que me ha encantado. «Tienes que leerlo» me dijeron y yo, en un rapto de obediencia, lo leí. Es chulísima, es el aprendizaje cruzado del propio autor, Etienne, sobre el mundo del vino o, mejor dicho, el mundo del vino antes del vino. Él aprende de vinos con su amigo Richard que, a su vez, aprende de cómics, a leerlos y también a sus autores, las ferias, las editoriales, la impresión. Los dos trabajan en las vides, beben vinos, fumigan, leen tebeos, viajan a conocer a otros dibujantes, a ferias de cómics, a talleres de fabricación de toneles, a otras bodegas, en un intercambio en el que encuentran puntos en común y otros en los que ambos campos no se parecen en nada. Es un tebeo muy chulo, muy interesante y que te da ganas de pasar las tardes de invierno leyendo y bebiendo vino.
Además de todo esto, en el mes de enero he leído la primera de las entrevistas del libro Women at work, un volumen de The Paris Review que recoge entrevistas a importantes escritoras. Como vienen doce, he decidido leer una cada mes. La primera ha sido mi adorada Dorothy Parker entrevistada en 1956 en su apartamento de Nueva York mientras su caniche corre por toda la casa. Una maravilla que podéis escuchar en este podcast, con Stockhard Channing haciendo de Dorothy.
«¿Cree usted que la seguridad económica es una ventaja para un escritor?
Por supuesto. Vivir en un desván no te hace ningún bien a no ser que seas Keats. Y en cuanto a mí, me gusta tener dinero y me gustaría ser una buena escritora. Estas dos cosas pueden venir a la vez y espero que sea así pero si eso es demasiado perfecto (adorable, dice ella), prefiero tener dinero. Odio a casi toda la gente rica que conozco pero creo que yo sería maravillosa con dinero»
Y con la voz de Stockard Channing resonando en mi cabeza hasta los encadenados de febrero.