lunes, 21 de abril de 2014

Vacaciones al sol


Tras 15 años, he pasado la Semana Santa en Los Molinos. 

Excepto para trabajar, he ido todo el día con unos vaqueros rotos (2 pares distintos), uno de los cuales se me caen y según Pobrehermano Mayor "te están fatal", pero a mí me encantan. 

He dormido bastante y lo mejor es que cuando me he despertado, he abierto la ventana, he cogido el libro y he seguido en la cama. He merendado crepes y M, comió las primeras crepes de su vida y le encantaron, un nuevo campo de alimentación para ella se abre ante mi: crepes con todo.  

Aperitivos en la cantina. Como si tuviéramos 60 años. Sentados al sol con el tinto de verano y la tapa correspondiente, viendo pasar los trenes, arreglando el mundo y comentando el Hola. "Moli, ver contigo el Hola es otra dimensión". 

Aperitivos que pasan a ser comidas, y luego meriendas hipercalóricas  con GT y te descojonan todos los planes de ser responsable que te habías planteado pero que te hacen llegar a casa a las 11 de la noche más feliz que una perdiz y pensando que eres una chica con muchísima suerte. 

He discutido sobre por qué odio los tangas y me han sugerido que me deje el pelo largo como "algo radical que puedes hacer ahora". Por supuesto, no pienso hacer eso: ni llevar tanga ni dejarme el pelo largo. 

He visto "Almosf famous" y me he enamorado de Billy Crudup. He leido tirada en la hamaca a David Foster Wallace y he sentido como literalmente me arrasaba, es como una apisonadora. Me he embarcado en un viaje por América con Steinbeck y su perro. He pensado que me encantaría hacer un viaje largo en coche y poder contarlo luego....siempre hacia el norte, nunca hacia el sur. 

He comido chocolate blanco con cornflakes, leche condensada y pipas caducadas por encima de mis posibilidades. He nadado 10 km en 5 días y tengo una contractura en la espalda también muy por encima  de mis posibilidades. 

He descubierto que mis hijas manejan el lenguaje muy bien y con mucho peligro. 

- Mamá, ¿qué significa lazy?
- Lazy es vago, perezoso.
- ¿Yo soy lazy?
- ¿Tu qué crees?
- ¿Eso es sarcasmo? 

El Roto es mi nuevo sitio favorito en Los Molinos. Está precioso y fue un paseo genial. Nos falta ir con bocadillos a pasar el día. Amor de princesas y PAGS.

He discutido sobre qué haría si me tocaran 100 millones de euros, a quién se lo contaría y qué haría después. Lo tengo clarísimo. Se lo diría a mi familia, mis mejores amigos y luego me compraría un vestido con muchísimo vuelo y un corpiño y bajaría la escalera de los libros de colores diciendo: A dios pongo por testigo que en mi vida volveré a poner un pie en Mordor.  He descubierto que Pobrehermano Mayor si le tocaran a él me compraría un puesto de chuches en Los Molinos para que me sacara unas perrillas. Sin comentarios. 

He hecho leña fina, he quitado malas hierbas, he pulverizado herbicida y he montado en bici. He hecho compañía a Juan mientras hacía de handy man (¿Qué opinamos de los tíos con peto?) en su casa cribando arena en una tarea completamente absurda pero que le pega todo. Mientras él cribaba yo hablaba de Steinbeck. 

He escrito mails torrente y ni un solo post pero se me han ocurrido mil ideas. Castillos en el aire. Viajes. Planes. 

Y por fin, han salido las lilas.



martes, 15 de abril de 2014

Ensayo sobre el bañador.


Para ir a nadar hay que tener siempre en mente la regla de los 5 dedos: bañador, toalla, chanclas, gafas y gorro.

Son las cinco cosas imprescindibles para ir a nadar. Bueno, imprescindible imprescindible sólo hay una.

Puedes probar a nadar sin gafas y cerrar los ojos confiando en no salir cegado por el cloro, puedes secarte con tu ropa interior o al aire contoneándote debajo de los secadores esos del demonio, puedes intentar nadar sin gorro un par de largos antes de que te llamen la atención y puedes ir sin chanclas rezando para no pillar ningún hongo...pero NO puedes nadar sin bañador.

El bañador es por tanto lo más importante, lo fundamental y sin embargo se le suele prestar poca atención hasta que se tiene la epifanía, hasta que se alcanza la sabiduría suprema. Para que nos hagamos una idea de lo que hablo, el bañador es tan importante como las zapatillas para correr...o más. Sí, más.

El camino que lleva a esa sabiduría es sin embargo largo.

Cuando uno decide empezar a nadar, lo normal es que opte por una inversión mínima. No se sabe cuánto te va a durar la Fuerza de Voluntad, el dinero o las condiciones espacio temporales para ello, así que se opta por coger lo que se tiene por casa.

En el escalón más bajo de esta escalada está el bikini de tiras.

Es alucinante pero hay gente (mujeres, obviamente) que van a nadar a piscinas olímpicas con bikinis de triángulo, cordelito y mínima expresión de tela. Entiendo que es posible que no tengan otra cosa por su casa pero ¿en qué cabeza cabe creer que vas a poder nadar con eso? Es materialmente imposible nadar como Dios manda con esos bikinis. Descubres que lo que haces en la playa con esos bikinis es chapotear...y no se parece en nada a dar brazadas contundentes que te hagan avanzar. Pierdes aliento, fuerzas y los nervios viendo como vas perdiendo la braga y como tus pechos (los de quien sean y aunque sean mínimos) parecen tener vida propia y salirse por todos lados. Además, es inevitable que las gomas se abran y hagas resistencia. Nadar con uno de esos bikinis es como intentar chuscar con un mono de esquiar puesto. Lo intentas, te calientas y te frustras.

Un escalón por encima está el bañador de playa para él y para ella.  Para él suele ser un bañador tipo bermuda de colores brillantes, de muslo ancho y que se ata con cordel. Para ella, un traje de baño completo muy mono, con sus tirantes, su espalda al aire, sus adornitos y su estampado.

Estos tampoco sirven para nadar bien.

Él descubre que esas bermudas tan cómodas para hacer el idiota en la piscina o coger olas, para ir por la playa con el dinero para la caña, el móvil y las llaves, son una trampa mortal para nadar. Se inflan, se arrugan, se pegan a las piernas....rozan. Rozan mucho y escuecen. Él, siempre competitivo, se ve frenado en su impulso natatorio por esa especie de bolsa multicolor que lleva atada a la cintura. Se ve frenado bien porque hace resistencia o porque descubre que el cordelito que tan orgullosamente se ha atado, inexplicablemente se afloja y va perdiendo el bañador. Tiene dos opciones, parar y hacerse un nudo tan fuerte que la posibilidad de quedarse sin circulación de cintura para abajo sea un hecho o nadar sujetándose el bañador cada 3 brazadas.

Ella descubre que el bañador es una mejora considerable con respecto al bikini absurdo, pero aquel atuendo ideal en la playa o en la toalla tampoco sirve para nadar. Tiene mucho escote o la ingle demasiado baja o demasiado prieta, el tejido hace bolsas que se llenan de agua haciendo resistencia, los tirantes se deslizan y aunque intente obviar los síntomas sabe que llegará al final del largo con una teta (o las dos) descolocada y libre.

Estos atuendos son como chuscar con los vaqueros puestos.

Avanzando un escalón más está la visita a Decathlon a comprar un bañador "para nadar". Obviamente se opta por algo barato que parezca bueno, que tenga pinta de que al ponértelo va a parecer que sabes lo que haces. Con tu bañador Tribord vuelves a tu piscina más feliz que una perdiz. Te lo pones en el vestuario y te sientes bien. Tu bañador es nuevo, nadie te va a confundir con un principiante que trae su bañador con arena de playa y brillas.

¿Brillas? Aquí es donde está el fallo.  Pronto vas a descubrir el horror de esos bañadores "baratos que parecen buenos". Son de "lycra de puticlub", de purpurina, del material de las diademas de los chinos.

Brillan y aprietan pero NO sujetan. Esos bañadores, tanto para él como para ella, son como ir en bolas pero untado de aceite brillante.  Se pegan. Brillas y vas marcando hasta la cicatriz del cordón umbilical. Se te ve todo, de un negro brillante y lustroso. Literalmente pareces una foca lustrosa (da igual que peses 50 kilos)...toda tu piel brilla embutida en ese tejido que resulta que tampoco sujeta dentro del agua. Todo lo que sobresale, sobresale más. En el vestuario, al desnudarte, descubres además que ese tejido se queda como baba mojada después y que al cabo de unos cuantos usos (muy pocos) es baba mojada transparente. Se me olvidaba decir que en el caso de ellos, estos bañadores son siempre demasiado cortos, como pantaloncitos cortos, negros, pegados...y brillantes. Y sí, a ellos también se les marca todo.

Este atuendo es chuscar con ropa interior...una mejora pero igual de frustrante y muy muy poco digno.

Cuando ya estás desesperado y resignado a intentar disfrutar del baño con lo que sea, aunque sea a costa de tu dignidad estilística, un día decides hacer un dispendio y te compras un bañador BUENO. Uno que cuesta pasta, uno caro con una etiqueta más larga que tu brazo y de marca. Un día es un día...y total, llevas la toalla corporativa de tu empresa y una mochila de Bob Esponja así que puedes gastarte dinero en un bañador.

(El de ellas es negro o azulón (siempre) y con espalda alta. El de ellos es negro (siempre) y les llega hasta casi la rodilla.)

Una pasta. Te sientes culpable, piensas que te lo mereces, te sientes culpable, piensas que te lo mereces, te sientes culpable...te lo pones en el vestuario y lloras de emoción. Efectivamente, es como ponía en la etiqueta "una segunda piel", pero no de foca lustrosa o de prostituta de los años 80. No, es una segunda piel suave y recia. Eso es, recia. Todo encaja, todo se sujeta y joder...hasta pareces más alto y más esbelto.

No te confías, ya sabes que en el agua todo se encoge y es allí dónde fracasaste en las anteriores etapas natatorias. Pero no. El bañador segunda piel es maravilloso, al mojarse no se adhiere a tu cuerpo como un plástico baboso, sencillamente se acopla a tu cuerpo, sujeta todo con la debida tensión pero permitiéndote moverte con libertad y despreocuparte de que nada se salga de su sitio.

Estás cómodo, te deslizas sin preocupaciones y sabes que por fin has alcanzado el nirvana natatorio.

La prueba definitiva para saber si por fin ya tienes ¡el bañador de tu vida! es que al salir, te da pena quitártelo...estás tan cómodo y te sienta tan bien que te quedarías a vivir en él.

Y sí, esos bañadores son como chuscar como se debe: son fuegos artificiales con la pareja perfecta.




domingo, 13 de abril de 2014

Leer y olvidar.

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¿Has leído "La Regenta"? ¿Has leído "Crimen y Castigo"? ¿Has leído el último de Paul Auster? ¿Y el de Vargas Llosa? ¿Leíste cuando eras joven “El Guardian entre el centeno”, “Mujercitas” o “El Señor de los Anillos”?

Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas o alguna parecida que incluya el título de un libro es No, la consecuencia será que la lista de “libros pendientes”, “libros que debería leer” o “libros que me apetece leer”... se verá aumentada. Es una lista que no termina nunca, por cada título que sale de ella, suelen entrar 2 o 3 como mínimo. Si además estás suscrito a varios blogs de libros en la red, sigues cuentas de editoriales en twitter, te dejas aconsejar por tu librero y tienes un amigo lector de confianza.. .tu lista será interminable, casi infinita. Darte cuenta de que jamás vas a tener tiempo suficiente para leer todo lo que quieres marca un punto en tu pasión lectora, un punto terrorífico... pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

¿Qué pasa cuando contestamos que sí hemos leído un libro, cuando recordamos haberlo leído?

El siguiente paso es tratar de recordar ese libro. Sabes que lo has leído, recuerdas dónde transcurría la trama, recuerdas vagamente algún personaje y puedes decir algo como “sí, iba de una mujer que se enamora de un sacerdote en una ciudad que es Oviedo pero no lo dicen” o “Sí, va de un joven que pasea por Nueva York”. Pero... realmente, ¿cuánto recuerdas por tu lectura y cuánto crees que recuerdas por artículos, impresiones o citas que has leído después?

¿Qué más puedes contar del libro que sí has leído?

Intentar recordar un libro es hacer un ejercicio de memoria que activa algo más que nuestro recuerdo de lo escrito, recordar un libro es más que recoger el eco de la historia, la trama y los personajes.

Al intentar recordar un libro, primero “lo vemos”. Recordamos cómo era el ejemplar que leímos. Si era muy grueso, si por el contrario era fino, si formaba parte de una colección o si era un ejemplar suelto. 

Es posible que sepamos si nos lo prestaron, nos lo regalaron, lo sacamos de la biblioteca, lo compramos o lo heredamos de nuestros padres.

“Vemos” su portada. Sabemos de qué color era y muy vagamente tendremos una visión de la ilustración que había en la cubierta. Es curioso, he comprobado que raramente nos fijamos bien en esa ilustración. Casi nadie recuerda qué era exactamente la imagen de la portada, es más una sensación de colores o de estados de ánimos que una imagen nítida: “era azul”, “era de noche”, “había un campo, unos zapatos, un barco”. Y esto ocurre incluso mientras estamos leyendo el libro.

Después, no siempre, somos capaces de vernos a nosotros mismos con ese libro. Sabemos dónde lo leímos: en el metro yendo al trabajo, en unas vacaciones en la playa, en el colegio por obligación, durante una convalecencia, durante noches y noches sin dormir porque te tenía atrapado o durante días y días de no avanzar porque te quedaste atascado.

A pesar de que trae a primer plano todas esas impresiones sensoriales, es posible que la historia del libro flote en un limbo en tu memoria. Sabes que lo has leído, sabes cómo era el libro, sabes dónde lo leíste, puede que incluso sepas en qué lugar de tu estantería está colocado... pero no sabes qué te hizo sentir, ni qué pensaste, ni siquiera sabes si te gustó mucho o poco.

Sólo algunos libros consiguen mantenerse en tu memoria indelebles y encender todos tus recuerdos. 

Nunca sabes qué libros serán ni por qué. No tienen porqué ser los grandes clásicos, ni obras maestras, ni libros conocidos, ni la última novedad.

Los libros que recuerdas y que te dejan huella son siempre especiales, son como enamorarse.

Uno olvida un ligue, un rollo de una noche, una relación que fue más risas que otra cosa, pero un enamoramiento no se olvida. Se recuerda siempre, se recuerda el objeto del enamoramiento y las sensaciones que nos producía.

O no.

A la pregunta de ¿Has leído tal? Puedes contestar que No, puedes poner ese libro en tu lista, comprarlo, conseguirlo, que llegue a tus manos... empezarlo y darte cuenta que sí lo has leído, que ya lo habías leído. Puedes darte cuenta al comenzar o cuando lleves unas cuantas páginas...”cómo me suena esto... hasta que llegas a un punto que dices “yo a ti te conozco” y de golpe, sin previo aviso... todo lo que no habías sido capaz de recordar, porque ni siquiera sabías que tenías recuerdos sobre ello, se agolpa en tu cabeza. Como una película: la historia, la trama, los personajes, el ejemplar que leíste, quién eras tú cuando lo leíste por primera vez, dónde estabas....y lo que es peor... cómo te gustó.

WhenYouAreGone-blog
 Y te sientes fatal. Te sientes fatal por haberlo olvidado, por haberlo borrado de tu mente, por ni siquiera ser consciente de que lo habías olvidado.

Ese libro te gustó, te encantó, ahora lo reconoces, ves cada cosa que te gustó de él, tropiezas con las frases que te engancharon en su momento y ¿lo has olvidado? ¿Un amor así y lo has olvidado?

Te quedas perplejo y piensas: ¿cuántos libros más he olvidado? Miras tu estantería, recorres los lomos, ves los títulos y piensas...¿Cuánto os recuerdo?

Y es que aunque creas que no, leer es olvidar. 

Sólo la relectura o los encuentros imprevistos con antiguos “amores” libros... te harán recordar lo ya leído o ser consciente de lo que has olvidado.

La relectura también tiene sus problemas... pero también es otra historia que será contada en otra ocasión.

Post inspirado por este artículo de The New Yorker. “The curse of reading and forgetting” y publicado en Pisandocharcos.

viernes, 11 de abril de 2014

Pintadas de mi vida.



"Remember our names we love this game". Una pintada gigante en un paso elevado que cruzo todos los días dos veces para ir y venir a Mordor. Son letras gigante, más altas como yo (vale, sí, eso no las hace gigantes) silueteadas en negro y rellenadas en blanco sucio. A lo mejor no era sucio en su momento pero se ve así. Al final de la pintada hay un muñecajo horroroso que estoy convencida que incluso yo podría haber pintado, aunque jamás en mi vida he manejado un spray de esos de pintar paredes y cuando me pongo a pintar normalmente hago caracoles.

"Remember our names we love this game". ¿Qué significa? ¿Quién ha ido hasta ese paso elevado en una autopista alejada del centro y de cualquier núcleo de población para poner eso? "Acuérdate de nuestros nombres, nos gusta este juego" ¿Por qué no están los nombres? ¿Cómo voy a recordarlos? O ¿sois vosotros los que un día de juerga, de pedo, un día de "a que no hay huevos" fuisteis por la noche hasta ese sitio en el fin del mundo a escribir eso y fue una especie de recordatorio para el futuro? ¿os acordáis? ¿Pasáis todos los días como yo, veis vuestra pintada y pensáis en por qué lo hicisteis? ¿Qué juego?

"El kiko les desea el doble de lo que ustedes a él" pone en la lona del camión que cada dos días adelanto de camino a Mordor. Letras amarillas sobre fondo azul.  Me fascina este rótulo. No sé que pinta tiene "El kiko" porque cuando le adelanto no puede mirarle, es un camión enorme y es imposible que llegue a vislumbrar la ventanilla en la que supongo que asoma el codo de "El kiko" pero me intriga muchísimo. Me fascina la mezcla de la cercanía de "El kiko" con el formalismo del "ustedes". Si pusiera "Francisco les desea"...o incluso "Paco..." pero ¿El kiko? ¿El kiko te habla de usted? ¿Cuántos años tiene El kiko? ¿Por qué su nombre no va en mayúscula? ¿Por qué me trata de usted? En cualquier caso a mi me gusta su rótulo, siempre que veo su camión le deseo lo mismo, que cambie de trabajo. El kiko lleva el camión petado de cerdos vivos. Si él me desea lo mismo, que cambie de curro...estamos casi a punto de conseguirlo. Un momento. Espero que cambiar trabajos no se intercambiarlos. "Moli les desea a ustedes el doble de lo que ustedes a ella" no sería para nada lo que yo pondría en mi camión....

"Se te ven las bragas". Grandes letras negras en un sólo trazo sobre una pared color crema, exactamente a 25 metros de la Molicasa en Los Molinos, en la pared de una caseta eléctrica. Puede llevar fácilmente 15-18 años y cualquiera que llegue a casa por primera vez, al bajarse del coche lo primero que dice es ¿Se te ven las bragas? Creo que fue la primea pintada que las princesas leyeron. ¿Cuándo surgió? ¿Cómo? ¿Quién la puso ahí? No lo sé. ¿Tiene algo que ver conmigo o con Molihermana? Lo más lógico es pensar que sí, que algo tiene que ver puesto que está prácticamente en la puerta de nuestra casa. ¿Alguna noche de borrachera descontrolada terminó con alguien lo suficientemente despechado como para escribir eso? ¿Es una pintada de despecho? Se te ven las bragas como acusación....¿no deberían verse? ¿no debería llevar?  Y ¿quién la hizo? No veo a ninguno de mis amigos escribiendo algo tan poco concreto, ellos serían  más de escribir algo en clave, rollo "Enigma".  En cualquier caso, cada vez que salgo de casa, antes de meterme en el coche pienso ¿se me ven las bragas? y sonrío.

Y ahora leed queriéndome mucho para que no os de vergüenza ajena...

Lo confieso públicamente, "Moli corazón con flecha Fulano".  Después de 6 años de blog creía que ya había contado todas las cosas ridículas sobre mí pero hoy he recordado ésta mientras pensaba en pintadas.  A la tierna edad de 14 años, una noche de invierno en Los Molinos me tocó salir a sacar la basura al contenedor. Era domingo y ese era uno de los últimos preparativos antes de volver a Madrid. Cogí la bolsa, me puse el abrigo porque hacía frío y mientras abría la puerta del jardín y salía a la calle, iba pensando que me quedaba una semana hasta volver a Los Molinos y ver al objeto de mi enamoramiento adolescente (que por supuesto no sabía ni que yo existía, de hecho es el primer protagonista de mi "no vida amorosa" y lo pasé por alto en su momento) y en una oleada hormonal de sentimiento adolescente decidí que tenía que dejar constancia de ese momento de exaltación amorosa. Dejé la bolsa en el suelo, miré a mi alrededor y la única superficie que encontré susceptible de ser la base de mi pasión amorosa fue el cartel indicador de "Cuartel de la Guardia Civil" colocado a 5 metros de la puerta de mi casa.

Ya tenía dónde, pero ¿con qué? No podía entrar a por un rotulador ni pintura ni mucho menos spray. Por aquel entonces era una chica con recursos (absurda y patética pero con recursos) y cogí una piedra con un borde afilado y me puse a grabar en la chapa metálica mi declaración de amor. A mí me pareció que la tarea no me había llevado mucho tiempo pero cuando volví a entrar en casa, mi padre me dijo ¿Dónde has ido? No esperó respuesta ni me hizo mucho más caso, pero fue justo en aquel momento cuando me di cuenta de la magnitud del  error que había cometido (uno de los primeros debidos a mi ya legendaria impulsividad),  fui consciente de que en cuanto saliéramos a la calle, el cartel de "Guardia Civil" con mi absurda declaración iba a estar a la vista de toda mi familia.

Ha seguido allí años, 25 para ser más exactos.

Ahora cuando me entran esos ataques, tengo un blog y no necesito buscar una piedra con un borde afilado.