miércoles, 17 de junio de 2015

Candidato a peor libro del año: La dichosa importancia de la belleza

"Subversiva y surrealista". 
"Pulso cómico, inteligencia y dulzura".

Juro solemnemente que todo lo que voy a relatar es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 

Sé que es increíble, pero no me invento nada. 

La dichosa importancia de la belleza es el sofisticado y absolutamente vacuo título del peor libro que he leído en los últimos cuatro años y uno de los más horribles de toda mi carrera lectora. La autora de estas 260 páginas es Amanda Filipacchi y la razón por la que lo he terminado es que es tan espantoso que no daba crédito. 

"Barb es bellísima pero quiere parecer fea y se disfraza de fea" (tal cual, en la contraportada). Barb va por la vida disfraza con un traje de grasa que le hace parecer 40 kilos más gorda, una peluca canosa, unos dientes postizos, unas gafas de culo de vaso y ropa horrorosa. ¿Por qué? Porque quiere que el hombre que se enamore de ella no lo haga porque es guapa. Barb es imbécil y la autora francesa y como todas las francesas se pasa toda la novela dejando claro que si eres fea y gorda tu vida no tiene sentido. 

Aunque parezca increíble, Barb tiene amigos. Está Georgia, que es escritora. Se supone que es ingeniosa y sarcástica pero mi microondas es más agudo que ella. Está Penélope, pelín desequilibrada porque hace unos años alguien la secuestró y la tuvo 3 días metida en un ataúd hasta que su padre pagó el rescate. Hace unas cerámicas muy feas que intenta vender con poco éxito. Se le ocurre, entonces,  romper todas las piezas para que parezcan enteras y poner un cártel que dice "lo que se rompa se paga"; entonces empieza a forrarse. 

A estas tres locas las acompaña Jack, que es un ex policía que salvó a Penélope de su ataúd. Sí, lo sé, he dicho antes que el padre pagó el rescate pero yo no tengo la culpa de que la Filipacchi no recuerde su trama y su editor tampoco. El caso es que Penélope debía pesar 100 kilos porque Jack se lesionó, dejó de ser poli y trabaja en un geriátrico separando a ancianos que se pelean de mentira porque les da pena que Jack se aburra.

La última pata de este banco es Lily, que es fea hasta decir basta, pero fea fea de dar miedo. Además, está enamorada de un patán que obviamente no la hace caso porque es fea. ¿Qué tiene Lily entonces? Toca el piano maravillosamente bien. 

Estos son los 5 seres que protagonizan esta cosa. Había un sexto, pero tuvo a bien suicidarse  después de dejarle a Barb una nota confesándole su amor. Por eso es porque lo que Barb (de Barbie, supongo que alguien habrá cogido la supuesta ironía) decidió esconder su belleza bajo un disfraz de fea, para que su belleza no matara a nadie más. 

Después de una mucho menos brillante y mucho más prolija presentación de unos protagonistas menos interesantes que verte crecer la uñas, Filipacchi se lanza a la acción. Barb empieza a recibir cartas del muerto suicida, Gabriel, en el que le advierte que uno del grupo al que llamará "Leo" quiere asesinar al idiota del que está enamorada Lily, que se llama Strand.

Barb se lo cuenta a los demás, quienes por supuesto niegan ser el asesino, y durante unas 30 páginas se miran con suspicacia y hacen planes para evitar que a Strand lo mate nadie. ¿Le importa a alguien? No. ¡Ah, no!, a Lily sí le importa. 

Lily se lanza a "componer música que cambie el mundo". Lo intenta muy fuerte y entonces consigue componer música que hace que las cosas "apetezcan". Es tan buena en eso que cuando toca para sus amigos, por primera vez, consigue que éstos se "enamoren" de la correspondencia comercial que hay encima de la mesa. (Os juro que no he bebido). 

A todo esto, tienen que solucionar el tema de "Leo el asesino". Se reúnen en una de sus "Noches de genios", la noche indicada por el suicida en sus cartas como la marcada para la muerte de Strand, a quien invitan a cenar para "protegerle". Barb compra un cuco que marque las horas entre las 8 y las 12, pone cubiertos y platos de plástico, pasa a sus amigos por un detector de metales para que no lleven cuchillas metidas en el culo, revisa la comida para que no haya venenos y acabada la cena los ata a la barra de ballet que tiene en casa para que no se abalancen sobre Strand y lo maten. Se confirma que Strand no tiene cerebro, porque todo le parece perfectamente normal. 

Strand se salva del asesinato pero no de la que le viene encima. A Lily, que la gente se enamore de las cartas, los bolis o tenga un deseo irrefrenable de comprar cuadernos cuando ponen su música en un centro comercial no le sirve para enamorar a Strand. Persiste en su afán compositor hasta que consigue hilar una melodía que la convierte en guapa (os juro que no me he dado a la ayahuasca). Cuando suena la música todo el mundo cae rendido a sus pies ante su belleza; y cuando no suena se pone una máscara que le ha hecho Barb. 

No me preguntéis cómo porque, además a quién le importa, pero Strand no sólo se enamora sino que no ve que es Lily. Se enredan en una historia de amor verdadero en la que o ella lleva la máscara o suena la música. Todo muy normal, muy razonable y muy de salirse los ojos de las órbitas. A Strand todo le parece estupendo, incluso que ella no quiera dormir con él porque la máscara es incómoda y escuchar la música todo el día es un coñazo. Al final, no recuerdo cómo, Strand se cosca de que ha estado bajo el encantamiento de una fea y la deja. Y vuelve. Y hacen como que sí, pero es que no y lo dejan. 

Y Lily sufre. Y Barb hace una fiesta en su casa por algo e invita a Peter. ¿Quién es Peter? El tío que se encontró el portátil de Georgia en un taxi y que al abrirlo se encontró las fotos de Barb la guapa, antes de ser Barb la fea, y decidió que era la mujer de su vida. Están todos en la fiesta cuando el portero loco de Barb, que cada vez que se cruza con ella la insulta, "¿Por qué no jugamos a las casitas? Tú haces de puerta y yo te doy el portazo", y que es el personaje más inteligente del libro, aparece en la casa con una pistola dispuesta a matarla. 

A los amigos oligólérdicos de la protagonista no les queda claro porqué quiere matar a la falsa fea (al lector le parece que está tardando mucho en matarla, concretamente 200 páginas) y se lanzan a quitarle el disfraz de grasa para evitar que el portero  la reconozca. Espera encontrar a una fea feísima y se encuentra con un pibón en minifalda, marcando canalillo y melenón rubio al viento (Filipacchi, qué obvia eres), con lo que se queda descolocado.

¿Cómo termina este despropósito argumental, literario y con la misma calidad prosística que un prospecto de supositorios? 

En un delirio alucinógeno. Para salvar a su amiga, Lily se pone a tocar el piano. Pero como, lógicamente, está nerviosa, en vez de tocar la melodía "apaga asesinos" toca la melodía "amor al folio" y al portero le empiezan a entrar unos irrefrenables deseos de ir a comprar material de oficina. Abandona la fiesta para comprar folios, grapas y unos bolígrafos, y el resto de los  invitados se va con él. 

Lily sigue tocando pero está tan triste por el abandono de Strand que empieza a convertirse en espejitos (no tengo setas alucinógenas en casa). Barb la abraza, le pide que no se rinda, pero el "espejismo" sigue avanzando... Barb se pincha (sin clavarse nada en la cara que le deje cicatrices) al intentar ayudarla. Llena de sangre, ve cómo Lily al tocar el suelo se hace añicos y muere.  

Un flipe, ¿a que sí? 

Pues no se vayan todavía, que aún hay más. Barb va al hospital y mientras tanto sus colegas barren a Lily del suelo y Penélope se dedica en cuerpo y alma a pegar sus trocitos. Mientras ella juega a los puzzles, Barb y Peter se enamoran o algo así, Georgia termina una novela y cuando la pobre Penélope está supertriste porque no le sale el rompecabezas se plantan todos en su casa, se abrazan y Lily resucita. 

Resucita. Se había roto en trocitos de espejo y su amiga la pega y resucita. RESUCITA. 

"Amanda Filipacchi fue operada de estrabismo cuando tenía seis años, y sabe que la belleza depende del ojo que la mira". 

A mí se me ha quedado la mirada de las 1.000 yardas. Me balanceo en mi mecedora y balbuceo "subversiva y surrealista, subversiva y surrealista" mientras me abrazo las rodillas muy fuerte. 


lunes, 15 de junio de 2015

Nueve razones para ir a Bruselas


"Escribe una entrada (en castellano) sobre como imaginas un fin de semana ideal en Bruselas “entre amigas”.

Voy a intentarlo. Muy fuerte. 

Para empezar mi fin de semana ideal en Bruselas "entre amigas" es sin amigas y con amigos. Lo siento, pero no tengo ninguna amiga que vaya a seguirme el juego de ¿Qué ha nhecho por nosotros los belgas? 

¡Chocolate! Ir a Bruselas supongo que significa comer mucho chocolate. Yo lo quiero blanco, impoluto, con almendras, sin almendras, relleno de mousse de chocolate blanco, rodeando galletas, dentro de bollos. Chocolate blanco en dulces copos y en pesadas tabletas. Sé que hay mucha gente que opina que el chocolate blanco no es chocolate. Mejor. Más para mí. Es un vicio con el que soy muy posesiva. 

¿Qué más han hecho los belgas por nosotros?

¡Las coles de Bruselas!

Lo sé, lo sé. A nadie le gustan y lo mismo ni son de Bruselas pero a mi me encantan y salen en Asterix en Bélgica, motivos más que suficientes para atribuírselo a los belgas. Me gustan las coles porque además son baratas, fáciles de hacer y a nadie más le gustan... otro placer que puedo reservarme para mi sola sin preocupaciones. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

A Pieter Brueghel el Viejo y a Magritte. El primero es un  maravilloso pintor del siglo XVI que me fascina desde que, por primera vez, vi uno de sus cuadros en mi libro de sociales de EGB. Me pareció mágico ese paisaje nevado, con los cazadores, los perros y las casitas al fondo. Me fascinan sus cuadros llenos de detalles, de vida y misteriosamente enigmáticos. 

Magritte pinto "Esto no es una pipa". Una genialidad absoluta que solo se le podía haber ocurrido a un belga y que sirve como detector de gente inteligente. 

Vale, vale pero ¿Qué más han hecho los belgas? 

Inspirar uno de los más maravillosos álbumes de Asterix  de René Goscinny y Albert Uderzo. Ellos no son belgas pero las aventuras de la pareja de galos más famosa de la historia por tierras belgas supuso mi primer contacto con Bélgica. ¡Ni siquiera éramos Unión Europea cuando lo leí! Allí aprendí que Bélgica es completamente llano y tienen unos horarios de comida tan absurdos que ni siquiera los franceses los entienden (Tener esto muy en cuenta si gano. No vaya a ser que me quede sin comer)

¿Qué más han hecho los belgas? 

Tintín obviamente, aunque a mí el pelirrojo me cae gordo. Es tan listo, tan inteligente, tan bien peinado y lleva unos bombachos tan antilujuria que me cae regular pero sus secundarios me encantan. ¡Larga vida a la Castafiore! Para mí, Bianca Castafiore es la fuente de inspiración de dónde salen los personajes de Ofelia de Mortadelo y Filemón y La Bruja del Mar de La Sirenita de Disney. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

Los mejillones con patatas fritas. Los belgas son gente con las cosas claras. "Fish and chips" suena a guarreria grasienta pero mejillones con patatas fritas suena a comida basura de diseño, a plato inventado por Ferrán Adria. Suena a perfecto equilibrio entre proteínas de pescado e hidratos de carbono, a mar y tubérculo. Poesía en el paladar. 

¿Qué más han hecho los belgas?

¡Una cerveza que se llama Mort Subite! Confieso, porque todo el mundo lo sabe, que no soy muy de cerveza... pero una con ese nombre me inspira bastante a pensar en placeres secretos, gente a la que se le va de las manos lo de procurarse una pequeña muerte súbita mientras está entretenida con otras cositas...y en fin, que me gusta el nombre. 

¿Qué más han hecho los belgas?

El Manekken Pis. ¿Qué tiene de meritorio? Pues no mucho pero a mi me hace muchísima gracia porque cuando era pequeña y por alguna extraña conexión neuronal provocada porque el único sito dónde vendían gofres en Benidorm se llamaba "Manekken Pis" me pasé años pidiendo "un manekken con chocolate blanco", lo que ahora con mi mente sucia de adulta resabiada resulta muy cómico, muy divertido y un pelín incorrecto. 

Vale, pero aparte del chocolate, las coles, un pintor fabuloso del siglo XVI, Asterix en Bélgica, inspirar a Disney y a Ibañez, la comida basura de postín, la cerveza caliente y un emblema nacional que confundí durante años con un bollo dulce...¿Qué han hecho los belgas por mi? 

Inspirarme para este post. 

Y mira, después de escribirlo tengo claro como sería mi viaje ideal con amigos en Bruselas. A ver si gano.



viernes, 12 de junio de 2015

El primer recuerdo de un final



Llevo tres horas buscando una fotografía y no la encuentro. Sé que te la hicimos, sé que la he visto un millón de veces y siempre comentamos lo mismo: ¿te acuerdas qué pequeña era y qué asustados estábamos?

No la encuentro pero la tengo en la cabeza. Recuerdo el momento exacto, la situación y hasta la luz que entraba por las ventanas de la casa dónde vivíamos cuando naciste. Luz de diciembre, luz fría, gris pero quée nos invitaba a intentar salir de casa contigo. Queríamos dar un paseo, ver si éramos capaces de hacer de padres por la calle. 

En la foto estás pequeña, pequeña, tenías 4 días y eras minúscula. Llevas una pequeña trenca blanca y un gorro blanco de enanito con punta, las piernas enfundadas en un mono azul. Con los brazos y las piernas estiradaos parecías una estrella de mar y nos entró la risa de pura histeria y puros nervios. Pequeña, azul y blanca sobre la colcha amarilla de nuestra cama. ¿Quién eras? 

Recuerdo pensar, y te lo he dicho un millón de veces, "quiero que seas mayor, quiero que hagas algo, que hagas cosas, que seas tú, que seas alguien, que camines, que hables, quiero saber quién vas a ser"

Han pasado once años y medio desde entonces. Antes de ayer, en los 45 minutos que duermo cada noche, soñé que iba por la carretera hacia Los Molinos y, pasada la rotonda de la piedra, veía una oveja  cruzando la carretera y abandonando en medio del asfalto a sus corderitos recién nacidos. Luego había un derrumbamiento y un montón de cosas absurdas más, pero al despertar me acordé de los corderitos. 

"Ese sueño es porque tu subconsciente siente que tu hija está desamparada y te preocupas",.- dijo mi médico al contárselo. 

Yo creo que mi subconsciente estaba un poco mediatizado por el maratón de "veterinario al rescate" que me había tragado con tu hermana por la tarde. Además no es mi subconsciente el que se preocupa por ti. Es mi parte más consciente la que permanece permanentemente alerta contigo, siempre, desde que eras esa cosa diminuta y te miraba sin saber qué hacer contigo. 

Estás de viaje de fin de curso, desaparecida en combate y pasándotelo genial desde hace 4 días. No me preocupa el viaje, ni lo que comas o dejes de comer, ni que te canses, tengas asma o te quedes afónica. No me preocupa que te acuerdes de tomarte las medicinas. No me preocupa saber que probablemente hayas pasado de lavarte el pelo, no te hayas peinado más de una vez y que cuando vuelvas te habrás dejado la mitad de la ropa en el hotel. Ni siquiera me preocupa que en cuanto te bajes del autobús feliz y entusiasmada, y pongas un pie en casa empezará a dolerte algo, empezarás a quejarte o a protestar. 

Me preocupa, y no sé si es la palabra, que este viaje  marca la primera vez en la que eres consciente de terminar con una etapa de tu vida. Te acordarás siempre de este viaje que hiciste cuando terminaste primaria y por eso es un momento importante. Hasta ahora, habías ido completando etapas de tu vida pero, o eras demasiado pequeña o demasiado inconsciente para recordarlo. 

Ahora sabes y sientes que terminas algo, que vas a empezar algo nuevo. Algo que te da miedo, te atrae, te asusta. A veces corres hacia ello convencida y otras reculas para intentar no llegar nunca. Se llama hacerse mayor y es una putada. 

Sé cómo te sientes porque yo recuerdo perfectamente mis casi 12 años y todo lo que sentía. No vas a leerme y, no me crees cuando te lo digo, pero todo va a ir bien. 

Estás asustada. Yo también, y tu padre ni te cuento, pero no te preocupes. Los tres hemos sido capaces de llegar hasta aquí. Ya no eres un enanito sobre una colcha amarilla. Eres tú, eres María y eres increíblemente especial, aunque a veces (muchas) nos saques de quicio. 

No nos lo tengas en cuenta, para nosotros también es nuevo. 

Guarda este recuerdo,: tu viaje, terminar primaria y tus pantalones de piñas. Y, por favor, no me dejes volver a ver más al veterinario al rescate. 


miércoles, 10 de junio de 2015

Te miro

Te miro. Llevo mirándote desde que entraba suficiente luz por la ventana. Me gusta verte dormir y, también, escucharte mientras duermes. Una respiración pesada y profunda que parece mentira que salga de esa nariz tan pequeña. 

Duermes de lado; siempre igual. Una pierna estirada y la otra cruzada sobre ella; los brazos desmadejados y los dedos relajados. 

Te veo despertar. Tu respiración deja de escucharse; te frotas la naricilla y te apartas el pelo de la cara con poco éxito. Los mechones, que te atraviesan la frente y caen sobre tus ojos, no te molestaban mientras vivías en la profundidad de tu sueño pero ahora, según vas ascendiendo hacia la realidad, necesitas apartarlos como si fueran cortinas o ramas que te cortan el paso. Pienso que tengo que convencerte para cortarte el pelo, aunque sólo sea un poco, "las puntas". 

Tu primer intento de abrir los ojos fracasa. No lo consigues, parece como si tuvieras los párpados pegados. Recuerdo esa sensación, sentir que has dormido tanto que tus pestañas han quedado atadas entre sí y es imposible abrir los ojos. 

En el segundo intento consigues entreabrir uno de tus ojos mientras que el más pegado a la almohada parece seguir dormido. 

A la tercera va la vencida. Entreabres los dos pero no creo que hayas conseguido ver nada. 

Por fin abres los ojos y llegas a la realidad. Me ves y te sorprendes; giras la cabeza para situarte y recuerdas que estás durmiendo en mi cama porque estamos solas estos días. Vuelves a cerrarlos. Te rascas la nariz. Te incorporas y miras el reloj despertador:

- Son las 8:03

Me llega una bocanada de tu aliento cargado a noche y a sueños pesados. Te desplomas sobre la almohada como si articular esa frase hubiera sido un esfuerzo sobrehumano del que necesitas recuperarte. Durante un par de minutos retomas tu respiración ruidosa que te lleva a otro mundo. 

Sigo mirándote. No tenemos prisa. Paladeas, te frotas los ojos, te giras hasta quedar boca arriba y te veo pensar, te veo llegar a la realidad y resignarte al despertar completo. 

Encoges una pierna y sin mirar te rascas la rodilla. 

- Mami, me han picado muchos mosquitos.
- Eso es porque eres una princesa de sangre dulce. 

Te quedas callada mientras sigues rascándote, ahora, una picadura en un brazo. 

- Voy a hacer pis. 

Te levantas despacio. Estás preciosa con tu pijama azul y blanco y el pelo despeinado. Caminas torpe hacia el baño, recuperando el control consciente de tus piernas. 

Justo antes de entrar, en la puerta, te giras y me dices muy seria:

- Mami, ¿cómo se sabe si tienes la sangre dulce o agria? 


Buenos días, princeza.