Mi padre siempre me contaba la misma historia:
“Cuando ibas a nacer, yo
siempre decía que quería una niña. Una niña dulce y cariñosa que cuando llegara
a casa saliera a recibirme y darme besos y abrazos…y bueno, naciste tú. Menos mal
que luego nació tu hermana que sí que es muy cariñosa”
Mi padre era un cachondo y un gran sabio porque esa frase resume
muy bien lo que los padres esperan de sus hijas, de sus princesas (comentarista
que sufre con lo de princesas…de verdad., no te me ofendas) y la total falta de
conocimiento que tienen con la realidad de sus hijas.
Para empezar, un bebe es un ser extraño, raro, difícil de manejar
y que a los padres normalmente les parece algo bastante ajeno a ellos mismos.
Si el bebé es niña, la dificultad, extrañeza y el sentimiento de ¿qué hago con
esto? es mucho mayor. Un tío con su bebe Pepito en brazos es capaz de
visualizarse jugando al fútbol, a las chapas, montando en bici o incluso
bebiendo cervezas. Con ese bebe tiene algo en común, aunque sólo sea el género.
Ese bebé tiene cola y algún día se afeitará. Un tío con su bebé Pepito sabe que
sabrá ponerle la ropa sin problemas y que cuando uno diga azul el otro no preguntara ¿celeste o marino?
Un bebé Pepito parece frágil pero es algo con lo que se puede congeniar y con
el que se visualiza haciendo cosas.
Un bebe princesa es más complejo. Es monísima, ideal y la más
preciosa del mundo mundial pero el padre solo puede visualizarse con ella yendo
de la mano, empujándola en el columpio, de paseo por la playa, pero intenta
visualizarse haciendo algo “de niñas” y no le sale. Lo de la cerveza lo intenta
pero sin saber muy bien cómo les recorre un escalofrío, se le ponen los pelos
de punta y dice “¿cerveza?, ¿mi princesa? No”.
Y aparca esos pensamientos del futuro porque bastante tiene ahora con
adivinar si el vestido se abrocha delante o detrás o si la falda con peto se
pone por debajo o por encima de la camiseta o cual es la parte de delante de
las braguitas.
Llega entonces una época estupenda de amor entre el padre y su
princesa. La princesa es dulce y cariñosa. Inciso.- aunque sea una borrica de
campeonato, le mole hacer el bestia y sea tirando a bruta siempre siempre
siempre será dulce y cariñosa a los ojos de su padre.-Fin del inciso. Por otro lado, las princesas consideran que
su padre que las ADORA es el más guapo, el más alto, el más listo y el que
mejor hace el tonto en la piscina, el zoo o el parque. Es una relación
adorable.
Todo va sobre ruedas. El padre adora a su princesa que es la más
guapa del mundo mundial, la princesa adora a su padre y sale corriendo a sus
brazos cuando llega a casa o se encuentran en la calle. Todo va bien, más que
bien, va perfecto.
Cuando la princesa empieza a ser un poquito más mayor, empieza a
tener gustos propios. Y esos gustos
propios pueden resultarle al padre tan ajenos como la atmósfera de Marte. A su
princesa le gustan cosas de niñas. Y el padre no es una niña. Con un poco de
suerte, en su infancia tuvo hermanas que
siempre le parecieron unas brujas (dicho con cariño) y con las que no recuerda
haber compartido esas cosas de niñas. Es
más, recuerda claramente como no compartía esas cosas con ellas y más bien se
dedicaba a destrozarle las muñecas o lo que fuera con que sus hermanas jugaban.
El padre descubre entonces que durante su vida ha conocido a
muchas mujeres: su madre, sus hermanas, sus primas, sus amigas…sus ligues ( ah
no, no no, no…eso ni insinuarlo) pero su princesa es única, irrepetible,
maravillosa y no tiene ninguna de esas cosas que él siempre ha achacado a
“todas las mujeres”.
Es su princesa y al mismo tiempo es una desconocida porque no hay
ninguna mujer como ella.
Así que el padre mira a su princesa y sabe que es una mujer pero
no es como ninguna otra. Es mejor sí, …pero ¿cómo se maneja? Es una época muy
tierna. El padre odia los tacones…pero se recorre mil tiendas para comprarle
unos tacones de plástico para su niña. Le chirrían las córneas de pensar en
maquillajes pero es feliz cuando su princesa aparece con toda la cara llena de
manchurrones. El padre es capaz de tragarse una exhibición de gimnasia rítmica,
bailes regionales, natación sincronizada o lo que sea. Es capaz de ir a ver el
espectáculo de princesas Disney, hello kitty o cualquier otra cosa atroz. Por
supuesto y antes de que hordas de gente susceptible se me eche encima, a la
princesa también le puede molar el fútbol, el piragüismo o el alpinismo de
altura, eso da igual, pero le guste lo que le guste el padre estará flipado de
compartirlo con esa princesa, que es
mujer pero que no es como ninguna mujer que él haya conocido porque
sencillamente es mejor. Es su niña.
Después e increíblemente rápido para lo que querría el padre, la
princesa se hace mayor. No hablo de que tenga
20, 18, ni siquiera 15. Con 10, 11, 12 años…la princesa empieza a hacer
cosas incomprensibles para el padre. Donde antes había risas siempre, su
princesa reacciona ahora ofendida o discute o llora o dice algo atroz “papá…no
me entiendes”.
El padre se queda paralizado. ¿Cómo que no la entiende? Claro que
sí, es su niña. La niña más increíble del mundo (da igual que tenga media
docena de ellas, todas son increíbles a su manera) y se llevaban bien y ¿qué ha
pasado?
La princesa se está haciendo mayor y el padre normalmente no
quiere verlo. Porque si su princesa se hace mayor hará cada vez cosas de
mayores, que él recuerda vagamente que hacían las chicas que él conocía cuando
él se hizo mayor.
El primer día que la madre de su princesa le dice “Le gusta un
chico” o “tiene un novio”, el padre quiere morir. Su primera reacción es
“neguemos la evidencia”…pero
-
¿cómo le va a gustar un chico
si tiene 12 años?
-
Pues porque tiene 12 años.
-
Eso es…¡¡12 años!!
-
A ti ¿con cuántos años te
gusto una chica?
-
¿A mí? Yo con 12 años solo
pensaba en fútbol y escupitajos.
-
…..
-
¿ A ti con 12 años te gustaba
alguien?
-
Claro…
-
¿COMO QUE CLARO???
-
A ver cariño…no colapses…o es
que ¿acaso has pensado en algún momento que eras el primer tío que me había
molado?
-
…..
-
En fin..vete haciéndote a la
idea de que le molarán los tíos, saldrá con ellos y le romperán el corazón.
-
NI DE COÑA. Es muy pequeña y
para eso queda muchísimo…
-
No queda tanto…
-
Estás siendo cruel conmigo…
-
Jajajajaja…no es tan grave…a
lo mejor tiene suerte y encuentra uno como tú.
-
…Si..eso estaría bien.¡NO!,
uno como yo no…que yo era muy golfo.
Empieza una etapa atroz para el padre. Su princesa crece, se hace
mayor y se aleja y se acerca a él en un baile frenético de emociones que él no
controla y que le hace recordar cómo se sentía cuando nació; no tiene ni la más
remota idea de cómo manejarlo.
Cuando ha conseguido tranquilizarse “un poco” pensando que bueno
las cosas irán despacio y lo de los amores de su princesa con doce años no es
más que un juego infantil e inocente, su mujer llega y le dice:
-
A tu princesa le ha bajado la
regla por primera vez.
-
¿QUE????
-
A ver por
favor...tranquilizate, que no tiene tétanos.
-
Pero, pero, pero..¿cómo va a
tener la regla si tiene 12 años??
-
Pero a ver...¿de qué guindo
te has caído? ¿A qué edad te crees que viene la regla? ¿ a los 25?
El padre sufre. Mira a su niña y descubre que ya no es una niña.
Es una mujercita. Y tiene misterios, algunos que él no conoce y otros que él
conoció con otras “mujercitas” en su momento y solo de pensar en algún
energúmeno (cualquier tío que se acerque a su princesa será un energúmeno)
descubra esos misterios...se le abren las carnes en canal.
El padre además, sufre otro curioso efecto. Cuando por fin ve a su
princesa como una mujer...el resto de los hombres, ellos, sus compañeros, sus
colegas de género...pasan a ser potencialmente peligrosos. Todos ellos. Todos
son hombres y todos mirarán a su princesa. Y él sabe como la mirarán porque él
es como ellos...no, él no es como ellos porque tiene una hija.
Ahora comprende a su suegro y no entiende como no le pego una
leche a él cuando llego a su casa de la mano de su hija.
Él no será tan comprensivo. Es su princesa.